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Capítulo 67.- Guerra

—¡Ah...! —Astria de un salto se sentó en la cama agarrándose el pecho.

—Hey, ¿estás bien? —La voz de Burak la trajo completamente a la realidad.

—Yo... —Agitada y transpirada, pensó en aquel sueño. Estaba tan vivido en su mente que lo repasó una y otra vez.

—¿Qué paso?, ¿mi madre te anda molestando otra vez? —dijo Burak acercándose a ella y le frotó los brazos para luego abrazarla.

—No, ella no... yo...

—¿Te sientes mal? —preguntó él mientras llevó sus manos a su barriga redonda y grande.

—Burak, escúchame algo —dijo ella agarrándole el rostro—. No estoy bien, no estaremos bien, la guerra... todos...

—Espera, tranquilízate un poco, vamos respira, ¿quieres agua?

—Burak —dijo ella apoyando su frente en el pecho de él. Su esposo se había sentado frente a ella. La habitación aún estaba a oscuras y el clima había comenzado a mejorar, dejando el frío a un lado.

—¿Mi reina? —dijo Amy tocando la puerta, había escuchado los gritos y sin dudarlo se acercó a la puerta tratando de escuchar. Había notado la voz ronca de Burak lo que hizo, que se tranquilizara para golpear y hablar de forma calmada.

—Todo está bien —contestó Burak mientras que Astria se fue tranquilizando.

Luego de unos minutos, ella se incorporó sentándose derecha y le miró. No podía creer que en el sueño no lo había recordado, solo se asustó cuando la pequeña hablo de él y recién todos sus sentimientos hacia este hombre que la miraba atento, salieron a la luz.

—Debes mandar cartas a las tribus y que todos mandes sus mejores soldados.

—¿Qué?

—Viene una guerra, lo vi con mis propios ojos, Átkozott va a caer, el reino completo será aniquilado.

—Astria, eso...

—¡ESCUCHAME! —gritó frunciendo el ceño.

Burak se sorprendió por su cambio repentino, pero no le dijo nada, volvió a guardar silencio con la tremenda calma que le proyectaba a su esposa. Claramente, Astria no estaba feliz que él, no la tomara con seriedad.

—Tú siempre dices que confié en ti, ahora vas a confiar en mí y me harás caso —dijo decidida—. Si no lo haces lo lamentarás.

—Uh... mi reina enojada se ve más atractiva.

—Burak.

—Bien, bien —dijo echándose para atrás y apoyando su cuerpo en sus manos—. Te escucho y hazlo con detalles —dijo acostándose hacia los pies de la cama, mirando el cielo.

Astria se sentó cerca de él y le relató todo. Anteriormente, Astria le había confesado a Burak lo que Hans podía haber hecho con ella, pero a Burak no le importó el hecho. Él estaba seguro de que el ser que estaba gestándose era del mismo, ya que su energía estaba allí, además, era fuerte como un Átkozott. Hans solo quería atormentarla, pero si por alguna razón eso de verdad había ocurrido, Burak disfrutaría mucho más cuando llegue la hora de su muerte.

Después de relatarle el sueño, Burak comenzó a tomarlo con más seriedad. Recordó las narraciones de Lucia, los sueños de ella también carecían de sentimiento y recuerdos. Pensando en eso, quizás Astria podía haber tenido una predicción.

Al día siguiente se reunió con el consejo. No iba a llevarle la contraria a su reina, después de que ella le contara con tanta determinación, ese sueño debía ser algo.

—¿Mandar cartas para reunir tropas?, ¿y el motivo? —preguntó uno de sus concejeros.

Burak se tomó su tiempo, no había ningún motivo para hacer lo que iban a hacer, pero se las arregló para que sus hombres lo aceptaran.

—No podemos dejar pasar algo como esto —dijo

—Pero tampoco sabemos por dónde atacarán, nos preparamos para una guerra a ciegas.

—Pero será mejor que nos alistemos. Debemos reunir a todas las tribus desde ahora.

—Señor —dijo Bruno poniéndose de pie.

—Tus órdenes —dijo Cedric mirándolo. Entonces Burak se puso de pie lentamente y los miró con una seriedad aterradora.

—Bruno, mueve a tus hombres, Cedric envía esas cartas hoy —dijo Burak poniéndose de pie.

—Señor, ¿cuántos recursos?

—Lo suficiente. Si una guerra se aproxima tan terrible como para acabar con nosotros, entonces piensen en dos o tres semanas como mínimo.

