Capítulo 27: Mujer predecible
La noche se había vuelto más cálida en los brazos del hombre que la cubría con su propio calor. Su suave caricia le entregó la tranquilidad que necesitaba y entre el sueño profundo, se hundió en un hermoso sueño dónde aún estaba en la tierra de Átkozott.
Cuando volvió a despertar, se dio cuenta de que Burak no estaba a su lado, pero aun así sentía su aroma en la ropa de cama. Parpadeando varias veces, trató de entender si aún estaba en su sueño o si realmente había vuelto a la realidad. Trató de moverse y su cuerpo esta vez sí respondió lentamente. Estaba acostada boca abajo y trató de levantarse.
—Tranquila. —La voz de Burak vino de atrás de ella y pronto, sintió su calor en su espalda, él acercó sus labios a ella y besó su columna hasta llegar a su cuello. Astria suspiró grandemente al sentirlo—. ¿Acaso aún hay droga en ti? —dijo él al ver cómo su espalda se arqueó levemente.
Mirándola desde lo alto, esperó que ella volteara para encontrarse con sus ojos celestes y así lo hizo.
—¿Cuánto he dormido?
—Amanecerá dentro de una hora —dijo él incorporándose y mirándola con una leve sonrisa. Burak ya estaba vestido de la parte inferior, pero, aun así, Astria no dudo en volver a observar su torso desnudo.
—Necesito volver —dijo ella tratando de sentarse y en cuanto lo hizo, sus piernas se sintieron adoloridas. Sus extremidades temblaron y sintió dolor en cada músculo de su cuerpo.
—Te traeré algo para que comas y bebas, te irás sintiendo mejor cuando ingieras algo.
—Burak —dijo bajando su cabeza avergonzada. Poco a poco las imágenes de lo que hicieron en la noche, comenzaron a llegar a su cabeza. Avergonzada por haberle pedido aquello, no pudo contener la pigmentación de su rostro. Había sido una mujer muy lujuriosa y poco decente, capaz de pedirle a un hombre que la libere—. Lo siento.
—¿Sentir qué? —dijo acercándose con una bandeja con un plato con frijoles negros y pan.
—Yo, debí cuidarme anoche.
—Ya te dije, error de novata. —Se burló al mismo tiempo que se sentó a su lado—. Antes de que sigas con eso, contéstame una cosa. — Burak, rápidamente cambio la expresión de su rostro y se puso más serio—, ¿por qué estás más delgada?
—Lo lamento, no he tenido mucho apetito.
—Mientes. Tu afán de encubrir a los demás, no se te da muy bien.
—¿Qué? Pero yo...
—Come —le ordenó frunciendo el ceño.
Ella apretó sus labios con reproche, pero le obedeció sin mirarle, untó el pan en los frijoles y se los llevó a la boca.
—Hay algo que tengo que hablar contigo —dijo él mientras la observaba comer—. Ayer viste a mis hombres tras los barrotes, sé que tus intenciones siempre han sido buenas e intentaste liberarlos, pero, ¿no crees que estando ahí encadenados no lo habían intentado? La palabra libertad, abarca muchas cosas.
—¿Hice mal? —preguntó ella, mientras tragó lentamente la comida que tenía en la boca. Pensando en sus palabras, no encontró su error y lo miró incrédula. Lo que hizo que Burak tratará de explicarle.
—Las órdenes de una dama Blanca, siempre son absolutas para mi gente y eso lo sabes. Buscaste la luz y les ordenaste liberarse, pero ¿a qué costo?
—¿Un costo? —dijo ella mirándolo asombrada.
—Mis hombres ya estaban encadenados y créeme que tratar de liberarse ya lo habían intentado. Tu orden hace que ellos se armen de más fuerza, una fuera sin control y lo harán por ti. Sin importar que eso signifique cortarse las manos. Sin manos también eran libres.
—No... —susurró ella mientras sus ojos se ponían llenos de lágrimas.
