Capítulo 38: Días oscuros
Astria no pudo dormir esa noche. Nerviosa por las cosas que se harían al día siguiente, trato de pensar en su plan. Una y otra vez se repetía en su cabeza, como sería, que debía hacer y cómo actuar. Mientras la hermosa luz entraba por su ventana iluminando con hermosas tonalidades celestes, Astria caminó por su habitación sin parar. No podía ni siquiera concentrarse en leer.
El sol pronto comenzó a salir y con eso, el plan fue puesto en marcha.
Llorando a todo pulmón, los gritos comenzaron en el castillo de sauces llorones. Astria los sintió de lejos y esperó que estos sean mucho más fuertes. Catherine en un carruaje que salió con toda la prisa se fue acercando al castillo real.
—¡AYUDA! ¡ALGUIEN QUE ME AYUDE! —gritó entre llantos mientras cargaba el cuerpo inerte de su "hija"
Astria salió enseguida, al mismo tiempo que los soldados y las sirvientas se acercaban sin saber bien lo que ocurría. Uno de los soldados constató que el pequeño había muerto, no había latidos, ni siquiera respiraba. Catherine estaba destrozada, llorando lo suficiente como para que su cara se pusiera roja.
Hans solo se asomó en la ventana del segundo piso y miró a todos con seriedad.
El doctor llegó en minutos solo para constatar lo que ya se sabía. La pequeña princesa de casi un año y medio falleció a causas "naturales"
Astria se mostró afectada. Había hecho una relación con la reina y la pequeña en cuanto había vuelto de Luther. Era importante que mostrara lágrimas y tristeza. La noticia pronto se disparó por los rincones del reino, todos sabían que era la última hija que había dejado el rey León y no dudaron en sospechar de Hans.
Nerviosas, la reina Catherine y Astria se abrazaron como diciendo "sigamos así" y poco a poco fueron consoladas. El día fue oscuro para todos.
Hans solo se acercó al medio día. Observando como la pequeña bebé parecía en un sueño profundo, pero él no mostró ningún cambio en su rostro.
Ahora la reina podía pedir que se le despojara de títulos y que la regresaran a su tierra con su familia. Pero para eso, aún había mucho tiempo para no levantar sospechas.
El funeral fue pequeño, no hubo mucha importancia para la pequeña alma. Catherine se mantuvo bastante afectada y entre llantos solicitó que el cuerpo de su pequeña descansará en el cementerio Real que quedaba fuera de las murallas, pero cerca de donde estaban. Era perfecto para que la familia de ella, se hiciera cargo y cambiarán a la niña para enterrar otra cosa.
Anteriormente, Catherine había mandado la posición de "resucitación" a su tío y este lo había llevado a los responsables que se la darían.
Hans lo concedió sin decir mucho más que lamentaba el hecho. Al atardecer la carreta que llevaría a la pequeña hacia afuera se comenzó a preparar.
Nerviosas, aguardaron en el castillo real mientras veían como la carreta envuelta en flores blancas y rosadas se alejaba de ellas traspasando las murallas. Fuera de ellas, algunas personas esperaron con flores que lanzaron en el camino. A diferencia de los demás funerales reales que duraban más de dos días, Hans solo autorizó uno.
Astria pensó que podía pasar la noche con Catherine, pero Hans la mandó devuelta a su propio castillo. Ella quería pensar positivo, necesitaban una señal que les hiciera entender que todo había resultado bien, pero nada llegó.
A la mañana siguiente una mala noticia.
Catherine se desplomó al saber que la pequeña carreta había sido asaltada, los soldados inconscientes solo se dieron cuenta cuando despertaron que la carreta completa no estaba.
—¿Qué? —Astria se enteró por una de las sirvientas que hablaban en voz alta "¿Quién robaba el cuerpo de una pequeña fallecida? ¿Y la pócima?" —. No, no puede pasar eso— dijo ella saliendo corriendo al castillo de los sauces llorones.
Si la poción no se la daban a tiempo a la niña, ella realmente moriría.
—¡Catherine! —gritó ella entrando al castillo de forma desesperada. Corrió urgida por ellos agarrándose el vestido con ambas manos.
—¿Tanto alboroto por el cuerpo muerto de un bebé? —dijo Hans volteándose a mirarla.
Había llegó temprano a ver a la reina y ella recostada en el suelo, con su cara y ojos rojos mostró miedo hacia Astria.
