Capítulo 3: A...ha respondido a tu Historia.
Capítulo 3: A...ha respondido a tu Historia.
—Beta, Beta, ¡BETA DESPIERTA! Nos quedamos dormidas, vamos a llegar tarde a clases —decía un poco impaciente Selene, tratando de despertar a su amiga. Esta estaba profundamente dormida y no fue hasta que se le quitaron las sábanas que la arropaban que abrió los ojos con una cara de pocos amigos.
—Te odio, Sele. No pasa nada si nos saltamos un día una clase —decía Beta entre bostezos.
—Vamos, vamos, que este profesor es intenso con la asistencia —le reclamó mientras Beta se paraba lentamente.
Se vistieron lo más rápido posible y salieron disparadas a caminar al metro. Cuando llegaron a la estación donde hacían conexión, estaba todo hecho un caos; se habían colapsado dos metros por falla eléctrica y había personal del metro auxiliando a los heridos mientras llegaban las ambulancias. Por ende, tuvieron que irse caminando de allí a la facultad, ya que los autobuses venían repletos de personas también, producto del colapso del metro.
—Todo sucede por una razón, amiga mía. Si nos hubiéramos parado a tiempo, tú y yo podríamos haber estado allá abajo esperando una ambulancia o esperando a ver a San Pedro —decía Beta, guiñándole un ojo a su amiga.
—Mira, Beta, es muy temprano para tus chistes oscuros, pero me temo que esta vez tienes algo de razón —contestó Sele con un largo suspiro.
Se encontraron de camino al aula a tres compañeros más que estaban en la misma situación, por lo cual, cuando llegaron al salón, el profesor, escuchando la historia del accidente, los dejó pasar; sin embargo, dio una de sus charlas sobre la puntualidad y el tomarse en serio el futuro como jóvenes adultos que eran.
—No jodas, este tipo es una ladilla... —calló Beta, ya que Sele le había tapado la boca con una mano.
—¡Shhh! Chama, o nos va a sacar corriendo de acá.
Pasaron de una clase a otra hasta llegar a la hora del almuerzo. Se dirigieron al comedor con dos compañeros más de clase, donde les contaron todo sobre la obra mientras hacían la fila hasta llegar a la entrega de las bandejas de comida.
—Una suerte que sirvieran hoy arroz con pollo y nos dieran naranjas —dijo Matías.
—Si quieres, te doy después mis naranjas; la verdad es que hoy no tengo ganas de comerlas —le ofreció Natalia.
Matías y Natalia eran dos amigos más de la facultad con quienes siempre se reunían, cada vez que podían, para hacer trabajos en grupo. Matías era un año mayor que todos, era moreno y alto. Natalia, por otro lado, era la más pequeña de estatura y de edad, la chica prodigio, como le decía Beta, ya que tenía 3 años menos que todos y siempre obtenía las notas más altas, además del cariño particular de algunos de los maestros.
Estando ya sentados en su mesa, siguieron charlando entre todos, bueno, unos más que otros. Sele aprovechó el momento para contestarle los mensajes a su madre, donde le preguntaba cómo le había ido la noche anterior y que la esperaba hoy en casa para hacerle una cena de bienvenida. Contestó a su mensaje que les había ido de maravilla y que la vería en la noche.
Muchas veces se veía a la castaña asfixiada por la sobreprotección de su madre, pero también a veces la comprendía en el sentido de que sabía que ya no tenía a su compañero de vida y ella, al ser su única hija, quedó como el centro de atención de todo ese amor. Amor que no quería perder una vez más.
Para tratar de despejar esos pensamientos abrumadores, revisó las redes y se fijó en las notificaciones. Varias personas le habían dado "me gusta" y habían comentado su publicación de anoche. Para su sorpresa, tenía un nuevo seguidor y un mensaje sin leer, y era de nadie más que Alexander Aguilar, el intérprete del Principito. Las mejillas se le empezaron a tornar rosadas por aquella sorpresa, cosa que no pasó desapercibida por Beta, que estaba al frente de ella conversando con sus otros compañeros.
