Capítulo 50.- Pensamientos oscuros
Burak junto con Gerald, se pararon a recibir a los nuevos invitados. Junto a ellos también estuvo Cedric y Cerdina, además de Bruno y Gina, quienes siempre acompañaban al rey.
Hubo algunas princesas, que al ver a Burak se sintieron incómodas e intimidadas por la mirada del rey y más cuando sonreía, pero cuando su voz salía le escuchaban sintiéndose más tranquila. Claro que no fue lo mismo para las mujeres que venían de otras tribus, eran de Átkozott, no necesariamente eran princesas, pero sí venían de familias con buen estatus.
—Rey Burak —dijo el líder de la tribu de la noche.
—Dokjar, un gusto verte.
—No iba a perder esta oportunidad de ofrecerte a mi hija —dijo levantando su mano y presentando a una hermosa mujer de cabellos negros y piel morena.
—Que la bendición recaiga en Átkozott —dijo ella bajando su cabeza.
Burak se comportó como todo un caballero, no era la primera que había visto y aunque estaba tranquilamente dándoles la bienvenida, lo único que deseaba era que todo acabará de una vez. En su interior gruñía y luchaba para no abandonar todo.
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Astria bajó esa noche a cenar. Anteriormente, le habían comentado que podía participar en las cenas con todos los invitados y no dudo en presentarse. Vistiendo los vestidos más hermosos que podía tener, se puso un abrigo de piel de zorro en sus hombros y con su pelo tomado se acercó a la puerta del salón escoltada por sus damas de compañía que se mantuvieron sonriente.
La puerta se abrió y aunque todos ya estaban sentados esperando la entrada del rey, voltearon sus cabezas en cuanto ella entró. Su hermoso vestido de color blanco con decoraciones en oro y su pelo rojizo cayendo elegantemente por su cuello dejo con la boca abierta a todos. Era magnífica y se sentía también así.
Los Átkozott que habían venido de las otras tribus supieron enseguida quien era y a pesar de que habían venido con otros objetivos. La oportunidad de ver a la dama Blanca del reino hizo que todos se emocionarán al verla.
Las hijas de las tribus rápidamente se pusieron de pie mirándola con ojos asombrados, querían preguntarle miles de cosas a Astria, pero guardaron compostura tragándose las palabras para no faltar el respeto. Las demás, por otro lado, no sabían quién era, se preguntaron ¿Por qué las demás reaccionaron de esa manera? La envidia las carcomió enseguida. Esa mujer de piel blanca como si estuviera muerta no podía ser más bella que ellas.
Astria se sentó al lado de un hombre del templo y, por otro lado, estaba una de las princesas traídas de otras tierras.
Ansiosa de conocer a todas, la maldad en ella no estaba presente, quería hablar con todas, ya que nunca había tenido la oportunidad de conocer a tantas mujeres hermosas. Tenía un poco de celos por lo que ocurriría, pero ese era problema del rey y de ella. No incluía a las demás.
— Astria —dijo Gina acercándose a su oído— ¿Te sientes bien?
—Sí, perfectamente, gracias.
—Bien, no dudes en llamarme, hoy estaré justo detrás de ti.
—Mi nombre es Sophia, ¿de qué tierra vienes tú? —dijo la dama que estaba a un lado de ella.
—Un gusto, mi nombre es Astria y soy...
—Princesa Astria —dijo el hombre a su lado— ¿Sabe que no debe interferir en esto? Por favor le pido que cuide su palabra y no intervenga sino...
—¿Si no qué? —Gina puso su mano en el hombro del hombre y claramente apretó con fuerza. El hombre la miró con un leve gruñido, pero fue suficiente para que dejara a Astria en paz.
—Vengo de Lomas —contestó ignorando el hecho y mirando a la mujer.
—Me alegro, pero es lamentable que hayas tenido que viajar tanto para devolverte en las próximas semanas
—¿Sí? Debo suponer que ya conoce al rey, me impresiona tu seguridad.
—Conozco las historias, no hace falta que me digas nada.
—Estoy segura de que sí, pero las historias no siempre son tan certeras, ¿Sabías que los dientes de un Átkozott son puntiagudos y que pueden morderte hasta sacarte la carne?
