14.- Cobarde
Burak se concentró en los documentos que se le habían acumulado en su escritorio. Debía ponerse al día con muchas cosas de su reino no solo los papeles que relataban todo lo que había olvidado sino también de la capital y también con las tribus. No tardó en encontrar algo que debía cobrar de inmediato.
Después de la guerra las tribus aún permanecían en la ciudad mientras los hombres se estaban recuperando. Pronto vendría la despedida y también debía organizar aquello.
—Bruno.
—¿Sí, mi rey?
—¿Que sabes de la reina Alice?
—Después de la guerra, el rey de Luther arrancó a su tierra junto a los sobrevivientes. Los seguimos y tienen resguardado el castillo.
Burak, que siguió moviendo la pluma mientras lo escuchaba, la detuvo solo porque Bruno había terminado su reporte. Alzó la mirada y con seriedad lo observó, no tuvo que decir nada para que su soldado se diera cuenta que realmente su respuesta no había contestado la pregunta que le había hecho el Rey.
—La reina Alice está resguardada, hay rumores que está en cinta.
—Bien, sería bueno que vayamos a visitarla.
—Señor, deme unos días para corroborar su estado y su ubicación. Si ellos saben que han roto el pacto de sangre querrán protegerla.
—¿Dónde están las demás hermanas de mi reina?
—Una se casó con el general de Rindell y la otra con el príncipe de Cusco.
—¿Lorand aún es el rey de Cusco?
—Sí señor. El rey Lorand aún no le ha dejado el trono al príncipe.
Burak estaba ansioso y consiente de tener que cumplir con el pacto de sangre. Sabía que debía pensar con la mente fría para hacerlo y que no tendría problemas de cobrarlo, pero para eso, debía asegurarse donde estaba Alice. Podía estar la probabilidad de haber huido a refugiarse con una de sus hermanas. Rindell estaba mucho más alejado y más cerca de Átkozott como para que la hayan enviado allí, pero Cusco, Cusco era perfecto.
La semana terminó con rapidez, quería poder tener todo en orden para ir al reino de los bosques, aunque eso significará trasnocharse y permanecer en su oficina.
No había visto a Astria hace unos días y mucho menos a su pequeña hija.
—¿Puedes llamarla? —dijo mientras timbraba unos documentos.
—Mi rey —dijo Gina—. Su reina salió al jardín de atrás. Está con sus damas.
—¿Tú también te llevabas bien con ella?
—Sí, mi rey. Su reina es una mujer muy especial ha ganado mi cariño.
—Leí los documentos del conflicto con los hombres del templo —dijo dejando los papeles y apoyando su brazo en el escritorio, posó su mentón en su mano, la miró con atención—. Lo que me hizo darme cuenta que sus damas de compañía, aunque muy preparadas estén son insuficientes.
—Señor cualquier hembra sería insuficiente con la fuerza de un macho Átkozott. Quizás usted pensó en su bienestar fuera de su reino.
—Sí.
—No obstante, hay mujeres que podrían con un macho Átkozott.
—Tu, por ejemplo —dijo el sonriéndole.
—Sí señor.
—Gina has servido mucho tiempo a mi lado, quiero que permanezcas a mi lado, pero si debo irme de esta tierra, solo iré con Bruno y te quedarás a cargo de mi esposa.
—Sera un placer, pero, ¿no es muy pronto para querer irse?, ¿irá a buscar a la reina Alice?
—Tengo que hacerlo.
—Usted es el rey, todos comprendemos lo que tiene que hacer, pero, ¿no cree que eso se verá mal si usted no está compartiendo con su familia?
—¿Y?
—Entiendo.
—Vamos Gina, tu minuto de confianza ha comenzado —dijo Burak echándose en la silla y cruzando los brazos mientras dejaba soltar un gran suspiro.
—Señor —dijo Gina con una pequeña emoción en sus ojos—. Creo que la mejor opción para ti en este momento es que traiga a la perra aquí y aquí cobre su deuda. Usted debe pasar más tiempo con su hija y recuperar los momentos que está en este momento perdiendo. Los primeros días de nacida son importantes para formar un vínculo y usted estúpidamente lo está echando a la borda porque se encerró ya un mes y la beba está por cumplir el mes y medio. Astria es una mujer que ha perdido a su esposo, imagínese ahora cómo debe sentirse que hay días donde usted no va a verla. Lo he visto con su hija, pero también no puede dejar a su esposa.
