Capítulo 37. Aclarando las cosas
Capítulo 37. Aclarando las cosas
-Felicia... -dijo Alberto, haciendo una pausa antes de continuar- hace tiempo... -pero fue interrumpido por la mujer.
-Sé que pareciera que me evaporé del planeta, pero necesito preguntarte: ¿nuestro hijo está vivo?
-Sí, está vivo. El enfermero se equivocó; lo echaron de la clínica ese día. Felicia, regresé a Buenos Aires a buscarte y ninguno de nuestros conocidos sabía dónde estabas.
-Me aparté del mundo, regresé con mi familia a Neuquén, estuve años internada con un psiquiatra hasta superar "su muerte" y volví a cantar. Oh, Alberto, era solo una pendeja, quedé destrozada.
-Hablar de estas cosas por teléfono no me parece correcto. Esta noche voy a Buenos Aires, ¿crees que nos podamos encontrar en algún lugar y hablamos al respecto? Y hay otra cosa: nuestro hijo piensa que estás muerta.
-De acuerdo, me urge hablar al respecto. Cuando llegues, avísame y nos encontramos en un restaurante -hizo una pausa y luego continuó-. Sé que cree que estoy muerta, sé lo mucho que creció y el talento que tiene. Soy la directora del musical donde está trabajando.
-Te pido que no le cuentes, por favor, no sabes lo sensible que puede ser...
-Por eso quiero hablar contigo primero -lo interrumpió-. No le diré nada, te esperaré.
-De acuerdo, hasta entonces, Felicia.
...............
-¿Vas a ir a la cena hoy en mi casa? Mamá cocinará Pabellón Criollo -decía el Moreno mientras veía confuso cómo esta sujetaba de la mano al otro chico.
-Lo siento, Néstor, ya tenía planes con Alex.
-Ya veo, bueno, para la próxima será -dijo este decepcionado y se despidió de los presentes.
-Así que tienes planes conmigo -dijo Alex, arqueando una ceja.
-Es una sorpresa -le respondió, guiñándole un ojo.
-¿Quién diría que eras así de traviesa, mi Musa? -dijo el chico, besando tiernamente la mejilla de la chica-. ¿Quieres que te escolte hasta tu castillo?
-Con mucho gusto, mi Ángel de la Música.
Así se fueron a tomar el subte para ir de regreso a la residencia, donde se despidieron para ir cada uno a su departamento y quedaron en encontrarse en la tarde después de la hora de la merienda. Selene le había indicado a su amado que fuera con ropa cómoda, así que este se vistió con jeans, zapatillas deportivas y una camisa negra básica.
Cuando tocó a la puerta de la chica, fue recibido por una sonriente Selene que vestía un short de cuadros rojos y una camisa negra básica.
-Parece que nos pusimos de acuerdo con la camisa -dijo riendo la chica al verlo.
-Así es nuestra conexión, Selene. ¿Ya me vas a decir dónde me llevas?
-Deja la ansiedad, Alex, voy a la puerta que ya pedí el auto para irnos. No quiero que nos agarre el atardecer de camino.
Así bajaron las escaleras y se encontraron con Anahí en la recepción.
-¡Ojito, eh! No se me regresen tan tarde, los tendré vigilados a ustedes dos.
-Tranquila, Anahí, que la seguridad de ella es mi responsabilidad. Nada malo le pasará a mi lado.
-Sos más tierno, nene. Me alegra que haya resultado todo bien entre ustedes dos. ¿Viste, nena? No era tan difícil hablar las cosas.
-Gracias, Anahí. A la próxima sé que tengo que ir a hablar directo.
-¡Cómo sos, eh!
-Bueno, nos vemos, que ya llegó nuestro auto.
Se subieron al auto y, a la mitad de camino al lugar donde iban, Selene se quedó dormida. Alex solo dio gracias y colocó la cabeza temblorosa de la chica en su hombro, acariciándole el cabello hasta que llegaron al sitio y la despertó de su siesta.
Bajaron del auto y los recibió unas letras blancas enormes que decían "Vicente López". Detrás de ella había un sendero con pasto y, a lo lejos, se podía ver agua.
-Qué raro, no huele a salitre.
-Es río lo que ves, Alex. Había escuchado de este lugar y, por lo rodeado que está de naturaleza, me imaginé que te gustaría pasar un rato acá.
-¿Qué tal? ¿Es río? Acerquémonos un poco más para verlo. Y ya me conoces, ¿no? Necesito siempre este tipo de desconexión.
