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Capítulo 5. La sorpresa de los conciertos

Capítulo 5. La sorpresa de los conciertos

Culminaron las dos semanas de ensayo intensivo y general con la estudiantina del CEA. Se le había pedido a la orquesta que viniera con vestimenta formal y de negro, a los varones del coro de azul marino y a las mujeres de color lila. Así, durante esas dos semanas antes del concierto, Selene se vio en preparativos preconcierto. Beta le prestó un vestido lila que tenía, por suerte, y lo combinó con unas sandalias plateadas que tenía. Mientras se cuidaba la voz como nunca, trataba siempre de tomar agua a temperatura ambiente y, a veces, por las noches, té de limón con miel y jengibre. Además, salía en las mañanas abrigada a la universidad para no coger ningún resfriado.

—¿No crees que estás exagerando un poco, Selene? —le preguntó un día Beta mientras la veía de arriba a abajo; llevaba una chaqueta y un suéter de cuello tortuga.

—Tengo que ser precavida, Beta. Sabes que me enfermo de la nada y no quiero que eso pase.

Algunas noches seguía conversando con Alex por el chat de Instagram, casi siempre hablando de música, películas y libros. Tenían varios en común, pero casi siempre eran recomendaciones que le hacía Alex a Selene, y ella encantada de conocer cosas nuevas. Así fue como añadió a su lista de favoritos la saga de libros de "La materia oscura", a Zaz, una cantante francesa, y a "El holandés errante" de Wagner. Mientras que Alex le agradeció por presentarle a Joe Hisaishi como compositor y, además, por introducirlo en el mundo de las películas del estudio Ghibli.

Sus pláticas eran entretenidas; además, se dejaban a veces comentarios en los videos que publicaban. Muchas veces se dejaban un "Bravo", un emoji de aplausos o de corazón, y otras veces un "Excelente". No pasaba de conversaciones cortas que siempre terminaban en un "Buenas noches".

Llegado ya el día del concierto, el CEA se vistió de gala. El concierto se haría en el auditorio a las 6 p.m. para que pudieran asistir la mayoría de los familiares de los intérpretes, además de algunos invitados. Berenice, la directora, estaba muy nerviosa; esta obra tenía un valor especial para ella, además de que sería la primera vez que conocería al hijo del hombre con el que llevaba un tiempo saliendo. Quería darle una buena primera impresión, por lo que hizo venir una hora y media antes a todos los que actuarían esa tarde. Los reunió a todos en la sala de ensayo del subsuelo, dándoles palabras de aliento y reconociendo el gran trabajo que habían tenido en los ensayos. Les dijo que disfrutaran el gran día de hoy, donde todos, desde los solistas hasta el último violinista de la orquesta, eran los protagonistas del día.

—Chicos y chicas, no hay adrenalina sin miedo, y no hay éxito sin antes haberse equivocado. Por eso hoy, y en todas sus presentaciones, sepan amar ese miedo escénico y dar gracias por sentirlo. Significa que su corazón está despierto, y ese es el mejor amigo del músico. Somos personas más sensibles que el resto, y eso nos lleva a poder apreciar mejor los sonidos, las sensaciones y los sentimientos. Por eso, sepan amar tanto los sentimientos buenos como aquellos que nos incomodan, ya que ambos nos hacen crecer más como personas y como músicos. ¡Mucha mierda para todos! —terminó con esas palabras su discurso de aliento, y fue recibida con aplausos y vítores de sus alumnos.

—Bueno, subamos al auditorio las sillas para la orquesta. Quiero que repasemos unas piezas antes de comenzar.

Así, entre todos, se ayudaron para subir sillas y algunas decoraciones que irían de fondo. Una vez que el escenario estuvo preparado, repasaron cuatro de las piezas grupales y después cerraron el telón. Los espectadores estaban comenzando a entrar al auditorio. Algunos aprovecharon para ir al baño a retocarse o hacer sus necesidades. Entre el barullo de la gente que estaba llegando, todos se fueron posicionando en sus lugares. En un costado, escondidos, estaban los solistas invitados: dos sopranos, una contralto, un tenor y un bajo, estudiantes de canto del anexo del conservatorio Simón Bolívar, todos exalumnos de Berenice cuando dirigía la Coral Infantil. Todos los solistas estaban de gala; las chicas llevaban vestidos, la contralto tenía un vestido verde oliva, las sopranos uno rojo y el otro coral, y los varones estaban de traje negro con corbatas pintorescas de diseños.

Al fondo, rodeando la orquesta, estaba el coro. Las mujeres estaban detrás de los violines y las violas, mientras que los hombres estaban detrás de los violonchelos y el contrabajo. En el centro estaba Berenice, con un vestido negro bañado en escarcha, cual sirena saliendo de corales.

