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Capítulo 29: Los reinos

Luego de haberse perdido la conversación con su hermano, Astria no tenía idea de los días que se estaban por venir. Gracias a la reina Catherine pudo enterarse de que la reunión de todos los reinos había sido aceptada por todos. Se encontraría cara a cara, una vez más con el rey de Átkozott. Supo enseguida que era la oportunidad de preguntarle a Burak, que paso con los frascos de la droga.

Ambas, estuvieron formulando otro plan para poder averiguar dónde conseguir nuevamente la poción, si es que Burak no sabía nada. Nerviosas por el crecimiento del pequeño no había mucho tiempo para lograr conseguirla y formular la muerte del niño. Lo sacarían del palacio hacia el cementerio y un amigo del tío de Catherine lo llevaría a la villa, dónde vivía su familia. Ya estaba tocó hablado y conversado.

Cuando llegó el día de la reunión, el castillo real estaba patas para arriba, todos los sirvientes estaban moviéndose de un lado a otro. Cambiaron las mantelerías, las cortinas, limpiaron los candelabros y toda la utilería. Hans quería que su reino se viera fuerte, rico y elegante, un reino fundado de nuevo sin haberse debilitado por la muerte del antiguo rey.

—¿Te ayudo? —dijo Catherine abriendo lentamente la puerta.

—Catherine, ¿qué haces aquí?

—Hans me dejó salir este día, después de todo, no todos los días se reúnen todos los reinos, ¿o sí? —dijo mientras entraba y le ayudaba a amarrar el corsé del vestido de Astria.

Catherine cuando se arreglaba era una dama muy hermosa, hoy llevaba un vestido de color rojo con encajes y hermosas joyas con su pelo tomado, dejando solo dos mechas delante que rozaban sus mejillas.

—Dijiste que el rey de Átkozott no era tan malo ¿Te sientes nerviosa verlo otra vez?, ¿puedes contarme un poco de él?

—Burak, puede ser imponente cuando está serio, pero la bestia aquí es Hans.

—¿Te ha vuelto a pegar?

—No, pero...

—Ten —dijo sacando unas frutillas de una servilleta—. Te acostumbrarás a comer menos.

Astria no estaba bien, no solo eran los nervios que le estrujaban el estómago, sino también porque Hans volvió a restringirle más la comida y se sentía hambrienta.

Estaba vestida con un hermoso vestido celeste, que combinaba hermosamente con sus ojos, pero nada de su belleza podía hacerla sentir a gusta. Salieron de allí para unirse a recibir a los otros reinos. La reina no oculto a su hijo dejándolo en el castillo, lo vistió una vez más como una hermosa niña y la llevó en sus brazos.

Todos los nobles estaban interesados también en la reunión, así que, con el permiso del rey, se dispusieron a participar. No era solo los Átkozott los que llamarían la atención de todos, sino también asistirían las personas de las montañas, y los Elfos del bosque.

Cuando comenzaron a llegar, todos se reunieron en el salón principal que podía abarcar a mucha más gente.

Astria, no sabía si Hans cumpliría su intención, de querer hacer la paz una vez más con todos, era muy extraño, que tomara ese tipo de actitud. Las trompetas sonaron y de la puerta principal entraron las personas de las montañas. Astria, se dio cuenta, que los libros no se equivocaban sobre ellos. Eran personas de altura media, la mayoría tenía cabellos castaños y sus pieles tenían un color como plomo, bastante extraño e inusual. Hablaban tres idiomas distintos en su comunidad y solo algunos hablaban español, para comunicarse con Hans, en especial el rey y su reina.

La saludaron con mucha elegancia y cortesía, Hans estaba vestido de blanco con adornos de oro y estuvo muy complacido con la llegada de ellos.

Luego, llegó Luther, su hermana agarrada al brazo de Jonathan, entraron con vestimentas impecables doradas con adornos blancos. Llegaron frente a Hans y Astria, se dio cuenta de que el rey de Luther tenía un moretón marcado en su ojo izquierdo y su labio una costra negra que se esparcía por toda la comisura del lado zurdo. No parecían heridas recientes, pero se sorprendió de igual manera.

—Jonathan —dijo Hans dándole la mano—. ¿Pasaron algunas cosas desde que me marché? —Se burló sin preocupaciones del rey.

—Una caída de caballo nada más. Que la paz sea con Lomas.

