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Capítulo 26. Conociendo Nuevos Amigos

Capítulo 26. Conociendo Nuevos Amigos

Llegada ya la mañana siguiente, Alex se levantó esta vez muy temprano para poder llegar a tiempo al ensayo. No quería tener problemas con la directora ni que lo catalogara de irresponsable; siempre se había caracterizado por ser puntual y responsable, y estando en otro país quería seguir manteniendo esa misma imagen.

—Vamos, vamos, gente —decía Gigi, llamando la atención de todos—. Alex, pasa al escenario; el primer acto comienza con el lamento del Fantasma, que se encuentra un retrato de Christine, a quien tiene diez años sin ver, pero que aún le tortura su ausencia.

—Creo que comprendo bien los sentimientos y el lamento del Fantasma. Creo que en este punto es como si el Fantasma fuera parte de mi propia personalidad.

—Me parece estupendo, ahora demuéstranos con la canción "'Til I Hear You Sing" —dijo esta, dándole indicaciones al pianista para que comenzara a tocar.

El pianista comenzó a tocar y, con él, Alex se metió en la piel del personaje. Comenzó cantando con un hilo de voz que fue tomando fuerza a medida que avanzaba en la letra, pero con un sonido de tristeza siempre en él.

"Mi alma rota no puedo estar viva y completa hasta que te escuche cantar una vez más."

Seguía cantando, esta vez abrazándose a sí mismo y agachándose al piso.

"Y la música, tu música se burla de mi oído, me doy la vuelta, se desvanece y no estás aquí."

Cada vez más, su voz se tornaba furiosa, pero con un deje de tristeza y melancolía, mientras se tomaba la cabeza con sus manos y luego agitaba las manos como quien rompe un papel con fuerza.

"Deja pasar las esperanzas, deja pasar los sueños, déjalos morir; sin ti, ¿para qué son? Siempre me siento, no más que medio real, hasta que te escuche cantar una vez más."

Y al decir esta última frase de la canción, no pudo evitar ver a la chica por la cual, en su vida real, había tenido desvelos en este último mes. Viendo cómo esta, al sentir su mirada, solo pudo bajar el rostro para evitar que estas se volvieran a encontrar.

—Excelente, no tengo más que decir; me gusta mucho la forma en que cantas, y se ve que te adentras en el personaje. Me recuerdas a alguien que conocí hace mucho tiempo —dijo Gigi, quien se vio un poco disociarse, viendo atentamente a Alex, prestándole atención sobre todo en los ojos.

El chico se quedó un poco perturbado; le recordó un tanto a Willy Wonka en la película de Tim Burton, la directora Gigi, pero se quedó parado en el escenario, incómodo, hasta que esta volvió a hablar.

—Ahora vengan Ro y "las chicas oh la la" —dijo, recuperando la conexión con la realidad.

Así como estuvieron practicando entre las chicas la canción de bienvenida al parque de atracciones del Fantasma en Coney Island, esta parecía una canción estilo burlesque. Gigi les fue diciendo a las chicas que en la parte vocal y actoral estaba muy bien lograda su escena; sin embargo, la semana entrante se sumaría un coreógrafo para ayudar con los bailes, además de que tendrían una pequeña compañía de circo que les estaría ayudando para la parte del montaje de los personajes del parque.

Se terminó el ensayo y el pelinegro salió disparado como una bala; no quería seguir incomodando a su compañera pecosa, quien se sentía como un robot, rígida y tiesa, cada vez que notaba la presencia de este.

Así llegó a la residencia a dormir; todavía seguía agotado de la llegada al país y el frío que hacía en este le absorbía de cierto modo la energía.

Cuando despertó, el sol ya se estaba ocultando y quiso ir a caminar un poco por la zona. Así fue como caminó y, en cada paso, pensaba que las calles eran muy pintorescas y esa arquitectura europea que tenía la ciudad le encantaba; sentía como si hubiera cambiado de continente.

Encontró una plaza con zonas verdes y caminó hacia ella; había algunas personas que se encontraban haciendo ejercicio en algunas máquinas que tenía la misma. Pero le llamó la atención un chico que se encontraba tocando la guitarra; este tenía el cabello rubio pintado y ojos azules, y estaba acompañado de una chica de cabello corto, casi del mismo largo que el chico, de color negro y liso. Tenían un cartel hecho a mano con un nombre en él y una dirección para buscarlos en las redes sociales.

Al acercarse, pudo escuchar la canción que interpretaban entre ambos y los escuchó hasta que, al terminar, les aplaudió.

—¡Qué buena canción! Jamás la había escuchado antes.

—La compusimos nosotros —dijo el chico, sonriente de que este se les acercara.

—Somos Juglaris, una banda que está emergiendo a la luz; quédate un rato más y escucha otra —le dijo la chica de forma simpática.

Así fue como este se quedó escuchando otras de sus canciones.

—Chicos, la verdad es que hacen un trabajo especial; me encantan sus vibras.

—Gracias, amor; mi nombre es Flor y él es Maxi.

—Un placer conocerlos, chicos.

—Vení y sentate con nosotros; ¿de dónde sos? —le dijo Maxi.

—De Venezuela; llevo recién dos días acá.

—¿Y qué te parece la ciudad de la furia?

—Hasta ahora me encantan sus calles; aunque he salido poco, he estado más dentro de mi residencia y del Teatro Avenida.

—Mirá, che, ¿sos actor?

—Algo así; soy pianista y cantaré en un musical en ese teatro para diciembre.

—Mirá qué piola; bueno, bienvenido a Argentina; te vas a terminar enamorando de este país, sobre todo si sos músico, y quién sabe si de alguna persona.

—Eso está difícil; vine aquí pensando que escaparía de alguien y resulta que va a estar conmigo cantando para el mismo teatro.

—¿Una ruptura difícil?

—Es más complicado; ni siquiera llegamos a ser nada, pero hubo un malentendido con otra y ahora mi chica no quiere escuchar razones; diablos, es muy terca y orgullosa, y además tiene novio —dijo este, comenzando a exasperarse.

—Uh, chabón, te tiene loco y lo más complicado es que ya tiene dueño.

—Lo sé, soy todo un perdedor.

—Tampoco te digas así, amigo —decía Flor, acercándose a él y dándole unas palmaditas en la espalda—. Siempre hay un roto para un descosido; por ahí acá conoces a otra persona que cautive tu corazón.

—Bueno, Flor, vayamos que nos toca tocar en una hora en el bar de Palermo —dijo la chica, interrumpiendo la conversación—. Pasanos tu usuario, Alex; esta conversación hay que seguirla; te ayudaremos.

Así se pasaron los usuarios de las redes y se comenzaron a seguir. Maxi, aparte, le dio su número de teléfono por si necesitaba ayuda; el chico estaba dispuesto a socorrerlo. Cuando estaba llegando a la residencia, vio a lo lejos cómo en la entrada se encontraba Selene despidiéndose del moreno con quien la había visto irse del Teatro Carreño en dos oportunidades, su novio.

《Definitivamente es una histérica》 pensaba este mientras esperaba que este se fuera y la chica entrara para poder acercarse a él y entrar. —Ya basta de drama y escenas incómodas.

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