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63 .-La torre del Hechicero 1

El edificio de Hunur estaba completamente oscuro, Sam junto con uno que otro hechizo se percató que en las entradas había hechizos de protección, pero ¿Cómo entraba el sirviente al interior? La respuesta fue la misma llave, portándola, el hechizo permitía la entrada.

Dos hechiceros de bajo grado fueron con ellos enviados por Edgar, aquellos resguardaron el castillo descubriendo que estaba completamente hechizado, fue imposible para ellos hacerse paso al interior.

Astria llegó a la torre sin ningún problema, ya no consideraba que usar sus poderes para una buena ocasión ameritaba un castigo o mucho menos que aquello fuera catalogado con "portarse mal" no, no solo era la dama blanca sino la Reina y al único que le tendría que dar cuentas era a Burak y hasta por ahí nada más.

Obviamente cuando Gina se enteró trató de detenerla pero Astria hizo que olvidara que la había visto, y le ordenó no decir nada cuando le preguntaran, con una orden en su interior no podría desobedecer el mandato de una Estrella.

Sam acepto sin dudar, Astria misma le había confesado que desobedecería al Rey, pero que estaba bien que el creyera que Burak si le había dado permiso. Nervioso no le quedo más que aceptar su ayuda.

Sam y Astria pudieron abrir la puerta, pero en cuanto entraron la puerta volvió a cerrarse, los tres soldados que entrarían con ellos quedaron fuera junto con los dos hechiceros.

–Mierda– soltó Sam tratando de mover la manilla pero todo fue infructuoso.

Astria alzo la antorcha de su mano y pudo ver un poco el interior del lugar.

Era como una casa normal de madera, candelabros viejos colgaban en el techo con uno que otro adorno, estaba lo suficientemente sucio para poder notar telarañas en las esquinas y el polvo cubriendo los muebles que se podían apreciar.

–Sam, no creo que haya nadie aquí.

–Eso es lo que más me preocupa mi Reina, yo... no debí traerla.

–Basta con eso, sabias perfectamente que vendría sí o sí.

–Tenga cuidado– dijo dejando la puerta tranquila y volteando a mirarla, ella poco a poco se fue adentrando al interior– el Rey ahora sí me va a matar, usted no debía venir.

–Quiero ayudar, me siento responsable por lo que ha ocurrido, y creo que tú también. Además después de lo que paso con tus manos, creo que puedo ser eficiente.

–Claro que sí, pero sabe muy bien que esto es personal. Mi hermano... me cuesta creer que lo hiciera.

El interior estaba completamente oscuro, el edificio era completamente de madera, pero tenía la mayoría de sus ventanas con tablones protegida de la luz. Caminaron lentamente observando cada uno de los rincones. El silencio era interrumpido constantemente con el rechino de la madera al dar paso a paso.

–Yo no conozco a tu hermano.

–Lo sé. Mira– dijo levantando la antorcha y al costado de un pasillo había un cuadro pintado a mano.

Astria por fin pudo tener una idea de cómo era Hunur. Pintado mientras estaba sentado en una silla mostrando así su rostro. Era igual a Sam, la diferencia era que era más delgado y el color de su pelo era distinto, claro que ahora dependía cuanto tiempo habían hecho la pintura.

–¿Es castaño?

–No, es rojizo. Somos mellizos así que salimos con distintos colores, si hubiéramos sido gemelos, seriamos idénticos. Mi madre tenía el cabello como él.

–¿Sientes o piensas lo que hace tu hermano?

–No, no existe la telepatía. Muchos creen que los gemelos o mellizos pueden hacerlo, pero no. Como le había contado, a veces...– dijo asomándose a una gran escalera– puedo sentirme extraño cuando él tiene alguna emoción fuerte. Bueno eso pasaba cuando niños hoy solo ocurre poco para no decir nunca, quizás porque nos hemos alejado ¿Quién sabe?

–¿Te arrepientes de lo que hiciste por él?

–Sí mi Reina, aunque si hubiera quedado como un hombre discapacitado, no creo que aquello le hubiera sacado las ideas de la cabeza.