—Sí, señor.

Si Astria tuviera razón, sus acciones podrían haber salvado a reino.

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Había pasado bastante tiempo, Astria pronto comenzó a subir de peso al mismo tiempo que su barriga comenzaba a notarse. Comía mucho más, de lo que era habitual para ella. Sus damas de compañía eran felices de ver cómo su cuerpo comenzaba a fortalecerse y crecer.

Astria ya no era la mujer débil y con cuerpo poco sano, ahora se veía saludable y el embarazo le asentía bastante bien. Su piel era más reluciente, aunque la luna no estuviera ella brillaba de hermosura y Burak estaba encantado.

Podían pasar días completos hablando y no se aburrían, el rey era un hombre que incluso reía y jugaba con ella entre bromas. Un aspecto que, claramente, ninguno de los que lo conocían, se lo habría imaginado.

Mery se mantuvo en contacto con Astria, mientras la encaminaba a una magia mucho mejor de parte de la dama blanca de Átkozott. Sus poderes habían crecido al igual que crecía su pequeño en su interior y eso hizo que Sam estuviera seguro de que, como el pequeño ser tenía sangre de Burak, los poderes de Astria se volvían mucho más fuerte.

Todo encaminaba bastante bien, tenían pensado visitar el reino de los bosques antes de la próxima primavera, pero fue cuando todo hizo un giro de ciento ochenta grados. Su hermana Alice dejó de enviar cartas a una semana antes de los acontecimientos.

La mañana había sido tranquila mientras los preparativos de los soldados se habían llevado a cabo, los días pasaron normales hasta que aquella mañana todo cambio. Un grupo de hombres a caballo entraron rápidamente al castillo, uno de ellos en cuanto piso suelo corrió hacia las oficinas del rey y anunció la fatídica noticia. Lomas traspasaba las fronteras.

—Hey, no estés así —dijo Burak mientras con delicadeza le pasaba el peine en la cabellera rojiza de su mujer.

—Será peligroso —dijo ella mientras, miraba a través del espejo a Burak, que estaba detrás de ella— ¿No puedes tan solo...?

Quería pedirle que se quedara, que no la abandonara por la guerra, pero esos pensamientos eran sumamente egoístas, si pensaba en el sueño que había soñado, ¿qué pasaba si fuera cierto y Burak realmente moriría en batalla?

—No puedo Astria —dijo caminando frente a ella y se hincó para mirarla desde abajo—. Soy el responsable de esta tierra, de la gente que vive aquí. Mientras otros reyes se queden ocultos en sus castillos, ¿crees que eso de verdad haría yo?

—Pero... ¿qué pasa si mi sueño se hace real? No he tenido suficiente tiempo para estar a tu lado, nuestra hija...

—Todo va a estar bien Astria.

—No puedes asegurarme eso.

—No, pero conoces a tu esposo —dijo juntado su frente con la de ella. Burak tampoco quería dejar a su mujer justo cuando quedaba poco para que naciera su primogénita, pero era su deber—. Volveré a ti.

—Burak —dijo ella abrazándole el cuello.

—Señor —dijo Bruno tocando la puerta—. Estamos esperándolo.

—Espera, por favor.

—Astria —dijo agarrándole de las mejillas—. Eres la reina, eres mi compañera. Confió en ti, sé que puedes dirigir esto en mi ausencia. —Luego tocó la barriga de ella y le besó con cuidado—. Volveré con ustedes.

—Cuídate. —Astria trató de aferrarse a él, pero Burak se puso de pie y caminó hacia la puerta—. Espera, espera.

—Astria.

—Llévate un núcleo de mí —dijo siguiéndolo—. Estarás cansado, si sacas solo uno podrás tener más fuerza.

—Astria.

—Por favor solo hazlo.

Burak frunció un poco el ceño y acercándose a ella la beso fuertemente. Hubiera sido un tonto si pusiera su vida por encima de su propia mujer e hija. Besándola se apartó lentamente de ella. Astria esperó que absorbiera dicho núcleo, pero Burak solo giró y salió de la habitación.

Burak salió esa misma tarde con miles de hombres, en el castillo quedaron resguardados por treinta soldados que incluso las damas de compañía de la reina, de Catherine y de Astria se armaron de armas capaces de luchar si fuera necesario.

