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4.-Terror



Sam recobrando la conciencia, se apoyó en sus manos, solo para ver cómo Cedric había sido controlado, luces rojas destellando con fuerza rodearon el cuerpo completo del príncipe. Astria estaba en el suelo recobrando su aliento, levanto la vista solo para ver la cara de terror que puso Cedric.

Dentro del telar una bestia de ojos rojos estiró su mano y tomó posesión del cuerpo del príncipe.

—Yo... —dijo Cedric justo antes de ser lanzado por los aires a gran altura atravesando el ventanal hacia los jardines exteriores. El sonido sonó fuerte cuando los ventanales se rompieron.

—Astria, vete ¡VETE! —dijo Sam y en cuanto ella lo escuchó los vidrios que quedaban del lugar se rompieron con fuerza cayendo como escarcha en todo el suelo— ¡LLAMEN A LA REINA MADRE! ¡LLAMEN A CERDINA! —gritó el hechicero, sabia a que se enfrentaría.

—Ahora. —Una voz ronca de Inframundo salió desde el telar—. Seré yo quien te mate.

No era una sombra moviéndose. Sam lo visualizó completamente, desde las botas hasta la punta del cabello. Astria se puso de pie con rapidez, el miedo no le hizo ni siquiera sentir nada en su cuerpo, más que la adrenalina de salir corriendo. Llegó al pasillo justo antes de que los vidrios de las ventanas cayeran en la puerta. Realmente la iban a cazar.

Él no era Burak, pensó mientras corría hacia la habitación de al fondo. No podía serlo, el jamás la lastimaría: — ¡¿PORQUE SUS OJOS ERAN ROJOS?!

Astria no podía tener respuestas, parecía que Sam sabía que había pasado, pero no tenía a nadie a quien preguntarle.

—Hey, usted no debería estar aquí —dijo una mujer parándose frente a una puerta.

—¡MI HIJA¡

—No tienes derecho ante ella —dijo otra saliendo con una bandeja con losa.

Dos segundos tardaron en cambiar la expresión de su rostro. El muerto vivo estaba y se encontraba frente a ellas. El miedo se plasmó en su rostro y soltando la bandeja la mujer corrió en otra dirección seguida por la otra.

Astria no le dio tiempo a su mente de pensar. Abrió la puerta y la cerró con fuerza. Si iba a morir, vería a su hija antes.

La habitación estaba un poco oscura, había toallas, ropas con agradable fragancia y una cuna de madera de color blanca cerca de una chimenea y noto que la cocina estaba a solo una puerta de allí. Al ver aquello, olvidó por completo lo que ocurría a su alrededor. Respiró profundamente y dio unos pasos a la cuna.

Lentamente lo que había en su interior comenzó a estar en su vista. Frente a ella una bebé pequeña envuelta en ropas rosadas con decoraciones en blanco y oro.

Astria jamás había sentido aquel sentimiento al verla. Si el hechizo, no se hubiera activado al sentir que la guerra había terminado, seguramente ver a su propio bebé lo hubiera hecho. Se sintió plena y completamente enamorada.

Mientras sus lágrimas rodaron de alegría estiró su mano lentamente y tocó la mejilla de su hija dormida. Fue suficiente, hasta que la puerta se abrió bruscamente y una fuerza la tomó del cuello lanzándola a la pared.

No podía ni siquiera intentar zafarse porque no había nada, rasguño su cuello mientras miraba la sombra del hombre que se acercaba con tranquilidad. En cuanto el hombre salió de la oscuridad pudo verle. Era Burak, pero solo de apariencia.

—Te recuerdo —dijo él con una voz muy ronca.

—Bu-Burak. —Intentó decir ella antes que el hombre la volviera a lanzar sobre una mesa. Ella cayó en ella y rápidamente tocó el suelo frío y duro.

—Nadie me llama por mi nombre —dijo acercándose y volvió a agarrarla esta vez del cabello— ¿Qué has hecho para que mi hermano quiera matarte?

—Yo... —La mirada del rey era tan fría y carecía completamente de empatía—. Asesiné...al rey. —Astria comprendió que no saldría con vida de allí. Ese hombre no era su esposo y pensando en su hija, lucharía hasta el final. Diciendo eso alzó su pierna y le dio de lleno entre las piernas.

—Argg —soltó Burak cayendo de rodillas mientras que ella tocó el suelo y se deslizó por la orilla de la habitación— ¡MALDITA PERRA!

—¡¿QUIEN ERES?! Acabas de decir que me recuerdas.

—¡INTENTASTE MATARME! —Mientras Burak tenía su mano entre sus muslos, sacó una de ellas y la estiró a la mujer. Astria no escaparía.

