Capítulo 25. El Plan del Destino
Capítulo 25. El Plan del Destino
《No puedo creer que, con todo lo que vivimos este tiempo, de verdad piense que pasó algo entre Margarita y yo》 —pensaba el Peli Negro, abatido en su camerino.
《Ni siquiera me da la oportunidad de explicarle lo que pasó y, para rematar, anda de arriba para abajo con aquel fulano. Me revienta que quedemos de esta forma》, y golpeó el mueble del camerino, haciéndolo retumbar y haciendo que cayeran algunos de los maquillajes al costado.
《Creo que siempre fui muy transparente con mis sentimientos hacia Margarita y, sobre todo, hacia Selene. Si todos se dieron cuenta, ¿por qué ella no?》, se decía cabizbajo el Peli Negro.
《Creo que, al final, el que verdaderamente estaba interesado por ella era yo, mientras que ella solo me ve como un compañero. ¡Qué idiota que soy! Por lo menos ya terminó esta obra y no la veré más.》
Se levantó, dejando sus lamentos, y comenzó a terminar de cambiar su ropa. Cuando ya estaba a punto de salir del camerino, tocaron a su puerta. Era un señor rubio de ojos claros quien tocaba, venía acompañado de Eliot, que tenía la sonrisa mucho más amplia de lo normal.
—¿Tienes un momento, Alex? Quiero presentarte a un amigo que tiene una propuesta para ti.
De esta forma, el chico los hizo pasar a ambos dentro y tomaron asiento en su silla y en la de Nico, pero las voltearon para verlo a él.
—Mucho gusto, querido. Soy Guillermo Giannetti, director de la orquesta estable del Teatro Colón y de la OEBA (Orquesta Estudiantil de Buenos Aires). Le pasé las grabaciones del show a una muy querida amiga, directora del Teatro Avenida, y te quiere como su Fantasma para la secuela de esta obra, "Love Never Dies". Si aceptas, se te dará alojamiento en un recinto de estudiantes gratuitamente, y deberás estar para el 15 de septiembre en Buenos Aires.
《Justo lo que necesitaba, un viaje para entretener la mente y tratar de sacarme del corazón a Selene》
—Mucho gusto, Guillermo —dijo el chico, estrechándole la mano—. Sin duda, cuenten conmigo. Además, seguramente mi padre me mataría si no aceptara una oportunidad así.
—Pues vayamos a comunicárselo ahora mismo.
Buscaron a Alberto, que estaba por las oficinas, y al momento de darle la noticia, el semblante se le oscureció.
—¿Alex solo a Buenos Aires? Jajaja, ¿es un chiste, verdad? —dijo, viendo a los presentes.
—Vamos, Alberto, hay que pasar página. Además, ¿no fueron los mejores años de tu vida los que pasaste en Buenos Aires mientras estudiábamos? —dijo Eliot, tratando de convencerlo.
—Está bien, pero ni se te ocurra estar haciéndote el Don Juan por allá.
Alex se preguntó, extrañado, por qué su reacción, pero al final se alivió cuando este aceptó dejarlo ir a Argentina.
—Papá, por favor, qué mal estigma me tienes.
—Creo que lo dice más por experiencia propia que tuya —dijo Eliot, a quien Alberto le dio un codazo en la barriga, haciendo que este comenzara a reír.
Alberto, todavía renuente a que el chico fuera, compró el boleto de avión a última hora, haciendo que este llegara justo en la madrugada del día del estreno.
Al llegar al país, tomó un taxi a la dirección donde se quedaría. En el lugar, fue recibido por una señora extraña que lo acompañó hasta el departamento número 21.
Al abrir la puerta, se encontró con un departamento totalmente equipado; era bastante grande y hasta tenía un piano de media cola en la sala. Tenía una habitación separada donde este ni pudo acostarse, ya que tenía que prepararse y dejar más o menos las cosas ordenadas para ir al ensayo de hoy.
