Capítulo 62.- El hombre que me dio libertad.
Astria soñaba con una campana, no entendía por qué sonaba tan lejos, pero a la vez fuerte en sus oídos, como si el sonido traspasara los muros y recubriera todos los rincones. La escucho más de una vez, molestando su tranquilidad, comenzó a abrir los ojos. La habitación estaba iluminada, lentamente observó el cielo alto y blanco con diseños elegantes, desde las ventanas entraba la luz, pero no estaba frente a los rayos del día, así que la luz aún entraba tranquilamente.
Su cuerpo pesaba, sentía las frazadas que llegaban a su cintura, ni siquiera recordaba en qué momento se abrigó o la abrigaron, estaba ahí sin moverse preguntándose cómo hacer mover su brazo que estaba sobre su cabeza, riéndose por lo absurdo de sus pensamientos volvió a escuchar la campana. El sonido venía desde la puerta por el corredor.
Se sentó lentamente en la cama y sintió un líquido caliente salir por su entrepierna. Asustada, pensando que podía ser sangre, levantó rápidamente las tapas.
No había nada, suspiró pesadamente al comprobarlo, luego, volteó a ver a su lado. Burak estaba de estómago mostrándole toda su espalda y parte de sus glúteos. Ella recorrió lentamente su cuerpo subiendo de a poco hasta llegar a su espalda alta y se dio cuenta de que su pareja tenía la espalda rasguñada "¿Yo hice eso?" Subió más la mirada y aunque Burak había enterrado la cabeza y manos debajo de la almohada, sus orbes dorados la estaban mirando.
—Estás despierto —susurró.
—¿Estás bien? —preguntó él bajando uno de sus brazos, estiró su mano y la puso sobre el muslo de ella.
—Estoy bien, ¿escuchaste una campana?
—Sí, ¿quieres comer?
Astria asintió con la cabeza mirando hacia la puerta y Burak lentamente se fue poniéndose pie.
—Las campanas suenan tres veces para avisar que hay comida en la puerta —dijo estirándose, los músculos de su espalda rápidamente se asomaron y se tensaron. Luego, Burak agarró una manta y se la amarró a la cintura saliendo de la habitación.
No tardo mucho, trajo dos bandejas grandes y sonriendo le preguntó a Astria.
—¿Qué quieres, desayuno o almuerzo?
—¿Qué tan tarde es? —dijo ella sorprendida mientras su hombre dejaba las bandejas en la cama.
—Todavía sigue caliente, así que debe ser hora de almorzar, pero...—Burak luego de dejar las bandejas rodeo la cama y se acercó a Astria besándole la mejilla—. Nosotros no tenemos horario.
Astria lo miró mientras él se fue hacia su espalda y se subió a la cama acomodándose detrás de ella. La cama era lo suficientemente grande como para que las bandejas quedaran extendidas por ella y ambos pudieran sentarse cómodamente sin miedo a caerse.
Burak dejando sus piernas abiertas alrededor de ella, sacó un pedazo de papa con hierbas pinchándolas con un tenedor y se lo ofreció. Luego de alimentarla, sacó para él.
Astria comió tranquilamente sin preocuparse de tener que vestirse, de vez en cuando echaba su espalda hacia atrás y encontraba apoyo en el cuerpo de Burak, firme y grande, la piel del aún seguía siento tan cálida para ella.
Mientras comía, Burak estaba pensando en la noche anterior. Se había sentido similar a la luna llena de primavera, cada vez que él quería estar con ella, el sentimiento de querer embarazarla nunca estuvo. Ese sentimiento solo venía a su cabeza en primavera, pero ayer lo sentía, sabiendo que ella lo estaba, pero no pudo apartarlo de su mente. Había sido extraño, contrario al sentimiento inquietante, ardiente, y desesperante de primavera, anoche solo deseaba embarazarla. Era ilógico, y extremadamente estúpido. Soltó un leve gruñido hundido en sí mismo.
—¿Qué pasa? —preguntó ella.
—Pensaba en lo de anoche, fue un poco extraño.
Ella guardó silencio echándose más comida a la boca, no quería tocar ese tema y volver a prenderle mecha.
—Burak, ¿crees que mis sueños se hagan realidad? — dijo ella tratando de mirarle, él dejó de comer y se acercó más a ella poniéndole toda su atención. No dijo nada, solo aguardo allí esperando que ella continuará—. En mis sueños ella es niña— agregó tocándose el vientre—. Tiene tus ojos, pero, ¿si tú pierdes alguna vez la cordura ella...?
