Capítulo 51.- Inquietudes
Sam no dijo nada, observó a Astria y se acercó a ella. El doctor se puso de pie y cambiaron de posición. Mientras el doctor conversaba con Amy para saber los días pasados de ella, aconsejarle que darle y como cuidarla, Sam se sentó a su lado y la miró detenidamente.
—¿Será posible? —susurró mirándola con el ceño fruncido.
—¿Qué cosa?, ¿volver a recaer?, ¿volveré a dormir por días? —Sam sonrió mientras le tocaba las mejillas.
—No dormirás, pero déjame sentir tu energía, ya sabes cómo es.
—Sí. —Astria volvió a mirar el cielo nervioso. Sam, sin tocar su piel, paso su mano arriba de su cabeza y cerró los ojos. Su gran mano alargada fue bajando lentamente por su rostro hacia su cuello, de su cuello a su pecho y siguió su camino. Deteniéndose un poco en su abdomen bajo un poco más y volvió a subir a su abdomen hasta que abrió los ojos.
—¿Y? —preguntó ella.
—Todo está bien, tu energía fluye como siempre. —Le regaló una sonrisa y se puso de pie caminando con rapidez a la entrada—. Amy cuídala bien —dijo antes de desaparecer por la habitación.
En el mes que había pasado, los hombres del templo habían obtenido poder, ya que Burak no podía oponerse por el tratado que hizo, los hombres controlaban la mayoría de los itinerarios del rey. Obtener una audiencia con Burak era algo casi imposible de hacer en este tiempo. Sin duda, en el castillo, todos deseaban que el mes que quedaba pasará con rapidez para que el rey volviera a la normalidad todas las cosas.
Sam salió de la habitación inquieto, y con una información, que no podía divulgar ni contar más que al rey. El castillo no era lo mismo y había muchos oídos de los hombres del templo en cada rincón
¿Qué podía hacer un hechicero con tal información?
Información que no estaba seguro, pero sabía perfectamente que era lo que había sentido.
—Necesito una audiencia con el rey —dijo al llegar a las puertas custodiadas por guardias y dos hombres del templo.
—Eso no es posible —contesto él—. Si tienes algo que anunciar al rey, puedes decirlo y nosotros le informaremos
—No es una información que puedo anunciar a cualquiera.
—Lo siento, señor, no puedo permitir su entrada.
—El rey debe tener audiencias para mí y lo saben.
—Dentro de una semana podrá recibirlo.
—Eso es mucho, necesito una audiencia hoy o mañana.
—No es posible, puede tomar esa audiencia o esperar.
—Mierda. —Sam estaba más que enfadado, apretó fuertemente sus manos y los maldijo mientras se marchaba. No esperaría una semana para ir con Burak, así que mientras pensó que podía hacer para interceptarlo, la voz de una mujer lo detuvo.
—Sam, ¿qué te trae aquí con esa cara tan malhumorada?
—Reina madre —bajó su rostro.
—No me llames así, somos familia. Escúpelo, te escuchó. —Cerdina lo miró con una sonrisa mientras que cruzaba sus brazos. Sus damas de compañía quedaron a cinco pasos de ella y aguardaron sin decir nada. Sam no dudó en abrir su boca.
—Estoy harto de tanta mierda —dijo posando sus manos en sus caderas—. Perdóneme mi falta de respeto con mis palabras, pero esto me colapsa. No es posible que esos hombres tengan todo controlado, ¿cómo es que Burak acepto esto? Es inconcebible.
—Sam —dijo Cerdina con una voz calmada—. Sabes que Burak está haciendo lo mejor para no entrar en discusión con el templo, así como él está aguantando todo eso, tenemos que poner de nuestra parte.
—Lo sé mi reina, pero ni siquiera me pudieron dar una audiencia con él. En todos mis tiempos nunca necesite un tiempo específico para ir con el rey y ahora, ¿tengo que esperar una semana? Es estúpidamente absurdo.
—Cálmate Sam —dijo ella frotando sus brazos mientras lo miraba a su baja altura—. Ya queda poco, ya va a pasar.
—Un solo error, un solo error que esos bastardos cometan y Burak tendrá que escucharme.
—Créeme que todos estamos esperando lo mismo, si ellos cometieran un error, entonces Burak podrá romper este pacto con la aprobación del reino.
—¿Es verdad los rumores?, ¿Burak eligió una reina?
—Sé lo mismo que tú Sam, tal vez solo está tratando de darle el gusto al templo. Quizás se case y al mismo tiempo se quede con Astria, pero eso nadie lo sabe. Así como tú no puedes hablar con él, yo estoy en las mismas y soy su madre.
—Mierda, después de lo que le tengo que decir, cambiará de opinión.
—¿Qué es?
—Perdóneme mi hermosa reina, pero hasta que no esté seguro no puedo abrir mi boca.
—Está bien, te perdonó. Debes tener razón, sé que nunca haces las cosas sin antes estar seguro.
—Sí, mi reina, pero créame que esto sí es una bomba.
