Capítulo 22. Sorpresas Inesperadas
Capítulo 22. Sorpresas Inesperadas
De regreso a Guatire, Selene, como de costumbre, se durmió en el camino, haciendo que su conductor esbozara una sonrisa divertida al recordar lo fácil que la chica caía en los brazos de Morfeo en los viajes un poco largos. La autopista, a esa hora, se encontraba casi desolada, sin el tráfico que la caracterizaba, por lo que no tardaron en llegar al conjunto residencial donde ella vivía. El moreno la había despertado unos minutos antes de llegar a su casa, acariciándole con una mano la mejilla a la chica, como solía hacer luego de que ellos vivieran sus citas.
—Veo que hay algunas cosas que no han cambiado —le dijo este al ver que ella ya estaba despierta, luego de cabecear un poco y abrir sus ojos—, pero ciertamente hay otras cosas que sí. Jamás te escuché hablar tan fría y seria como le hablaste hoy a ese muchacho.
Al ver que ella no decía ninguna palabra al respecto, este continuó hablando.
—Sé que hace un tiempo que no nos vemos y que pudiste empezar a desarrollar sentimientos por otras personas; si me fuiste infiel, no pasa nada, lo comprendo.
—Es una broma, ¿cierto? El que andaba desaparecido fuiste tú, te mandé mensajes todos los días y muchas veces me dejaste en visto. Él y yo solo somos compañeros de teatro, nada más.
—Vaya, vaya, me encanta esta nueva Selene, muy directa —y no comentó más por la expresión de la chica, que lo miraba con una ceja levantada, así que solo soltó una carcajada y la dejó tranquila.
Estacionó su auto al frente del edificio en donde vivía la chica y la acompañó hasta la puerta.
—Muchas gracias por traerme esta noche y convencer a mi mamá de que me dejara ir al bar —dijo Selene, pero por dentro realmente lo único que quería era no decir nada; quería que él pudiera sentir el mismo vacío y silencio que le hizo sentir a ella este tiempo separados.
—Siempre a tu orden, pecosita. Me quedaré unas semanas más; espero que nos volvamos a ver antes de regresar a Argentina.
—¿De verdad vas a dejar las cosas así, nada más? No vas a darme explicaciones de tus desaparecidas.
—No quiero andar discutiendo ahora que nos reencontramos y ya te había dicho, estaba ocupado.
—Buenas noches, Néstor —y se le erizó la piel al sentir que este se había inclinado para despedirse de ella con un beso, pero en un impulso por lo molesta que estaba, volteó su cara, haciendo que este solo besara la comisura de su boca.
Este solo puso cara de molesto y se fue resoplando a su auto sin decir nada. Selene se quedó paralizada mientras él volvía dentro de su auto y lo despidió agitando su mano mientras veía partir el vehículo, dejando a la chica con un caos en la cabeza. Estaba llena de confusión y desilusión, no solo por Néstor, sino también por lo ocurrido con Alex.
Pasaron los días y se celebraron las tres funciones restantes del Fantasma de la Ópera en el Teresa Carreño. En todas esas oportunidades, Alex trató de hablar con Selene, pero esta simplemente lo rechazaba y le decía que la dejara en paz, que solo se dirigiera a ella por algo de la obra. Aun estando la chica molesta y el chico afligido por la frialdad de esta hacia él, todos estos sentimientos se dejaban aparte en el escenario. Seguía existiendo todavía esa conexión entre sus miradas y sus gestos corporales, como si sus cuerpos no le hicieran caso a sus razonamientos.
《No entiendo por qué, desgraciada razón, mi cuerpo se sigue conmocionando por el roce con este tarado, porque sigue produciendo estas sensaciones en mí cuando lo único que quiero es que se esfume, no verlo más.》
Así fue como, el último día de la función, al terminar la obra, se encontraba Eliot parloteando con sus amigos extranjeros, hasta que uno de ellos, acompañado por uno de sus estudiantes, le dice que quería hablar aparte con él.
—Estuvo fenomenal la producción, Eliot, sos un capo, chabón —le decía un señor alto y rubio, dándole un abrazo.
—No estuve solo, el equipo de trabajo que me acompañó lo dio todo para convertir esta obra en realidad y descubrimos nuevos cantantes y actores que les vaticino un gran futuro en sus carreras musicales.
—De eso precisamente quería hablarte, ¿es cierto que la chica que interpretó a Christine era su primera vez en el teatro?
—Sí, nos sorprendió un montón, por lo menos a mí desde la audición. Lo único que nos comentó es que cantaba en un coro, pero tiene buena voz y se desenvolvió bastante bien en el escenario.
—Sabés cómo me encantan esas gemas perdidas, la quiero llevar a Buenos Aires a que interprete a Christine, pero en la secuela del Fantasma de la Ópera. Para diciembre, el Teatro Avenida piensa estrenar Love Never Dies. Le pasé vídeos a la directora del teatro y quedó fascinada con la chica. ¿Sabes dónde está ahora?
—Me disculpan, caballeros, profesor Guillermo, ¿podría yo darle la noticia a la chica y de paso convencerla de que venga con nosotros? —interrumpió la charla Néstor, que era el pupilo del profesor.
—Grande, pibe, sé que quisiste acompañarme a ver la obra porque tenías a tu amiga acá. No sabía que esa amiga era la Srita. Suárez.
—Así es, somos buenos amigos desde hace años, incluso fuimos novios. Sé cómo convencerla en algunas cosas.
—No se diga más, anda y tráetela con nosotros a Buenos Aires. Decile que la directora del Teatro Avenida le dará hospedaje gratuito durante la producción de la obra en un departamento que maneja la fundación de su esposo, donde brindan ayuda a jóvenes músicos, alquilándoles departamentos asequibles. Y algo súper importante: tiene que estar antes del 15 de septiembre ya en Buenos Aires, ese día comienzan los ensayos.
—Ok, mucha información que procesar, pero me aseguraré de que su respuesta sea positiva.
—Vos podés, pibe, contamos con vos.
Así fue como Eliot le dijo al moreno que Selene debía estar en los camerinos, le indicó que sería el camerino número 23 y este fue en la búsqueda de la chica. Al llegar al pasillo de los camerinos, vio a lo lejos a la chica que estaba hablando con el compañero de pelo negro, y al llegar a ellos escuchó cómo Selene le soltaba la mano bruscamente y le decía:
—Ya basta, Alex, ya te he dicho que no hay nada que hablar, no insistas.
El chico le iba a responder, pero fue interrumpido por la llegada de Néstor.
—Vamos, Selene, hoy te llevo a tu casa.
—¿Néstor? ¿Pero qué haces acá? —dijo esta, extrañada de verlo ahí. —¿Quién te dijo que yo estaba...
—El Sr. Eliot me indicó el camino, y como ya dije, vine a llevarte a casa.
—De acuerdo, voy contigo —dijo esta, accediendo solamente para escapar de aquella conversación, sin despedirse del de pelo negro que los veía alejarse con una mezcla entre tristeza y enojo.
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