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77.- Sangre por sangre

Ella pensó que quizás ellos no sabían que ella si los podía entender. ¿Por qué aquel era distinto? ¿Era el Rey de los gigantes o era...?

–El hombre de la estatua– susurró Astria, en cuanto lo hizo los gigantes voltearon a verla.

No sabía su nombre, ni la tierra donde el había sido Rey pero si aquel ser era como la leyenda y las historias que le habían dicho entonces, ese gigante había sido un humano, talvez podía convercerlo de volver a dormir y dejar a su gente en paz.

–¡Hey halcón!– gritó Astria pero los gigantes la miraron extrañada. Ella no sabía porque entendía su lengua pero sabía perfectamente como hablarla, pronunció entonces palabras que nunca había dicho– ¡szia sólyom!

Los gigantes recién reaccionaron, abriendo sus ojos grandemente voltearon a ver al que estaba al final. La expresión en su rostro rápidamente cambio  y lentamente giró su rostro hacia posar sus ojos en Astria.
Ella volvió a sentirse tan diminuta, sintió rápidamente que la historia estaba un poco mal, aquel hombre debió haber sido temible.

Si Burak era de apariencia temible, tenía un corazón muy bondadoso y bello, en cambio este ser tenía algo macabro, cruel y frío. Si solo eso sintió con mirarle a los ojos, no sé imagino como hubiera sido en persona

–¿Cómo me llamaste?– en cosa de segundos el gigante de armadura negra llegó frente a ella hablando el mismo idioma de la gente no tuvo problema en pronunciar aquello. Astria se sorprendió de que hablara su idioma– ¿Quién eres tu?

La actitud la aterró y otro rayo volvió a caer del cielo, está vez fueron 5 llegando a cada lado de los gigantes. Los moustros se movieron tratando de evitar ser tocado por aquella fuerza, más el de armadura negra no trató de evitarlo, más bien bajó su rostro miró a Astria atravez de aquellos rayos.

–Eres cómo Luna pero no eres ella– la voz del gigante se suaviso, sus ojos tan oscuros de color sangre penetraron en Astria a través de la luz celeste de su poder. Ese moustro no le tenía miedo, ni una sola pizca.

Las luces se detuvieron y aquel gigante no hizo ni un solo movimiento, nada lo distrajo de la atención que estaba en ella. Reflejada en su enorme pupila Astria sintió que estaba perdida.

–Yo...– jadeando trató de recuperar su habla pero solo sintió como sus órganos también temblaban formándose un nudo en su estómago como si hubiera mucho frío.

–Mujer pequeña corta tu muñeca.

–¿Qué?– Astria lo escuchó pero sus ojos no concordaron con aquello. El gigante no abrió su boca pero aún así lo escuchó.

–Cortala y te llevaré a un lugar tranquilo fuera de la vista de todos estos ojos.

–¿Por qué lo haría?

–Yo quiero saber quién eres  y tú quieres saber cómo volvernos otra vez piedra. Si me contestas, yo contestaré tus preguntas.

Mientras más hablaba, más estaba segura que el gigante hablaba en su mente, era la única explicación para poder verle los labios y no ver que se movieran.

El gigante al ver que ella dudaba aún de sus acciones, dió un paso más a ella ahora sí estaba sobre su cabeza. Inclinandose paso por encima de Astria y dibujó una línea en la tierra.

–Sí tus hombres traspasan eso, me los comeré– dijo mirándola desde las alturas.

–Dejar jugar debes– dijo uno de los gigantes que estaba detrás.

–Han pasado siglos- dijo el gigante de negro mientras volteaba a ver al otro– y sigues hablando el español como un estúpido.

–Solo tiempo estás perdiendo.

–Mujer, rasga tu muñeca– volvió a repetir posando su mirada en Astria– tengo respuestas y tu tienes muchas preguntas.

El gigante volvió a hablarle sin mover parte de su labios. Su mirada la atemorizaba cada vez que el posaba sus ojos en ella, a pesar que ahora el monstruo la miraba con más calma.

