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64.- La torre del Hechicero 2

De repente un suspiro fuerte salió de la boca de Sam mientras cayo de rodillas al suelo.

–Las som...bras– dijo con dificultad– No dejes que la luz...

No terminó la frase cuando Astria pudo ver que las propias sombras de la habitación se movieron solas subiendo por los muros hacia la antorcha. Astria fijo su mirada hacia el cielo levantando el fuego pero así, su propia sombra dejo oscura su espalda y sus pies

–No, ¡No!– gritó agitando el fuego pero sus pies fueron agarrados con fuerza y cayó de estómago al suelo. El fuego se fue rápidamente y todo el lugar se tiño de un negro profundo.

Entre la inmensa oscuridad Sam lloriqueo, había una lucha entre el suelo de la madera, Astria no sabía que estaba ocurriendo, siendo arrastrada intentó sujetarse de algo y pasó a llevar uno de los estantes de madera. Todos los libros cayeron al suelo, muchos arriba de ella que cubrió su cabeza al sentir el primer golpe. Asustada se quejó gritando e intentando zafarse pero una fuerza maligna se posó en su piel y tomándola del tobillo la jalo por el suelo hasta el fondo de la habitación.

Con el corazón corriendo a todo ritmo volvió a intentar agarrarse de algo, pero no lo logró, el rasguño que dejó sus uñas en la madera sonó junto con su grito.

–¡SAM! NO... NO, NO– así como el fuego consumía la madera, unas manos le agarraron las muñecas y comenzaron a quemarla subiendo por sus brazos– ¡AHH...!– gritó del dolor, apretó sus manos y golpeó su cabeza con el suelo mientras apretaba los dientes.

El intenso ardor le hizo entrar rápidamente en pánico, como si hubiera caído a una abrazadera, su piel pronto comenzó a romperse con quemaduras que fueron profundizando segundo a segundo. Con sus sentidos completamente agudizados sin poder ver nada, su mente solo pensó en una cosa. Brillar.

–¡Brilla!– gritó Sam con un quejido tan fuerte que Astria tomo conciencia.

Con sus emociones al límite, el poder que reinaba bajo su interior salió de ella por sus ojos y por su boca. Una enorme luz en cegadora cubrió el lugar. Con la luz toda la sombra se fue metiéndose en una copa de vidrio. Pero cuando su propio resplandor se fue disminuyendo las sombras volvieron a salir.

–Sam– dijo ella sin dejar de estar pendiente de su alrededor. Sacó un orbe en su mano y con eso ilumino el lugar haciendo que este rodara por el suelo

–Tú... tú eres luz– dijo Sam desde el otro lado. Su cuerpo temblaba y estaba sudando.

Astria se sentía débil, no por su energía sino por sus brazos y parte de sus pies, no quería moverse, levantar solo uno de sus extremidades era como si la piel se hubiera fundido con el suelo. Lloró de impotencia y rabia.

Burak tenía razón, nada bueno salía cada vez que ella salía del Castillo, odió el hecho de que fuera así. Abrió los ojos tratando de detener las lágrimas que salían de ellos rodando hasta mojar su pelo.

–Me duele– se quejó al tratar de levantar su brazo– ¡MALDITA SEA!

Girando un poco su rostro pudo solo observar las botas de su hechicero, Sam dejó de contestar.

Astria quería ser más fuerte, ese deseo no se le había ido desde que había perdido a Burak, no era un deseo, ella sería cada vez más fuerte. Pensando en todo eso, apretó los dientes con firmeza y levantó uno de sus brazos, temblando la luz de ella volvió a soltar un brillo reluciente, se concentró en el dolor y al mismo tiempo en su mente pensó en la madre Luna.

Si Sam hubiera estado consiente, hubiera sido el primer testigo de ver como aquella estrella herida estaba sufriendo un cambio físico, su pelo cambio de un blanco nieve, la luz de la luna que provenía del exterior comenzó a golpear la madera de las ventanas y al cabo de unos minutos un sonido fuerte sonó. Una enorme rama de árbol entró por un costado y la copa blanca se rompió en miles de pedazos.

Cuando Astria se calmó, todo su cuerpo aún tenía una luz como si estuviera en contacto con la luz de la luna, su piel herida se había curado de una manera única.

De estar en un estado de agonía pura, su cuerpo ahora se sentía fuerte, bastante liviano. Sorprendida de ella misma se sentó en el suelo y se observó, su piel poco a poco se fue apagando, incluso tuvo la oportunidad de tomar un poco de su cabello y verlo como se teñía nuevamente de su rojo característico. Anonadada por si misma sonrió poniéndose de pie, tardó unos segundos en volver en si recordando a Sam.