Siendo una de las cosas que más les gustaba a los Átkozott, casi todos los hombres de la ciudad comenzaron a alistarse, incluso mujeres. Inquietos y ansiosos, los últimos soldados viajaron al quinto día. La ciudad se volvió silenciosa y tranquila. Astria sentía todo más desolado, intentando alegrar un poco el ambiente, se animó a llenar de árboles la parte oeste de la ciudad. Había podido hacer crecer una planta de casi medio metro y eso para ella era suficiente, aunque perdía bastante energía. Tardaría mucho en llenar aquel lugar, pero de a poco sin duda lo lograría.

Tratando de no pensar en el hecho de no saber cómo iban las cosas fuera, trató de mantenerse ocupada, pero cada noche, extrañaba a Burak. Se preguntaba si estaría bien, si habría comido y si él pensaba también en ella.

Lamentablemente, la guerra se extendió más de una semana y más de un mes. La información que llegó fue que no solo Lomas había atacado, sino que Luther también se había unido, lo que hizo que la guerra no fuera tan sencilla.

Un día, un gran sonido hizo temblar los ventanales del castillo. La guerra que había sido en los límites de las tierras había llegado cerca, las explosiones de magia y de catapultas se podían sentir.

Retumbaba todo, a veces fuerte, a veces suave. El castillo se volvió más solitario. Los soldados que lo custodiaban salieron a cuidar el perímetro de este y era bastante aterrador. Los silencios se propagaban por él y solo los pasos de Astria hacían eco por los salones. Comenzó a compartir más con Catherine y con Cerdina, ya que había escasez de personal, Luz y Cleo fueron repartidas a otras secciones lo que durara la guerra.

Sam le había dicho que se mantuviera tranquila, estaba a un mes de dar a luz y no podía ahora tener un parto prematuro. Astria tomando su vestido siguió caminando por los salones. Amy ordenaba su habitación, así que no le quedó de otra que salir a matar el tiempo.

¿Burak acabaría con Hans?, ¿sería suficiente para poder tomar el reino de Lomas en su poder?

Astria lo tenía todo, tenía a un hombre perfecto a su lado, a un bebé en camino fruto de un amor hermoso y la única preocupación que le quedaba era su hermano y por fin acabaría. Si la hermosa niña de su sueño era realmente su pequeña, era exactamente como ella lo esperaba. Su pelo rojizo, con los hermosos orbes dorados de su padre.

—Hermosa —susurró tocándose la barriga.

Suspiró fuertemente y miró por la ventana. Deseando de corazón, mirando el cielo que su esposo volviera a su lado y conociera a su pequeña. Astria no quería que su parto se adelantara y mucho menos tener que vivir esa experiencia sin Burak.

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Burak había perdido la cuenta de cuántos hombres había matado con su espada. Los cuerpos se regaban en el pasto. Cuando creyeron que todo había acabado, las trompetas de otro ejército sonaron en la cima.

—Mierda. —Los hombres se volvieron a formar, había pasado dos días completos y a pesar de que eran mejores que un humano normal, el cansancio comenzó a fatigar sus cuerpos.

—¿Luther? —preguntó Cedric acercándose a Burak.

—Maldito cobarde —dijo mirando a los soldados de armaduras blancas formándose. Anteriormente, habían atacado por arriba cerca de Rindell y ahora habían venido por abajo cerca de Cusco.

—Ha roto el pacto. Seguramente cree que, si nos vence, el pacto se volverá nulo.

—Lo quiero vivo —dijo Burak bajando el tono de su voz—. Verá con sus ojos cuando cobre la vida de su hijo.

—Sí, señor, ¡FÓRMENSE! —gritó Cedric a los soldados. Aún eran un buen número dispuesto a luchar.

La guerra se extendió por dos días más. Con la unión de Luther a la guerra, los soldados dentro de las murallas de Átkozott custodiaron las puertas y desde las murallas se prepararon para recibirlos si los soldados de armaduras blancas lograrán llegar.

Cuando un Átkozott caía a la tierra, los enemigos debían apoyar completamente su cuerpo en las espadas para terminar de atravesarles el corazón. Sus pieles duras eran resistentes, pero ya caídos era más fácil terminar su agonía.

Gina fue quien se encontró con Jonathan en el campo de batalla. Jadeando como perro lo miró asombrada, la pura presencia de él allí significaba la propia irá de su rey. Burak no tendría compasión y aunque el mismo esperaba ser padre en un mes, eso no haría contrarrestar su pacto.

—¡Maldita perra! —Jonathan creyó que Gina iba a tener la mano liviana, pero chocando la espada con ella sintió como si realmente luchará con la fuerza de un varón.

—Mi rey estará complacido de tu primogénito.

