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Capítulo 36. El Hilo del destino

Capítulo 36. El Hilo del destino
Se despertó por la luz que venía de la ventana. Tenía vagas sensaciones y recuerdos de la noche anterior. Cuando intentó levantarse, un peso en su pecho se lo impedía; estaba plácidamente aquella chica por la que muchas veces se desveló pensando en ella. Tenía su cabeza apoyada en su pecho y un brazo de la misma rodeaba su torso en un abrazo. Tenía todo el cabello revuelto por lo sucedido en la madrugada. 《Sí que me llevé una gran sorpresa anoche》 pensó él mientras acariciaba el pelo de la chica, mientras un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. Anoche habían pasado tantas cosas que se seguía preguntando si todo fue real. No podía creer que al fin, de tantos malentendidos y de tantas huidas, ya sabían los sentimientos del uno por el otro. —Lamento tener que despertarte, mi musa, pero tenemos ensayo hoy y debemos arreglarnos para ir al teatro —le dijo el chico mientras seguía acariciando su cabello. La chica se despertó sobresaltada, casi gritando y medio dormida: —No puede ser el ensayo, no puedo llegar tarde otra vez —sacudió su cabeza sentándose en la cama hasta que vio que no estaba sola. —¡Alex! —dijo sorprendida, pensando que estaba soñando, hasta que él la saludó con un beso. —¿Ya no recuerdas dónde estás y todo lo que pasó anoche? —preguntó él sonriendo con picardía. —Jamás olvidaría lo que pasó, aunque fue tan hermoso que pareciera un sueño —dijo Selene acariciando la cara del chico y le dio un beso en los labios. La peli marrón se vistió y se despidió para poder ir a arreglarse a su departamento. Mientras Alex tomó una ducha rápida, se arregló e hizo unos desayunos rápidos para llevar al teatro. Cuando terminó de guardar en su mochila los envases, tocaron su puerta. Selene lo esperaba para irse juntos al ensayo. Llevaba un vestido violeta y el cabello húmedo con aroma a fresas, que goteaba y mojaba sus hombros. —¿Ya estás listo? —Sí, por cierto, si te pusiste ese atuendo para deslumbrarme, lo has conseguido. Ella solo sonrió y lo besó. Bajaron tomados de la mano a la recepción, donde fueron saludados por Anahí. —Buenos días, chicos, ¿tienen concierto hoy? —Buen día, Anahí. No, tenemos ensayo hoy, el estreno es en una semana. —Porque anoche le estabas dando a los cantos. Selene solo bajó la cabeza para disimular un poco la vergüenza y la coloración en su rostro. Alex solo pudo reír por el comentario y por la reacción de la chica, contestándole a Anahí: —Vio que bien que canta. Por algo es mi ángel de la música —dijo él besándole una mano a la chica. —Ojito ustedes dos, y más les vale que se cuiden para el estreno. —Qué tarde que es, ya nos tenemos que ir, Anahí, o nos van a regañar por llegar tarde. —Sí, nenes, vayan, vayan, hablamos después. Una vez salieron del edificio, Selene le preguntó a Alex: —¿Tan fuerte... ¿canté? —Resonaste hasta en mi alma, pequeña musa, estuviste perfecta —dijo él atrayéndola a su cuerpo por su cintura y besándola—, pero después charlamos de eso, que nos van a estar esperando. Y así fueron corriendo al subte. Al llegar al teatro, se sorprendieron y alegraron con la presencia de Gigi. —Gigi, regresaste —dijeron al unísono los chicos. Esta, un poco nerviosa, los miró, pero sonrió al verlos tomados de la mano. —Así es, chicos, ya estoy mejor para terminar la obra y me alegra que ustedes hayan resuelto sus problemas también. —Nada que no se resuelva hablando las cosas. Menos mal ya estás mejor, se extrañó un montón tu presencia en los ensayos —dijo Alex. En ese momento llegó Fede con Ro. —Vaya, vaya, buen día a los tórtolos. Hubo final feliz anoche... —No te desubiques, Fede. ¡Gigi! ¡Estás de vuelta! —le dijo Ro con una mirada fulminante al chico y luego se dirigió a abrazar a la directora. —¿Qué pasó en esa celebración de anoche que andan todos revolucionados? —preguntó Gigi con interés. —No sabes, Gigi, lo hermoso que fue. Se han declarado su amor con una canción este par y luego se comieron la boca enfrente de todos —dijo Fede actuando cada gesto. —¡Me muero! —Como en una película, son más tiernos. —¿Quiénes son tiernos? —dijo el pequeño David, llegando al escenario después de estar revoloteando por ahí. —¿Dónde te habías metido, David? Deja de perderte o te ataremos a una silla —le decía Gigi seria. —Pero mamá... —Ningún pero. Comencemos a vocalizar nosotros mientras va llegando el resto del elenco y la orquesta. Así fue como se sentó al piano y comenzó la vocalización, mirando siempre de reojo al peli negro. 