–Sam– susurró poniéndose de pie con rapidez y fue a él.

Su hechicero había despertado cuando la madera de la ventana se había roto por la rama, pero se mantuvo en silencio mientras respiraba lentamente. Cuando tuvo a Astria frente a él solo la miró con ojos llorosos.

–Astria...– dijo su voz cortada.

–Estoy bien, pero tú...– dijo agitada– tus brazos, también tu cuello, tu cara, Dios.

Astria aun con la adrenalina y el miedo en su piel, hizo lo que Sam le había dicho, saco dos orbes lunares iluminando todo el lugar. Siguiente a eso, se sentó en el suelo y con sus manos temblando llevó su poder a curar las quemaduras de su amigo.

–¿Por qué...?– le preguntó mientras algunas lágrimas salían de sus ojos.

–No puedo saberlo todo... Astria, pensé que mi hermano... tenía la misma fuerza que yo, pero esto me demuestra... que lo hemos subestimado.

–No más sorpresas por favor.

–No... debí... traerte.

–No Sam, menos mal que me trajiste porque si no te hubieran quemado vivo.

–Sí, supongo... que eso era peor que ser decapitado por Bruno– soltó con una leve sonrisa.

Astria se acercó tranquilamente a Sam, él estaba acostado mirando el cielo, su ropa echaba un poco de humo en el lado del hombro y continuo respirando con dificultad.

–Sam–dijo ella posando una de sus manos en la mejilla del hombre mientras que con la otra aun curaba uno de sus brazos– abre la boca.

Sam la miró desde abajo y dibujo una leve sonrisa.

–Voy a tener... problemas con Burak– dijo adivinando lo que ella quería.

–Los tendrás de todas formas así que abre la boca. Le dijo fríamente.

–Mi Reina lo siento, no... no voy a hacer eso.

–Tienes quemada la garganta y dentro de la boca ¿cierto?

–El diente...– dijo alzando el brazo– el diente del Rey... puedo sentirlo por allí.

–Tu y yo hemos vivido cosas malas juntos, increíblemente nos volvimos a meter en esto juntos y comprendo que nos llevaremos un buen castigo al salir, pero, así como entramos juntos, saldremos juntos Sam.

–Puedo hacerlo– dijo estirando la mano hacia su muñeca derecha y sacando unas piedras. Su voz era tan áspera y su pecho sonaba al respirar. La sombra no solo había dañado superficialmente al hechicero, sino que había entrado por su boca quemándole todo dentro.

Astria aliviada se vio los brazos, ni siquiera la piel rojiza de sus heridas había quedado, su poder era más fuerte de lo que ella conocía, pero le preocupa Sam, aunque tuviera piedras, eso demorarían en curar y mucho más si Sam no podía pronunciar con claridad las palabras para activar esas piedras.

Burak sin duda la retaría, pero pensando que su esposo había tenido que besar a una mujer por un pacto de sangre entonces esto no era nada, si acercarse a Sam era un acto para salvar su vida, lo iba a hacer.

–Sam– dijo ella agarrándole el rostro.

–No ASTRIA– acentuó su nombre.

–SI– la energía comenzó nuevamente a fluir, así como había hecho con Burak, concentró un núcleo que fue subiendo ahogándola y se acercó a Sam.

Él comprendiendo que no iba a poder hacer cambiar la decisión de Astria la miró sin decir nada. Levemente pudo sentir los labios de su propia Reina y luego la luz lo cegó por unos momentos cuando salió de su cuerpo y entró en la boca de él.

–Ah...– gimió cuando sintió como esta bajó lentamente, como si se hubiera comido un hielo. No era un Átkozott pero experimentó un sentimiento similar a lo que debía sentido Burak al tomar los orbes de luz. Helado y con una frescura encontró placentero para sus heridas internas.

–Cierra la boca y no te lo tragues– le ordenó Astria.

Aunque aquello era un orbe, Sam sintió como aquella cosa se adecuaba a su boca, moldeándose a las paredes dentro de ella y trató de aguantar no tener que tragar.

–Pareces una Ardilla– se burló ella mientras lo miraba con las mejillas hinchadas– Tu cara quedara rosada.

La piel de Sam tardó un poco más en curarse, pero Astria se tomó su tiempo ya que las quemaduras no eran poca cosa de pasarlas por alto a la ligera. Si aquellas tomaran una infección se culparía por ese hecho.

–Me siento mejor– dijo sentándose con cuidado, su voz sonó con más fluidez y recuperó su respirar cortado.

–¿Me mientes?– dijo Astria mirándolo atentamente. Sam no le quedo de otra que correr su cara hacia otro lado.