-Lo sé, ven, busquemos un lugar para hacer un picnic. Traje algunas cosas para comer más tarde.
Así tomó la mano del chico y lo hizo trotar hasta que encontraron la orilla del río. Esta parecía verdaderamente una playa por la arena, solo que tenía un montón de piedras también y el agua era de color marrón claro.
A lo lejos se podían ver pequeñas embarcaciones cruzar el agua y corría un viento impresionante que desordenaba el cabello de la feliz pareja. Selene sacó de su mochila una manta y la colocaron en la arena, extendiéndola con ayuda de algunas piedras. Ahí sacó una bandeja con fresas y un tubo de crema.
Permanecieron en silencio un buen rato, disfrutando del sonido del agua al golpear las piedras de la orilla, viendo cómo el agua iba y venía cerca de ellos y, de a ratos, simplemente observando el rostro del otro.
-Solo tú haces que disfrute aún más del silencio con solo tu presencia -le dijo casi en un susurro Alex a Selene, mientras este solo le sonrió y colocó una mano en el rostro de ella, acariciándola.
Así se quedaron un rato más hasta que comenzó a bajar el sol mientras comían las frutas que traía la chica. Se regocijaron el uno al otro, dándose en la boca la comida y rogándose besos mientras lo hacían.
En un momento, estando ya los faroles encendidos cerca del sendero, Alex recostó a Selene contra la manta del suelo mientras los besos y caricias iban tomando más calor, cosa que beneficiaba a ambos ya que comenzaba a bajar la temperatura del ambiente.
-Alex, estamos en un lugar público... -dijo esta, cortando uno de los besos para poder respirar.
-¿Ves a alguien alrededor? -preguntó este, viendo a su alrededor-. Nuestros únicos testigos son la luna y el firmamento.
Selene solo pudo dejar que los colores se acumularan en su rostro y dejarse llevar por el momento.
Realmente, en esos momentos no le importaba en lo más mínimo lo que había a su alrededor, solo podía pensar y sentir todas las sensaciones que le estaba haciendo sentir Alex. .....
-Al final, la sorpresa me la llevé yo -dijo Selene mientras tomaban de regreso un taxi a la residencia.
-Bueno, no podía desaprovechar la ocasión -respondió el chico, besándola.
El auto donde iban había parado en un semáforo y Alex volteó para ver la zona por la ventana. Estaba todo iluminado por faroles y la calle estaba repleta de restaurantes.
Parecían muy finos y elegantes; ya de por sí, la zona parecía de clase alta. Justo cuando el auto se disponía a avanzar, ya que el semáforo había cambiado, reconoció a Gigi salir de uno de estos restaurantes acompañada de ¿su padre?
《¿Me engañan mis ojos o ese hombre con el que salía Gigi del restaurante se parecía a mi papá?》 se preguntó todo el camino Alex mientras iban de regreso.
Como el auto había arrancado en el momento que vio a Gigi salir del restaurante, no pudo confirmar si ese era su padre.
Cuando llegaron a la residencia, ya era de madrugada, por lo que el lugar se había quedado completamente en silencio. Subieron con calma las escaleras hasta el tercer piso.
-¿Me acompañarás esta noche, mi ángel de la música?
-Qué ganas de cantar que tienes hoy -dijo este con una sonrisa traviesa en su rostro.
-Ya veo por qué eres amigo de Nicolás.
Este solo pudo contestar con una carcajada. Una vez dentro del departamento de Selene, el chico se detuvo un momento enfrente de ella.
-Sele, hoy después del ensayo, mientras me presentaban a tu amigo de la orquesta, quedó una pregunta resonando en mi cabeza.
-Dime, Alex, ¿qué pasó? ¿Qué te inquieta?
-¿Qué somos?
-Músicos y artistas -respondió esta riéndose tímidamente.
-Dale, sabes a qué me refiero...
-Eres tan anticuado, Principito. Está bien, si necesitas hacerlo a la antigua -dijo esta, tomándole una mano y mirándolo fijamente-. ¿Quieres ser mi novio?
El chico soltó una carcajada que fue cortada con un pellizco que le dio Selene.
-Dale, bobo, tú fuiste quien comenzó.
-Sí quiero ser tu novio, Selene, eso y mucho más.
-¿Te es suficiente con ser mi Ángel de la Música? Con eso lo eres todo para mí.
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