Sam antes de dar un paso a los escalones, sacó una bolsa entre sus vestiduras y de allí tomó una arena verde que rápidamente sopló diciendo unas palabras. La arena se movió rápidamente esparciéndose por toda la madera hasta el segundo piso en busca de hechizos pero sorpresivamente no había ninguno.

Mientras Sam hacia aquello, Astria no se movió de donde estaba pero miró con curiosidad el lugar, había una mesa y sillas en el medio. Muebles con losa, libros en un pequeño mesón y ropa tirada como si el lugar hubiera estado mucho tiempo abandonado.

Cuando miró hacia un rincón, pudo ver su propia sombra proyectada por la luz que tenía la antorcha en su mano, está dibujando su cabellera, parte de su rostro y su cuerpo.

–Ohhh Sam– dijo con una voz temblando.

–¿Qué?– pregunto él volteando a mirarla.

–La sombra se movió.

–¿Cuál sombra?

–Mi... mi sombra.

Sam sin entender puso sus ojos hacia la sombra de Astria y de repente la proyección de su cabeza comenzó a inclinarse hacia un lado. Ella no hizo ningún movimiento y al ver aquello un frio le recorrió la espalda. La sombra si se movió por si sola.

–No te asustes– dijo Sam sin sacar los ojos de aquello.

Astria lo encontró estúpido ¿Cómo no se iba a asustar si su propia sombra estaba moviéndose en el medio de toda la oscuridad?

Sam comenzó a moverse lentamente y a medida que lo hacía aquella sombra comenzó a moverse en dirección contraria.

–¿Vez una copa blanca?

–Sam ¿Qué es?– dijo ella moviéndose detrás de él de forma lenta.

–Es un Oniruk, un hechizo de magia negra. Ten cuidado, hay que moverse lentamente y buscar la copa blanca. No dejes que la luz se extinga, si no hay luz, no hay un contenedor de oscuridad como la sombra y esta se esparcirá por todo el lugar.

Astria estaba aterrada recordó todo las historias malditas que le contaban sus propias sirvientas para asustarla en la noche, pensando en eso no se dio cuenta y pasó a llevar un florero que cayó con rapidez al suelo.

En cuanto el ruido sonó la sombra desapareció.

–Mierda– Sam rápidamente comenzó a agitar la antorcha por todos lados. Donde habría oscuridad, en cada rincón donde la luz estaba extinta, esa cosa podía estar.

–Lo siento, lo siento– Astria volteó agitando también el fuego. Ambos quedaron espalda con espalda mientras observaban todos los rincones.

–Astria no te apegues tanto a mí, nosotros juntos también hacemos una oscuridad en nuestros pies.

Era aterrador, la poca visibilidad que tenían, las antorchar y el fuego consumiéndose era lo único que podía escuchar, más a eso solo había un silencio aterrador donde ni los pensamientos se podían oír.

Astria pegó un leve grito al sentir que algo le había rosado los pies, iluminó pero no había nada. Cada vez que la antorcha se movía, otros lugares volvían a oscurecerse. Sam se dio cuenta de aquello y en seguida subió su antorcha. Ella no entendía que al girarse e iluminar sus pies su nuca y su espalda quedaron oscuras, era un juego peligroso donde había que estar consciente de sus movimientos.

–Sam, no veo nada, no hay una copa.

–Sí, si hay una– dijo y Astria giró a mirarle, Sam estaba mirando hacia un candelabro y encima de una vela estaba la copa blanca– Venga, ponga su antorcha a la altura de su rostro, si la pone muy arriba sus pies quedaran bajo sombra y el Oniruk la va a atrapar.

Sam tomó rápidamente una silla y la golpeo con la pared hasta que una de sus patas se rompiera, Astria impresionada por aquel acto pensaba que Sam sacaría una de sus hechizos pero no. Tomando la pata de la silla, la lanzo al candelabro y la copa blanca cayo rompiéndose.

–Para hacer este tipo de hechizo el maldito tuvo que haber estado casi un día en cama, consume mucha energía y concentración.