–Usted es la Reina y es una mujer hermosa– dijo evitando volver a mirar sus ojos– Nosotros sus súbditos a toda costa evitamos estos acercamientos. Deshonrar a usted o al Rey es imperdonable, incluso para nosotros mismos.

–¿Quieres que haga la vista gorda? Ya te dije, nos castigaran a los dos– dijo poniéndose de pie y sacudió su ropa.

Sam aun adolorido fue al lugar donde sentía que podía estar el diente de su rey, buscó entre los libros mientras se fue apoyando entre los estantes. Astria molesta solo aguardó viendo a Sam.

La caja tenía una tapa de cuero de color café tejido a mano y era el único que no estaba sucio.

–Este es– dijo llevándolo donde Astria y posándolo en la mesa lo abrió.

Una pequeña botella de un cristal celeste estaba entre las hojas, y dentro de este un diente canino mucho más pequeño de los que tenía Burak. Ambos se miraron al verle, lo habían encontrado y no solo eso, sino algo aterrador estaba dentro de las líneas que había dejado el recipiente.

–Parece que estuvo bastante ocupado– dijo Sam leyendo las hojas mientras Astria continuó curándole uno de sus brazos, pero no tardo en que Sam volviera a moverse. A paso lento fue donde había estado la otra luz y sacó un gran libro grueso.

Al mismo tiempo que lo hacía, Astria tomó el libro pequeño que había traído Sam junto con el diente y lo trato de leer, aquel libro estaba en otro idioma así que Astria no pudo saber que significaba eso. Mientras Sam volvió a concentrarse en el primer libro, ella se acercó al que había traído, abriéndolo sobre la mesa, descubrió que aquello si podía leer.

Muchas de esas paginas estaban hablando sobre los poderes que cada raza tenia, el flujo de la energía, el poder de los Átkozott, el poder de una Dama Blanca e incluso algo que la sorprendió, el poder de las piedras gigantes. Capaz de dar atributos únicos a personas que se atrevían a hacer algún tipo de pacto con ellos.

–¿Los gigantes si existieron?

–¿Hablas de las piedras de los jardines traseros?– dijo Sam sin despegar sus ojos de lo que leía.

–Aquí habla de los poderes, pero los menciona. Siendo solo una leyenda esta escrito con todo los poderes que conocemos.

–Cualquiera que no haya vivido en su tiempo puede creer que aquello es una leyenda, pero los Gigantes si existieron.

–¿Estuviste ahí?– preguntó asombrada, Sam la miró sonriente.

–No, pero mi abuelo estuvo en la guerra de los continentes.

–¿Cuál era el nombre del Rey? ¿Ahora de verdad es un gigante?

–Así dicen, no tengo su respuesta. Pero lo que sí sé, es que tu poder Astria es capaz de despertarlos, así que ten cuidado.

Astria volvió a concentrarse en las páginas de allí hasta que encontró una donde había sido rallada con pluma. Tenía números escritos, fechas quizás, nombre de los meses y más garabatos.

Era un conjuro para poder obtener el control de la energía, cualquier Elfo de sangre pura podía hacerlo, pero en estas páginas estaba el secreto para que cualquier persona pudiera hacerlo. Claramente las condiciones eran extrañas y peligrosas, llevaba años poder lograrlo. El hechizo se cumplía con un gran costo.

Debía embarazar a una mujer que hubiera nacido en luna llena del séptimo mes del año, producto del amor, nacería una criatura que cobraría la vida de la madre. El poder de la energía comenzaría a crecer junto con la criatura y en cuanto pasaran 20 años desde su nacimiento el poder de la energía seria completa y estaría a merced del responsable, en ese caso el padre.

–¿Cómo pueden cumplir todas estas condiciones solo por querer algo de poder?

–Tu no conocer a las personas Astria, el hombre siempre va a querer más poder, sea riquezas, poder político, poder de control. La avaricia es mucha, se ciegan y son incapaces de pensar en el prójimo. La tierra ha sido bendecida porque aquellos que han nacido con poder, han tenido corazones nobles, su esposo es uno de ellos claro mientras no saque ese lado oculto.

–¿Noble?– dijo ella riéndose. Burak podía ser aterrador pero no era un hombre malo– ¿Tu hermano tuvo hijos?

–Una, pero como siempre no puedo hablar de ella. Esta prohibido.

–¿Su madre murió en el parto?

–No, murió de enfermedad.

Hunur entonces no había logrado lo que salía en aquel libro, ¿Por qué querría controlar la energía?

–Burak no estará contento con esto– dijo Sam cerrando el libro y escondiéndolo entre su ropa– mi hermano está buscando la forma de obtener el poder de la familia Real de Átkozott.

