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Capítulo 39.- Lucia

—Astria... Astria...

—Princesa Astria.

Voces en la oscuridad la llamaban, el frío congelaba cada parte de su cuerpo, pero ella aún estaba pérdida ¿qué era lo que había pasado? Estaba confundida pensando lo hermoso que eran los sauces llorones y lo tranquilo que era su castillo.

Sentía que había dormido mucho, le dolía un poco la cabeza y se sentó lentamente en su cama.

—Princesa Astria —dijo una de sus damas entrando por la puerta del salón—. Esto le fue enviado del castillo real. —En sus manos venía una gran bandeja llena de frutas de estación, y una carta con el sello de la reina.

—¿Del castillo real? —sonrió al escucharla y miró cada movimiento de la mujer.

—Con permiso —dijo ella saliendo de su habitación.

—Qué extraño —se dijo. Había sentido que aquello había resultado muy familiar.

Se levantó con cuidado agarrándose del borde de la cama. Se sentía muy débil, pero aun así trató de llegar a la carta.

Astria tomó de ella con cuidado y volvió lentamente como una anciana a sentarse una vez más en la cama. Extrañada pensó que aquello ya lo había vivido, incluso que era lo que decía en su interior. La abrió con atención.

—¿Estoy invitada al palacio real? —Sí, eso ya lo sabía, pero ¿Cómo?, ¿acaso lo había adivinado?

Pasó la tarde en la cama y solo salió de ella cuando se acercó la hora donde, la irían a buscar, se vistió y se perfumó esperando el carruaje. Pronto estuvo fuera de la puerta de su castillo para comenzar la visita a su padre.

Astria se sentía tranquila, pero estaba muy desanimada, sentía que no debía creer en nadie y que realmente no tenía ganas de pensar en nada. Si pudiera hacer todo lo que debía hacer tan rápido para volver a su cama lo haría.

—Princesa Astria —dijo una mujer en cuanto llegaron al castillo real—. El rey y la reina la esperan —agregó la mujer dándole la espalda y encaminándose dentro.

—Helena, ¿hoy hay un baile? —dijo ella siguiéndola. Miro el cielo unos segundos, pero la luna estaba tapada con nubes.

Era una lástima porque eso le ayudaría a tener más energía. Astria pensó que eso era realmente lo que le sucedía, por querer estar todo el tiempo en su habitación, le faltaba estar en contacto con la luna. La mujer se sorprendió por la actitud de la princesa, le habían dicho que ella era bastante sumisa y tranquila como una niña pequeña, pero su voz tenía autoridad y rápidamente sintió que no podía volver a hablarle tan casualmente, ¿cómo la princesa sabía su nombre?

—Si princesa, hay un baile hoy, están reuniéndose algunos nobles y reyes que el rey León invitó

Astria supo también que era lo que venía adelante. Su padre, el rey León, le comentó su interés en desposarla y le ordenó participar en el baile. Alice, su hermana, les presentó a los invitados, invitados que ya conocía y sabía uno que otro nombre.

A medida que la noche fue pasando comenzó a preocuparse, no era normal que supiera todo lo que estaba por vivir, las frases, las palabras y hechos; todo eran cosas que ya había vivido.

A medida que el baile ocurría, el nombre de un ser conocido llegó a su mente.

—Burak —susurró.

— ¿Qué? —dijo Alice mirándola desconcertada— ¿Cómo sabes el nombre del rey de los bárbaros?

—¿Está aquí?

—Sí, te iba a presentar otros reyes primero. Me extraña que te interese un salvaje como él, ¿tú sabes lo que dicen de esas personas? —Alice siguió hablando, pero Astria la ignoró buscando con sus ojos por todo el lugar a Burak. Hasta que en una esquina lo encontró, lo miró unos segundos antes que desapareciera de su vista. Reconoció a Cedric y Bruno que lo acompañaban desde una esquina.

¿Esto es real? ¿Cómo su mente recordaba todo esto si así no era como lo había vivido?

Astria respiró profundamente y su corazón comenzó a agitarse, nerviosa llegó a una conclusiónPodría haber muerto?

Trató de pensar en las cosas que recordaba, pero cada vez que lo hacía un fuerte dolor de cabeza le hacía dar punzadas en los costados de su cráneo.

—¿Estás bien? —preguntó Alice—. Yo también me sentí mal y con ganas de vomitar al conocer la naturaleza de estos hombres. De verdad que sería bueno que te mantengas alejada de ellos.

—Gracias Alice, discúlpame, pero tomaré un poco de aire.

Alice la dejó que se fuera mientras se reunía con otras personas. Casi a un paso del ventanal, que daba al balcón, recordó las palabras del rey. Salió lentamente y volteó hacia la fiesta, quería verlo.

—Hola Burak —dijo en voz baja al mismo tiempo que alzó su mirada al cielo del castillo y vio una sombra que expedía humo en lo más alto de él.

—Astria, ¿hay algo que quieras decirme? — dijo su voz.

¿Cómo él no se sorprendió por aquello?, ¿él si la recordaba? Si fuera el mismo hombre ¿Sabría cómo salir de allí?

—Burak, ayúdame, sácame de aquí. —Astria quiso gritarle, pero no pudo. Solo lo pensó y lo quedó observando. Había algo que había olvidado y tenía que ver con aquel hombre.

¿Qué era eso tan importante? Pensó mientras trataba de recordar. Había algo malo, algo que sucedería, pero no podía recordar que era. Pensó y pensó, pero nada recordó.