Burak frunció un poco el ceño al escucharla y aunque, sabía desde antes sobre el sueño que su mujer había tenido, lo encontraba poco probable. Le sorprendió en parte que Astria aún lo viera capaz de hacer aquello.
—No —dijo él con una voz firme y fuerte. Agarró lentamente la barbilla de ella y la miro más de frente—. Yo nunca te haría daño Astria, ni a ti, ni a ella.
—Pero...
—Te considero mi pareja Astria, lo que ocurrió anoche no es algo que mi cuerpo hará con alguien más. No perderé la cordura.
—Confió en ti, solo tú sabes. El sueño se sentía muy real.
—Tranquila, yo nunca te lastimaré —dijo abrazándola y le beso la mejilla.
El día paso diferente, Astria pensó que Burak no la dejaría tranquila y la volvería a molestar, pero él no hizo nada de eso. Se besaron, se abrazaron y se mantuvieron lo más cerca posible del uno al otro mientras las horas pasaron. Burak cuidó de ella el resto del día, la baño delicadamente, atento a ella, le fue demostrando realmente que sería un esposo que cuidaría de ella, la protegería y le amaría solo a ella.
Cuando llegó la noche, Amy junto con Luz vinieron a buscar a Astria, la envolvieron en telas blancas y la llevaron al castillo, ella debía descansar apropiadamente para el día siguiente y aunque para ambos fue difícil tener que separarse, con la tranquilidad que solo sería una última noche separados, se despidieron.
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Al día siguiente, Astria debía mostrarse ante todos, los invitados doblaron su asistencia, incluso la gente de la ciudad, se amontonó en las entradas del castillo. La puerta a este se abriría una vez que los votos fueran dichos y comenzaría la coronación a la nueva reina.
Hermosamente ornamentado, un gran escenario se preparó para el momento más esperado de todos. La gente invitada llegó a tomar sus asientos mientras esperaban la entrada de Astria. Burak solo por ese día dejó de ser importante, hoy era la famosa dama blanca quien desposaría a un rey.
—¿Astria? —La voz de Catherine sonó en su puerta. Astria no quería contestarle, pero de mala gana le dio la entrada.
—¿Qué quieres?
—Solo-solo venía a felicitarte —dijo entrando tímidamente.
—Ya lo hiciste, ahora...
—Por favor Astria, yo sé que me porté mal y de verdad discúlpame. Yo jamás debí decirte aquello y querer algo que no estaba disponible —dijo ella acercándose con un rostro de cejas fruncidas—. Solo pensé en mi hijo, lo lamento.
—Está bien —dijo Astria caminando a ella—. Te perdono, pero entre tú y yo ya no hay nada.
—Astria...
—No quiero tu amistad, no quiero nada de ti. Serás enviada a Lomas una vez que tu hijo crezca.
—Pero Astria, lo que hice no fue tan grave como para que actúes así conmigo.
—Eso, depende de mí. Vete Catherine, yo ya te perdoné.
No hubo arrepentimientos en sus palabras, Astria lamentó mucho tiempo haber sido tonta e ingenua, pero ya no más. Esa mujer no arruinaría su día.
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Astria se presentó entre hermosos sonidos de arpa, todos se pusieron de pie cuando fue anunciada y esperaron en silencio. Vestida de un hermoso traje blanco, cubierta por un velo en decoraciones de oro que caía elegantemente por su espalda, la joven novia caminó al centro del lugar. En su cabello había flores y diamantes que sobresalía el poder de Átkozott y en su muñeca derecha llevaba una pulsera que representaba la reina Luna, blanca y brillante.
Fue llevada por sus damas, vestían también de blancos, con sus cabellos sobre sus hombros y unas trenzas a los costados. Ellas también eran importantes, ya que pasarían a ser las damas de compañía de su majestad la reina.
Nerviosa y con sus manos temblando dio un paso tras otro, sobre una hermosa alfombra de terciopelo, todos los ojos de los presentes se posaron en ella, ninguno dijo nada. Frente a ella, al final del recorrido, había un grupo de personas, pero ella se fijó solo en el hombre que compartiría el resto de sus vidas, él le miraba con una sonrisa resplandeciente.
Un rey que mostrara nerviosismo era un rey débil, y Burak lo sabía. Solo los más cercanos a él pudieron notarlo, como levemente apretaba sus labios y como la manzana de adán subía y bajaba constantemente en forma rápida. Cuando Astria apareció, tomó una bocanada de aire y sus ojos relucientes se centraron en ella.
Burak estaba vestido con una túnica blanca con hermosos bordados y decoraciones en hilo de oro. Hacían mucho juego con sus orbes dorados.