—No intentes asustarme
—No, solo te contaba. Fíjate cuando alguno de ellos ría a carcajadas.
Astria estaba muerta de la risa por dentro, claramente ella era la única que no era un Átkozott, pero que conocía de ellos más de lo que decía en los libros.
En cuanto terminó de hablar, las puertas se abrieron y anunciaron la entrada del rey. Todos se pusieron de pie para recibirlo esperando que entrara y se sentará.
Burak tenía un rostro relajado al entrar, detrás de él venía su hermano junto con Bruno. Astria lo observó sin llamar la atención, pero Burak rápidamente cruzó mirada con ella, le regaló una leve sonrisa y continuó al otro extremo de la mesa. Astria se sintió afortunada por su leve gestó, pero la mujer a su lado también lo hizo creyendo que el rey le había puesto los ojos encima.
A medida que la cena comenzó a dar paso. Astria no pudo evitar preguntarse ¿Con cuántas mujeres había estado Burak? Era imposible que fueran pocas, ya que la hermosura que irradiaba su rostro no era para nada ajeno a los demás. Ella sabía que en su infancia había vivido terribles acontecimientos como ver la muerte de su madre con sus propios ojos, pero más que eso no conocía la vida personal del rey.
Se sintió avergonzada e incapaz de formular esas preguntas en su boca, se negó rotundamente a tener la oportunidad de preguntarle sobre aquello. Sin embargo, al ser un pasado dónde ella no había sido parte, quizás Burak ni siquiera le contestaría.
Imaginando esa escena detuvo su tenedor en la fina carne que se le había servido e imaginó su disgustó "¿Sería malo preguntarle aquello? ¿Se molestaría si pregunto por las demás?"
Las voces de su alrededor, que habían sido silenciados al ponerse a pensar, llegó fuertemente en cuanto salió de ese estado. Alzó la mirada y buscó a Burak. Sus orbes dorados estaban atentamente en ella que rápidamente se sorprendió.
Burak no hizo esfuerzo alguno de ocultar su mirada atenta. Había terminado de comer y echado en la silla, llevó su mano a sostener su cabeza mientras la miraba. Había muchas mujeres dispuestas a estar con él, reyes que estaban dispuestos a pagar un buen precio aparte de entregar a sus hijas, pero Burak ya tenía a quien observar.
La cena fue tranquila. El rey se llevaba bien con la mayoría de las personas, compartiendo y hablando con ellos. Cedric, por otro lado, también se involucró en las conversaciones, como si junto a su hermano no hubieran tenido ni un pleito.
Hacía tiempo que Astria no había tenido la oportunidad de ver a Burak relacionarse con otras personas. La forma en la que hablaba, en su mirada y que de vez en cuando reía como todo un personaje inofensivo.
¿Cuántos de allí conocían la verdadera naturaleza de él?
Mientras lo observaba recordó la noche de luna llena, comportándose realmente como un animal. Si aquellas mujeres supieran de eso, ¿cuántas seguirían sonriéndole de la misma manera?
—Es... es un gusto conocerte princesa Astria —dijo una mujer de piel oscura que estaba justo al frente de ella. Al ver la sorpresa en el rostro de Astria sonrió dulcemente para luego explicarle quien era—. Soy Eszti de la tribu de la noche, al otro extremo de Átkozott.
—¿Eso no queda cerca del reino de los bosques?
—Sí, ha sido un largo viaje y poder conocerte ha sido lo más valioso de esta visita. No siempre se viene a la capital.
—Espera —dijo la mujer a un lado de Astria— ¿Qué acaso no vienes por el rey?, ¿quién es ella?
— No lo entenderías, pero ella puede que sea tan importante para un Átkozott, como lo es el rey mismo.
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Los días comenzaron a pasar, y así como el rey pasó tiempo con cada una de las mujeres, Astria fue llamada por los ancianos al templo. No había tiempo de sobra, cada acción de los hombres del templo hizo qué tanto como Burak y Astria tuvieran los días completamente ocupados ni siquiera tuvieron tiempo de verse. Burak fue cambiado de habitación hasta que cumpliera los dos meses y así, se fueron alejando.