—Aléjate de mí —le dijo volviendo a mirarlo—. Lo mejor para los dos será que no vuelvas a buscarme. —Astria jamás había pensado en decirle esas palabras, porque la verdad era que no quería volver a separarse de él. Junto a él se sentía segura y a salvo. Pensándolo bien Burak, era una de las personas que había ganado su confianza, él y su gente.

Cuando Astria volvió a mirar hacia arriba, notó una sonrisa blanca de los dientes del rey. Una energía extraña la atrapó soltando leves luces rojas. Asustada tratado de moverse, pero supo que Burak la tenía bajo su control.

La alzó en el aire con cuidado, despegó los pies del suelo y subiéndola lentamente hacia la cima, Burak la acercó a él.

Astria suspiro al notar su rostro y sintió una gran nostalgia. Sus palabras de súplicas volvieron a estar por salir de su lengua, asomándose una y otra vez queriendo salir.

—Dime eso cuando estemos en persona —dijo a centímetros de su rostro. Sus hermosos orbes dorados la observaron con una expresión de advertencia.

—Burak —dijo ella tratando de extender su mano y a pesar de que estaba bajo su poder, Astria logró acercar su mano derecha a la mejilla de él y lo tocó.

Un viento fuerte salió de repente nublándole la vista. Cubrió sus ojos y apretó sus labios sin darse cuenta de que su entorno había cambiado.

Al abrir sus ojos, se dio cuenta de que estaba en un salón oscuro, una luz azul entraba por unos ventanales grandes desde el lado izquierdo y en el medio de este estaba el cuerpo de una mujer acostado en el suelo.

—Astria —dijo una voz de una mujer. No la reconoció, pero volteó buscando de dónde provenía.

Una hermosa dama de vestido dorado se acercaba desde lo lejos del salón. Su cabello era blanco al igual que su piel y unos enormes ojos celestes la observaron. Astria supo quién era.

—Lu-Lucía —susurró.

—Vamos Astria no te sorprendas.

—Yo... ¿esto es un sueño?, ¿estoy muerta?, ¿estás viva, eres-eres real?

—Veo que estás llena de preguntas —dijo Lucía riéndose a carcajadas mientras tapaba su boca educadamente con su mano—. No estás muerta, pero tampoco estás tan viva. No sé cómo explicarte.

—Yo... estoy confundida, ¿dónde estamos?

—Esta es el salón principal del castillo de Átkozott.

Astria recordó algo que se había olvidado y que insolentemente la había tratado como cualquier mujer.

—Discúlpeme, olvide que eres una reina.

—Eso pasó hace mucho tiempo. No te preocupes, solo dime Lucía. —La reina caminó lentamente a la mujer que estaba en el suelo y volteó a mirar a Astria.

—Tú, no eres así —dijo sacándole el pelo de la cara.

Astria se acercó y se dio cuenta de que era ella misma, pero con el pelo blanco como todas las demás damas Blancas. Su rostro se veía apagado adoptando un color un tanto plomo. Había sangre en el borde de los labios, su cuerpo estaba muy delgado y maltratado.

—No eres está Astria.

—No, Lucía, esa definitivamente no soy yo, pero, siento que una vez fui así.

—Cada una de nosotras ha tenido siempre el poder de la naturaleza. Muy pocas veces una de nosotras tuvo algún poder especial, mi clarividencia es un ejemplo. Yo vi tu futuro y lo que ocurre en él.

—¿Podías ver el futuro?

—Sí, pero no era algo que podía controlar y solo fue por unos años. Empezó cuando me embaracé.

—No creo nunca poder ser como tú Lucía, a diferencia de todas las demás yo nací muy lejos y no sé hacer nada.

No era primera vez que Astria se sentía acomplejada por aquella razón. Sentía la presión de no ser realmente lo que le decían, quería cumplir con su deber, pero, aunque nadie la forzaba para que ella se volviera una dama Blanca, ella misma esperaba serlo.

—Tienes razón solo en una cosa —dijo alzando su mano y rápidamente la habitación se iluminó fuertemente.

Alrededor de ambas aparecieron muchas más mujeres con túnicas blancas. Al igual que Lucía, sus cabellos, sus pieles e incluso el color de sus ojos eran iguales.

—Tú no lograrás ser como yo, porque eres mucho más que todas las que estamos hoy aquí. Tu cabello es diferente por alguna razón, pero al igual que yo, llevas un don muy especial.

— ¿Un don?, ¿podré ver el futuro?

—Descúbrelo tú misma. La esencia de alguien muy cercana a mí está impregnada en ti. Al igual como yo pude ver el futuro, desde mi embarazo tu poder se manifestará tarde o temprano.

—Lucia... sé quién es tu hijo, yo... —Astria no sabía cómo decirle lo que sentía, pero Lucía le dio la espalda caminando lejos de ella y cuando volteo una flecha atravesaba su cuerpo. Le dio el perfil mientras le sonreía y una silueta de un pequeño niño apareció mirándola desde su baja altura.

—Mi hermoso muchacho, dile que lo amo —dijo abrazando al pequeño—. Dile que no hay que temerle a lo distinto.

—Lucia, espera. —Astria sorprendida por los que veía, se acercó a ella al mismo tiempo que todas las demás damas blancas comenzaron a desaparecer.

—Cuídalo Astria y cuídate. Tú eres la única.

—No Lucía, no puedo, yo no...

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