–¿El poder de Burak y Cedric?

–No sé si lo habrá hecho, antes de eso tiene que haber hecho otros conjuros, pero necesitaba esto como condición– dijo mostrándole el frasco con el diente.

–¿Cómo el poder de la energía?

–Si– dijo acercándose a ella y echándole una mirada al libro abierto de Astria– pero es ilógico porque Hunur solo tiene una hija y sin duda su madre no murió en el parto. Fue encerrado ese tiempo, es imposible que haya hecho algo.

–¿Cuántos años tiene hoy?

–21 Pero no es un hechizo cualquiera. No es el mismo de los Elfos, ese hechizo es poderoso, absorbe los recuerdos y la energía vital de un ser viviente, en cambio Mery por ejemplo ella guía, recorre y logra proyectar la energía vital, son distintos, pero tiene sus pros y sus contras.

–¿Por qué conoces tanto este hechizo?

–Ese hechizo es el responsable de mi pacto de sangre.

–Entonces, aun lo está intentando– dijo Astria entendiendo que aquel hechizo era el mismo que Hunur había hecho para quedar tan mal herido como para que Sam le ayudara y terminara por servir a Átkozott.

–No lo sé.

–Es un hechizo poderoso, pero así como puede tomar la energía y los recuerdos de cualquier ser, él no puede dañar a su sangre directa.

–No te puede dañar a ti.

–No, ni a sus hijos, ni a sus padres, pero yo tampoco podría dañarle.

"Un hechizo poderoso que absorbe los recuerdos y la energía vital de las personas. No puede dañar o ser dañado por su sangre directa, pero si puede ser dañado si uno de sus sangres directas procrea descendencia"

Eso solo significaba una cosa, si la hija viva tenía hijos, entonces su propia hija seria el arma para detener y destruir al portador del hechizo.

–Puede que estos dos hechizos estén ligados– dijo Sam– pero como mi hermano no ha tenido descendencia con una madre muerta entonces podemos olvidarnos de ellos.

–¿Y si lo hizo y no sabes?

–Lo dudo, Hunur ha estado al servicio de la familia real del Reino de los Bosques, ya se sabría y como te dije, ese tiempo estuvo encerrado.

–Sam, la predicción de Lucia, sabiendo esto ¿Crees que el hombre con poder que destruirá todo sea Hunur?

–Si logra esto creo que es más probable que mi hermano lo sea a que Burak vuelva a ser el hombre de ojos rojos que todos tememos.

–Si Hunur quiere el poder de Burak, no servía el hecho de tratar de asesinarlo ¿Por qué entonces ayudó a Hans?

–Su objetivo principal quizás no es Burak, quizás si se deshacía de él...

–Le era más fácil tomarlo otra persona– Astria podía imaginar aquello, Cedric podía ser el blanco fácil.

–Cedric o el pequeño Samuel ¿Quién sabe? Debo dejar de mirar a mi hermanos como mi familia, él es el enemigo único de Átkozott– dijo caminando a la escalera– vamos mi Reina, tenemos todo para inculparlo, pero recuerda que lo que hablamos son solo suposiciones.

–¿Hunur sería capaz? Es tu hermano después de todo.

–Hunur... es capaz de todo, es todo lo contrario a mí.


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–¡¿QUE?! ¡¿CÓMO ES QUE NO SABES DONDE ESTA?!

–Mi Rey yo no lo sé, no me he movido de aquí ¡Ella estaba aquí!– dijo Gina acorralada entre la pared y Burak– yo no la he visto salir, entró y no ha salido ¡Se lo juro mi Rey!

–Burak, suelta a tu soldado– dijo Edgar mirando desde los escalones de abajo– Tu Reina puede controlar a los Átkozott, no me extrañaría que hiciera que Gina olvidara algo– dijo sonriendo y volteándose a bajar las escaleras

–Mierda– soltó Burak dándose cuenta que su esposa era más lista de lo que creía.

Gina que había sentido la aterradora aura de Burak frente a ella, trató de no mover un solo pelo cuando el bajó su mirada al suelo, pero solo fueron unos segundos, cuando la levantó para mirarla ella pegó un salto repentino.

–Vete de aquí– soltó entre dientes.

Su soldado no dijo nada, se fue lo más rápido posible antes de hacerlo enfadar más. No podía creer que había sido manipulada por Astria, no recordaba haberla visto ni nada, pero Edgar podía tener razón. Astria era incapaz de salir por la ventana desde esa altura y era lógico lo que el Rey elfo había dicho, eso le salvó de una reprimenda.



Próximo Capítulo 65.- Una copa de paciencia rebalsada. 

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