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9.-Dolor


Oscuridad, volvió a ser lo primero que vi. El silencio era tan aterrador, podía sentir el dolor recorrer por mi cuerpo, ardiendo, quemando cada parte de él. Tan inimaginable que el sudor rápidamente corrió por mi rostro, mis manos temblaban mientras trataba de entender dónde estaba.




Burak despertó a la mitad de la noche, confundido y aterrado, trató de levantarse de la cama, pero su cuerpo no tenía la fuerza que cayó rápidamente al suelo. Gruño al sentir la dura madera.

—¿Mi rey? —dijo Gina abriendo la puerta. Al verlo corrió a él y trató de ayudarle a levantarse.

—¿Dónde estoy? —dijo mirándola con su respirar agitado.

—Mi señor, está bien, estás en tu habitación.

—Sácame de aquí.

—Espera, no, no puedes solo salir. ¡GUARDIAS, TRAIGAS A SAM!

—No, no yo... solo llévame, Gina solo sácame de aquí.

—Está confundido, por favor —dijo tratando de levantarlo, pero Burak pesaba bastante—. Quédese tranquilo.

Gina se asustó, jamás Burak había tenido esa mirada en sus ojos, ese respirar solo le hizo recordar la parte humana que tenía su Rey.

—Burak —dijo y luego le tapó los oídos con ambas manos mirándolo. Sus orbes dorados habían vuelto, pero no era el mismo hombre.

Gina al verle, cruzaron las miradas y se dio cuenta de que él, estaba completamente aterrado. Lo que había ocurrido no era normal, no era natural y eso su cuerpo lo estaba negando y rechazando.

Gina lo abrazó mientras le frotó la espalda.

—¿Esto... esto es real? —preguntó el. Burak no se movió para abrazarla solo fue ella quien sabiendo todo lo que había ocurrido se sentía agradecida de volver a escucharlo.

—Esto es real mi rey —dijo soltándolo y mirándolo mientras sus lágrimas corrían—. Se lo explicaremos, pero es importante que mantenga la calma.

Era distinto, que incluso ni siquiera se dio cuenta de que su soldada lo tuteo más de una vez.

—Siento frio, pero no el frio de la piel —dijo aun con el respirar muy agitado. Luego el tatuaje en su hombro se prendió.

—¿Qué? Pero...—dijo mirándolo y él rápidamente comenzó a apretar los dientes mientras tomó fuertemente su mano. Tan fuerte que Gina creyó que podía rompérsela.

Sam llegó enseguida junto con Cedric quienes a duras penas lo volvieron a recostar en la cama. Las venas de sus manos sobresalían al igual que la de su cuello evidenciando dolor, mucho dolor.

—¿Qué está pasando? —preguntó Cedric tratando de frotar los brazos de su hermano.

Sam dispersó rápidamente unas piedras sin contestarle y pronto recitó unas palabras. Un humo negro salió de él volando y esparciéndose por la habitación. Se posó en todo el cuerpo de Burak lo que evidencio que su rey no estaba libre de mal.

—Mierda —soltó escudriñando sus ropas—. Traigan agua con mandrágora y leche de amapola.

—Sí, señor —dijo una sirviente.

Burak no dejaba de retorcerse, era como si su cuerpo aun estuviera en contacto con el veneno carcomiéndole el interior. Temblando, sudando Sam se acercó a él, sostuvo una piedra verde en la frente de su rey y volvió a recitar unas palabras.

La piedra brillo fuertemente y comenzó a llevarse el dolor, pero ese solo era un sentimiento, ¿Qué lo había detonado? ¿Cuál era su causa? Eso no se sabía. Sam logró bajarle el dolor, pero cuando Burak abrió los ojos mirando la piedra no sabía a quién estaban mirando. Uno de sus ojos era dorado pero el otro, tenía pigmentos rojos.

Todos sabían que Burak tenía resistencia al dolor, pero lo que hacía que aquel ser volviera a salir era simplemente el miedo, no era un hombre temeroso, pero ¿Quién no le teme al dolor? Cuando había fallecido sus ojos se habían vuelto rojos y cuando volvió, volvió siendo aquel tipo. Ahora, mantener su dolor tranquilo facilitaría que el rey que todos conocían se mantuviera en tierra.

