Me sentí presa, presa de mis impulsos, presa de mis deseos. Era presa hasta de mi aliento y de mis tormentos.

Me encerraron en una cárcel donde mi grito chocaba con las paredes y mi llanto se ahogaba dolorosamente en mi garganta.

Mis ojos no querían ser testigos de tal atrocidad. Mi cuerpo se resistía a su tacto gélido y mi boca lloraba porque era presa de su humedad.

Con el tiempo yací inerte sobre el pasto verde.
El atardecer caía y la luna se asomaba siendo testigo de mi vulnerabilidad.
El sonido de las aves no me calmaba, era presa de mis recuerdos una vez más.
Era presa de la soledad y el temor se colaba por mis poros como un arma mortal.

Estaba presa, no sabía si podía continuar.