Catherine, por otro lado, no pudo ser candidata, querían una mujer que fuera libre de descendencia y, además, ella tenía un futuro aún en el reino de Lomas. Tardarían unos meses, pero ella sin duda volvería a aquella tierra bajo el manto de Átkozott.
—Astria, ¿estás bien? —preguntó Sam entrando al templo y encontrándola sentada en unos de los asientos del salón. Sus damas de compañía estaban a su lado, pero guardaban silencio.
—Está dormida —dijo Amy deteniendo a Sam, volteó a mirarla y ambos contemplaron como tranquilamente Astria estaba apoyada en el respaldar. Se veía como un ángel blanquecino.
—Esto es mucho —resoplo Sam.
—Pienso lo mismo, está bien que todos quieran casar a nuestro rey, pero demandarle tanto trabajo para que se quede dormida sin importar el lugar, me parece una ofensa. No pueden evitar que quizás Astria si será al fin y al cabo la reina.
—Ya pasará, dijeron que son dos meses.
—¿Dos meses de qué?, ¿dos meses donde la tendrán así?
—La excusa del templo son las futuras reinas, pero eso no durará dos meses, a lo más un mes —dijo Sam bajando la voz y mirando a las demás que cuidaban a Astria.
—¿Qué sabes del rey?, ¿ves interés hacia alguna candidata?
—Amy, no debería hablar de esos temas contigo.
—Sam, tú sabes que me preocupo, y no solo por el rey, sino por ella. Tú viste interés mutuo entre ambos. Después de todo lo que ella ha tenido que vivir, que nuestro rey elija a otra mujer será una tortura.
—El rey ya se lo había propuesto —resopló Sam de mala gana.
—¿Qué?, ¿matrimonio? —Amy se asombró por sus palabras y llevó sus manos a su boca al mismo tiempo que subió el tono de voz.
—Guarda silencio, no lo divulgues —dijo Sam agarrando sus hombros—. Si los hombres de aquí se enteraran de eso, sería un problema.
—¿Astria lo rechazó?
—Me parece que no le dio respuesta.
—Dios. El rey estará en su derecho y con la conciencia tranquila de elegir a otra mujer.
— Sí, y no fue solo una vez.
—¿Cómo?, ¿se lo propuso dos veces? —Amy volteó a ver a la dama dormida y no se imaginó por qué Astria no fue capaz de aceptar a Burak—. Pero él la ama.
—Sí, pero ¿y ella?
—Estoy segura de que también, pero es muy tímida.
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Astria había intentado muchas veces tratar de encontrarse con Burak, pero cada vez que lo intentaba, era llamada por los hombres del templo para que comenzaran a estudiarla. Había pasado días bajo la mirada de ellos, había dado sangre para los estudios, había sido absorbida por uno de ellos donde su núcleo fue atrapado en una piedra lunar. Se había sentido inquieta, cansada y aburrida, quería solo un respiro.
Por otro lado, había visto a Burak compartiendo con las damas, caminando por los jardines en su compañía y ella no tenía la oportunidad ni de acercarse.
No pudo evitar sentirse inferior y a medida que más días pasaban, más insignificante se sentía. Los rumores de los sirvientes se propagaban por todo el Castillo, pronto un rumor de las sirvientas de la cocina llegó a ella. Burak tenía una candidata.
—Deseo quedarme en cama —dijo ella negándose a levantarse y asistir al templo.
—¿No te sientes bien? —Amy se acercó a ella y le tomó la temperatura. Habían pasado dos semanas de la llegada de las princesas. Dos semanas significativas, Astria estaba casi por llegar a su peso, bebiendo casi día por medio la sangre del rey, su propio cuerpo comenzó a curarse por sí mismo de una manera mucho más rápida que una persona normal. Era lo único que había dejado que hiciera el rey por ella. Aun así, hace dos días que la comida comenzó a caerle mal.
—No tienes fiebre, ¿le traigo el desayuno?
—No, no quiero nada.
—Vamos Astria no puedes dejar de cuidarte, seguramente escuchó los rumores que corren por el castillo, pero por experiencia viviendo aquí le digo de corazón, que no les haga caso. Los rumores son solo eso, rumores.