—Burak —dijo Cedric acercándose a su rostro. Gina le fue pasando un paño en el cuello secándole el sudor mientras que Sam no aparto la piedra— ¿Me escuchas?

—Yo —dijo llevando su mirada hacia su hermano— ¿De verdad estuve muerto? —Sus ojos estaban enrojecidos e irritados ¿Qué era lo que sentía o lo que recordaba? ¿Le tenía miedo realmente al dolor o era algo más?

—Mencionó el frio —dijo Gina mirando a Cedric—. Dijo que sentía frio, pero no el frio de la piel.

—¿Qué significa eso?

Burak guardo silencio después de eso, sus orbes se flecharon en el cielo y no se movieron de allí por un largo rato.

En su mente no recorrían imágenes, solo sentimientos, el extraño sentimiento de su carne pudriéndose, quemándose. De estar atrapado sin poder salir de un lugar completamente oscuro, sus propios instintos estaban alterados. Para un animal como el, lo que no era natural lo perturbaba.

— ¿Y si traemos a Astria, quizás ella pueda curarlo? —dijo Gina.

—No quiero que esa mujer lo vea así. Quizás ella misma hizo algo mal con él. Además, ella no querrá verlo, no después de lo que él le hizo.

—Pero ¿Quieres que guardemos silencio?

—No, solo démosle unos días para que Burak vuelva de apoco a ser el mismo. Después de eso le anunciamos la noticia.

—¿A-Astria? —La voz de Burak fue pesada y letárgica, movió sus ojos y miró a su hermano— ¿Quién... es ella?

—¿Aun no sabes quién es ella? —preguntó Gina.

—Mi rey, habrá tiempo para explicarle, creo que no es el momento.

Una vez controlada la situación, Sam se quedó con una idea en su cabeza, hasta el momento nunca nadie había vuelto de la muerte y ese era exactamente lo que Burak estaba experimentando, la experiencia de morir.

Luego del dolor físico, quedo un dolor psicológico tratado por piedras y leche de amapola para mantenerlo tranquilo. La información poco a poco se le fue dando, el no recordaba nada.

Con gran sorpresa había escuchado que había contraído matrimonio y no solo eso, sino que también tenía una pequeña hija recién nacida. Preguntó miles de cosas encontrando cada una de esas respuestas en su hermano, en Gina o en Sam. Tranquilo y en silencio después de obtener todas las aclaraciones, se refugió días completos en su habitación.

No volvió a apagar las luces en la noche, la oscuridad le aterraba recordándole una y otra vez lo que había vivido.

Trató de explicarlo, recordaba el dolor del veneno, sentía como su cuerpo dejó de estar vivo, pero lo más aterrador de todo no había sido sentir como su cuerpo se fue estancando, muriendo, sino el sentimiento de que algo que estaba roto comenzaba a repararse. Sus tejidos, sus músculos, su sangre volviendo a recorrer, sus venas que se habían roto volvían a cerrarse. Cada célula regenerándose, y en especial, su corazón que estaba inerte, todo y sin poder escapar ni gritar por aquello.

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Sam por las tardes comenzó a quedarse en uno de los salones que tenía como oficina, una parte lejana en los subterráneos. Llena de libros, oscuridad y polvo, se mantuvo allí estudiando el collar.

Era extraño, que una piedra estuviera hueca, eso era difícil de hacer además de que era un trabajo delicado y tardaba tiempo. Lo más raro para él fue encontrar la propia esencia de Burak en su interior. Si bien el hechizo sobre su hombro no se activó porque Burak cargaba del collar, al tener su esencia el hechizo tampoco se activaría si no lo hubiera estado trayendo por mucho tiempo.

Fue un ataque direccionado hacia su rey, a causa de eso, Astria no fue dañada por el veneno.

Preocupado y sintiendo una gran intriga en su interior, sabía que sospecharían de él. Sam era el único que manejaba la sangre del rey, ¿Cómo pudieron obtener su esencia para crear aquel artefacto?

No era cualquier cosa, aquel artefacto tuvo que haber sido hecho por un hechicero que estuviera casi a su nivel y de ellos solo había pocos, para no decir uno.


Próximo Capítulo 10.- Despertar

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