—¿Te sientes bien, Sele? ¿Estás un poco colorada? ¿Está tu arroz bien? Mira que si no voy ahora mismo a reclamarle a los cocineros... —Beta fue interrumpida por su amiga.
—Tranquila, Beta, no es la comida, solo es un poco de ansiedad por mi madre —mintió Sele, ya que le daba vergüenza confesar que había sido por la sorpresa del seguimiento de aquel chico. Tampoco era tan importante, pero conociendo a Mati y Nati, se pondrían a romantizar las cosas cuando no pasaba nada.
Entró al perfil de Alexander y le sorprendió que el chico tuviera el cabello oscuro; se veía que los de maquillaje habían hecho un gran trabajo al hacerle ver tan real la peluca rubia que llevaba en escena. No solo notó el cabello oscuro por una de sus fotos, sino que también tenía unos pequeños ojos oscuros, mandíbula pronunciada y una expresión seria e intimidante, nada que ver con las fotos publicitarias del show.
Respiró hondo, tomó valor y vio que le había escrito el muchacho:
"No sabía que un ruiseñor pudiera ser un espectador, gracias por las palabras de tu historia."
Se quedó perpleja, no podía creer que alguien conociera el significado de su nombre de perfil. En el Silmarillion de Tolkien, Tinuviel es el nombre que le puso Beren a la elfa Lúthien al verla cantar en un bosque, ya que le recordaba a un ruiseñor.
Estaba nublada mentalmente, no se le ocurría qué podía contestarle. Así que dejó el teléfono en la mesa, sin prestarle más atención, para poder terminar su comida con sus compañeros y no lo volvió a tocar durante el almuerzo.
Terminaron de comer todos; Mati se había comido la mitad del almuerzo de Selene, que no lo pudo terminar de los nervios que tenía. Bajando las escaleras del comedor, con lo distraída que iba, sumida en sus pensamientos, se le cayó la bandeja de aluminio al piso y resonó en todo el comedor universitario. Se escucharon gritos y abucheos de todas partes diciendo "¡Nueva!", como era costumbre cuando alguien se caía o tropezaba en el comedor. Ella recogió rápidamente la bandeja e hizo ademán de llevarse a Beta del lugar, ya que se aproximaba una discusión entre ella y los chicos que estaban en la mesa cerca de las escaleras.
—Beta, sabes que tengo manos y pies de mantequilla; no siempre vas a poder defenderme de mi propia torpeza.
—No es por ti, es que son unos cavernícolas ridículos; están muy grandes para ser tan idiotas —le respondía Beta, enojada.
—Vamos, ni con unos cuantos golpes los harías cambiar —le decía Mati, ya tomándola del brazo y llevándosela fuera del comedor.
Al salir del comedor, se separaron; Mati y Nati ya no tenían más clases, y a Beta y Sele les quedaba todavía una materia por ver antes de regresar a casa.
La hora se pasó lenta y Sele no prestó ni un poco de atención a lo que explicaba el profesor. Al salir de clases, las chicas hicieron la rutina de todos los días: tomaron juntas el metro y luego se separaron en Miranda para dirigirse cada una a su casa.
Al llegar a casa, Sele comenzó a hacer la cena y, un poco antes de que terminara, llegó su madre. Al terminar, se sentaron juntas a cenar y a contarse los acontecimientos del día anterior.
—¿Cómo estuvo la obra?
—Bien, mamá, la música estuvo hermosa y las actuaciones de los actores me parecieron de otro mundo, y eso que la mayoría eran jóvenes.
—Mira qué bien, es bueno saber que gente joven esté triunfando, aun así sea en ese medio, pero bueno, deben de tener un respaldo, me imagino, porque no toda la vida van a tener la suerte de ser jóvenes.
—Bueno, también había adultos; en el mundo del arte no creo que haya riñas por las edades. Supongo que a más edad, más experiencia tienes y te saldrán más contratos, pero, por otro lado, me sorprendió el Aula Magna; le queda el nombre, de verdad que es magistral.