—No es que me deje de cuidar, sé que debo hacerlo, pero esta vez no tengo hambre. —Astria se sentó en la cama y miró lentamente a Amy que estaba a un lado de ella. Extrañamente, se sentía fatigada, como si hubiera cenado un cerdo completo y su estómago ya no podía con más comida.
—Señorita Astria —dijo seriamente su dama—. Si usted no se alimenta tendré que llamar a Sam para que la revise. Recuerde que nosotros tenemos que entregar nuestros informes cada semana y esto hará que el rey se preocupe.
—Bien, solo... tráeme un poco de sopa, te aceptaré eso.
—Bien, me quedo más tranquila si tan solo ingiere algo, pero deberá seguir comiendo bien. Puedo traerle cerdo, pescado a la plancha, papas cocidas...
—Espera... Amy yo... —Astria se giró rápidamente a la orilla tomando un bol y devolvió lo que tenía en el estómago. Su garganta ardió y sus ojos se pusieron rápidamente llorosos por el efecto del vómito.
— ¡Dioses! ¡Luz! — gritó Amy acercándose a ayudar a Astria que siguió llenando el bol.
La puerta rápidamente se abrió entrando la asustada dama, al ver lo que ocurría volvió a la entrada y gritó por el corredor.
—¡Llamen a Sam y al doctor! —Luego de eso, se volvió con rapidez y le entrego una toalla de algodón a Astria para que se secara la boca.
—Cambiaremos las sábanas enseguida —dijo Amy poniéndose de pie asegurándose que Astria no volviera a vomitar.
—¿Cómo se siente? —preguntó Luz acercándose y tocándole la frente—. No tiene fiebre.
—Es el templo —dijo Amy malhumorada—. La presión que ejerce hacia nuestra señorita es extrema, ella ya no descansa bien, ni se está alimentando bien. Siempre almorzando o cenando pasada las horas ¡Esto tiene que parar!
—Mi señorita venga —dijo Luz acercando a Astria a la otra orilla y ayudándole a cambiar rápidamente la ropa sucia—. Antes que lleguen los hombres le cambiaré para que esté limpia.
—Gracias Luz.
A los pocos minutos Sam y el doctor de la familia Real aparecieron tocando la puerta.
El doctor era un hombre rondando los setenta años, tenía bigote y barba y vestía un traje café con un abrigo de color plomo. En su cabeza tenía una especie de sombrero que hacía diferenciar quien era el doctor.
Amablemente, se presentó ante Astria. Había estado tiempo fuera del castillo por sus labores y estudios, pero cuando Astria había llegado después de ser rescatada, el rey le mando a llamar de forma urgente. Sam se encargó los primeros días hasta que él llegará y trabajaran juntos.
Al igual que Sam, el doctor se acercó lentamente a Astria con una sonrisa en su rostro.
—No tienes fiebre. Cuéntame qué es lo que sientes —dijo él mientras le tocaba el cuello sin mirarle, descifrando y sintiendo su tacto—. Permíteme tocarte un poco más, recuéstate.
Astria obedeció sin decir nada, le incomodaba el hecho de ser tocada, pero era el doctor y Sam asintiendo con su cabeza, la observó mientras Amy le hablaba cerca del oído. Mirando el cielo, incómoda, sintió como el hombre le descubrió un poco el pecho dejando a la luz la piel entre sus senos. Luego puso un instrumento metálico y helado para luego acercar su oído a él.
—Respira fuerte —dijo mientras escuchaba su respiración a través de aquel instrumento. Luego de algunas respiraciones, el hombre se sentó a su lado y la miró—. No te escucho nada malo.
—Siento que tengo el estómago lleno y no he comido nada.
—Puede que tengas reflujo, ¿qué has comido ayer? —dijo el hombre mientras con sus dos manos palpaban su abdomen de ella—. Siento que tienes un poco el estómago hinchado. Denle sopa de pollo, que beba suficiente agua y no te levantes de la cama hasta sentirte completamente bien. He sabido que has tenido que dar sangre constantemente, si no se alimenta bien, eso le pasará la cuenta.
—Enseguida le traeré comida —dijo Luz saliendo de la habitación.
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