Capítulo 5: La princesa y el bárbaro
Todos los sobrevivientes fueron llevados en carretas cerradas, separando a las mujeres de los hombres. Astria se mantuvo en silencio junto en una esquina mientras la carreta se iba moviendo bruscamente. No conocía a nadie, no se le hacía ninguna cara conocida siendo que ella vivió en el castillo casi un mes. Volvía a estar sola, volvía a ser insignificante.
Tenía miedo, no quería perder su castidad así, con un hombre que apareció de la nada y mató a su padre, no quería sentir dolor. Su brazo aún ardía un poco y los dedos del hombre habían quedado marcados en su piel, no se imaginaba que más podría hacerle a su frágil cuerpo. Preferiría mil veces estar en compañía de esas mujeres que alguna vez fueron sirvientas. Estaba incluso la dama de compañía de la reina, aún cargaba con el collar que se les entregaban, solo por eso pudo reconocerla.
Intentó tratar de conciliar el sueño, el carro se movía de un lado hacia otro y la hacía sentir somnolienta, se acurrucó y se abrigó con las pieles. Descubrió que no solo eran bastante abrigadas, sino que también tenían un perfume muy especial, un tanto varonil, que la hizo más de una vez enterrar su nariz y analizar el olor. Era agradable, nunca en su vida había olido el aroma de un hombre, solo había fragancia de mujer en su castillo, pero no sabía si el olor era parte de un perfume o simplemente así era el olor corporal del rey.
La noche se hizo eterna, pequeños rayos de luz entraban de vez en cuando por las uniones de la madera, pero no era suficiente para ver todo el exterior. A veces se hacía muy oscuro y silencioso escuchándose solo los caballos galopar. La madera temblaba y rechinaba despertando a todos, no se podía conciliar un sueño tranquilizador.
Cuando por fin los caballos dejaron de correr, el carro se detuvo y el ruido de los hombres inundó el lugar. Varias mujeres se levantaron y trataron de ver por los orificios, pero Astria solo se mantuvo sentada intentando volver a dormir. Las mujeres intentaron abrir la puerta o sacar alguna madera que les ayude a escapar o a golpear a los soldados en cuanto abrieran, pero ningún intento resultó bien. Solo le quedaba aceptar lo que venía, ya no quería pensar en el destino que la esperaba, por otro lado, si lo que le esperaba era algo mejor que estar sola en un castillo o encerrada, eso sí le daba esperanzas.
Su cuerpo se sentía mejor, pero aún no bien del todo, había sentido como la luna le entregaba un poco de su fuerza y eso también hizo que su apetito volviera. Se dio cuenta de que no había comido desde la noche anterior y se mantuvo todo un día sin comer. En ese tiempo no había tenido hambre, pero ahora eso le hacía arder las tripas.
—Parece que dormiremos aquí —dijo una mujer con cabello largo y café.
—Sí, están armando tiendas.
—Debemos salir todas con rapidez en cuanto abran la puerta.
—Sí, claro, y nos rebanarán con sus espadas.
—¿No escucharon? Somos solo trofeos para ellos. Todas seremos violadas y vendidas.
—Dios ampárenos.
—¿Y tú? —dijo una acercándose a Astria— ¿Acaso no puedes hacer nada?
—No le hables así, ella sigue siendo la princesa.
—Ya que, por culpa del rey, estamos aquí, ¿Acaso no es por ti quien trajo a todos esos hombres?
—¿Por mí? —Astria no entendía bien lo que les decían.
¿Por ella su padre había formado una deuda?
El cerrojo del carro rápidamente hizo un sonido y todas se asustaron amontonándose en la parte de atrás. Se abrió la puerta mientras, la madera rechinaba y entró un soldado con una antorcha. El hombre también tenía la piel más oscura y su rostro desprendía belleza. Ahora sin casco, Astria se dio cuenta de que realmente estaban entre otra raza de personas.
—Salgan —ordenó mientras agarraba a una de ellas y la empujaba a la puerta donde otros soldados la tomaron para sacarla del carro.
—¡Suéltenme!
—¡Déjenme ir!, ¡no me toques!
Las mujeres fueron sacadas una por una hasta que solo Astria quedó en él, mirando al soldado entre las pieles dudo en levantarse.
—Tú, el rey quiere verte. Sal por tu cuenta, no me hagas volver a entrar por ti —dijo el soldado y salió del carro dejándola completamente sola.