—Hans —repitió Astria al verlo— ¿Fuiste tú?
—¿Yo? —dijo girándose completamente mirándole con una leve sonrisa.
¿Cómo era que su hermano se había enterado de su plan? ¿Sabía él que el niño estaba relativamente vivo?
Astria suspiró fuertemente tratando de guardar la compostura, no estaba segura de que era lo que sabía Hans. Mientras no supiera eso debía actuar como si nada pasara, pero... ¿Y si ya sabía todo?, ¿quién las había traicionado?
—Ya que están las dos reunidas —dijo agarrando del brazo a Astria y tirándola a un lado de Catherine—. Me encantaría conversar algo con ustedes—. Sonrío mientras la miraba—. Fuera todos.
En cuanto dijo eso, los guardias y las sirvientas que estaban allí comenzaron a salir. Cuando eso hacía, no venía nada bueno.
—Hans —dijo Catherine. Nada podía decir ella para explicar lo que había hecho, tratar de salvar a su hijo era una traición al reino y al actual rey.
—Astria, tú también estás involucrada, ¿no? —dijo caminando por la habitación mientras se desabrochaba la chaquetilla.
Las palabras de Hans resonaron por sus oídos, llenando cada espacio de ella en un profundo miedo. Había tenido más de una oportunidad de irse con los Átkozott y la había desperdiciado. Se había quedado solo por el niño y el niño hoy, estaba atrapado y posiblemente moriría.
—Me alegra que haya muerto —dijo fríamente—. Sabía que escondías algo —agregó acercándose a Catherine—. Revisé a tu hija antes de que se la llevarán y te diré algo —dijo agachándose y agarrándola del cuello.
—Hans no —dijo Astria, ¿podía hacer algo? Quería ayudarla, pero su cuerpo no se movió.
—Si el niño no hubiera muerto, te juro que lo hubiera acabado con mis propias manos. La verdad siempre sale a la luz.
Hans tiró violentamente a Catherine al suelo al mismo tiempo que le dio una patada en su rostro y luego continúo golpeándola en el estómago. Ella no dijo nada, quedó callada como si la muerte de su hijo a manos de Hans había sido real.
¿Quién más que él, que había asumido el sexo del niño, lo hubiera hecho desaparecer?
—¡Detente! —Astria se fue contra su hermano mientras sus poderes comenzaron a manifestarse en el cielo— ¡Déjala! —Así como lo había hecho en el bosque de Luther, una concentración inusual de nubes alrededor de la luna cubrió el cielo.
—¡TU MALDITA PERRA! ¡TAMBIÉN SABIAS QUE ERA UN NIÑO! —Hans, volvió a golpear fuertemente a Catherine en el rostro dejándola inconsciente y rápidamente tomo a Astria de los cabellos para dejarla a su altura y golpearla también.
Los estruendos del cielo sonaron por el lugar y más de un rayo cayó tocando el pasto, pero dentro de cuatro paredes y un techo no entró ninguno.
Hans la golpeó no solo el rostro sino también su cuerpo. Dejándola más de una vez sin aire y sin posibilidad de recuperar su respiración. Sentía como sus huesos crujían, como su piel ardía de forma descomunal. Cada parte de ella dolía, Hans no se detuvo y ella perdió el conocimiento viendo a su hermano desde lo alto.
Astria no despertó fácilmente, su cuerpo malherido le daba pequeños espasmos que sobresaltaba a menudo. Intentó más de una vez abrir sus ojos, pero no lo logró, volvía a dormir una y otra vez.
Burak la visito constantemente en sus sueños, pero cada vez que ella trataba de tocarlo, este volteaba y la cara de su cruel hermano la observaba.
Cuando por fin pudo despertar se dio cuenta de que estaba en un lugar frío y bastante oscuro. Su energía estaba por el suelo. De guata en la fría cerámica intentó levantar su rostro, pero le fue sumamente doloroso. Intentándolo con todas sus fuerzas, pudo notar que estaba en una celda, encerrada entre barrotes. Por otro lado, una leve luz blanca entraba por el borde de la ventana que habían tapado con una madera.
—Ah. —Se quejó mientras trataba de llegar a ella.
El dolor fue un calvario, sus piernas, su estómago, espalda, sus brazos, incluso su rostro ardía de una manera descomunal. Astria volvió a caer rendida en cuanto sus únicas fuerzas la hicieron tocar con su mano izquierda la luz.