—Espera, tranquila —dijo Burak agarrándole el rostro— No pasó nada.
—Pero yo quería ayudarles.
—Lo sé, lo sé perfectamente —dijo él quitándole la bandeja y dejándolo a un lado. Luego, se acercó más a ella y la abrazó—. Lo siento, debí decírtelo de mejor forma.
—Pero ¿están bien? Yo debería ir.
—No, todo está bien. Mis soldados llegaron justo a tiempo, así que no hubo problemas. No es la primera venta ilegal que nos hemos encargado.
—Lo siento Burak, yo solo te he causado problemas. Yo solo venía por la caja.
—"Mori Solum Pars" ¿De verdad venías por eso? —dijo poniéndose de pie—. Come, la iré a buscar, pero no te la pasaré hasta que te termines todo.
Astria secó las lágrimas que se habían juntado en sus ojos y se volvió a echar un pedazo de pan untado con frijol a la boca. La comida para variar, era una porción que comería para todo el día y veía imposible que pudiera devorarse todo antes que saliera el sol. Su hermano sin duda vería su incremento de peso, solo con esa ración y eso la asustó.
Burak la dejó sola unos momentos y luego de unos minutos, se acercó con la caja.
—Burak, yo... no puedo más, sabes que esto es mucho para mí —dijo con la boca llena. Él se rio con solo verla.
—Vístete y mientras lo haces soy todo oídos —dijo sentándose en una silla frente a ella. Astria dejó la bandeja y lo miró con seriedad. Él rápidamente le dio unos toques a la caja con su uña. Quería explicaciones sobre "¿Por qué ella estaba interesada en esa poción?"
Ella se levantó dándole la espalda desnuda y comenzó a vestirse. Cuando fue abrochar su vestido, se dio cuenta de que el impaciente animal no la escuchó y le faltaban botones.
—Burak —dijo poniéndose de pie. En cuanto lo hizo, sintió como su entrepierna se volvió a mojar y se sentía extraña allí abajo.
—No encontré quien pudiera cocer tu vestido.
—Impaciente —le reprochó ella mientras lo miró sobre su hombro molesta—. Si haces eso me deberás más vestidos.
—Para la próxima te traeré muchos más —soltó con una sonrisa asumiendo que lo de anoche, se volvería a repetir.
Astria, miró el agujero de su vestido que mostraba su estómago, pensó que eso sí daría para hablar una vez que llegara al castillo. Era esencial que se fuera luego y llegará antes del amanecer.
—Burak, no tengo tiempo, por favor llévame al castillo.
— ¿Volverás allí?
—Tengo que hacerlo.
—Astria no te entiendo —dijo poniéndose de pie—. ¿Por qué sigues sacrificándote por los demás? Todos en ese castillo te han tratado horrible desde que has nacido, ¿por qué te esmeras en preocuparte por esa gente?
—No lo entenderías.
—Explícamelo. —Burak no pudo contenerse y por primera vez desde que la vio, le levantó la voz—. En Átkozott sabes perfectamente que jamás te tratarán como lo hacen en Lomas. Después de todo lo que han hecho contigo, sigues queriendo permanecer aquí.
—No has vivido lo mismo, no sabes las cosas que ocurrirán si yo me voy de allí.
—Piensa en ti, aunque sea una vez. Te darás cuenta que no toda la gente te amará por más que lo intentes.
—Burak.
Él llegó frente a ella y volvió a exclamar con furia. Sus pupilas se estrecharon y la arrinconaron en ese lugar.
—¿Tú crees que su trato cambiará, si tú te ofreces como bandeja primero? Yo puedo llevarte ahora mismo conmigo y no tendrías que volver...
—Basta —dijo interrumpiéndolo y mirándolo decidida. Aunque sus ojos querían derramarse, ella apretó fuertemente los dientes, para que ni una sola lágrima saliera—. Si te cuento todo empeorarás las cosas. —Eso hizo que Burak se calmara un poco y suspiró fuertemente.