—Que la paz sea con Luther —dijo Astria, Catherine y Hans al mismo tiempo.

Alice se mantuvo distante, con una mirada seria, saludo al rey Hans.

Mientras todos se iban saludando, entre los invitados llegaron el reino de los bosques. Hombres altos del tamaño de un Átkozott, pero con musculatura delgada y brazos que casi llegaban a sus rodillas, sus características orejas en punta y ojos achinados. Al igual que Burak, el rey de los Elfos tenía una mirada perturbadora y amenazante.

—Hans —dijo el rey al llegar—. Que la paz esté con Lomas —dijo inclinándose al mismo tiempo que todos sus acompañantes también lo hicieron.

—Edgar —dijo Hans—. La reina Catherine y la princesa Astria.

—Un gusto conocerlas hermosas damas —dijo él volviendo a bajar su cabeza.

Astria de repente se le nubló la vista, tomando la mano fuertemente de Catherine se sostuvo unos segundos.

—¿Estás bien? —preguntó la reina viéndola tambalear. La escasa comida que había ingerido en toda la mañana era insuficiente para hacerla sentir sana.

—Estoy bien. —Se hizo la dura y respiró profundamente para no volver a titubear.

—Pues prepárate —dijo Catherine mientras la miró a los ojos—. Estás hermosa, no vaya a ser que enamores a un Elfo o a un Átkozott. Ahí vienen.

Astria levantó su mirada a la entrada y las trompetas se prepararon para sonar, los últimos en llegar eran los "bárbaros"

No todos los nobles habían tenido la oportunidad de ver a un Átkozott, en especial al hombre que había matado al rey en el mismo castillo dónde estaban.

Cuando llegaron, todos los presentes quedaron pendientes a las puertas. Astria nerviosa, sintió como su corazón volvía a correr. Este día, iba a ser el primer día que se verían delante de tanta gente que no era del reino de Átkozott.

Todos hablarían de este encuentro, sabían perfectamente que Astria había estado con ellos y toda la gente estuvo pendiente en la reacción de ella. Sus miradas la hicieron sentirse presionada.

Las gigantescas puertas se abrieron una vez más y las siluetas de ellos comenzaron a aparecer. Sus cuerpos musculosos y bronceados hicieron rápidamente callar a la multitud. A diferencia de los otros reinos, a la cabeza no iba Burak sino Cedric junto con Bruno.

Eran enormes soldados en comparación a los de Lomas o los de las montañas, en ese momento todos volvieron a estar seguro de una cosa. Los animales en forma de humanos si existían y estás bestias tenían ojos vividos que rápidamente observaron todo su alrededor. Cautivando a todos, en especial mujeres presas de la hermosura natural que tenían. A diferencia de los atuendos a medida que tenía cada noble en Lomas, los Átkozott, venían vestidos con ropa holgada y pieles sobre sus hombros.

Cuando Burak entró, todos se dieron cuenta de que era un tanto diferente, no solo por su belleza y tampoco su cuerpo, sino la expresión de su rostro. Confiado, relajado, pero feroz.

La gente al verlo exclamó de asombro, los ojos dorados del rey de los Átkozott recorrieron toda la sala buscando una sola cosa y la encontró fácilmente. La mirada de Astria, pronto se encontró con los suyos y una leve sonrisa se formó en su rostro, mientras la recorrió completa. Nadie fue ajeno a su atención especial, no sacó su mirada hasta que llegó al frente y sus hombres le dieron el paso para que llegar donde el rey de Lomas.

Hans, en cuanto lo vio, un frío helado corrió por su espalda, se dio cuenta de que el temor de ese día y la impotencia de no haber hecho nada, aún están muy presente en su piel. Aunque el hombre que caminaba hacia él estaba con una expresión relajada, conocía su verdadera cara y se sintió como una pequeña oveja frente a un gran depredador.

Catherine sintió algo parecido, sus tripas se estrujaron, aferrando con sus manos a estrujar sus vestiduras.

Burak llegó al frente y todo el público que lo observaba, esperaron atentos que abriera la boca para escuchar su voz. Fuerte y ronca salieron de sus labios.

—Que la paz sea con Lomas —dijo.

Con su mirada como daga, observó al rey Hans y bajo su rostro lo suficiente para entregar sus respetos, pero no para mostrar inferioridad.