No sé sabía con certeza cuántos días habían pasado. Astria se mantuvo entre la conciencia y la inconsciente, perdiéndose en el tiempo.
Un día escucho los llantos desgarradores de Catherine, pero no pudo abrir sus ojos, la desesperaba escucharla sin poder moverse ni mirarla.
—Burak —susurró. Ella recordaba las palabras de él.
"¿Cómo podía llamarle?"
Cuando ella abrió los ojos la imagen era un poco borrosa, pero sí vio algo aterrador. Ya no estaba en esa fría celda, sino que en la habitación de Hans. Acostada en el suelo, vio como Hans violaba a Catherine, pero la reina no parecía estar consiente.
—Catherine —susurró al verla. De estómago en el borde de la cama estaba desnuda, su cabeza sangraba tiñendo parte de su cara y permanecía con los ojos casi abiertos mientras era empujada una y otra vez por el hijo de su fallecido esposo que la violaba por detrás.
—¿Tú también quieres? —dijo Hans retirando su miembro de ella y acercándose lentamente a Astria. Su masculinidad llena de fluidos aún se levantaba como su propio trofeo—. Te tengo algo mejor traidora.
Hans se puso una túnica y amarró fuertemente el cinturón a su cadera. Fue llevada arrastrada por el suelo a una habitación posterior, mientras ella observaba a la antigua reina que no se movió y tampoco cambio su expresión
"¿Respiraba acaso?"
Arrastrada, sentía como sus pies comenzaron a rastrillarse con el suelo, intentó moverse, pero todo le dolía.
Cuando llegó a la otra sala trató de levantarse, pero su cuerpo aún estaba muy débil. Hans la sentó en una silla asegurándose que lo mirara y pronto saco una daga.
—Me ha llegado una solicitud muy interesante y la voy a aceptar —dijo paseándose y moviendo la daga entre sus manos—. Tú serás mi propia venganza.
—Hans... yo... —repitió ella, pero estaba muy cansada.
—Hunur —dijo y un hombre con una capucha negra apareció entre las sombras.
Era un hechicero que había contratado Hans. Mirando a Astria sonrió mientras esparcía una arena dorada en el suelo.
—No podrás doblegar a un lobo por más adulto que sea. Pero si puedes atraerlo a la muerte.
—¿Qué? —Astria despertó con todos sus sentidos al escuchar aquellas palabras. El miedo pronto recorrió aún más por sus venas, quería correr, escapar de allí, pero fue cuando alguien desde la oscuridad apareció—. Halen— susurró.
La mujer que tanto la había cuidado desde que era un bebé, y que el propio rey León las había separado, estaba delante de ella. Con su pelo un poco canoso, y con una mirada inexpresiva ignorando completamente a Astria.
—Hans, ella no tiene nada que ver. Déjala ¡Déjala! —Hans la volvió a golpear, pero Halen no dijo ni hizo nada. Sangre de olor metálico volvió a cubrir su nariz.
El ritual comenzó, el hechicero soltó otro polvo de color negro por el suelo y luego atrajo a la mujer arrodillándose en el medio de este.
— No se me hizo difícil encontrar a alguien que amarás y que sea de un amor antiguo —dijo Hans caminando detrás de la silla donde estaba Astria. Ella no tardó en sentir sus manos en sus hombros que la agarraron con firmeza.
—öld meg a trónon ülő fenevadat —dijo el hechicero al mismo tiempo que con una daga le rebanó la garganta a la mujer.
— ¡NO! ¡NO HANS! Mamá...
La sangre cubrió lentamente el suelo saliendo como charco de la garganta de Halen. La mujer inmóvil no opuso resistencia y solo se movió mientras se ahogaba con su propia sangre.
Hans agarró la muñeca de Astria y la rasgo con rapidez. Ella soltó un leve grito de dolor viendo cómo salía de ella un chorro de líquido rojo. El ardor le quitó el habla mientras que el hechicero siguió pronunciando palabras que ella no entendía.
Astria pensó que iba a morir, no había sentido tanto miedo sin tener ninguna escapatoria y entre la desesperación volvió a pensar en los hermosos días en Átkozott, deseaba volver.
—Hans déjame por favor —rogó mientras su conciencia poco a poco comenzaba nuevamente a caer.