Al salir del recinto, lo despidió la señora regordeta que tenía en alto una música que no le gustó al chico. Tomó el subte que quedaba cerca, pero lo tomó en la vereda equivocada, por lo cual, cuando ya había pasado tres estaciones, se dio cuenta de que estaba yendo al lado equivocado y tuvo que tomar el subte de la vereda del frente.
Luego de la movida travesía, llegó preguntando en la recepción del teatro dónde harían los ensayos y, cuando entró en la sala, en la tarima estaban todos pasándose carpetas y escuchó la voz de una señora que lo llamaba.
—Hasta que llegó el que hacía falta. Vení rápido que ya vamos a comenzar a leer —dijo con voz un poco temblorosa una señora de cabellos oscuros sentada en la mesa.
El chico comenzó a trotar en su dirección y, cuando subió a la tarima, dijo jadeante:
—Disculpe la tardanza, llegué esta madrugada al país y no me ubico todavía con el transporte.
En ese momento, escuchó cómo a alguien se le caía en la mesa un vaso con té y escuchó a un pequeño pelirrojo decir riendo:
—Qué boluda que sos —escuchó decir a un pequeño que estaba con los demás.
—Alexander, por favor, toma asiento, y tranquila querida, deja las hojas así; después te daremos otra carpeta. Por el momento, lee con Alexander o David —le dijo la señora, observando a la chica que estaba al lado del niño.
Alex titubeó al ver el cabello de la chica; se le hacía muy similar, esas ondas, ese corte. Pero dio en el clavo cuando estuvo cerca de ella y percibió el aroma que emanaba de ese cabello marrón.
Se sentó al lado de ella con el corazón palpitando a millón y la saludó.
—Hola, Selene —dijo, volteando por completo a verla, viendo cómo esta, resignada, se giró para verlo.
—A-Alex... ¿q-qué haces aquí?
Sentía la sorpresa en su voz, pero también pánico en la mirada de la chica, cosa que lo entristeció; sería una larga estancia en Buenos Aires.
—Pensé que sabían los dos que venían a rehacer sus papeles acá —dijo Gigi, desvaneciendo el contacto visual entre los chicos.
—Este Guillermo vive en una nube de pedos. Bueno, lo presento rápido para que comencemos con lo nuestro. Él es Alexander y será nuestro Fantasma —dijo, observando detenidamente al chico.
—Les pregunto, Alex y Sele, ¿conocen la historia de esta obra? —Alex asintió mientras Selene negó con la cabeza.
—Te pongo en contexto, querida. Después de 10 años de los sucesos de la obra que ustedes hicieron, Christine llega a Nueva York con Raoul y su hijo Gustave, y es invitada a un salón de conciertos donde el propietario es nuestro querido Fantasma, pero ella no lo sabe. Al llegar al lugar, se sorprende con una visita de este.
—La obra cuenta de dos actos: el primero, donde se hace el reencuentro de estos dos, quienes confiesan haber tenido un amorío en el pasado, y se revela al fantasma que el hijo de Christine y Raoul realmente es suyo; y el segundo acto, donde Raoul se entera de la verdad y Christine muere por los celos de Meg hacia ella por haberle quitado su oportunidad con el fantasma.
—Faltan muchos detalles, pero a resumidas cuentas es así. Leamos el guión y descubramos bien de qué trata.
Así hicieron la lectura; Selene leyó con Alex, pero trataba de que sus miradas no se encontraran, aunque no fue muy difícil, ya que el chico parecía que también no quería hacer contacto visual con ella.
Esta historia del Fantasma parecía sacada de un fanfic de Internet; desviaba varios sucesos de la obra pasada y se sacaba de la manga muchos otros. Aunque tenía mucha más interacción romántica entre Christine y el Fantasma, cosa que incomodó un poco a Selene, cuyo orgullo se mantenía firme en no escuchar las palabras de Alex al respecto a la noche del estreno, donde lo vio con Margarita.
Le dio un poco de risa que tenía que interpretar a un personaje mayor y que tendría como hijo al pequeño David. Además, que tenía al final una escena súper dramática donde hieren de muerte a su personaje, preguntándose para sus adentros cómo haría para interpretar algo así.