—Quiero ir al reino de los bosques. No las estoy dejando solo es un pequeño esfuerzo para ir con ellas sin tener que descuidar mi Reino.
—¿Y por qué no duerme con ella?
—Gina, a penas la conozco.
—Oh, no me refiero a eso, pero no me diga que la encuentra tan fea que es incapaz de dormir con ella— dijo Gina apoyando sus manos en el escritorio y mirándola con ojos firmes.
—No haré eso.
—Es la madre de su hija, estuvo meses durmiendo a su lado y ahora tiene que arreglárselas sola en la noche. De todas formas, puede pasar las noches con ambas, sin que eso lleve a aparearse.
—Si claro, si solo fuera eso sería sencillo. No quiero dañarla, sabes cómo son los Átkozott cuando no aman a la mujer que tienen entre las piernas. No acabaría bien para ella.
—Me cuesta creer que realmente usted no siente nada por la Reina. Estuve meses y meses cuidando sus espaldas, observándolos a ambos. Se sorprendería lo cariñoso y atento que era con ella.
—Tiempo Gina.
—Créame cuando le digo de todo corazón que jamás había visto tanto tiempo su sonrisa en su rostro. Esa mujer lo hizo brillar a usted.
—Ella tampoco sabe lo que vivo noche a noche. Si se entera haría que se sintiera culpable, más de lo que ya siente. Además ¿No has visto como me mira?
—Ella lo ama, pero le tiene miedo y es muy entendible.
—No Gina, me refiero a que se muestra enojada. No es la mujer que todos me han descrito, la otra noche me reprochó todo lo sucedido ¿Por qué tengo que aguantar eso? No es mi culpa todo lo que ocurrió. Debo y no quiero.
—Entonces usted es un cobarde.
—Gina.
—Sí que lo es. Tratar de alejarse de ella solo porque no quiere lidiar con lo que ocurrió.
—Ya te dije.
—Sé que ella tiene pensamientos negativos con usted, pero usted también los tiene con ella. Usted la apuñalo y la quiso matar, la dejó sola en un parto terrible y ella por otro lado fue la culpable de que hoy usted sufra de terribles pesadillas. Ambos tienen heridas y que deben curar juntos.
—Que la acepte como mi esposa es suficiente, lo demás tiene que ir dándose con el tiempo Gina. Ahora me dedicaré a estos papeles para apurar nuestro viaje con Edgar.
—Ningún trabajo puede ser tan extenso como para evitar a su familia. Míreme a mí como lidio con usted y tengo tiempo de compartir con mi esposo— dijo entre dientes mientras lo miraba enojada.
—Compartiré suficiente tiempo en el viaje con mi esposa, gracias por tu preocupación.
—Burak, señor solo... No la deje de lado. Es responsabilidad de usted, que esa mujer reciba aquí lo que nunca le dieron en su tierra. No olvide que usted se casó por amor ¿Y que hay con esos dos meses que le dio? Eso es cruel.
—Solo estoy tratando de hacer las cosas bien.
—NO lo hace, pase más tiempo con su esposa o, o yo ¡RENUNCIARÉ!
—¿Qué?— Gina se tapó la boca con rapidez mostrando unos ojos que se salían de sus orbitas mientras Burak la miró sorprendido.
—Olvide lo último.
—Dios...
—¿Lo olvidara? —agregó con una voz suave y bajita como un cachorro arrepentido.
—No
—Pero mi Rey...
Burak levanto los brazos y los llevó a sostener su cabeza mientras la miraba con seriedad, el silencio cobró la pequeña vida que se extinguía del interior de Gina. Luego de unos minutos separó sus labios de forma pesada.
—Necesito que todo el Castillo, olvide lo que mi esposa hizo. No voy a tolerar que la pasen a llevar como lo han hecho.
—Si la insultan a ella, es como si lo insultaran a usted.
—Exacto, puedes irte.
—Señor... ¿Lo olvidará?
—¿Qué cosa? Oh creo que acabo de perder un poco de memoria.
Gina se rio de aquello, bajó su cabeza cordialmente y salió antes de que sus palabras arruinaran una vez más el momento.
Una vez que la puerta se cerró frente a él, trató de volver a concentrarse en sus papeles, pero Astria rondaba en su cabeza como algo que no podía escapar. Era una mujer hermosa pero no le agradaba mucho su actitud. Aun así, trató de creer que era solo por un tiempo y no debía dejarse llevar por cómo era ella hoy en día.
Gina tenía razón y Burak lo comprendió.
Próximo Capítulo 15.- Miedo.
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