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15.- Miedo

Astria estaba tomando un baño cuando el rey entró sin decir nada. Gina había revuelto todos sus pensamientos la noche anterior, así que simplemente fue a la habitación de su mujer sin ni siquiera tocar la puerta.

Amy sonrió al verle, había estado esperando que el rey volviera a mostrar interés en su pequeña y en su esposa, pero agradeció que se presentará este día.

—Es un gusto verlo, mi rey.

—No pensé que la encontraría ocupada —dijo él, yendo directamente a la cuna.

—Ya saldrá.

Después de asegurarse que Burak tomara a la pequeña con delicadeza y de forma correcta, Amy entró por el telar con la túnica de algodón en la mano.

—¿Quién era? —preguntó Astria que estaba a espaldas al telar.

—El rey.

—¡¿El qué?! —dijo hundiéndose en el agua hasta que está cubriera sus hombros.

—Tranquila, Astria —rio Amy—. Está con Selene.

—¿Por qué está aquí?

—No necesita un porqué, mi reina.

—Sí, pero no debería venir así nada más.

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Burak se paseó por la habitación mientras en su regazo tenía a su pequeña meciéndola y palpándole la espalda. Sus ojos que estaban en ella quedaron fijos en su hija hasta que escuchó el agua batirse. Sus instintos le llamaron rápidamente a mirar por el telar y sus orbes dorados se fijaron rápidamente en el cuerpo desnudo que le daba la espalda a él.

Una mujer de piel blanca, delgada, con una espalda fina marcada con la línea media de su columna y unas curvas, formándole unos redondos glúteos. Su aliento, en vez de acelerarse, se detuvo por aquella imagen. El cabello de Astria se veía mucho más intenso cuando estaba mojado y al caer por su espalda parecía realmente una escultura hecha por la reina Luna.

Burak contuvo el aire mientras la observó sin que las tres mujeres se dieran cuenta de sus ojos traviesos. En cuanto Astria se puso la túnica de algodón cubriéndose completamente, él recién sacó sus ojos de aquel embrujo.

Era segunda vez que la veía, pero Astria era una mujer hermosa y como mujer su reacción había sido muy natural. No significaba que sintiera algo por ella en especial, sino lo que cualquier hombre sentiría al ver a una mujer desnuda delante de sí mismo.

—Burak —susurró ella abriendo el telar.

—Astria.

—¿Qué haces aquí? Pensé que tenías trabajo, eso me habían dicho —dijo mirándolo con un rostro relajado y con sus mejillas aún estaban rojizas por el calor del agua.

—Aún lo tengo, pero quería verla. Mañana te dejaré unos documentos para que los leas.

—¿Has estado bien? —preguntó mientras sus damas le secaban el pelo y la otra le buscaba la ropa. Burak se sorprendió por su pregunta ¿Estuvo preocupada por él?

—Lo estoy.

—Me alegro escucharte.

—Te dejaré para que te vistas, lamento no venir sin antes avisar.

—Oh, no te preocupes. Veo que a Selene le gusta tu tacto. —Astria se acercó a su pequeña que aún estaba en brazos de Burak y lentamente le hizo cariño en su mejilla derecha. La pequeña se había dormido en brazos de su padre y sin darse cuenta, la brecha entre ambos se acortó aún más.

—Tiene pestañas grandes —dijo él mirándola y miró a Astria para corroborar que esa parte también le había sacado de la madre.

Astria sintió la mirada de Burak en ella y apretó los labios evitando mirarlo, pero no pudo. Llevó lentamente los ojos que estaban posados en su pequeña hacia el pectoral del hombre, luego hacia su cuello y subió a sus ojos encontrándoselos por unos segundos. Sus hermosos orbes dorados que tanto había anhelado ver, pero ella se dio cuenta de algo. Su mirada era más intensa que otros días, una que conocía lo suficiente.

—¿Hay luna llena hoy? — susurró sin pensar.

—¿Qué? —Burak sorprendido la miró sin entender.

—Oh... Yo no, solo... —Astria dudó un poco en decirle. Prefirió no tocar el tema.

—No, Astria, faltan unos días para aquello —dijo Amy, que había escuchado la conversación.

Burak se arrepintió de haberla visto con otros ojos cuando estaba dentro del telar. No sabía que Astria podía ver en sus ojos sus intenciones, pero parte de él se excitó al saber que su propia mujer sabía lo que él quería. No necesitaría palabras en un futuro y mirándola como ella levantaba su vestido para comenzar a vestirse, se le formó una leve sonrisa descubierta por su esposa que también sonrió.

—Mi rey, ya que usted fue quien pidió que todo vaya lento, no voy a desnudarme delante de usted, ¿me permite poder cambiarme?

Burak no dijo nada al escuchar a su mujer. Dejó con cuidado a su pequeña en la cuna y volteó para mirar hacia la pared.

—Astria —preguntó él, omitiendo la situación—. ¿Qué es lo que te gusta hacer?

—¿Hacer? —dijo volteando a mirarle, pero solo observó su espalda—. Me gusta leer, me gusta salir a la naturaleza y me gusta... conocer gente. —Bajó un poco su voz pensando que eso quizás ya no era cierto—. Bueno, al menos eso era así cuando llegué aquí.

—Astria —dijo Amy sonriéndole forzosamente, ya que sabía que las cosas habían cambiado.