Los presentes jamás habían visto un aura tan fuerte como la que emanaba el rey de los Átkozott y nadie estuvo ajeno al pequeño interés que mostró con Astria.

—Bienvenido a Lomas —dijo Hans con tranquilidad. Burak sonrió levemente.

—Gracias por la invitación —dijo con cortesía.

Saludó a la Reina Catherine, la mano de ella tembló cuando él la tomó y le dio un beso, pero cuando llegó a saludar a Astria, sus ojos se relajaron y eso la Reina se dio cuenta. Y por primera vez vio solo la belleza del hombre acentuando su rostro y no a la bestia amenazadora.

—Un gusto verte de nuevo —dijo él.

Burak había sido cortes y educado, pero cuando una voz salió desde el público sus ojos volvieron a volverse fríos y sombríos. Astria no alcanzo a contestarle, tenía una mezcla de sentimientos entre emoción y molestia.

—¡Siempre tan dramático! —Se burló el rey de los Elfos, Edgar. La gente rápidamente se apartó, dejando a los dos frente a frente junto a la multitud. Edgar, estrechando sus ojos y con una sonrisa enorme de oreja a oreja, hizo que todos vieran como espeluznantemente miró al animal.

Burak, se volteó lentamente, hasta que sus ojos se encontraron con él. Un leve gruñido resonó desde su interior. Catherine y Astria lo escucharon y temieron lo peor. Mientras Burak se olvidó de la familia real, caminó lentamente dónde estaba el otro rey con una mirada desafiante.

Hans rápidamente formuló en su cabeza que quizás los únicos capaces de enfrentar a un Átkozott eran los Elfos y si podía hacer negocios con ellos, tenía ganada la próxima guerra contra Átkozott.

No solo Astria se sintió asustada, nadie podría detener a estos dos gigantes si se llegarán a enfrentar. Ella trató de estirar su mano y tomar las vestiduras de Burak, pero no estuvo a su alcance.

—Edgar. —La voz de Burak salió, mientras todo se volvía bastante tenso. Los dos se movieron con rapidez y chocaron fuertemente las frentes que sonaron como dos cuencos.

—Tiempo sin verte. —Una risa fuerte salió de los dos hombres mientras se saludaron como si se conocieran de toda la vida.

Hans desechó su pobre idea. La mirada feroz de ambos se ablandó y todos pudieron apreciar los caninos puntiagudos de Burak.

—Hola pequeña princesa —dijo la voz de Cedric acercándose mientras saludaba al rey.

—Hey —dijo Hans—. ¿Ellos se conocen? —preguntó interponiéndose entre los dos.

—Los antiguos pueblos siempre han estado muy unidos, rey Hans —contestó Cedric—. Es imposible, para esas dos tierras, que surjan conflictos —Astria bajó su cabeza saludándolo, luego él caminó hacia los otros reyes, claro que, sin antes de guiñarle el ojo, a las mujeres que estaban observando a ambos.

Hans nunca sería el centro de atención como lo eran Burak y Edgar. Sabiendo aquello la ira hizo hervir su sangre.

Burak y Edgar se llevaron todas las miradas, no había personas que no comentará también la descarada visita del rey de Átkozott. La muerte del rey había conmocionado enormemente a Lomas, para muchos, que Burak haya asistido, era un insulto al reino y a la corona, pero Hans no se veía afectado del todo.

La bienvenida fue transcurriendo con tranquilidad. Astria, a pesar de estar al lado de su hermano y de Catherine, no pudo apartar totalmente los ojos hacia Burak. Le causaba mucha extrañeza verlo conversando fluidamente con el rey Elfo. En ninguna parte de los libros se decía que ambas tierras llevaban una estrecha relación, pero al ver que los dos hombres no pararon de hablar mientras reían, ella supo que había muchas cosas que no sabía de él.

—Has estado bastante ocupado ¿No? —preguntó Edgar.

—He tenido algunos asuntos que cobrar, pero nada de otro mundo.

—¿Nada de otro mundo? —río Edgar mientras le daba unas palmadas en el hombro izquierdo de Burak—. Has matado al rey León, me extraña que hayas aceptado venir.

—Más extraño es que me hayan enviado la carta.

—¿Está Sam contigo?

—¿Crees que vendría solo? Ha habido mucho movimiento inusual por Lomas y Luther. Recientemente, me enteré del tráfico de esclavo de mi propia gente. Recomiendo que también estés atento.