—Dioses, deja de hablar entonces, no ves que me carcome la curiosidad —dijo golpeándole el pecho mientras reía—. Mi hijo pasa las noches en el balcón que está al costado. Podrías tratar de llamar su atención para que puedas decirle lo que tanto te inquieta.
—Gracias, mi reina, lo iré a buscar hoy.
—Ánimo Sam.
—Que tenga un buen día mi reina.
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Astria permaneció en cama, se sentía fatal y sin fuerzas, pero, por otro lado, también se alegró de no tener que asistir al templo. Estaba aburrida de todo lo que tenía que hacer, y en parte estaba molesta con Burak.
Él era el problema de no poder estar juntos, ¿por qué tenía que soportar ella todas esas pruebas?, ¿por qué había aceptado esto?, ¿acaso él aprobaba todo?
Se miró los brazos, los moretones que salían de ellos se extendían en su piel. Cada vez que debían sacarle sangre era aterrador, doloroso y no podía negarse. Lo odiaba, los hombres del templo no eran cuidadosos ni mucho menos delicados y la dejaban marcada.
Astria tenía prohibido ir al lado este del castillo dónde se encontraba el rey, así que solo preguntó por él las primeras veces, pero ya siquiera gastaba saliva en hacerlo.
Suspiró grandemente mientras se acostaba en la cama, preguntándose, ¿cómo había pasado todo esto? Tomó entre sus manos el collar de su madre que colgaba en su cuello y lo rodeó una y otra vez en sus dedos.
—Debe alegrarse de que no tendrá que ir a ver a esos hombres —dijo Amy ofreciéndole un jugo de naranja natural.
—Sí, eso es algo bueno.
—¿Quiere que le traiga pinturas y unas hojas?
—No.
—¿Leer? Puedo traerle los libros que usted quiera.
—Tráeme entonces los libros de Lucia.
—Esos—esos están en poder del rey, pero revisaré su antigua habitación, quizás los dejó allí.
—Bueno, está bien.
Amy salió de la habitación dejándola sola para ir por los libros. Astria no pudo evitar sentir tristeza por lo hablado, no era capaz de hacer nada, no podía leer lo que quería, no podía ir a donde quería. Se sentía atrapada y extrañando la compañía de él.
Pensó en el último día que lo vio de cerca, recordó también el último día que lo besó y el último momento que estuvieron juntos en la habitación. Lloró recordándolo, lo quería de vuelta, quería decirle que lo extrañaba y que se había dado cuenta de que lo amaba. Lo amaba con cada parte de ella, con cada respiración, con cada poro de su piel, le amaba y estaba lista para decirle.
Ahora era imposible hacerlo, no sabía qué pensar con los rumores circulando
¿De verdad había alguien que la remplazará?, ¿qué tomará el corazón del rey?
Astria estaba arrepentida y mientras llevó sus rodillas al pecho y sus manos al rostro volvió a llorar con más fuerza. Había perdido la oportunidad, lo había desperdiciado y tampoco había valorado las palabras del rey.
—Astria —dijo Amy al llegar a la habitación—. Oh, mi bella dama. —Se acercó a la cama y mientras Astria aún estaba escondida entre sus extremidades. La abrazó llevándola más hacia su cuerpo—. Tranquila.
—Yo—yo no fui capaz de nada...
—No digas eso.
—Es—es verdad, soy una tonta.
—Sí, te sirve de algo, te diré que, aunque hubieras aceptado la propuesta del rey, esto iba a ocurrir igual. Los hombres del templo son gente temerosa a las cosas que no conocen.
—Pero ni siquiera hemos tenido hijos, solo...
—Pero los tendrán. Yo jamás había visto al rey comportándose cómo lo hace contigo. Si fueras su reina, los hijos tarde o temprano vendrán. Ahora, no sientas que todo está perdido, sabes que nosotros los Átkozott encontramos a nuestras parejas y no nos separamos de ella por nada.
—Yo he escuchado los rumores, no creas que soy tonta y que no me he dado cuenta. —Astria controló más el timbre de su voz y habló con más fluidez, claro que sus lágrimas no se detuvieron.
—Los rumores son eso, solo rumores. Ahora sí, el rey decide casarse, será solo para tranquilizar al templo, ¿crees que eso lo detendrá de estar contigo?
—Seré solo una mujer.
—No princesa Astria, no serás solo una mujer. Eres la dama Blanca de este tiempo, y una dama que ha obtenido el corazón del rey. Cualquiera que suba como reina jamás obtendrá aquello que ya tienes tú. Vamos suelta todo, es bueno desahogarse.
—Yo... No quiero...
—Lose, nadie quiere.
—Amy, quédate conmigo. —Astria no dejo de abrazarla, era lo más cercano a tener una amiga y Amy siendo la jefa de sus damas se mostraba siempre preocupada por ella.
—Hoy le tocaba a Cleo, pero le diré que hoy me quedaré con usted.
—No sabes cuánto te lo agradezco. —Astria apoyó su rostro en la pierna de su dama y mientras Amy le peinaba el cabello, se quedó dormida.
—Tranquila.
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