–No tengo un cuchillo– dijo pensando que podía tener una escusa, después de todo podría volver a  curarse.

El gigante llevó sus manos al pasto y no tardó en ver una espada votada que agarró con dificultad por su gran tamaño.

–Ahora, rasga tu muñeca– volvió a repetir dejando caer la espada frente a ella.

En cuanto lo hizo dos soldados se movieron traspasando la línea. Al gigante nada se le pasaba, tardó un segundo en pescarlos con la mano  y mirar el cielo mientras los subía a su boca.

–¡Para! ¡Detente no hagas eso!– dijo Astria tratando de detener la muerte de esos hombres.

–¿Que? Creo haber sido claro.

–Lo haré, haré lo que me dices pero suéltalos profavor.

–Esta bien– dijo el gigante formando una sonrisa en su rostro.

Astria respiró aliviada de haberlo convencido pero solo fueron unos segundos, el gigante los dejó caer de gran altura y luego se movió sentandose encima de esos hombres. Ni siquiera crujieron, el peso simplemente los aplastó de forma inmediata.

–Que desperdicio– soltó mientras miraba a la gente que estaba pasando la línea que él había hecho– ahora, hazlo.

¿Cómo era posible que ese moustro doblegará todo lo que Astria sentía? Ella no tenía autoridad, no era una Reina, ni menos una Dama blanca delante de él. No podía tratar de convencerlo, ese antiguo hombre era peligroso.

–Yo...

–¡SOLO HAZLO!– sin una pizca de paciencia el Gigante puso las dos mano a cada lado de Astria y le gritó acercando su rostro a ella.

Su aliento y el fuerte sonido la hizo taparse los oídos, mientras su alma corrió lejos de allí. Cuando el silencio volvío tomó la espada y sin pensarlo mucho se cortó la muñeca.

–Arg...– se quejo al hacerlo y luego mientras apretaba los dientes preguntó– y ¿Ahora qué?

El gigante no le contestó, se descubrió la muñeca y se mordió con fuerza, Astria sintió el sonido de la carne desgarrándose.
Con la muñeca derecha del gigante ensangrentada, este le sonrió y llevó su brazo encima de ella cubriéndola de aquel líquido caliente y olor a hierro.

Insitintivamente cerró los ojos sintiendo como su pelo, hombro y espalda caía líquido caliente. Se sintió humillada creyendo en este ser que solo estaba jugando con ella.
Con los ojos apretados comenzó una vez mas a desesperarse, lo iba a electrocutar lo suficiente hasta que su piel se quemara y el fuego ardiera en él. Estiró su mano para volver a hacer caer un rayo y proyectó su energía a aquello tal cual lo había hecho recientemente pero nada se escuchó, nada sintió.

–¿Qué?– se preguntó ¿Acaso su poder era incapaz de dañar a este gigante?

Abriendo los ojos se encontró con una oscuridad inquietante, como si estuviera en un salón negro con una leve luz en el medio.

–¿Dónde?– susurró volteandose y al hacerlo vio a un hombre que la miraba sentado en un cubo negro a una altura casi de un metro.

No dijo nada, supo enseguida quien era. Lo observó detenidamente su pelo y sus ojos eran negros de un color carbón, a pesar de su ferocidad de hace un rato, el hombre delante de ella tenía una mirada hermosa, intensa y penetrante. Mentón pronunciado sin hoyuelos y cejas bajas. A diferencia de la estatua, no tenía barba, su pelo corto a los costados y más largo arriba le hizo recordar a Burak.

–Quiero ver a Luna– dijo bajando y caminando a ella

–¿Cuál es tu nombre?– preguntó mirandole, él también era alto e intimidante.

–Luna ¡Déjate de jugar conmigo y dame la cara ¿Quieres?!– dijo entre dientes mientras rodeaba a Astria.

–Yo... Yo no sé de que hablas.

–¿No?– el hombre alzó su mano lentamente y en medio de la oscuridad apareció Burak, luego Gina, Selene y Amy esparcido entre la oscuridad.