Astria volvió a sentirse nerviosa, pero no tenía otra opción, tomó una gran bocanada de aire y lentamente salió del carro siendo agarrada de los brazos por un soldado para bajarla. Sus pies descalzos se maravillaron con el suave pasto que cubría todo el lugar.
Era un campo, lleno de árboles, los soldados habían hecho tiendas por todos los alrededores con fogatas esparcidas en círculos y el olor a comida abrió más su apetito.
Las mujeres fueron repartidas y no había señales de ellas más que sus gritos que provenían de una que otra tienda.
Astria caminó junto con dos soldados que ni siquiera pusieron sus manos sobre ella, ella solo los siguió sabiendo que no sobreviviría en ese lugar sola. Debía cooperar, aprender de todo esto, si de ahora en adelante sería parte del rey de los Átkozott, entonces trataría de pensar positivo y ganarse la confianza para que no le hicieran daño, pero el miedo estaba constantemente apretándole la garganta.
Llegó pronto a una gran tienda blanca, los soldados que estaban junto a ella abrieron la tela para que pasara y ella entró sin compañía. La tela se cerró a su espalda y quedó sola en ese lugar. Entró con miedo y cautela al mismo tiempo que apretaba fuertemente las pieles entre sus manos. Era una habitación completamente equipada, sillones, mesas y una gran cama. Antorchas iluminando todo y decoraciones de alfombras, oro y artículos extraños.
En el medio del lugar había una alfombra con cojines y lleno de platos de comida que expendían humo y un exquisito aroma.
Astria no sabía si pronunciar palabra y anunciar su llegada o simplemente entrar sin saber a dónde ir. El rey no se veía en algún lado o ¿Estaría oculto esperando que ella hiciera algo? Así como la otra vez le había hablado, como si estuviera a su lado, pero ella no lo había visto.
Miró, a todo su alrededor, quizás esta noche dejaría de ser virgen y eso le aterraba. Cerró sus ojos y se armó de valor para caminar hasta el centro, pero no encontró a nadie, la comida pronto comenzó a llamarle.
Podía oler codorniz al jugo, finas hierbas salteadas con patatas, un pedazo grande de carne bañada en vino junto con unos hongos comestibles. Por otro lado, había frutas cortadas, y dos copas de vino esperamos ser servidas.
—Dios —susurró al ver tan exquisito manjar. Se arrodilló frente a ellas y mojando repetidas veces sus labios saboreó mirando el tenedor.
—Puedes comer —dijo la voz del rey que había entrado con cautela por el telar.
—Yo-yo... —tartamudeó asustada mientras se ponía de pie—. Lo siento —agregó mientras lo miraba atenta a lo que él haría.
Él no le puso mucha atención, se acercó a un sofá y comenzó a sacar su armadura con lentitud.
—¿Eres-eres el rey de los Átkozott? —susurró mientras se mantenía de pie apretando constantemente los dedos de las manos. El hombre sin mirarle continuó desvistiéndose hasta sacar la polera que cubría su cuerpo.
—Rey soy —dijo sacando sus botas—, y Átkozott es mi reino.
Astria se quedó sin palabras, no solo por la respuesta que le habían dado, sino porque nunca había visto a un hombre con torso desnudo. Había conocido de un libro la genética que hace la diferencia del hombre y la mujer, pero nunca en persona. Los enormes pectorales, sus músculos le quitaron el habla, la piel del Rey era fina y sin bello en su pecho, pero si tenía una línea desde su ombligo hasta su pantalón. Un tatuaje negro cubría parte de su hombro con símbolos extraños que formaban un círculo y rayas. Tenía además una gran cicatriz desde su hombro izquierdo hasta su cadera derecha. Ella creía que los tatuajes si eran de personas vulgares.
—Desvístete —le ordenó él mientras iba y soltaba una cuerda que hizo que su gran tienda se abriera por el cielo. La luz de la noche entró con fuerza desde el gran agujero que se había formado, iluminando parte del interior de la tienda con luz natural.
—¿Seré tú-tu esclava?
—Una invitada —le contestó mientras apagó algunas antorchas y la luz de la luna entró más radiante sobre el centro del lugar.
—¿Tienes esposa?
—No —dijo acercándose a ella.
—Yo...
—Desvístete —volvió a decir con un tono de voz más grave. Sus ojos que habían estado relajados se volvieron más sombríos y filosos.