—Cuando tu alma se sienta dispuesta a entregarse por completo, entonces tú morderás este collar y le darás el veneno al rey —dijo el hechicero mientras Hans amarro un collar con una hermosa piedra azul alrededor de su cuello.
—Tú asesinarás al rey de los Átkozott y cobrarás la venganza que todo Lomas desea ver, en especial yo.
—No, jamás haré eso —Astria comenzó a sentir que se iba mientras su hermano la volvió a arrastrar por el suelo.
— El rey ya te tiene aprecio, no es por nada que él me haya hecho una tentadora oferta.
—Señor, ¿firmará los documentos para dársela a Átkozott? —La voz de su general se unió a la voz de rey.
—Tardaremos semanas en hacer esos tratados y que las malditas bestias contesten. Hay una guerra que planear.
Burak había sido consiente que Hans buscaba con quién desposar a su hermana. Sabía perfectamente que Astria no costaría poco y ofreció lo suficiente como para que Hans desechara las demás proposiciones. Con su oferta, era suficiente para pagar el dote de dos esposas, y para su reino solo era la tercera parte de lo que se ganaba en un mes.
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Desde que habían terminado los pactos de paz, todos viajaron al reino de Luther. Burak se negó a alejarse de Lomas y se mantuvo ahí hasta que sus planes se pusieran en marcha. Estuvieron esperando unos días hasta que Astria hizo de las suyas, Burak que ya conocía su plan sin que ella lo supiera, supo enseguida lo que debía hacer.
El día oscuro había comenzado con los llantos de Catherine y así la noticia se había propagado. Burak rápidamente se movió con sus hombres y esperando, atacó.
Su sonrisa irradiaba total satisfacción al ver que el pequeño niño de Catherine y futuro rey de Lomas estaría bajo la protección y crianza de los Átkozott. Toda gracias a Astria.
—Cedric —dijo mirando a Burak que se ponía rápidamente de pie.
—También lo sentí hermano —dijo el rey. Estaba sentado en el borde de una ventana de una posada deshabitada.
—Es hora que vayas por ella. Cualquier castigo que reciba de la reina Luna nosotros le ayudaremos, pero vaya y secuéstrela —dijo Gina impacientándose.
Quedaban dos días para cumplirse las dos semanas que Astria había dicho y como había prometido, Burak iría a buscarla, pero aún no era el momento.
—No, el rey no puede arriesgarse de esa forma. Iré yo y te la traeré —agregó Cedric—. Debes quedarte aquí. Si somos muchos levantaremos sospechas.
—Primero, revisen los alrededores del castillo y vigilen cada movimiento de Hans. No actúen sin pensar y contrólense. No es momento de romper los pactos de paz.
—Sí Señor.
—Tres días y vuelvan.
—Sí, Señor —contestaron mientras fueron bajando las escaleras.
—Burak, ¿puedo conversar con usted? —preguntó Sam.
Burak y Cedric habían sentido un inusual poder excitando sus venas. Supieron rápidamente que había sido su querida estrella. Conociendo que ella aún no podía ser capaz de controlar sus poderes, significaba que Astria no estaba bien.
—Mi señor —dijo Sam una vez solos.
—Sé lo que dirás, pero quiero arriesgarme —Burak bajo de la ventana y se acercó a su hombre mirándolo con atención, su rostro se mostraba relajado, pero la verdad es que estaba bastante preocupado—. La profecía se está cumpliendo, adivino que debe preocuparte la última parte de ella ¿No?
—Sí Señor.
—Yo no soy un cachorro, ese término puede ser cualquiera. Incluso el futuro rey de Lomas. No le temo al final.
— Sí, señor, el pequeño rey si se vuelve uno de nosotros y puede ser visto como el cachorro, pero, aun así, me preocupa su bienestar.
—Sam, ve con Cedric. Tengo un mal presentimiento sobre esto y después hablamos sobre el final de la profecía.
—Está bien, hablaremos cuando vuelva.
En cuanto se fueron, Burak se sintió arrepentido, debía ser él quien fuera por Astria, pero no podía dejar a sus hombres, en especial ahora que llevaban un tesoro invaluable.
Sacando un puro de su ropa se volvió a sentar en el borde de la ventana mientras entrecerraba sus ojos, visualizando como el grupo desaparecía en el medio de la noche. Cedric volteó solo para ver cómo la luz que emitía el puro prendido se asomaba desde lo alto.