—Bueno, como tenemos dos meses y medio para el estreno, comenzaremos mañana mismo con los preparativos. Tendremos ensayos tres veces a la semana y posiblemente agreguemos otro día más, pero vamos a ir avisando con tiempo —dijo Gigi a todos.
—Alexander, vení, te perdonamos hoy la llegada tarde por ser el primer día, pero trata de llegar a tiempo en los próximos ensayos —dijo Gigi con una mirada calculadora que intimidó a Alex, era una mirada incluso más severa que la de su padre, aunque en esta se podía también nostalgia.
—No se repetirá, Sra. Graciela.
—Vamos, chicos, no soy tan vieja; llámenme Gigi.
—De acuerdo, Gigi —le respondió Alex, despidiéndose en general sin dirigirle palabra alguna a Selene.
—Selene, toma mi carpeta; luego consigo otra para mí. Te veo mañana, nena —le dijo Gigi, entregándole la carpeta.
Mientras tanto, el chico de piel negra preguntó a Federico, en la salida, cómo podía llegar mejor a la dirección donde se estaba hospedando. Este le recomendó una aplicación que indicaba los transportes que podía utilizar para llegar a su destino. De ahora en adelante, no se perdería más.
Al llegar a la residencia, se encontró con Anahí en el recibidor y le preguntó si sabía de un lugar cercano para poder hacer las compras de comida y otras cosas que necesitaría. Mientras ella le explicaba con detalle los lugares cercanos a los que podía ir, entró alguien al edificio.
—Nena, mira, un paisano tuyo; llegó esta madrugada. Podrían ayudarse entre los dos mientras estén acá.
El chico se volteó y miró sorprendido que era Selene. Anahí notó las miradas esquivas de los chicos y captó al instante que ellos se conocían.
—Mira qué pequeño que es el mundo —dijo Selene.
—No te imaginas —respondió Alex, quien agradeció a la encargada y se dirigió hacia las escaleras mientras Selene iba tras de él.
—Querida, ¿por qué no acompañas a tu amigo a hacer las compras y así no se pierde? Tú estás más puesta en el tema.
—Está bien —dijo ella, un poco resignada—. Dejo mi mochila y vamos, Alex, ¿te parece?
—Dale, la verdad me vendría bien una guía, por más obligada que se vea, para acompañarme. Voy a dejar mis cosas también y a buscar dinero.
Así se dirigieron al patio para subir las escaleras y, cuando iban en el primer piso, él cortó el silencio que había entre ambos.
—No voy a tratar de que me escuches por el malentendido pasado; solo te pido que hagamos las paces por el bien de la nueva obra. No está bien este ambiente entre los protagonistas.
—Tranquilo, Alexander —dijo ella fríamente.
Ambos llegaron al tercer piso; Alex se quedó en la puerta número 21, mientras que Selene fue hasta el número 23. Las puertas quedaban paralelas, una frente a la otra, separadas por el espacio vacío del patio antiguo que estaba en la planta baja.
《Este plan del destino está jugando sucio》pensó el chico al llegar a su departamento. Buscó un poco de dinero y, al salir, se encontró con que ya estaba la chica esperándolo.
—Vamos —dijo ella, guiando al chico.
Las compras se hicieron rápido; el chico estaba fascinado con que tuvieran que comprar bolsas ecológicas de tela para poder llevar las compras, ya que no daban bolsas de plástico en los supermercados.
Al regresar, cerca de la residencia, la chica pisó una baldosa floja y se cayó al suelo, haciendo que el chico perdiera por la acera un litro de leche en bolsa que se rompió en el momento en que él intentó evitar que la chica se cayera.
—Lo siento, Alex; te compraré otro litro ahora mismo —dijo la chica, avergonzada.
Él solo se rió y le ofreció su mano para ayudarla a levantarse.
—Qué torpe que eres, Sele; déjalo así. Si quieres pagarlo, hazlo acompañándome otro día a comprar; es tedioso hacer las compras solo —dijo él sonriendo.
—Está bien, es un trato justo —dijo ella, sonriéndole de vuelta.
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