–Astria- dijo Gina tratando de acercarse, solo dió dos pasos cuando una sombra detrás de ella desenvainó una espada.

–¡GINA CUIDADO!– gritó pero solo vio que la espada le atravezó el pecho.

Lo próximo que paso la dejó desesperada, tratando de acercarse a ellos una fuerza la empujaba una y otra vez hacia atrás. El hombre de recién había desaparecido y la gente que más quería no tardó en ser atacada. Su pequeña hija fue la segunda en morir delante de ella.

–NO, NO, NO PORFAVOR ¡¿QUÉ ES ESTO?!– gritó mientras trató de correr a ellos pero nada la hacia acercarse.

"Esto no es real"

–Esto... Esto no está pasando– dijo deteniendose y mirando alrededor jadeando. Gina debió haber estado herida al igual que Burak, esto solo era un juego.

–Oh... Veo que eres más fuerte de lo que pensé– la voz del hombre volvió a sonar pero no se mostró.

Al cabo de unos segundos volvió a quedar sola en la oscuridad. No habían ruidos, olor, u otra vista más que la eterna habitación que ni siquiera se podía ver su inicio o final.

–¿Puedes imaginar la vida sin ellos?

–¿De qué estás hablando? Tu eras uno de nosotros ¿Por qué nos atacas? ¿Cómo conoces a Luna? ¿Qué quieres de ella? Yo... Yo me llamo Astria.

–No...– dijo apareciendo justo detrás de ella, Astria volteó y enseguida el hombre la agarró del cuello y la levantó del suelo– no me veas la cara de tonto.

–Yo...– dijo tratando de tomar su mano y abrirla para soltar su garganta.

El hombre la miró desde baja altura, sus ojos con el ceño fruncido la observaron con gran enojo. Confundida no sabía dónde estaba, y porque aquel hombre la trataba de esa forma si jamás se habían visto, ¿Había sido un ascesino? Seguramente sí, con la facilidad con la que la levantó y la forma de tomarla tan rápido no era primera vez que lo hacía, la crueldad de comerse a la gente desmembradolas antes de tragarsela solo hizo que Astria se arrepintiera de todo.

–Leo-–la voz de una mujer sonó dulcemente y en una fracción de segundos él hombre la soltó girandose a mirar a la oscuridad, ella cayó al suelo tociendo y agarrándose el cuello.

–Tardaste– susurró.

–¿Por qué torturas a mi hija?– preguntó la mujer.

–Eres tu quien me tortura a mi.

–Luna...– susurró Astria observandola. Una mujer mayor había aparecido en el medio de la oscuridad, caminó directamente al hombre y alzó su mano para tocarle la mejilla.

–No me toques– dijo él entre dientes dando unos pasos a un lado evitando el tacto de ella.

Luna se agachó rápidamente y puso la mano sobre su hija, el ardor en su cuello se pasó con rapidez, sonriéndole con dulzura la levantó mirándola.

–No entiendo nada ¿Lucia está aquí?

–Todas estamos aquí Astria.

–¿Qué?– dijo mirando a todos lados.

Leo solo la observó sin cambiar su actitud malhumorada.

–No te entiendo, no sé dónde estamos, no sé que está pasando, ni siquiera se quién es el y ¿Porqué lo conoces?– dijo mirandolo– Luna ¿Tu acaso eras su Reina?

El hombre se puso a reír a carcajadas al escucharla, sus ojos se achinaron y mostró una sonrisa expendida. Astria no podía creer que ese hombre teniendo una belleza casi igual a su esposo, fuese tan cruel.

–Un minuto son 30 minutos afuera– susurró mirando a Luna.

Luna rápidamente soltó un suspiro negando con la cabeza, Leo solo estiró su mano hacia ella y Luna mirándolo soltó un brillo rosado que rodeo la mano del hombre, subió por su brazo y entró por su boca.

Luna, madre de todas, primera estrella, primera dama blanca, hija de la deidad y dueña del tiempo, la naturaleza y los sentimientos.

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