Capítulo 23. Bienvenidos a Argentina.
Capítulo 23. Bienvenidos a Argentina.
Cuando Selene le contó a su mejor amiga Beta que se iba de viaje, esta no lo podía creer.
—¿Qué te había dicho yo? ¡De acá a Broadway! Este solo es el principio de tu carrera. ¡Más chévere que vayas a conocer Buenos Aires! Le llaman la París de América; imagina lo romántico que va a ser estar allá. Ojo lo que hagas con Néstor por allá, no quiero que regreses con "bendiciones".
—¡Betania! Mira las cosas que dices, por Dios. Además, tengo que confesarte que realmente ando molesta con Néstor y no sé por qué, pero no siento lo mismo cuando estoy con él.
—¿Podrá ser que cierto Fantasma, cierto Principito haya robado tu corazón?
—Ni me lo menciones, que ardo de molestia. Con lo que pasó ese día en el camerino con Margarita, la verdad es que ando con la cabeza dándome vueltas. He soñado incluso con ese momento y me carga la mente de rabia.
—No sé, Selene, te apoyo como amiga, pero siento que si pudo ser un malentendido lo del camerino, por lo que me contaste de él, no parece el tipo de chico que haga esas cosas. Y la otra coñita siempre estuvo llenándote la cabeza de vainas; la creo muy capaz de hacer lo que sea para fastidiarlos a los dos. ¡Maldita perra!
—Betania, te sobreexcedes, pero sí, esa perra... Ay, ya está, pasado pisado y que venga una nueva aventura en un nuevo país.
—Muy bien, mijita, ¡así se habla! Pero analiza y aclara bien tus sentimientos con Néstor o mejor déjalo; es muy intenso, no sé, no me convence para ti.
—Ay, Dios, Betania.
—Selene, no vuelvas a caer en ese hueco, por favor. Todo don perfecto y un mísero mensaje cuando se fue a la casa de playas con sus amigos; se perdió del radar. Ya se aburrió por allá y ahora sí viene a buscarte. No, marica, ni lo pienses.
—Si he estado pensando en eso, Beta, y me hizo un comentario sobre si yo le había sido infiel, ¿no será que es él quien lo fue?
—Marica, ponte las pilas y abre los ojos, mi intuición no falla y para mí este te puso los cuernos. ¡Mosca, pues!
Tan rápido como un relámpago pasaron las dos semanas para emprender el viaje. La mamá de Selene los acompañó al aeropuerto de Maiquetía para despedirse de su hija y su yerno.
—Avisa cuando llegues y, después que arreglen lo del departamento, hazme una videollamada, hija. Quiero ver en dónde te vas a quedar. Compra comida saludable, cuídate, abrígate que allá hace más frío. Si es necesario, te envío más dinero.
—Quédate tranquila, mamá, va a estar todo bien. Y claro, te aviso al llegar y después hacemos la videollamada. —De esta forma, abrazó a su madre y se adentraron a hacer el check-in.
Era la primera vez que Selene viajaba en avión, por lo que estaba nerviosa. Al despegar, sintió como si se quedara sin aire, pero se fue relajando a medida del recorrido, tanto así que, de camino, se quedó dormida.
《Qué raro ella, hasta en los aviones se duerme》pensaba sonriente Néstor mientras acercaba la cabeza de la chica a su hombro para que esta estuviera más cómoda.
Cuando estaban llegando al país, este despertó a Selene para que pudiera ver por la ventanilla la ciudad de noche.
Era una vista espléndida, una planicie llena de lucecitas, cual pesebre navideño, que se extendía a lo ancho por debajo de ellos. Era tan grande que no se veía ni el comienzo ni el fin.
A Selene se le aguaron los ojos de la emoción al ver tan magnífica belleza y sintió una alegría y un estrujón de emoción en el corazón cuando escuchó la voz de cabina que decía: "Sean bienvenidos, pasajeros, a Buenos Aires".
Se le revolvió un poco el estómago cuando aterrizaron, pero la emoción por conocer ya la ciudad era más grande y aplazó el vómito para luego. Llegaron al Aeropuerto Ezeiza en la madrugada y tomaron un taxi hasta el hospedaje. Al momento de llegar, ya estaba saliendo el sol.
En el camino, Selene se iba enamorando de la arquitectura de la ciudad; la mayoría eran edificios de estilo antiguo, muy europeos. Además, las veredas estaban repletas, en su mayoría, de árboles que formaban una especie de túneles.
Cuando llegaron al edificio, este tenía una puerta grande de madera que tenía un diseño en vidrio estilo vitral de rosas. Tocaron el timbre y les abrió la puerta una señora regordeta de cabello negro largo y con flequillo, que se encontraba vestida con un batón y pantuflas con medias de rayas.
—Hola, ¿vos sos Selene? Mi nombre es Anahí, con la H entre la A y la I. Soy la encargada del edificio —dijo esta mientras los chicos la veían conteniendo la risa.
—Hola, buenos días, Sra. Anahí, sí soy yo.
—Decime solo Anahí, querida, pero pasen, hoy es una mañana muy fría, no creo que estén acostumbrados.
—Tiene razón, está haciendo mucho frío —dijo la chica, entrando al recinto junto con Néstor.
El recibidor era amplio, las paredes estaban cubiertas de madera y el techo estaba iluminado por lámparas en forma de pequeños candelabros. Luego había un mostrador de madera antigua del mismo color que las paredes. En este mueble, la señora buscó las llaves que serían del departamento de la chica.
