LA PRIMERA VEZ
- ¡Me aburro! ¡Me aburroooo! -Repetía Derek una y otra vez mientras golpeaba la pared desesperado.
11 años con la historia del joven eufórico en casa. 11 veranos que, pese a viajar con sus padres cada Semana Santa en coche a cualquier safari o parque natural y comenzar a hacer alguna escapada veraniega en familia, la energía imparable "del niño que nunca dormía" era insuperable.
Cansados de ver el panorama, sobretodo Frida que era quien más tiempo pasaba en casa con él, se enteró por la madre de Raiva, una vecina y compañera del colegio de su hijo con quien iba a jugar algunas veces, que aquel verano, aquella niña iría de campamento un par de semanas.
Aprovechando la información y desesperación que sentía por no saber qué hacer con el trastorno que su hijo presentaba cada minuto que estaba sentado, apuntó a Derek junto a Raiva y dos niños más de su colegio pero, esto a Deckie no le haría ninguna gracia ya que uno de ellos era de los tipos más burlescos de su clase y pasaba de vivir, además de un curso escolar, un verano con aquella tortura. Podía imaginarse la historia sin problema y, claramente, se negó, lo sufrió y nunca deseó que aquello llegase.
Finalmente, llegó el día que el autobús pasaría a recoger a los niños para ir a sus nuevas "vacaciones", la colonia Seidia de Benassal, Castellón. Un viaje más pero, este año, abrumador totalmente.
Era la primera vez que Derek se separaba de sus padres. La primera vez que estaría junto a decenas y decenas de niños. La primera vez que le tocaría comer fuera de casa y afrontar sus trastornos alimenticios. Y, de entre todas sus primeras veces, la primera vez que Derek debería plantar cara a la vida. Solo. ¿Lo conseguiría?
Seidia era un lugar bonito, la verdad. Una casa rural muy grande, con muchas habitaciones, todo de madera bastante antiguo pero limpio y ordenado. Estaba rodeado de muros de piedra y naturaleza. Aquello parecía una aldea bastante veterana pero todo muy bien cuidado.
Los monitores ofrecían miles de actividades colectivas y nadie sería discriminado. Parecía todo muy divertido y los niños parecían estar entretenidos y pasarlo bien. Hacían deporte al aire libre y juegos en el mismo después de cenar en medio de la noche o incluso desfile de pijamas en el interior de la casa cuando el tiempo no estaba muy a su favor. Juntos harían buena piña, pues los niños que fueron no tenían maldad, o al menos no lo parecía, pero Derek ya tenía su miedo y su forma de escaquearse y tratar de pasar desapercibido y más estando 'el chulito' de su clase.
La cohibición, sumada al miedo frente a la multitud, no le ayudaría demasiado durante aquellos 15 días.
No pasó mucho tiempo cuando alguien le confesaría sentimientos que Deck explicó sincera y coherentemente su rechazo indicando que no quería gustar ni llamar la atención.
Huye de tu enemigo y éste irá más a ti.
Derek huía de la gente, intentaba pasar desapercibido a la hora de realizar las actividades en grupo. Lloraba en el comedor porque no quería comer pero estaban pendiente de él constantemente. ¿Habría llamado Frida para contarles su problema?
Monitores pendientes de él en la sombra hasta que tenían que entrar en acción. Momentos de ducha donde hablaba con su madre y haría pucheros por echarla de menos. Una cuenta atrás que no terminaba, ... ¡No había manera de librarse de nada!
Frida intentó hacer una terapia de choque a su hijo con tal de animarlo a comer, a reir, a relacionarse, etc y no pareció equivocarse. Pese a que los días para aquel niño fuesen horrendos, haría amigos, hablaría y se caerían bien y la escena que imaginó donde se volvían a reír de él y humillarle, no se cumplió. ¡Qué alivio! Aunque lo pasase mal, realmente, todo era causado por él mismo y el miedo de su interior.
Y, finalmente, 15 días habían sido superados. No de la mejor forma pero superados y eso era lo que realmente contaba pues no importa como llegues a la meta si ello te hace llegar. Y sus padres, desaparecidos.
-No, mis padres se han olvidado de mi. No vendrán. ¿Qué está pasando? ¿Por qué no vienen? No entiendo nada. ¡Me quiero ir! -Estos eran los pensamientos de un niño deseando que aquella pesadilla terminase pronto pero que no parecía querer hacerlo.
Padres, madres, hermanos, hermanas,... Familias iban acudiendo a llevarse a sus hijos. Cada vez quedaban menos y la sonrisa de Derek se cambió por comisuras bajas y una cara de preocupación mientras seguía al lado de Raiva, quien todavía permanecía allí.
Nuestro protagonista ya no entraba en razón con el motivo por el que habían decidido abandonarle allí.
- Mira, ¡Por allí vienen tus padres! -Dijo Raiva alegrándose por su compañero.
Se giró, les vio subiendo las escaleras de piedra que llevaban a aquel patio enfrente de la casa donde se hospedaban pero no les daría mucho más margen. Inmediatamente Derek, con un llanto sofocante donde a penas podría coger aire, se abalanzó sobre sus padres. ¡Por fin habían llegado!
- Os echaba de menos, pensaba que no vendríais. - Aclaró Raiva quien traducía los llantos entre una sonrisa a Franc y a Frida quienes estaban alucinando con la reacción de su hijo. Él no solía ser cariñoso y mucho menos, afectivo. ¿Qué estaba pasando?
- Tranquilo, se nos había hecho tarde pero ya estamos aquí. -dijeron entre una leve risilla intentando calmar a Deck. - ¿No te lo has pasado bien? ¡Con lo bonito que es esto! Y había muchos niños, ¿no?
- ¡Nooo! - Derek solo podía llorar y negarlo todo a la vez que se aliviaba. Pero todos se reirían dulcemente.
Pobre Derek, lo mal que lo había pasado. Lo que no sabía era que aquel golpe le habría cambiado totalmente.
Una vuelta a su ciudad, a su apartamento, haría que Franc y Frida saltasen los ojos de sus cuencas ante un Derek que limpiaba los platos donde antes siquiera los vaciaba y ahora, tendría más ganas de jugar y de ver mundo.
No siempre es negativo un sufrimiento. Es más, muchas veces, la solución esta en un camino rocoso lleno de tropezones.
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