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8.-Desesperación


Astria intentó calmarse respirando profundamente para que su corazón no latiera con tanta fuerza y pensó en todo lo vivido. Era más fuerte que ayer y más débil que el mañana. Pero las palabras de Burak "yo nunca te haré daño" eran solo eso, palabras.

Por otro lado, Burak había vuelto, no como todos habían pensado, pero Amy confesó que antes de morir, sus ojos ya habían cambiado, esa era una de las suposiciones que tenían. Como Burak murió en ese estado, volvió también siendo el hombre peligroso que todos temían.

Burak había vuelto, pero en su interior aun había algo que nadie se había dado cuenta. Las sensaciones y el dolor del veneno, volvieron a él en cuanto cerró los ojos.

—Si fuiste tú.

Astria despertó de un salto con su cuello firmemente agarrado, tan fuerte que su rostro pronto entró en calor, sus ojos sintieron la presión.

—¡MI REY NO! —gritó Amy tratando de detenerlo, pero Burak la agarró y la tiró al muro. Lo mismo hizo con los cuatro guardias que habían traído.

Solo la Luna llena podía con ese hombre, pero tampoco era cien por ciento seguro al ser una bestia mestiza.

—Acércate otra vez a tocarme y te despellejaré viva —dijo él entre dientes mientras miraba a Amy.

No había ninguna expresión en su rostro, volteó lentamente y miró hacia abajo observando con calma como el rostro de Astria se comenzaba a tornar morado. Ella lo rasguñó por más que pudo tratando desesperadamente de respirar, pero sus intentos eran nulos.

—Esto, es lo mínimo que yo sentí cuando me envenenaste. —La soltó un poco hasta que la mujer respiró profundamente y volvió a impedirle respirar— ¿Por qué no te retuerces de dolor? —preguntó mientras le miraba el torso. Entonces agarrándole el cuello con solo una de sus manos, con la otra le agarró la ropa y la tiró hasta que esta se rasgó.

Amy ya había desaparecido, pero para Astria los segundos eran eternos.

—¿Puedes curarte? —dijo el pasando sus dedos por la herida recién cerrada, rebosaba aun hinchada y teñida de color rojizo. Burak no dudo en apretarle, le soltó el cuello solo para escucharla gritar del dolor.

Mientras Astria soltó un grito, su hija volvió a llorar despertándose, pero su madre atrapada por aquel animal ni siquiera pudo forcejear ni moverse. Solo estaba allí acostada sin poder hacer nada.

¿Era su castigo?

—¿Sabes que siento cada vez que cierro los ojos? —dijo poniéndose de pie y levantándola del cuello por los aires.

Los pasos por el pasillo sonaron con rapidez. Sam, Cerdina, Gina y Amy aparecieron rápidamente seguida por más soldados. Al llegar al dintel la escena asustó a todos.

Burak aun tenia a Astria en su agarre, pero los brazos de ella colgaban como tal muerto. El hombre giró lentamente el rostro hacia la puerta y al ver la expresión de Cerdina abrió su agarré. Astria rápidamente cayó al suelo sin mover un solo musculo.

—Burak —dijo Cerdina.

Gina y Amy se adentraron para cubrir a Astria de la mirada del hombre.

—Tarde o temprano terminaré con ella —dijo con una expresión fría y sin emociones. Lentamente salió de la habitación con una tranquilidad inquietante.

—¿Esta viva? —preguntó Sam acercándose y arrodillándose en el suelo.

—Está respirando, su herida se abrió —dijo Gina tomándola en brazos y acostándola en la cama. Amy sacó rápidamente al bebe de la cuna y comenzó a mecerla para calmar su llanto.

—¿Astria? Cariño —dijo la soldado abrazándola.

—Gina, apártate por favor —dijo Sam sacando de sus muñecas una piedra celeste. Recitó unas palabras mientras escondía la piedra entre sus manos y cuando las abrió, la piedra se había hecho polvo.

Tomo un puñado de él y lo esparció por el cuerpo de Astria en especial la herida que pronto torno un color negro. Luego de unos segundos, Sam sopló fuertemente y el polvo se disipó dejando una herida cerrada pero aun hinchada y rosada.

—Ellos no pueden estar juntos —dijo Cerdina mirando por la puerta hacia afuera—. Es esencial que nuestros reyes se mantengan separados al menos hasta que Burak vuelva a ser el mismo.

—No entiendo, él se muestra calmado, ¿por qué sus ojos no han cambiado? —preguntó Amy.

—Nuestro rey está vivo, pero ¿A qué costo? Algo así no se puede simplemente hacer sin dar nada a cambio —dijo Sam mirando el cuello de Astria, los dedos marcados del Burak estaban en ella, incluso una pequeña quemadura en la parte posterior al rasgar su vestimenta.

—¿Estás diciendo que sus ojos no volverán a cambiar?

—No, estoy diciendo que nada será igual de aquí en adelante, nuestro rey debió quedar con alguna secuela.

—Su memoria —susurró Cerdina.

—Espero que solo sea eso mi reina madre.

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—¡¿POR QUÉ TE OBSECIONAS CON ELLA?! ¿Acaso no entiendes lo que está ocurriendo?

—Entiendo perfectamente —contestó Burak.

—¡NO TENIAS PORQUE ATACARLA DE ESA MANERA! Te expliqué absolutamente todo, no entiendo como no me escuchas. Esa mujer te ama, esa mujer es todo lo que tuviste a un amor verdadero.