—Eso siempre ha pasado yo...

—Sí, pero estaba controlado. Mientras rescaté a mis hombres supimos qué había más de una subasta.

Burak, no había quedado tranquilo, después de saber que sus soldados habían salvado a más Átkozott en otras subastas. No eran personas que vinieran de su capital, pero sí podrían ser de las demás tribus. Aún no había tenido la oportunidad de conversar con alguno de ellos, pero ansiaba hacerlo lo antes posible.

—¿Qué hay con los rumores?

—¿Qué rumores? —preguntó Burak mientras observaba disimuladamente a Astria. Edgar se acercó lentamente al oído de él y bajo su voz.

—¿Hay una dama Blanca en tus tierras?

Los ojos de Burak rápidamente se volvieron fríos al escucharlo y lentamente llevó su mirada al rey.

—Hey, tranquilo, solo me preguntaba si podía conocerla. Créeme que no tengo otras intenciones.

—Ve con cuidado Edgar, no rompamos nuestra amistad por una mujer.

—Claro, sería algo desafortunado.

—Bastante desafortunado.

—Burak —dijo una mujer acentuando hermosamente su voz. Era la esposa del rey Edgar y con dulzura le abrazó dándole palmadas en su espalda.

—Tanto tiempo que no te he visto —dijo él relajando su rostro y abrazándola.

—No ha pasado ni media hora y ya están mirándose mal. Ustedes no cambian.

—Es muy temperamental y lo sabes querida —dijo Edgar frotando el brazo de su mujer.

—Burak, serás un viejo amargado como tu padre si sigues así —rio ella—. Pero te ves bien ¿Cómo han estado?, ¿Cerdina?, ¿el niño?

—Todo bien Mery, todo ha estado tranquilo. Aunque Cerdina se lamenta bastante que Samuel crezca muy rápido.

—Oh me imagino. Cuando la veas dile que la iré a visitar después del invierno.

—Será un gusto recibirlos.

—¿Y tú?, ¿cuándo tendremos una boda? Nosotros tampoco fuimos ajenos a tu atención especial.

—¿Atención especial? —preguntó Edgar frunciendo el ceño sin entender. Al parecer el rey elfo era el único que no se había dado cuenta de aquello.

—Querido, nunca te das cuenta de nada. —Se burló su mujer mientras agarró del brazo a Burak y lo llevo cerca del balcón—. Te escucho.

Burak, la observó con seriedad mientras, sin decir nada, llevó sus ojos al frente observando a la protagonista. Mientras sonreía al lado de su hermano, Burak no pudo evitar pensar en ella.

—Sí, te conozco lo suficiente para descifrarte—Burak volvió a llevar sus ojos a la reina y lentamente Edgar llegó a su lado, lo que hizo soltar un gran suspiro.

—La he secuestrado —dijo suavemente—. Maté a su padre y la mantuve cautiva.

—¿Te acostaste con ella también?

—Edgar —dijo la reina llamándole la atención a su esposo—. Burak deberías solo llevártela, es una princesa y tampoco se sabe con exactitud, si León es su padre. Si la quieres llévatela, has un matrimonio por captura. Tienes la suficiente edad para que en el reino se preocupen y comiencen a presionarte.

—No es tan sencillo —dijo frunciendo el ceño.

No era cosa sencilla. Su padre una vez obligó a Lucia a viajar hacia las fronteras, pero ella se negó rotundamente, estaba embarazada y su cuerpo aún estaba muy inestable, claro que, en ese momento, no lo sabían. Altrice pagó caro el poco consentimiento de su esposa, cayó enfermo por dos semanas y de ahí todos supieron qué obligar a una dama Blanca, a hacer cosas sin su voluntad, podían tener grandes consecuencias. Era un pensamiento, nada concreto, pero era mejor pensar que así era. En especial Burak, si fuera cierto, Burak podría volverse terrible.

Volviendo a la realidad, agarró los hombros de la reina y lentamente la giró para hablarle al oído desde atrás.

—Te presento, a la nueva dama Blanca —susurró. Mery rápidamente hizo un sonido de asombro y volteó a mirarle.

—Burak, lo lamento —dijo disculpándose—. Esto complica las cosas.

—¿Hablaste con los ancianos? —preguntó Edgar poniéndose bastante serio.

—Aún no, aunque ya sabría la respuesta, pero como te dije, he estado bastante ocupado.

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