Nerviosa se sintió diminuta, lo había visto cuando ella estaba en el suelo y ahora, frente a él en toda su gloria, notó la diferencia de altura de ella a su barbilla. Su cuerpo, sus ojos penetrantes y filosos, además de su piel bronceada eran características únicas de los Átkozott de sangre pura. La piel de ella se veía exactamente como se ve un muerto, junto al color de la piel del hombre.
—¿Cómo te llamas? —susurró ella sin dejar de mirarle intentando que el rey pudiera distraerse.
—Hagamos una cosa —dijo él agarrando el abrigo de piel de los hombros de ella y posicionándose en su espalda. Ella se paralizó—. Tú me obedeces y yo procuraré cuidarte —agregó sacándole el abrigo y lo soltó en el suelo.
—No... No estoy lista —dijo tapando sus senos con sus brazos. Sus vestiduras seguían rasgadas dejando ver toda su piel desnuda.
Nerviosa y con el corazón saliéndose de su boca apretó sus brazos para que él no la desnudara. Contrario a eso, el rey la agarró de las muñecas y le bajó los brazos con firmeza.
—¿No estás lista para qué? —preguntó él mientras le terminó de sacar el vestido de sus hombros y lo bajó hasta llegar a su cintura—. Mientras mis hombres se divierten ¿me estás diciendo que no podré también divertirme?
El rey le miró la espalda descubierta y con lentitud tomó su pelo dejándolo sobre el hombro derecho de ella. Luego de eso, se alejó lentamente mirándola con una leve sonrisa perversa para luego sentarse sobre un cojín frente a ella
—Siéntate.
Astria, ocultando las lágrimas en el borde de sus ojos, se miró el cuerpo, y volvió a sentirse avergonzada. La fría brisa que entraba desde la abertura que el rey había hecho, hizo erizar los bellos de sus brazos y su piel tomó una textura como la piel de gallina.
—Lamento haberte marcado, pero no creí que tu cuerpo estuviera tan frágil. Veo que tampoco sabes bien que eres. Cuéntame, ¿qué sabes de ti?
—¿Qué? —Ella se sorprendió
¿Cómo era que él podía saber de ella que ella misma?
—Siéntate Astria y no me hagas volver a repetirlo.
—¿Conoces mi nombre? —dijo sorprendida de que él lo recordara. Se sentó lentamente sin sacar sus brazos de su cuerpo y lo miró.
—Mi nombre es Burak y tú, después de esta noche serás una mujer libre.
—¿Me liberarás de este brillo? —Astria entendía muy bien lo que él había dicho.
Después de que su pureza dejará su cuerpo, ella no volvería a brillar más. La respuesta del rey la dejó otra vez incrédula.
—No puedes liberarte de tu luz, ¿quién te ha dicho semejante estupidez? —dijo sonriendo mientras se burlaba de ella.
—¿No puedo?
—Comamos antes de que todo se enfríe.
—¿Puedo abrigarme?
—No, tu cuerpo está muy débil, ¿no te das cuenta de que necesitas estar desnuda bajo la luz de la luna?
¿Acaso Burak no tenía la mínima intención de hacerla suya? Astria no entendía, todo había hecho que asumiera que él abusaría de ella en esta noche, pero sus palabras eran muy contradictorias. Una leve calma llegó lentamente con sus próximas palabras.
—No te haré nada.
Los hombres habían sido hechos para pensar en sexo y en guerras, según Alice, ¿Por qué este hombre no pensaba en eso? No era que lo quisiera, claro que no, pero Burak rompía todo lo que le habían enseñado sobre el sexo opuesto.
—Come —dijo él volviendo a mirarla con seriedad.
Ella tímidamente dejó de taparse, agarró el tenedor con delicadeza, pinchó un pedazo de codorniz y se lo echó a la boca. En cuanto lo hizo, un increíble escalofrío recorrió su cuerpo, el sabor del ave había explotado en todos los poros de su piel, rápidamente quiso más y más. Sus pezones se pusieron duros y brilló con más fuerza.
—Está bueno —dijo llenándose la boca.
—Lo sé. —Sirvió un poco de vino en las copas y lentamente se la ofreció, ella lo tomó con rapidez. La bebió hasta el fondo, dejándola bruscamente en el suelo para seguir comiendo, no, devorando más comida.
—Lo siento. —Trató de modular con la boca llena mientras sus lágrimas salían por sus mejillas, pero no pudo parar. Sabía que lo que hacía era lo más bajo del decoro de una princesa, pero no podía controlar su feroz apetito.