–¿Pueden haber más?

–Lo dudo pero no sé qué tipo de hechicero es hoy Hunur, de todas formas hay que tener cuidado– dijo Sam moviéndose hacia la escalera, antes de dar un paso sobre ella tomó un libro que estaba en una mesa– No te sorprendas que muestre interés al verte– dijo soplando la tapa dura de aquel objeto y luego se lo mostró.

Aquel libro era bastante viejo, se podía notar en su tapa de cuero café y en sus hojas amarillas un tanto roídas, pero eso no era lo más importante, sino que el título que tenía en su tapa hizo evidente lo que Hunur había estado leyendo "Los poderes de una Dama Blanca"

–Es un libro bastante antiguo– dijo Sam ojeándolo– Ten, puede que entiendas algunas cosas pero la mayoría del libro está escrito en un idioma muy antiguo.

–¿Puedo llevármelo?– dijo ella pasándole la antorcha y tomando el objeto entre sus manos.

–Robarle a un hechicero no es bueno, pero no importa en este caso. Hunur no volverá aquí

Astria miró con curiosidad aquello, abriéndolo a la mitad pudo ver sus páginas amarillentas, las ojeó unos segundos. Sin pensarlo mucho sus ojos se concentraron en una la escritura antigua, eran figuras y trazos extraños. De forma automática llevo sus dedos a tocar la tinta seca y en cuanto lo hizo una imagen llenó los pensamientos de su cabeza.

Unas manos grandes, un poco arrugadas, una mesa de madera y una pluma blanca llego a ser visualizado en su cabeza, como si aquel libro se había escrito por ella misma.

–¿Estas bien?– preguntó Sam al verla tocar su cabeza.

–Yo... yo jamás había visto esto pero...– Astria lentamente le contó a Sam lo que había visto, pero él también fue ajeno a su experiencia.

–Seguramente ustedes en el fondo están conectadas, como no sale quien lo escribió talvez fue una Dama igual que tú. Bien, concentrémonos a lo que veníamos– dijo ofreciéndole la antorcha, Astria guardándose el libro entre su ropa la tomó para seguirle, no sin antes mirar a su alrededor en busca de más sombras movibles.

–¿Burak conoce a Hunur?

–Sabe quién es, pero de conocerlo no ha tenido la oportunidad, creo que lo vio cuando Burak era pequeño. Mi hermano no es una persona muy agradable, diría que sería bastante chocante para mi Rey.

Bajo un manto de oscuridad que gobernaba en todo el piso superior. Sam llegó con cautela mientras intentaba mirar lo que su antorcha podía alcanzar con su luz. Seguido por Astria que no se apartó de su lado, su corazón latía velozmente con miedo a lo desconocido. Era segunda vez que entraba al lugar de una persona sin ser invitada, el temor de ser descubierta era constante mientras daba más pasos al interior del lugar.

Sam se dio cuenta que, al interior del lugar, era muy similar a lo que el mismo tenía en el Castillo de Átkozott, muebles llenos de libros, unos con polvo y telaraña, como otros que aún se mantenían abiertos sobre una mesa. Había recipientes con animales muertos, dientes de animales en una maleta y muchas otras cosas que eran necesario para la hechicería.

–¿Qué es lo peor que nos pueda pasar?– susurró Astria.

–Solo hechizos de protección– dijo Sam, dejando la antorcha en un alambre– Lo peor ya lo has visto, ahora si algo así vuelve a suceder no dejes de iluminar

Miró todo el lugar, no había sonido alguno, pero eso no significaba que todo estaba bien. Sacando unas piedras las hizo rodar por todos los rincones y luego recitó unas palabras en otro idioma.

–¿Por qué me dices eso?

–Porque haré un conjuro que me tomará un tiempo, con eso sabremos con exactitud cuáles fueron los últimos pasos de Hunur aquí y encontraremos el diente.

–Bien

–No seas débil de mente, vas a ver algunas cosas que no están aquí

–¿Qué? Pero Sam...– dijo reprochándole pero Sam volteo dándole la espalda.