La volvió a agarrar del pie y la arrastró cerca de él. No tuvo donde agarrarse así que con mucha facilidad llego una vez más frente al hombre.

—Te destriparé. —Burak tomó un cuchillo y agarrando a Astria con ambas manos, la dejó acostada en la cerámica mientras él se subió encima.

—¡NO ESPERA! —gritó, pero Burak no se detuvo. El dolor en su vientre pronto comenzó a enloquecerla. La cuchilla entró con lentitud en su cuerpo agarrada de la mano de su propio esposo.

Haría lo que había dicho, la destriparía ahí en el suelo y su sangre comenzó a manchar su ropa. Burak tenía la intención de seguir cortándole la piel hasta la ingle, pero fue en ese momento donde el llanto de la bebé sonó por la habitación.

Sudada y con su cara roja miró como la expresión del hombre se relajó.

—¿Es tuya? —preguntó arrodillándose y saliendo de encima de ella.

Astria asintiendo miró su cuerpo, el cuchillo sobresalían de ella. Un inexplicable dolor le carcomió haciendo que sus manos temblaran frenéticamente manchadas en sangre.

—Sí la ves morir, será un grato final para ti —dijo poniéndose de pie y acercándose a la cuna.

—No.... no le hagas da-daño.

Burak estiró su mano al mismo tiempo que observó al ser dentro de las sábanas. El cuchillo rápidamente salió del cuerpo de Astria haciéndola gemir del dolor y cayendo en las manos del hombre.

—Debiste pensarlo antes —susurró metiendo sus manos dentro de la cuna.

Ni siquiera la sangre de él mismo, en esa criatura lo llamó o lo hizo despertar. Mientras el suelo se tiñó en rojo, las manos del hombre que ya estaban manchadas tiñó la ropa de su propia hija.

—¡BURAK DETENTE! —Cerdina junto con Sam aparecieron por la puerta.

—¿Qué has hecho?

—¿Cómo que, qué he hecho? —contestó bajando la mirada. Era incluso más filosa de lo que ellos se habían imaginado, hacia años, años que no veían aquello.

—Espera, espera por favor ¿Sabes quién soy? — dijo Cerdina caminando lentamente hacia él.

—Astria. — Sam se acercó a ella y le tomó el rostro posándolo en sus piernas.

—Mi... Mi hija...

—Tranquila, ¿puedes hacer eso que hiciste todo este tiempo?

—Sam. —Astria estaba cansada, después de dar 3 núcleos de energía y sin haber estado frente a la luz de la luna, no tenía más energía que la que hacia mover su corazón.

—Te llevaré, necesito que tú propias manos sanen esto, ¿me escuchaste?

Sam la levantó mientras Astria pegó un grito agónico. Burak al ver aquello dio un paso hacia Sam de forma posesiva fijó sus ojos en Astria.

—Burak, mírame —volvió a decir la reina madre al ver que los ojos de su hijo se posaban en el hombre que se llevaba a su presa—. Dime, ¿quién soy?

—Mi madre —contesto él sin apartar la mirada y un gruñido gutural resonó de él.

—¿Sabes quién es ella?, ¿de quién es el bebé que estás tocando?

—¿Por qué me estás preguntando tanta mierda?

—Cálmate por favor, todo tiene una explicación. Estás confundido, por favor cree en mi yo no haría nada para lastimarte.

—¿Qué está pasando?

—Te lo explicaré, pero primer quiero que respires profundamente y sueltes ese cuchillo. —Su hijo le obedeció, pero su mirada no tenía signos de cambiar—. Ahora, quiero que te sientes, tomaré a la bebé y conversaremos, ¿bien?

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—¿Por...qué? ¿Sa-salió mal?

—Astria después hablamos ahora concéntrate, haz lo que hiciste en los calabozos. —Sam la dejó en el suelo, justo donde la luna mandaba su brillo.

Astria un poco mareada alzó la mano a ella mientras se quejaba en silencio. Tomó la luz y luego juntó sus manos temblorosas y manchadas con un rojo vivo sobre su herida.

—Eso, concéntrate —dijo Sam—. Haz llegado tan lejos y lo lograste, no puedes rendirte ahora. Tu hija te espera así que hazlo.

Sam también tenía hechizos de recuperación, pero a diferencia de Astria, él debía tener piedras mágicas en su poder. Cuando lo llevaron a los calabozos, fue despojado de todo aquello que pudiera ayudarle con la escapatoria. Ahora, era incapaz de hacer nada por la herida de la reina.



Próximo Capítulo 5.–Decepción 




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Okey... odienme, lo acepto a mucha honra. 

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