El grupo recorrió a caballo a alta velocidad hasta la frontera de Luther con Lomas y de allí viajaron hasta la mitad del recorrido a pie. Adentrándose en el pueblo, les hizo fácil acercarse lentamente al castillo.
Como había dicho Burak recorrieron todo el perímetro observando los movimientos de los guardias y en especial, alguna señal que pudieran dar con la ubicación de la princesa Astria.
Sam y Cedric fueron juntos y, por otro lado, Gina y Bruno salieron hacia el otro extremo. Cómo era habitual, se movieron al son de la oscuridad. Sam le costaba un poco más seguirle el ritmo, pero Cedric fue consiente de aquello y se movió con más calma.
El castillo tenía una sola entrada principal, pero tenía otra donde generalmente era usada para pasar desapercibidos, sacar la basura que juntaban dentro, incluso algunas movilizaciones de soldados.
Cerca de ese lugar estaba Gina y Bruno. Topándose con bastantes carreteras una tras la otra, se escondieron esperando que pasaran.
—Esto huele mal —dijo Gina tapándose la nariz.
—Qué delicada estás, antes no decías nada. Mucho tiempo en el castillo te hizo mal —dijo él burlándose.
—No molestes, por lo menos sé comportarme en luna llena.
—Tú sabes cómo son esas cosas.
—Consíguete una mujer quieres.
—Lo haría, solo si Burak me diera un poco más de tiempo libre.
—Bruno —dijo Gina levantándose erguida mientras miraba una carreta en particular. Una leve mano de piel clara se asomó entre la lona.
—No es ella —dijo Bruno sin sacar su mirada.
—Una estrella deja de brillar cuando...
—No, Hans no haría eso. —Bruno no esperó alguna respuesta de Gina, se movió veloz y comenzó a seguir la carreta.
Iban todas en la misma dirección, por lo que se les hizo difícil poder acercarse para investigar quién era. Independiente de aquello, Gina sintió pena de aquella alma, entre la basura y los escombros había sido tirada como cualquier cosa sin valor. La mano era pequeña y delgada, era sin duda de una mujer.
Nerviosos por lo que podían descubrir, se sintieron inquietos, querían ir y destapar la lona ¿Qué harían si aquella mujer era Astria?
Gina rápidamente pensó en el actuar tardío de Burak y culpó a su rey. Desobedeciendo la orden de vigilar el castillo se fueron espiando las carretas traspasando la mitad del pueblo, no perdieron su objetivo. Para el alivio de ellos, las carretas se separaron y aguardaron solo hasta que la oscuridad pudiera invadir todo el lugar.
Se acercaron lo suficiente sin ser visto por el cochero, pero claramente los dos caballos comenzaron a sentirse nerviosos y a relinchar inquietos.
Bruno pensó que lo mejor sería que el mismo cochero no se diera cuenta de que había perdido parte de lo que llevaba, así que se subió lentamente a la carreta y con rapidez cubrió el rostro del hombre y le pegó la cabeza con el borde de la madera. El hombre cayó sin darse cuenta de nada. Inmóvil y sin hacer ruido, Bruno lo dejó allí mismo.
Gina fue la primera en descubrir de quién era el cuerpo. Desnudo y con su piel sucia, la reina Catherine había tenido su final.
—Mierda.
—Bueno, duró lo que tenía que durar.
—Idiota, no deja de ser una persona —le regañó Gina, que se había sentido conmovida por la difunta mujer—. Quizás...
—Quizás nada —le interrumpió Bruno mirándola desde su altura. Gina era más pequeña que él, pero lo que le faltaba de altura le sobraba de personalidad—. Recorrimos todo el camino por nada y no podemos hacer algo por ella. No te pongas sentimental, ¿estás llorando?
—No —dijo ella mientras miraba la luna, aguantando sus lágrimas.
—¿Qué te tiene tan sentimental mujer?
—Déjame tranquila —dijo ella al mismo tiempo que le soltó un gran gruñido de advertencia mirándolo con ojos agresivos.
Extrañamente, el sonido que salió de su garganta en forma grave como el gruñido, hizo que algo allí en la carreta soltará también un pequeño ruido. Asombrados guardaron silencio y notaron que Catherine había apretado levemente sus labios.