—Nunca antes habías salido de tu castillo, ¿no?

—No mi rey. La primera vez fue cuando conocí a mi padre, pero salir hacia la ciudad fue junto a usted.

—Entonces, a pesar de que te secuestré, ves ese acto positivamente.

—Me salvaste, ya te lo dije.

—¿Crees que este amor es por agradecimiento?

—¿Qué? ¡No! No es así. Paso casi un año para que ambos... Bueno, no lo sé, tú nunca quisiste ponerle nombre a lo que sentíamos mutuamente.

Las damas de Astria guardaron silencio mientras terminaban de ayudarle a vestirse. Eran cosas que nunca habían escuchado y, aunque quisieran quedarse, Astria les dio la señal para qué dejarán la habitación.

La puerta se cerró y Burak al escucharla volteó para encontrarse con Astria mirando la cama.

Burak la observó manteniendo su distancia, ¿cómo era que ella había sido la única en la tierra que pudo darle muerte? En su interior había un interés en ella, pero lamentablemente no solo eso, sino que también desconfianza.

¿Cómo aquella mujer tan débil en apariencia, tan frágil y con cara de conejo asustado pudo con él?

—¿Qué papeles necesitas que lea?

—Los pactos de sangre de la familia real.

—Pensé que nunca me los darías

—¿Nunca te mencione de esto?

—Sí, lo hizo, pero usted quería que me acostumbrara a vivir aquí siendo su esposa y madre de su hija. Luego de un tiempo dijo usted que me los haría leer.

Burak no dijo nada después de eso y ella pensó que se había molestado por algo, volteo lentamente y lo encontró mirándola.

Él se acercó a ella lo suficiente para que Astria se sintiera intimidada. Lo conocía perfectamente, pero debía recordar que su esposo no la consideraba aún su pareja. Era el Burak que había conocido por primera vez.

—¿Cómo es que una mujer como tú pudo con un Átkozott? Me dijeron que eras incluso más delgada.

—Sí, mi esposo era una persona delicada conmigo, no era feroz como puedes imaginar.

—Y eras virgen Astria.

—Mi rey, ¿desea saber toda la historia?

—Algunas partes —dijo agarrándole suavemente la barbilla y subiéndole la mirada—. Ya que esas cosas solo tú y yo sabíamos, no las encontraré en los documentos.

—Si me besa, quizás recuerde algo —dijo ella tímidamente. El calor rápidamente subió tiñéndole las mejillas y corrió su mirada unos segundos por la vergüenza, pero luego volvió a posarlos en los de él.

Burak lo pensó unos segundos, miró sus ojos, y bajó lentamente a mirarle los labios. Fue una invitación tentadora. Había pasado más del mes y medio y ella ansiosa quería probar de él.

Corriendo lentamente la mano que estaba en el mentón de ella hacia su mejilla, bajó su rostro y ambos se besaron. Astria abrió los labios contestándole y él hizo lo mismo. El calor rápidamente abrió aquel sentimiento que Astria anhelaba, lo deseó, deseó su carne con locura. Quería ser tocada, sentirse deseada, y dejarse llevar por esa pasión que sentía como un fuego creciente en su pecho. El solo roce con sus labios la habían incendiado.

Contrario a todo eso, imágenes fuertes llegaron a la mente de Burak, el último beso que ella le había dado fue cuando el veneno traspasó a su cuerpo. El sentimiento del dolor apretó fuertemente su interior y aunque no lo recordaba, juntar los labios con aquella mujer hizo que ese recuerdo volviera encerrándolo una vez más dentro de un cuerpo que no podía gritar.

Burak abrió con rapidez los ojos y la empujó, tomando una fuerte inhalación. Astria cayó al suelo, asustada lo miró.

—Yo... — dijo él, pero su respirar no lo dejó hablar. Agitado, negó con su cabeza sin volver a decir nada. La miró parpadeando varias veces de forma rápida y, después de pasarse la mano por el cabello, caminó a la puerta marchándose.

—Astria —dijo Amy al verla en el suelo—. ¿Está bien?, ¿qué pasó?

Ella no dijo nada, jamás había visto esa mirada en el rostro de Burak, al menos no de adulto. La imagen de Lucia llegó a su cabeza, el pequeño cachorro junto a su madre tenía la misma mirada cuando fueron atacados ¿Era miedo lo que se plasmó en su mirada?

—Yo estoy bien, pero no sé si él lo está —dijo poniéndose de pie sin dejar de mirar hacia la puerta.

—¿Cómo es eso? Sus ojos han cambiado mi reina, él es nuestro rey de siempre, pero ¿la golpeó?, ¿le hizo algo?

—No Amy, Burak no es el mismo de antes.

No iba a contarle lo que vio, quizás su propio esposo estaba ocultando aquel detalle de todos y si había un problema con él, ella quería llegar al fondo de esto.

Era una expresión que jamás lo había visto. Su esposo era un hombre temible, fuerte, frío en ocasiones, pero frente a ella había una parte que no conocía y eso la asombró. Hoy quizás su hombre no era ese hombre invicto y sin miedo a nada, ese terrible animal que toda la tierra podía estar bajo sus pies.

¿Yo soy su miedo?




Próximo Capítulo 16.- Mirarte así



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Sean felices con tres jajajajjajaa 

La relación entre el escritor y el lector es muy toxica. Son crueles conmigo pero yo también lo soy jiji

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