72.- Caos
–Gina...– susurró somnolienta.
Abrió sus ojos, pero no podía ver nada, el polvo cubrió todo el lugar, no había luz más que la que provenía de afuera y no había ruido alguno. Un silencio y un olor enorme a tierra y polvo se dicipaba por todo el ambiente.
Su garganta ardía y toció tratando de levantarse, tenía sus rodillas raspadas y un tobillo inflamado. No entendía muy bien que había ocurrido, se sentó y trató de curar su pie mientras observaba su alrededor. El polvo tardó unos segundos en disiparse. Nada de lo que veía le resultaba familiar
–Burak... Mi hija– susurró recordando lo que había pasado.
Cuando su pie dejó de doler se levantó y trató de entender dónde estaba. Cuando lo hizo un líquido caliente cayó por su cabeza hacia su mejilla.
–Oh Dios– dijo volviendo a sentarse apoyando su espalda en un muro.
Antes de que toda esa fuerza estallara, ella estaba a la mitad del pasillo que llevaba a las escaleras. Ahora, se encontraba en un salón más allá de dichos escalones. Para llegar a dónde estaba voló casi la mitad del pasillo y traspasó la puerta del salón de forma violenta.
No sentía mucho dolor, su cuerpo aún se encontraba en shock por lo vivido, estaba confundida tratando de buscar la realidad. Gracias a eso no podía saber con exactitud cuan herida estaba, después de todo era una persona relativamente normal y pudo haber muerto.
Tardó unos minutos en curar su cabeza y detener la hemorragia, parte de su cuero cabelludo colgaba en la parte de atrás, un gran corte tiñó más su pelo. Se movió lentamente buscando la salida, pero antes de eso, necesitaba la luz de la luna, necesitaba poder y energía.
Cada que vez que su cuerpo se llenaba de esta, sus ojos resplandecían, su cuerpo se sentía más ligero y todo dolor comenzó a pasar rápidamente. Cuando lo hizo, sintió un quejido tan suave, pero en el medio de todo el silencio aquello se escuchó claramente.
–¿Gina?– como si lo había olvidado, recordó que no había corrido sola, sino que la soldado también había estado con ella.
Cuando la encontró se dio cuenta lo afortunada que había sido. Sentada en el suelo Gina estaba empalada al muro.
–No...no, no te muevas– dijo Astria arrodillándose cerca de la soldado.
–As...Astria– con los ojos caídos trató de enfocar a su Reina. Su respirar era agitado, pero era como si aún estaba luchando con su inconciencia– no...quiero– dijo negando con su cabeza.
–¿Qué? Gina, iré por ayuda, por favor no te muevas.
–No me dejes... Por favor no quiero morir.
–Gina...
–No quiero...no quiero morir... Mi bebé...
Astria podía curarla, pero debía sacarle el fierro que atravesaba su estómago ¿Podría detener la hemorragia? ¿Podía ser capaz de salvarla?
El fierro atravesaba completamente su cuerpo, desde su estómago y salía por su espalda.
Gina trataba de mantener la calma, pero sabía que dé está muy pocos saldrían. No importaba si era una mujer con sangre de bestias, porque ni las bestias sobrevivirían a tal herida. Miró el cielo mientras lloraba, no pensaba en ella, ya no había raciocinio para su propia vida sino para la vida que había anhelado con tanto deseo.
Astria tomó entre sus manos el fierro, pero estaba incrustados en el muro, su fuerza diminuta no podría con aquello. Quizás un Átkozott podría, pero ¿Quién? ¿Quién más habría sobrevivido a esa explosión?
–Gina, volveré ¿Bien? Por favor guarda energías yo no dejaré que mueras ¿Me escuchaste?
–Riftan...
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Minutos antes.
Fuera de la barrera no todo pintaba bien, hombres sin rostros aparecieron entre las sombras como cadáveres que se levantaban muy parecidos a los que habían atacado primero al grupo de Burak.
Los soldados del Reino rápidamente comenzaron con la lucha, Mery y Edgar tampoco se quedaron con los brazos cruzados. Iluminando sus manos con sus propias fuentes de energía comenzaron a apagar las energías de aquellos hombres.
Tardaron en comprender que aquellos no estaban moviéndose con la energía vital que estaba en sus cuerpos. Eran personas ya fallecidas diriguidas por magia negra, como si de un títere se tratara, quitarle la poca energía que había no bastaba con hacerlos caer.
El llanto de la princesa congeló todos los corazones, los hombres de Hunur fijaron rápidamente su atención al soldado que llevaba aquel ser y aunque algunos les faltaban extremidades se movieron de igual manera hacia Bruno.
–¡¿Qué está pasando!?– gritó Edgar acercándose a él y cortandole la cabeza a una marioneta.
Bruno agitado le contó lo que había visto, y también que había podido salir solo por el poder de Astria.
–Gina tenía sangre en los oídos pero Astria no– dijo Amy sacando una de las espadas de Bruno.
–Seguramente se curó cuando salían, pronto estarán aquí– dijo
–¡Por la mierda!–exclamó Edgar, estaba arrepentido, él debía estar dentro de su propio Castillo.