—Me alegro, hija; no espero el día de verte ahí mismo recibiendo tu título.
—Sería lindo el acto de graduación, tienes razón, aunque imagínate que nos pudiéramos presentar con el Coro del CEA ahí; sería espléndido.
—Sí, sería lindo, aunque la graduación sería mucho más importante.
Selene solo respondió con una sonrisa algo incómoda a su mamá.
—¿Dormiste bien en casa de Beta?
—Sí, cuando llegamos de la obra estaban todos dormidos.
—Después, pásame el número de su madre para agradecerles la atención.
—Está bien.
Después no hablaron más hasta que cada una se despidió para ir a dormir.
Una vez en su habitación, Sele se colocó los audífonos del teléfono y escuchó "Moon River" de Henry Mancini, mientras entraba a ver las redes y se fue directo a los mensajes. Por suerte, no le salía Alexander en línea, por lo que le contestó al mensaje que había leído a la hora de almuerzo:
"Gracias a ti por transportarme al planeta del Principito con tu canción; ¡estuvo genial! Por cierto, creo que eres la primera persona que sabe el trasfondo del nombre de mi perfil. ¿Te gusta Tolkien?"
Al enviar su mensaje, Selene posó el teléfono en su pecho y se quedó mirando el techo de su habitación, que estaba decorado con estrellas fluorescentes que brillan en la oscuridad, por lo que su habitación no quedaba por completo a oscuras.
Luego, volvió a tomar su teléfono para apagarlo y dejarlo en la mesa de luz al lado de su cama cuando se percató en la pantalla de que Alexander estaba en línea y había contestado de vuelta su mensaje.
Alexander:
—¿Cómo no admirar el trabajo del hombre que escribió: "Los corazones de los hombres no son tan malos como sus actos, y casi nunca como la maldad de sus palabras. Nadie es enteramente malo"?
Selene:
—Y que tenía una amplia imaginación para crear miles de personajes y nombrarlos a cada uno de ellos.
Alexander:
—Jajaja, tienes razón. Tuve que hacer todo un mapa mental con los personajes que aparecían en el Silmarillion para no perder el hilo de la historia. Por cierto, soy Alex.
Selene:
—Un placer, Alex; soy Selene.
Alexander:
—Sabes, Selene, tienes una linda voz y tocas muy bien el violín. Vi algunos de tus vídeos y haces un gran trabajo.
Selene:
—Gracias, aunque me equivoco todavía un montón; detrás de esos vídeos hay como 20 borradores.
Alexander:
—Bueno, eso es normal; nadie es perfecto. Ni te imaginas los meses de preparación para este musical. Pero luego de todo ese esfuerzo, es reconfortante sentir los reflectores y recibir los aplausos del público.
Selene:
—No he estado en escenarios tan grandes como el Aula Magna, pero la adrenalina que se siente arriba del escenario es linda. Aunque bueno, la música es solo un hobby para mí.
Alexander:
—Es una pena; tienes mucho potencial. Yo estudio piano en el Conservatorio Simón Bolívar y desde pequeño he estado en clases de canto. Mi padre es profesor de canto lírico ahí, así que tiene contactos y siempre me encuentra audiciones para obras como la que viste.
Selene:
—¡Qué espectacular! ¡Qué vida de ensueño! Yo estoy estudiando contabilidad en la UCV; no es una opción viable para mis padres estudiar música, aunque me dejan los fines de semana ir a una escuela de música cerca de la casa.
Alexander:
—No sé qué es peor: que tus padres no tomen en serio la música o que el mío se la tome muy en serio.
Selene:
—Bueno, sabes cómo son los padres...
Alexander:
—¿Asfixiantes? ¿Dictadores?
Selene:
—JAJAJA, un poco de ambas cosas. Bueno, Alex, estamos hablando; mañana tengo clases temprano y mi viaje es largo hasta la universidad, así que me retiro. Buenas noches.
Alexander:
—Buenas noches, Selene; descansa.
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