Astria solo observó a unos pasos de él, sin dejar de apretar fuertemente la antorcha entre sus manos miró el lugar. Nada de allí le daba tranquilidad, los animales muertos en especial los disecados le daban un poco de terror, había incluso un frasco lleno de ojos amontonados. Nerviosa deseaba que todo terminara pronto, el lugar era bastante helado congelándole los pies y las manos, su mente era su propia enemiga.

Tratando de ignorar las cosas, llevó sus ojos hacia Sam y le vio tiñendo sus manos con unas líneas negras, luego sacando un puñal con la forma de un tenedor y se rasgó la muñeca izquierda. Recitando unas palabras la sangre rápidamente comenzó a salir, pero esta no llegó a tocar el suelo, flotando como si algo las moviera se dirigieron hacia el cielo tiñendo el techo para formar un patrón. Sam no hizo ni una mueca de dolor pero su piel enseguida se oscureció, dando paso a esas líneas negras que sobresalían en sus brazos y su mandíbula.

–¿Estas bien?– preguntó pero Sam no le contestó, ni siquiera volteo a verle, continuo recitando palabras en otro idioma en voz baja.

En ese estado hasta el mismo Sam era aterrador cuando el color de sus ojos se volvía negro, era como la misma oscuridad que lo invadía. De repente una luz verde comenzó a salir del techo, la silueta de un caballo con un jinete bajando y difuminándose en la habitación, luego una mujer y de allí miles de luces comenzaron a pasar como si pasara el tiempo. A los pocos minutos un hombre de pelo largo con una trenza en el medio de su cabeza apareció entre las mesas.

–Hunur– susurró Sam girándose, sus ojos aún estaban negros.

La silueta de su hermano se hizo paso entre el lugar, como si estuviera vivo entre ellos, se paseó mirando libros, bebiendo mate en un jarrón hasta que de repente tomó una caja y sonriendo la abrió, de ella saco un collar que Sam y Astria reconocieron. La forma en la que caía, la forma en la que estaba sujeto, si pudieran verle el color, estaban seguros que era el collar azul que Hans le había dado a Astria con el hechizo.

Hunur luego de eso se fue al otro lado de la mesa y puso su mano encima de una bolsa pequeña, unas luces fueron absorbidas por su palma

–¿Energía?– susurró Astria. El mismo gesto que había hecho Mery en la cabeza de su esposo en el subterráneo, hizo Hunur con aquella bolsa, como si absorbiera algo de allí. Astria miró a Sam y el solo sonrió, allí en esa bolsa estaba el diente.

Sam moviendo su mano la figura de su hermano volvió a moverse y esta vez se posó en 3 lugares de la habitación, dos libros y una caja.

–Allí es donde tenemos que buscar.

–Sam, eres asombroso.

–Revisemos y marchémonos– dijo el mientras su cuerpo volvía lentamente a la normalidad.

Astria levanto el rostro sonriendo, había sentido un poco de alivio al saber que después de hacer aquello podrían volver al Castillo, parte de ella se sentía insegura al lado de Sam y pensó en Burak, el sin duda la hacía sentir refugiada.

Sonriendo con la imagen de su esposo en su cabeza, miró la ventana cubierta de madera y en una esquina de ella, yacía una copa blanca.

Su sonrisa enseguida se esfumó, al mismo tiempo que el miedo recorrió su piel.

–Sam...– fue lo único que logró pronunciar.



Próximo Capítulo 64.- La torre del Hechicero 2



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Confesiones de una Escritora:

¿Sabían que algo de este relato si es verdadero? Su amada y odiada escritora tiene un Hunur en su vida jajaj y puedo decirles que con seguridad las emociones fuerte de una gemela afecta a la otra. Hay veces donde no me siento bien sin razón alguna y encuentro mis respuesta cuando mi propia gemela esta pasando por algo fuerte. (Exámenes finales, presentaciones, etc) 


Pd: La paciencia es una virtud jiji en unos minutos les dejo el otro cap. Gracias por su espera.





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