Bruno le pasó a Selene a Amy, entre los dos él era el más indicado para pelear, no por nada era el general de Burak. Concentrandose en proteger lo que le habían pedido trató de luchar con todas sus fuerzas. Estaba lleno de irá, de pena y sentía una gran sentimiento de venganza, en ese estado era incapaz de ser totalmente racional. Él era el único que había visto quien era él hombre que cayó del piso superior, pero no abrió sus labios para contar aquel cruel hecho.
Los hombres de Hunur eran bastantes, Amy quedó encerrada entre los reyes y casi 16 soldado más mientras las marionetas no dejaron de atacar acercándose e intentando llegar a la criatura que Amy tenía en brazos.
Selene por otro lado no se tranquilizó, el ruido, los golpes, el metal y todos los gritos que se escuchaban de la gente que intentaba salir había un ambiente aterrador. Nada la calmaría, no mientras todo se volvía un caos.
Edgar y Merry tardaron unos segundos en darse cuenta que el objetivo era la pequeña princesa, no entendía el porque, ni la situación, pero la protegerían sabiendo que sus padres habían quedado dentro.
Nerviosos rogaron para que ambos estuvieran bien, pero cuando más lo pensaban, más se enfurecían.
Segundos y el sonido fuerte de una explosión hizo saltar a todos, herizado los bellos de las personas.
A sus ojos parte del Castillo se vino abajo sin poder hacer nada, se esperaba lo peor.
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Astria con el dolor en su corazón dejó a la soldado mientras ella repetía el nombre de su esposo. Caminó por todos los escombros pero mientras más se adentraba, más cosas encontraba. Habían cuerpos aplastados, desmembrados, el silencio era total, y mientras más pasos daba más muerte encontraba y no podía dejar de pensar en Burak y en su pequeña.
Por un hueco en la pared pudo ver qué la barrera roja aún estaba separando al Castillo con la ciudad. Recordó ver a Bruno salir de ella, el cual había sido posible al lanzar uno de sus núcleos, pero ¿Sería egoísta dejar entrar a la gente que luchaba por hacerlo? ¿Encerrando los dentro de una barrera donde un hechicero los calzaría uno por uno?
Se giró sobre sí misma y suspiró fuertemente. Tapándose los oídos se arrodilló incandose y lloró en silencio, su pecho se estrujó fuertemente. Tenía tanto miedo, el no saber y escuchar nada la comenzó a desesperar.
–¡Burak!– gritó levantándose pero no obtuvo ninguna clase de repuesta.
Quería volver a dónde había estado, quería buscarlo y asegurarse que todo haya salido bien pero mientras más caminaba sentía la muerte excitandose hasta el fin.
Hunur no le haría nada, Hunur no podía lastimarla, podía verle entonces ahora que Selene estaba lejos de su alcance ¿Qué pasaría si se lo encontraba? ¿Podía hablarle? ¿Podía tratar de detenerlo de alguna manera?
Tardó unos minutos en acercarse un poco al lado sur, sentía pequeños temblores y estruendos de sonidos apagados, paso por arriba de una gran viga tratando de no lastimarse hasta que un sonido extraño llegó a sus oídos.
Venía del otro lado de un muro caído. Se dirigido a él, buscando como encontrar algún pasadizo para llegar. Si había gente herida podía ayudarlos, pero mientras más se acercaba descubrió algo aterrador.
Eran de un hombre y alguien que ella conocía muy bien. Al escucharlo y darse cuenta de quién era, Astria corrió sin miedo mientras comenzó a escucharlo más de cerca "Para, para por favor"
El hechicero había destruido casi todo, ninguno de los Átkozott, ni siquiera Sam pudo con él.
Astria corrió por los pasillos desesperada, pero sin dejar que el miedo la controlará. No, no podía no hacer nada como la última vez y perderlo. Burak era fuerte, Burak era superior en todo sentido, pero ese monstruo quizás si podía dañarlo y ella estaba consiente de aquello.
Así fue como lo encontró.
Llegó a un salón pequeño y los vio. El hombre que alguna vez había sido un elfo había doblegado su tamaño, con el pelo largo de color negro llegando casi al suelo, sus uñas y sus ojos completamente oscuros vio el infierno mismo en sus pupilas. No era humano, no era ya un elfo, sino la oscuridad misma, la noche caída hecha eternidad.
El hechicero estaba tratando de sacar los recuerdos y la energía vital de la cabeza de Burak. Si se alimentaba de él, su poder sin duda sería mucho más poderoso que el propio Rey de Átkozott.
–As...tria– Burak con la voz cortada y tratando de respirar le miró con su rostro enrojecido.
Aquel ser lo tenía del cuello y sus pies ni siquiera tocaban el suelo. Ahogándose trataba de agarrar su mano, pero ese ser lo tenía completamente inmóvil.
–Bienvenida– dijo el hechicero mientras mostraba una sonrisa aterradora– Lo sabía, sabía que no necesitaba buscarte. Hacer llorar a este perro vendrías sin duda alguna.
Astria se paralizó, jamás había visto a Burak incapaz de hacer algo, era una situación casi imposible para su creencia. Ella no podría revivirlo esta vez. Al igual que ella Burak tenía la ropa rasgada y sucia, su mano derecha estaba llena de sangre al igual que parte de su cabeza.
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Paciencia subiré el próximo hoy en cuanto pueda. Esperenlo
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