—Está viva —susurró Gina abalanzándose al cuerpo y tocando la parte posterior de la mandíbula. Bruno hizo lo mismo con el otro lado.
—Debe estar muy lastimada, si la movemos quizás terminemos de matarla.
—Iré por Sam.
—Gina —dijo él agarrándola de la muñeca—. No es nuestro problema. Vinimos por Astria.
—No me pidas que deje a esta mujer, así como así. Burak no lo haría.
—Claro que sí, entre nuestra estrella y otra mujer, claro que se concentraría solo en ella.
— Asumiré la responsabilidad entonces.
—Yo iré. Avisaré a Sam, pero dudo que venga por esta mujer.
Gina quedó sola mientras maldecía a su compañero, se sentó en el borde de la carreta y sacó su abrigo para que cubriera a la reina. Los minutos comenzaron a pasar, en el lugar donde estaba solo había una luz al final y de allí todo deshabitado. Posiblemente, la carreta iba a ser descargada en las faldas de un cerro para volver al castillo.
Gina, era una mujer valiente y permaneció tranquila en el medio de soledad. De repente sus agudos sentidos de animal le dieron una señal. Alguien se acercaba con rapidez, el sonido de las aves nocturnas cesó y todo el lugar se tornó en un silencio abrumador.
—Bruno, si eres tú te cortaré, si te acercas y no me importará —dijo levantándose y adaptando una pose de lucha mientras sacaba su espada.
Cerró sus ojos y apretó los dientes, sus labios temblaron como animal excitado, pero su respiración pronto se detuvo. Oía claramente cada cosa, incluso su corazón que latía, detuvo su respiración solo para poder escuchar mejor. Ella, al igual que sus hermanos, era un animal temible y echo para matar.
No había ruido absoluto, pero aun así se sentía observada, había algo entre las sombras que la hizo no bajar la guardia. En cuanto sintió la presencia moverse, siguió sus instintos y aguardo lo suficiente hasta sentir que la presencia se le acercó por detrás. Alzó con agilidad la espada y está se detuvo envuelta en una luz roja.
—Burak —susurró asustada.
—Amo sentir tu instinto asesino —dijo sonriendo mientras que sus ojos estaban filosos y penetrantes. La espada de ella había quedado pegada a la mejilla de su rey, pero él la detuvo con su poder. Cómo era de esperarse, su rey era capaz de aniquilarla sin que ella tuviera tiempo de voltear.
—Lo-lo lamento, yo... —dijo ella soltando la espada y postrándose a sus pies.
—¿Qué haces aquí?, ¿no deberías estar en el castillo?
Gina, evitando mirarle a la cara, bajó su rostro y comenzó a relatarle todo lo que había pasado. Trató de explicarle lo que ella había sentido, que era lo correcto y que también aceptaba cualquier tipo de castigo ante sus acciones.
Burak la escuchó sin cambiar su expresión, lo que hacía que ella más se aterrara de su respuesta, pero su rey, solo guardó silencio hasta que ella terminó de hablar.
Sorprendido volteó a mirar a la carreta acercándose con lentitud encontró a la mujer que hace solo unos días había visto con buena salud.
—Creí que mis órdenes eran absolutas.
—Perdóneme.
—Cuando volvamos a Átkozott, tomarás clases con los pequeños. Quizás ahí aprenderás a obedecer —dijo con una leve sonrisa, pero a ella no le causó nada de gracia.
—Sí Señor.
—Hablando en serio —dijo alzando su mano y tocando a Catherine para saber si aún estaba viva. Luego volvió a mirar a Gina con más seriedad—. No lo vuelvas a hacer.
—Sí, mi rey.
—Reúnete con los demás. No soporto no tener noticias, así que comunícate conmigo en cuanto sepan algo de Astria. Yo llevaré a Catherine a la frontera.
—Mi señor, ella está muy débil.
—No te preocupes.
Burak sacó de sus ropas un frasco pequeño con un líquido y agarró a Catherine de la mandíbula separando sus labios. El líquido medio verdoso entró en ella y rápidamente hizo que ella cambiará un poco el color de su piel a una más viva.
—Vete.
—Sí, señor —dijo Gina y marchó sin mirar atrás.
Burak levanto con cuidado a la reina y la cubrió con el abrigo de su soldado. Tomándola entre sus brazos se aproximó a moverse. La reina no era un peso de que preocuparse.
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