—Acá tenés las llaves. Vayan pasando a la puerta continua. Menos mal que trajiste al morocho, se ve fuerte, así te ayuda con las valijas.
Cuando pasaron por la puerta, Selene quedó más fascinada por el recinto; era un espacio grande, cuadrado, como una especie de patio. La chica recordaba que había visto algunos edificios antiguos en Caracas, pero este no tenía comparación. Tenía el típico espacio de patio antiguo, pero este era cerrado y estaba bordeado por escaleras que subían hasta un cuarto piso.
—Veo que te gusta la vista. Esta era la antigua casa de la cultura, que fue comprada y reciclada para ser una residencia estudiantil para músicos. La mayoría de los que están acá son estudiantes del Teatro Colón y de conservatorios de la ciudad. —Me parece magnífica —dijo Selene, a quien los ojos le brillaban de fascinación.
—Y espera a que veas tu departamento —dijo la señora, conduciéndola por la escalera. El recinto describía un cuadrado donde, por cada lado, había dos departamentos.
Cuando llegaron al tercer piso, la señora la dirigió hasta el departamento nro. 23.
—Vas a estar en el número 23, estas son tus llaves. Al ser un recinto estudiantil, más visitas son permitidas hasta las 10 p.m. Si necesitas comunicarte conmigo por alguna emergencia del departamento, tenés mi número adentro en un papel que te dejé en la mesa —dijo, esta mirando al acompañante de la chica.
《El mismo número que el camerino en el Teresa Carreño》pensó Selene, fijándose en la coincidencia de los números.
—Perfecto, muchas gracias, Anahí.
Selene entró con Néstor, que estaba agotado por subir con la maleta cargada en brazos.
—Esto es lo malo de estos edificios antiguos; hay muchos que no tienen ascensores.
—Pobre Néstor, la señora te hizo subir todo a ti; yo pude haber subido la maleta tranquila.
—De igual forma lo iba a hacer, no dudes de mi caballerosidad, Selene.
—Ay, Dios mío, te pasas a veces.
—Es un monoambiente, por lo que se ve, pero por lo menos está bien equipado y tienes una cama grande —dijo el chico, viendo con ojo crítico todo el lugar.
—La verdad me parece maravilloso y el espacio es más que perfecto para una sola persona. Además, adoro los detalles de las paredes; pareciera que estuviera viviendo en un castillo —dijo esta, señalando los cuadros con pinturas de ángeles, que eran una verdadera obra de arte.
—A mí me parece más una mansión embrujada; cuidado con los fantasmas que puedan aparecer —dijo bromeando el chico.
—Bueno, creo que lo más apropiado sería ir a hacer las compras lo antes posible. Además, no sé si conoces un lugar para comprar ropa económica; creo que ninguna de las chaquetas que traje me va a servir con este frío.
—Ay, Sele, y eso que estamos cerca de comenzar la primavera; esto no es "frío" como tal.
—Bueno, para mí sí lo es y mucho. ¿Me acompañarías? Tú conoces más el lugar.
—Claro, te guío y te acompaño.
Así fueron a hacer las compras a un supermercado que estaba a tres cuadras del lugar. Luego, a una carnicería, dejaron las bolsas de compras para no estar cargados y de allí se fueron a una venta de ropa usada vintage, donde Sele alucinó con un tapado abrigado color negro con unas rosas rojas bordadas en las mangas.
—¡Me encantan! Así sí me provoca que haga frío —decía mientras se lo probaba.
Luego de comprarlos, Néstor la convenció de que necesitaba también unos borcegos para resistir el frío y la llevó a una zapatería, donde insistió en regalarle el par de botas a la chica, que, luego de ver que este no desistía con su objetivo, lo dejó comprarle las botas.
Para ese entonces, ya era hora del almuerzo y fueron a comer a la pizzería Güerrín, donde, mientras comían, Néstor le explicó a Selene que era la pizzería más famosa de la ciudad.
—Pues la verdad está estupenda esta pizza de jamón y morrones —decía esta mientras daba un bocado.
Después de almorzar, este la acompañó de nuevo al edificio departamental, donde le recomendó utilizar una aplicación en el teléfono para poder ubicarse bien en la ciudad.
—Pasado mañana va a ser tu primer ensayo en el Teatro Avenida. No podré acompañarte porque tengo clases y mis ensayos de la orquesta son en días distintos a los actores, pero me reconforta que es fácil llegar en el Subte, así le dicen acá al metro. Cualquier cosa, llámame y te auxiliaré si es necesario —dijo este y se despidió de la chica en la entrada.
Al llegar a su departamento, Selene se tiró en la cama; no podía procesar tanta dicha que sentía. Hasta que se acordó de que no había avisado a su mamá de su llegada y le hizo la videollamada prometida.
Esta, al contestar, estaba un poco alterada, ya que sabía que el vuelo llegaba en la madrugada y ya era tarde cuando su hija la llamó, mas se alegró al saber que había llegado bien y que el departamento estaba tan bien equipado y pulcro.
Luego de dar las respectivas recomendaciones de seguridad en la calle y recordarle que tenía que alimentarse bien, estas se despidieron y así la chica comenzó a organizar bien sus compras, hasta quedar agotada y se fue a dormir.
No podía esperar a pasado mañana para poder comenzar su nueva aventura.
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