《Mi muchacho ha crecido un montón y veo que consiguió a su alma gemela también. Qué lindo que se siente el amor cuando se es joven》 pensó Gigi mientras hacía la vocalización. Así fue llegando el resto del elenco en conjunto con Guillermo y su orquesta. —Selene, ¿cómo estás? Te escribí ayer, pero no recibí respuestas tuyas —la saludó Néstor a la chica. —Hola, Néstor, disculpa, estaba en el cumpleaños de Alex y no vi el teléfono —dijo Selene, poniéndose colorada al pensar en todo lo que había pasado la noche anterior—. Por cierto, no los he presentado, él es Alexander. —Mucho gusto, Néstor —dijo el chico, dándole un apretón de mano muy fuerte al peli negro, que fue respondido por el otro chico con un apretón más fuerte. —Alexander —dijo el chico muy serio. Mientras estos se presentaban, del otro lado del escenario estaban Gigi y Guillermo, el director de la orquesta, hablando. —¡Gigi, querida! Menos mal regresaste. Nada en contra de tu sustituto, pero nada es lo mismo sin vos —dijo Guillermo al llegar. —¡Guille! Tan amoroso como siempre. Después necesito pedirte un favor, pero luego del ensayo. No perdamos más tiempo, solo quedan estos cuatro ensayos y ya nos presentamos. —Así es, querida. Mientras estabas enferma, terminaron los chicos de ensayar todas las escenas y creo que hoy estamos listos para pasar la obra casi completa. —Me parece genial, pero quiero ver algunas escenas en específico y los últimos tres ensayos sí van a ser generales, así llegamos todos a primera hora y se repasa la obra entera con las vestimentas. —Listo, vos mandas. Así fue como Gigi le dio las directrices a todos, repasaron las escenas más importantes que eran el reencuentro del Fantasma y Christine, la escena del canto entre el Fantasma y su hijo Gustave, y por último el final con la muerte de Christine. —Bueno, gente, al parecer no perdieron el rumbo en mi ausencia. Los felicito por eso, han hecho un gran trabajo. Los quiero pasado mañana a todos puntuales acá, tendremos el primer ensayo general, prohibido faltar, enfermarse o quién sabe qué. Vayan tranquilos y nos vemos. Así se comenzaron a desplazar todos del escenario. —Guille, espera un momento —dijo Gigi, tomándole del hombro. —Cierto que querías hablar algo conmigo. ¿Qué sucede, Gigi? —Necesito, por favor, que me consigas el número de teléfono de Alberto Aguilar con Eliot. Los tres estudiamos juntos hace años la licenciatura en la UNA y perdimos el contacto, pero necesito hablar algo con él. —Como no, querida. Si quieres, te dejo el número de Eliot y así hablas con él para que te consiga el de Alberto, aunque creo que el hijo te lo podría dar más rápido. —Es algo de trabajo y no quiero molestar al muchacho. Así fue como Guillermo le pasó el número de Eliot a Gigi y se despidieron ambos hasta el próximo ensayo. David andaba revoloteando por todo el escenario mientras esperaban al esposo de Gigi, que los tenía que pasar buscando para llevarlos a la casa. Tomó el teléfono y marcó el número que Guille le había dado. —Aló —respondieron del otro lado. —Hola, ¿hablo con Eliot? —El mismo que viste y calza. —Querido, tanto tiempo, soy Graciela, ¿te acordás? —¿Graciela? Discúlpame, pero no. —Perdón, Felicia, ¿te acordás? Estudiamos en la UNA, acá en Buenos Aires. —¿Felicia la soprano? ¿La ex mujer de Alberto? Te dábamos por muerta, mujer, Alberto me llamó ese día de la operación de Alex... —Tuve un episodio depresivo hace tiempo y me perdí de sus vidas y del teatro desde hace años, pero ya estoy de vuelta. Después podemos discutir todo esto, pero ahorita necesito un favor tuyo, por favor. —Para una vieja amiga resucitada, lo que sea. ¡Uy! No sabes cómo se va a poner Alberto cuando se entere que te encontré después de tantos años. —De eso te quería hablar, ¿podrías darme su número? Necesito hablar muchas cosas con él. —Claro, te paso su número, pero no sé si va a querer hablar contigo después de que te desapareciste y lo dejaste solo con el pequeño Alex. —Mira, Eliot, hay muchas cosas que explicar y más porque me estoy enterando 25 años después de que mi hijo no había muerto. Por favor, después hablamos si quieres, pero necesito de verdad hablar con Alberto, ¿podrías facilitarme su número? —Ya me había olvidado de ese temperamento tuyo, Felicia. Ahí te lo paso. Espero puedan hablar. Así colgó la llamada. Estaba furiosa, pero al mismo tiempo super dolida. Necesitaba explicaciones de qué había pasado ese día. Así fue como, impaciente, marcó el número de Alberto y la llamada fue contestada por una mujer. —Aló. —Hola, ¿Alberto? —No, habla su mujer, Berenice. —Qué tal, señora, me podría pasar, por favor, con el señor Alberto. —¿De parte de quién? —contestó molesta. —De Felicia, la madre de su hijo. Hubo un silencio en el teléfono. Luego de unos segundos, se escucharon unas pisadas y contestó una voz de hombre. —Hola, soy Alberto. —Alberto, habla Felicia. Sé que no soy quien para reclamar cosas a estos momentos de la vida, pero necesito que hablemos, por favor, de por qué me estoy enterando 25 años después de que mi hijo está vivo. —Felicia...

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