Él continuó observándola, mientras comía con calma, en parte sabía que ella atacaría de esa manera la comida y se sintió a gusto de estar en presencia de un espécimen como ella. Era la segunda vez que la veía, pero sabía de ella más de lo que ella misma podía imaginar.
—No es necesario que sigan cumpliendo con tus modales, y como te dije eres una mujer libre después que salgas de esta tienda. Puedes volver al castillo si lo deseas, puedes asentarte en alguna posada en el reino o puedes ir conmigo a Átkozott. Te recomendaría que lo pienses, en el estado en que estás no duraras mucho caminando al reino, tampoco montando a caballo al castillo. Te recomendaría que te quedes conmigo y me acompañes.
—¿Qué sabes de mí?
—Que eres una mujer con un gran don y un poder que no sabes cómo usar. Te perderás en cualquier reino y por lo que tengo entendido, en el castillo tampoco te apreciarán como Átkozott lo puede hacer.
Astria tragó su comida lentamente mientras lo miró pensando en sus palabras. Era cierto lo que decía, si debía elegir entre estar encerrada, maltratada en un castillo sola y estar con un hombre que apenas conocía, pero que la había tratado más bien de lo que había sido en toda su vida. No tenía mucho en que pensar, dejando de lado que la había desnudado, él no la tocó indebidamente, además su voz, un tanto dulce cuando conversaba con ella, la hacía sentir más tranquila, aun así, no se sentía segura.
—¿Me has desnudado solo porque conoces que mi piel brilla bajo la luna?
—Sí, y se fortalece. Sin la luz de ella, ¿cuánto crees que durarías? Verte así, me imagino que has estado encerrada por casi un mes.
—¿Cómo es que sabes todo eso? Te vi haciendo algo con tu mano, ¿la leyenda es cierta?, ¿puedes controlar las cosas?, ¿me puedes mostrar?
—¿Si lo hago, brillarás un poco más para mí?
—¿Qué? No sé cómo hacer eso.
—Sí, claro que lo sabes —dijo él y sonriendo con picardía alzó su mano lentamente sobre su costado, al mismo tiempo que sus ojos, que se habían clavado en los ojos de Astria, comenzaron levemente a brillar.
Ella sintió un poco de presión en todas las extremidades de su cuerpo, sin entender nada se quedó en silencio. De repente su cuerpo comenzó a moverse solo, dejando lentamente el suelo y se elevó por el aire.
—¡Espera! —dijo asustada, no podía moverse, una fuerza invisible la amarró y la levantó por los aires, acercándose lentamente a este hombre que la miraba sentado en el suelo.
—No solo cosas puedo mover —dijo acercándola aún más a él. Ella se sonrojó por lo cerca que estaba, sus narices casi se rozaron y su aliento chocó con sus mejillas—. Ahora lo que es mío —dijo el rey.
Astria pensó que la besaría, pero él, abrió otra vez su boca respirando una gran y enorme núcleo de luz que salió de su cuerpo y entró en él. Eso hizo que sus ojos volvieran a brillar de un color celeste parecido a los de ella. La sensación fue tan extraña que realmente sintió como algo salía por su boca, una luz hermosa que se apagó dentro de la boca abierta del hombre.
—¿Qué has hecho? —dijo ella y rápidamente se sintió débil flotando a un lado de él. Burak la bajó dejándola acostada en el suelo con lentitud—. Yo voy, voy a...
Astria se desmayó luego de aquello y aunque no había sido su intención, Burak se enfadó un poco consigo mismo. La observó de cerca y asumió lo tentador que era tenerla allí solo para él. Saboreo sus labios, no había comida más rica que la que él estaba mirando, pero se prometió no ofender a la reina Luna, no esta noche y las próximas que vendrían.
Era un joven rey que había asumido su puesto después de la muerte de su padre, había ganado batallas y se había armado una gran reputación con los suyos. La lealtad de sus hombres era absoluta y era uno de los pocos que quedaban con ese enorme poder.
La leyenda no estaba del todo mal.
—No puede hacer eso tan seguido —dijo la voz de su hechicero—. Terminará matándola si devora su luz constantemente.
—Dime, ¿cómo te fue con mi encargo?
—Tengo la sangre del rey y el pelo de los príncipes.
—Bien, sácalo rápido —dijo Burak recostándose en el suelo.
Su hechicero sonriente por haber cumplido lo que le ordenó, se acercó a él para reclamar su premio. Unas gotas de sangre le bastaban para hacer hechizos de alto nivel. Su hechicero le hizo un leve corte en su mano e introdujo uno de sus instrumentos donde comenzó a correr la sangre. Llenó un frasco pequeño y luego con una manta apretó la muñeca de su rey para que dejara de sangrar.