Cuando Astria llegó frente a él, se miraron unos segundos y se regalaron sonrisas mientras, el público volvía a sentarse en los asientos. Por las rejas, el lado este del castillo, miles de personas se amontonaron esperando ver el ansiado beso que completaría el matrimonio. Un día único, un momento ansiado para cada Átkozott, después de años esperando una reina, hoy pronto la tendría. Respetuosamente,
nadie dijo nada, ni los invitados, ni los presentes que cubrían los muros perimetrales. Aarón, el guardián del templo, se paró frente a la pareja y recitó unas palabras en nombre de los antiguos reyes, Altrice y Lucia. Luego de eso, sacó una caja con dos dagas recién pulidas. Burak saco la primera, Amy se acercó con un cuenco de vidrio y postrándose alzo el cuenco entre la pareja.
Astria hizo lo mismo, sin sacar los ojos de Burak tomó su mano izquierda y poso la daga, deteniéndose un momento.
—Astria —susurró Amy al verla dudar. Anteriormente, ya le habían dicho a ella lo que debía hacer, pero le resulto difícil tratar de cortar la mano a Burak.
Le miró y sus ojos atentos a ella le entregaron cierta calma. Él no tenía ni la mínima intención de apurar las cosas. Viendo lo tranquilo que estaba, Astria pensó que, si no lo hacía, la gente hablaría asumiendo que se estaba arrepintiendo, así que cerró un poco los ojos, giró su rostro y deslizo la daga en la mano del hombre.
—Tienes que hacerlo con más fuerza —susurró Aarón sutilmente.
Astria abrió los ojos y solo le había hecho un rasguño donde salieron pequeñas gotas de sangre. Apretó los labios culpando la piel dura de los Átkozott, volvió a poner la daga y esta vez decidida le corto con más fuerza.
Recién entonces Burak se movió, cerró un poco la mano y la sangre se juntó en su palma, lo suficiente para crear un pequeño charco en su piel. Burak vertió la sangre luego en el cuenco, seguido a eso, Amy le entrego un paño blanco para que se pusiera en la mano.
Llego el turno de Astria, Burak la hizo sangrar con rapidez. Cedric se hincó frente de la pareja y en un cuenco nuevo cayó la sangre de Astria.
—Juro amor eterno a ti mi compañera.
—Juro amor eterno a ti mi compañero.
Dijeron ambos al mismo tiempo. Sorpresivamente, la voz de Astria salió de su boca sin problemas, y mirándose ambos, Burak siguió hablando.
—Desde este día tú haces un mundo nuevo, un mundo donde tú eres el centro de mi vida... —dijo con una voz tímida y casi temblorosa. Algo extraño para una bestia tan respetada como lo era él—. Serás mi alegría, mi razón del día. Prometo cuidarte, prometo solo a ti honrarte. Seremos una existencia única para el otro —se giró lentamente al público. Cedric y Amy juntaron las sangres en una copa de oro y Aarón la tomó en ambas manos.
Burak untó dos dedos en ella y lentamente paso sus dedos manchados en la sangre de ambos, en la frente de ella, Astria hizo lo mismo, él se dobló un poco para que ella alcanzara su piel. Luego de pasar la sangre por su frente, se volvió a levantar y se miraron.
—Hoy, en este momento prometo llamarte mi esposo/ esposa —dijeron ambos.
—¡Que la paz y la bendición caigan por la nueva pareja!, ¡hoy entran como dos personas y salen siendo uno! —dijo Aarón y asintió con la cabeza.
Burak puso su mano lentamente en el cuello de ella, Astria se acercó dejando sus manos en la túnica de él hasta que ambos se besaron.
Los gritos de la multitud enaltecida llegaron como una bomba, la mayoría de los Átkozott sentados en primera fila se levantaron felizmente, mientras Cerdina era consolada por su hijo Cedric y Samuel, era un mar de lágrimas.
Burak abrazo firmemente a Astria y en su oído le susurró.
—No hay diamantes o riquezas que brille mucho más que tú, hermosa mía.
"¿Este es mi esposo?, ¿mío?, ¿el hombre que me secuestro solo para mostrarme un mundo nuevo? Me sacó de la oscuridad, de un abismo profundo donde no sabía que era el amor verdadero. Me enseñó que yo era importante, que era una persona que podía ser amada. Aprendí a quererme gracias a Burak, aprendí quien era gracias a Burak.
Todo lo que soy, todo lo que valgo y todo lo que puedo llegar a ser, él me mostró todo eso. Aquí mirándolo a los ojos, a sus hermosos orbes dorados que siempre me han encantado, a él y solo a él dedicaré todo el amor que puedo dar, cada segundo y minuto honraré al hombre que me salvo y me enseño la libertad"
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