Aquella noche de noviembre su alma renació.
Un regalo vestido de llanto en sus brazos envolvió y su pequeño cuerpo teñido de rojo disfrutó de su calor.

Llegó como una historia nueva disfrazada de rayo de sol y la sonrisa de aquella mujer empezó a tomar color.

Le dió un cambio a su vida, un vuelco al corazón. Tormentosos eran sus días, mas el arcoiris ahora la cegó. Su llanto se convirtió en poesía, sus manitos pequeñas en una linda ilusión.

Cuando el tiempo pasó, los primeros días de noviembre fueron testigos de la emoción de aquella mujer que volvía a recibir una bendición.

Se transformó en la guerrera y amiga.
En la voz de la experiencia.
En el baúl de los consejos.
No se cansó de brindar cariño, ni  amor.

Hoy su nombre se retrata en mis letras, tratando de devolverle la mitad de lo que me entregó, mas no me alcanzan las frases es muy grande su labor.

Espero que se quede con mis sonrisas y que tomadas de las manos caminemos juntas hasta que no se vean las estrellas, bailando al ritmo de una canción que solo escuchen nuestros oídos y el corazón.

Hoy te defino en una palabra, pero no abarca todo lo que representas. Tú eres mucho más, tú eres lo más mágico, mi razón de ser. Estoy muy orgullosa de que seas mi mamá, te quiero con locura, más allá de la eternidad.