—Eso no cambia las cosas.

—¿Cosas? ¡¿QUÉ COSAS?!

Cerdina no pudo aguantarse, después de ver a su hijo tratar de esa forma a su nuera era simplemente descabellado. Imposible para haber podido manejarlo con cordura. Ellos se habían amado, ellos eran una pareja feliz, unida y totalmente envidiable para muchos.

—Tu tampoco sabes lo que siento al cerrar los ojos.

—Ella no tiene la culpa —dijo Cerdina negando con la cabeza— ¿Cómo no comprendes eso? Ella fue hechizada, ella...

—Sigues intentando cambiar mi opinión. No lo lograras mujer.

—¡ERES UN IMBECIL! ¡NO PUEDO CREER QUE MI HIJO SEA ASI DE CIEGO!

—Madre —dijo Cedric tratando de calmarla, pero la reina madre daba vueltas por la habitación gritoneándole a Burak, que estaba sentado en un sillón mirándola sin mostrar ninguna expresión en su rostro. Eso era lo más aterrador de él, porque de la nada podía hacer algo impredecible sin que alguno le provocara o adivinara.

—Ella es tu esposa —dijo mirándolo de frente y hablándole con más calma—. Tú la elegiste por sobre todas las demás mujeres, salvaste a tu hija, hiciste todo lo que estuvo a tu alcance para poder casarte con ella. Tu eres mi orgullo, aunque no seas mi verdadero hijo.

Burak mirándola, suspiró lentamente y se fue poniendo de pie. Cedric también lo hizo ubicándose cerca de Cerdina ante cualquier cosa.

—¿Sabes cómo se escucha la carne al pudrirse? ¿Cómo se va reventando todo y a la vez todo se vuelve rígido?

—Burak, no te acerques —le advirtió Cedric, pero su hermano solo miró a Cerdina ignorándolo hasta que su pectoral llegó a tocar la palma de la mano de Cedric.

—No te entiendo.

—Exacto.

—Ella es tu reina Burak, si le haces algo no solo estas hiriéndome a mí, sino también traicionaras a la madre luna ¿De verdad matarías a una dama Blanca? ¿Traicionarías a tu propia madre?

—¿No me crees capaz? —dijo entre dientes y frunció levemente el ceño.

—Burak —dijo Cedric levantando la mirada y bajó más el tono de su voz para que su hermano no se alterara—. Ella es mi verdadera madre, por favor márchate.

—Sí, Cedric —dijo Burak mirándolo—. Jamás olvido ese detalle que puede ser tan entretenido para ti y para mí.

Cedric sabía a qué se refería. Apretó lentamente los dientes y bajó la mirada, Burak después de eso se marchó con tranquilidad. Si algo entre los dos ocurría y las cosas salieran mal, Burak asesinaría a la reina madre antes que, a su hermano. El simple hecho de disfrutar su sufrimiento y ver como Cedric caía en desesperación, lo encontraba sumamente "entretenido"

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Astria despertó en el medio de la noche, desesperada tratando de visualizar donde estaba. Se sentó en la cama sin antes de apretar sus dientes y quejarse del dolor en su costado.

—Señora —dijo Amy. Estaba justo a su lado, no se había apartado de ella e incluso estaba acostada en la misma cama—. Prenderé una luz, espere.

—A...gua...—dijo Astria, pero su voz casi no salía, y su garganta ardió con cada palabra.

Llevó sus manos al cuello mientras recordaba lo que había ocurrido.

—Astria —dijo Amy una vez que prendió la vela y la vio llorando mientras se apretaba la herida del costado—. Lo siento.

—No —susurró mientras tomaba el vaso de agua.

—Beba lentamente, le dolerá cada vez que trague.

—No —dijo mirándola con el ceño fruncido.

Astria no solo estaba dolida, sino estaba enojada, furiosa, pero no con su dama de compañía, sino con su esposo. Ella debía fortalecerse más, ella no podía ser la mujercita débil que una vez fue.

Estirando la mano hacia la ventana, apretó los dientes mientras la luz de la luna se redirigió como escarcha hacia su mano y se fue absorbiendo lentamente por su boca. Luego, puso sus manos alrededor de su cuello y comenzó a curarse ella misma.

—No creas que me quedaré esperando que ese hombre termine lo que intentó —dijo con una voz potente.

Completamente decidida su garganta su curó, la quemadura, las marcas, incluso las heridas de su interior. Sus ojos aún estaban irritados por la presión, el color blanco estaba manchado en finas venas que se extendían por los bordes.

—Astria.

—No quiero verlo, y tampoco que se acerque a mi hija. Y pondré a todo Átkozott bajo mi dominio si es necesario, pero yo no esperaré sentada el fin.

—La reina madre ha ordenado separarte completamente de Burak mientras no se sepa bien cuando sus ojos tomaran el color normal. Hay personal resguardándote, pero tú sabes que el rey.

—Lo sé.

Burak no lo detendría un puñado de soldados. Vivir con miedo era lo último que Astria se había imaginado, pero aun quería tener esperanzas, quería creer que volvería a ver aquellos orbes dorados que tanto la fascinaban, pero ahora eso se veía tan lejano.

—Debo ser más fuerte —se dijo a si misma mientras miraba sus manos como brillaban. Lentamente las posó en su costado y terminó de recuperarse.



Próximo Capítulo 9.-Dolor

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