Todos los Átkozott tenían sangre de animales en sus venas, pero tanto como la de Burak y la de sus hermanos era distinta. Su sangre llena de poder era muy codiciada por los hechiceros de todos los rincones del mundo, pero Sam, su hechicero, era el único que había estado al servicio de la familia por décadas, nadie calculaba ya su edad y confiaban en él plenamente. Tampoco Sam podía levantarse contra su rey, había un hechizo poderoso que los protegía a ambos.
—¿Crees que querrá ir a Átkozott?
—Es lo más probable, pero tiene que ser su voluntad, no la suya mi rey.
—Ella no sabe lo que es, tampoco lo que puede hacer, cualquier hombre que la vea se sentirá atraído por su luz, ¿deberé quedarme tranquilo?
—Usted también puede ser atraído a ella así que no se relaje, pronto habrá luna llena y deseara encadenarse o encerrarla.
—Si ella decide quedarse en Lomas, nuestro viaje tendrá que posponerse.
—Como usted mande. Es muy frágil —dijo el hombre acercándose a ella—. No había visto una estrella con el color de su cabello, algo tiene que la hace diferente. —Lentamente se agachó para ponerla en sus brazos con cuidado.
Burak solo lo miró y soltó un leve gruñido.
—Solo la dejaré en su cama, me impresiona que hayan preparado todo esto tan bien —dijo dejándola con cuidado sobre las almohadas y finas telas. Su cama había sido puesta en perfecta posición para que la luna también la iluminara—. Los rumores ya han comenzado a rondar por sus hombres, así que no se extrañe que ahora la respeten o la mantengan a la margen ¿qué hará al llegar allá? Sus hermanos también querrán conocerla.
—Lo tomaré con calma, después de todo, ella debe decirme que es lo que quiere primero.
—Me retracto, llévela como prisionera.
—No puedo hacer eso, sería una ofensa para sus antepasados.
—No se enfadarán si usted lleva a una de sus hijas a dónde siempre debió estar.
—¿Qué maldición caería en mí si lo hago?
Burak había estado en la fiesta de Lomas, había sido cortés y muy amigable con el rey, pero no podía permanecer mucho tiempo rodeado de tanta gente que no conocía, se estresaba con facilidad, ya que no tenía mucha paciencia. Cuando salió al aire libre subió a lo más alto del castillo y observó el reino a sus pies. En su cabeza ya había estado organizando la emboscada que había hecho. La deuda que tenía con León no se podía dejar pasar y entre todos sus pensamientos, la vio.
Refregó una y dos veces sus ojos, cuando la luz de esa mujer cautivó su ser. Había sido solo un niño cuando vio a una mujer hacer lo que la princesa hacía y comprendió rápidamente que ella era una de las hijas de las estrellas, pero, ¿por qué diablos estaba aquí?
La magia lunar era impredecible y muy poco común, Átkozott tenía una piedra lunar que hacía que todas estas hermosas estrellas mundanas nacieran allá y por décadas habían estudiado y convivido con algunas de ellas, no había generación que no las conociera, pero hacía años que no había visto a una. La dama Blanca, como la hacían llamar, había muerto hace mucho, antes que él cumpliera diez años y desde ese entonces ella había sido la última estrella.
Burak no solo había tenido una razón para visitar Lomas, sino que tenía dos y una oportunidad que no dejó escapar.
Astria durmió plácidamente entre suaves cedas y pieles que la abrigaban. Burak había absorbido la última energía que le quedaba, que incluso ni siquiera soñó con algo. Él sabía que Astria absorbería mucho más la luz de la luna estando dormida, pero lo que hizo no fue parte de su plan.
Sentía una fascinación con engullir aquello, su familia tenía al lobo en sus venas y eso hacía que estuviera completamente ligado a la diosa de la Luna. Absorber su energía, recobraba todas sus fuerzas, entraba en un pequeño éxtasis que lo hacía sentir tan pleno y lleno. Sus poderes se agotaban cada vez que los usaba y por eso engullir un poco de luz de luna lo volvía aún más fuerte. A pesar de aquello, no estaba en sus planes querer a Astria para él, pero si podía aprovechar la oportunidad de estar con ella y verla brillar, no había ningún problema si tomaba solo pedacitos pequeños de ella.
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