Se abrió el telón y todos aplaudieron. La sala estaba abarrotada de gente; era una sala pequeña en comparación con el aula magna, pero tenía buena capacidad de personas. Selene trataba de no ver mucho al público, sino más bien arriba, donde se encontraban los encargados de sonido, más que nada como método de control para sus nervios escénicos. Además, su madre estaría entre el público y sentía que, si la veía, podría comenzar a sentir mucha presión, así que optó por disociar un poco, viendo a los de sonido.

Berenice comenzó hablando al público, dándole un panorama de qué se trataba la obra de Purcell y de cada una de las piezas que iban a estar tocando. Luego de las palabras introductorias de la directora, comenzó el show. Todos se lucieron, la orquesta sonó hermosa, el coro fue contundente y los solistas, extraordinarios. Se vieron a muchos de los espectadores balancearse en sus sillas al momento de la Passacaglia y un poco emocionados en Fairest Isle, donde la soprano dejó a todos embelesados con su canto. Y luego de Our Natives, todos se levantaron de las sillas aplaudiendo con mucha emoción y vitoreando a los del escenario, lo cual fue gratificante para todos.

Bajado el telón, todos se fueron por el pasillo de los camerinos, no sin antes recibir un abrazo grupal y las palabras de felicitaciones de su directora, quien les recordó que, luego de saludar a sus familiares, regresaran para poder guardar las cosas que subieron en su lugar en el subsuelo. Y así hicieron todos. Al salir al vestíbulo, la madre de Selene la esperaba entre el tumulto de gente apresurada, abrazándose y felicitándose entre familiares.

—Felicidades, hija, de verdad que fue un lindo concierto. Nunca habían hecho algo parecido, están subiendo de nivel.

—Gracias, mamá, lo hicimos con mucho esfuerzo y dedicación. Viste, no es solo tiempo perdido, es saber crear belleza —dijo Selene recibiendo un abrazo de su madre. Se reunieron con los padres de algunos de los compañeros del coro, felicitándose entre todos.

Una vez ya bajada la emoción y que la gente comenzaba a salir del CEA, recibieron el llamado de Berenice para comenzar a guardar las sillas y decorados. Así, los que quedaron fueron de vuelta al auditorio y comenzaron a recoger. Ya estaba casi todo recogido y en el subsuelo, Berenice le pidió a Selene que la esperara para cerrar el aula de ensayo con llaves, ya que se le habían quedado las llaves en la oficina del primer piso. Así que Selene, al esperar unos minutos y ver que se quedó sola, comenzó a imaginarse que la orquesta tocaba y que ella estaba de soprano solista, y comenzó a cantar el aria de la soprano "Fairest Isle", sin percatarse de que alguien había entrado al aula y la estaba escuchando atentamente cantar.

Al terminar la canción, se dio un susto enorme cuando escuchó unos aplausos y un "Brava, Bravissima" detrás de ella. Parado junto a la entrada estaba un chico muy alto, de tez pálida, pelo negro y mirada profunda, con una sonrisa pícara que aplaudía y se acercaba caminando sin prisa hasta donde estaba ella.

—Con esto queda confirmado que eres definitivamente la Tinuviel de los libros. Qué hermosa voz, no sé por qué te esfuerzas tanto en esconderla, incluso en los videos te cohíbes —le decía el chico con una mirada tan fija y profunda que le hizo sentir escalofríos de la espalda hasta el cuello a la pecosa chica que tenía ahora la cara tan rosa como un chicle.

—Alex... pero... ¿cómo... qué haces aquí? —fueron las únicas palabras que salieron de la boca de Selene, la cual tembló cada vez que salía sonido de ella.

—Primera vez que nos encontramos y ¿así me recibes?

—Bueno, tú casi me matas de un infarto.

—¡Qué divertida que eres! Mi padre sale con la directora; vinimos a verla hoy.

En ese preciso momento, se abrió la puerta del salón y entró Berenice acompañada de un hombre trigueño, alto, con el mismo cabello del principio.

—Discúlpame, Selene, me demoré ya que me encontré a Alberto tratando de ubicar a su hijo y fuimos hasta la terraza buscándolo, pero al parecer nos ganaste y lo encontraste primero tú.

—Creo que fue al revés. Bueno, me retiro, profe Berenice; mi mamá ya me debe estar esperando para ir a casa. Un placer conocerlos —se despidió haciendo una pequeña inclinación y luego salió disparada hacia la puerta, subiendo casi corriendo las escaleras al vestíbulo, donde la aguardaba su madre sentada en un sillón.

—Se tardaron un montón en recoger. Vamos, que mañana hay que trabajar y estudiar temprano —le dijo su madre, comenzando a levantarse y salir del vestíbulo para ir a su auto.

De camino a casa, Selene se quedó pensando en la vergüenza que tenía de que Alex la hubiera visto y escuchado cantar de esa forma, mientras ella fantaseaba con su interpretación.

《Debí verme como una tonta ante sus ojos》, se decía para sus adentros.

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