—¡NO SI ACABO CON ÉL PRIMERO!

Gina le siguió el ritmo sin debilitar ningún golpe. Mientras lo hacía, las nubes comenzaron a cubrir el cielo y una gran lluvia cayó entre todos.

El suelo se hizo barro y muchos comenzaron a resbalar, no fueron la excepción. Gina cayó y al mismo tiempo subió su brazo y la espada del rey de Luther cayó en su brazal.

—¡Morirás perra de mierda!

Gina, sin darle tregua a sus palabras, lo golpeó fuertemente en el estómago, el rey cayó hacia atrás y otro soldado chocó espada con ella mientras el rey John se volvía a levantar.

—¡MANTENLA AHÍ EN EL SUELO!

Cuando vio que debía pelear con ambos se las arregló para esquivar sus espadas, el soldado no pudo mantenerla en el suelo. Gina no iba a dejarse atravesar con una espada fácilmente. Se levantó con rapidez y con un golpe le corto la pierna completa al soldado. Un golpe de puño llegó a su rostro, pero no pareció ni siquiera suficiente para aturdirla. Fue cuando las luces rojas del poder del rey se esparcieron por la tierra. Todo soldado enemigo voló prácticamente en el aire cayendo a metros a lo lejos.

—¡MÁTALOS JONATHAN! —gritó Hans que aún no había caído, Jonathan aterrizó en el fango completamente aturdido.

Otra luz roja apareció cubriendo el suelo y hundió a los enemigos más cercanos, todos sus pies fueron tragados por el barro gracias a Cedric.

Suficiente para que los pocos Átkozott tomarán la ventaja.

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—Échate para atrás. —Cedric mandó a su propio hermano a mantenerse dentro de los soldados. Burak, había hecho una gran brecha, para que su gente acabará con más soldados, pero pronto la debilidad llegó a su cuerpo.

—¡MIERDA! —gruño enfadado mientras era cubierto por sus soldados.

De rodillas en el pasto no tenía la fuerza de ponerse de pie. Deseaba que la luna apareciera, necesitaba la energía que tanto le hacía falta, pero eso estaba lejos de ocurrir.

—Burak. —Llegó Sam a su lado—. Beba esto, viene un grupo del sur y hasta que no lleguen debe mantenerse, ¡Debemos aguantar!

Burak lo escuchó y por dónde mirase veía a sus hombres caer, quería pelear, quería deshacerse de más personas, pero su cuerpo no le quería responder.

Fue cuando pensó en su vida, en Astria, en su gente y llegó a la conclusión que aquel ser oculto en su interior podría haber hecho más cosas de mejor forma.

Si tan solo ese tipo de coraza surgiera, hubiera tenido la fuerza y la mentalidad de ocupar su poder con sabiduría.

Un soldado enemigo se acercó a ellos, Sam, con la magia de las piedras que llevaba en cada una de sus manos y de su cuello, tomó al hombre firmemente lanzándolo con fuerza. Luces verdes corrieron por sus manos mientras que cada piedra se iluminaba entregándole fuerza y el poder de vencer a sus enemigos sin la necesidad de algún arma.

Los hombres de Bruno rápidamente se encargaron de Luther, habían perdido el raciocinio y actuaron de forma salvaje. Era tanta la adrenalina en sus cuerpos, de hombres y mujeres feroces que si cortadas una de sus extremidades, ellos no se detenían hasta acabar contigo.

Burak, aunque no tenía fuerzas, se las arregló para no caer rendido. Los hombres de Hans los sobrepasaron con rapidez y pronto Burak tenía a un hombre presionando una daga sobre su pecho.

—¡Muere maldito demonio!

Burak no contestó, apretando fuertemente los dientes, resistió la fuerza de aquel hombre.

Las trompetas se escucharon a lo lejos, Sam se puso de pie y sonrió a ver a los hombres de las tribus que habían llegado. La salvación del propio reino fue la lealtad de las propias tribus hacia su rey.

Burak se volvió a excitar mirando al hombre encima de él, aparto la daga a un lado y le agarró la cara con toda su palma derecha, luego lo apretó fuertemente mientras con la otra mano el cuello. El hombre gritó mientras Burak le metió los dedos en los ojos y como dos cuencas que podía agarrar la sangre se derramó encima, sonriendo la cabeza del hombre se hizo añicos.

Sesos, hueso y sangre le embarró la cara, escupió antes de tirar aquel cuerpo a un lado y mirar el cielo exhausto.

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