—Solo dime qué estás bien…
—Lo estoy. —La verdad era que ni ella sabía si iba a estarlo, pero su afán de salvar al pequeño era más grande que el miedo que su hermano le provocaba—. Volveré a Átkozott a su debido tiempo y te contaré todo.
—Es tu hermano, ¿cierto?
—¿Qué? No él...
—Quien te priva de comida, ¿eh?
—Hans es un poco estricto.
—¿Para quién es la poción?, ¿la reina Catherine aún vive?, ¿qué hay del hijo que esperaba?
—No puedo contestarte todo, Burak. No dejas de ser el rey de los Átkozott y yo la princesa de Lomas.
—Bien —dijo molesto y con su respirar agitado, le entregó la caja en sus manos y marchó hacia la puerta—. Te espero fuera, usa mi abrigo si quieres.
Astria, sentía que había arruinado todo, pero era algo que quizás la ayudaría para que Burak no se metiera en sus asuntos. Si algo saliera mal, el niño podría morir a manos de Hans y eso le aterraba. Prefería que él se fuera molesto antes de que todo su plan se viniera abajo.
Terminó de vestirse con el abrigo del rey y tomó la caja con ambas manos. Estaba lista para volver al castillo con su preciada posición.
Burak esperó afuera mientras se llevaba un puro a su boca, la mañana era cálida para su piel. Había encontrado a sus hombres, sabía que ya estaban con sus soldados y había encontrado a su dama perdida. Odiaba la idea de tener que dejarla una vez más, no la entendía, pero quería estar con ella. La idea de volver a su tierra otra vez solo, lo inquietaba.
—No nos acompañará, ¿cierto? —Bruno, sentado en el borde del techo de la casa abandonada, lo miró desde arriba.
—¿Cómo están los hombres?
—Ya vendados y preparándose para el regreso. Aunque eso creo que tendrá que esperar.
—¿Esperar?
—Ten —dijo Bruno bajando del techo con la facilidad de un gato. Sacó de su bolsillo un sobre blanco y se lo pasó. Burak miró el sello y rápidamente soltó una risa burlesca, para luego guardarlo en el pantalón.
—Tendremos tiempo de sobra. Que vigilen el castillo y guarda esto, necesito saber por qué se ocupará. —dijo Burak pasandole unas botellas pequeñas y Bruno se las guardó rápidamente en el bolsillo.
—Sí, señor.
—No las vayas a romper.
Astria, una vez lista, se aproximó a la puerta y encontró que Burak había dejado una hilera de humo en el aire. Lo respiró tranquilamente, llenándose de ese aroma de menta limón. Le hubiera gustado llevarlo consigo mismo, pero volviendo a la realidad debía mantener la compostura. Observó a Burak apoyado en la pared de la casa mientras la observaba. Bruno ya se había ido.
—¿Vamos? —preguntó él con una ceja levantada.
—Sí.
Astria, se sostuvo firmemente de Burak, una vez llegado al castillo, la facilidad del hombre de trepar las murallas la impresionó, una vez más, el animal que habitaba en él salía a la luz. Sin ningún problema traspasó toda la seguridad del castillo y sin levantar alarmas, pronto estuvo en la ventana de su habitación.
—Gracias por todo —le dijo mientras separaba sus manos de él y le entregaba el abrigo.
—Astria, si las cosas se complican tú tienes el poder de buscarme. Desearía de verdad que fueras conmigo.
—Lo siento —dijo volteándose y abriendo la ventana—. Desearía que las cosas fueran distintas.
Burak así como llegó, se fue sin dar sospechas, pero antes de dejar completamente el castillo, se detuvo como una sombra en el borde de la muralla y observó cerca el castillo de Sauces llorones.
La silueta de una mujer se esparció por su aguda mirada, paseándose nerviosa por toda una habitación, le hizo darse cuenta de quién era realmente. A pesar de que ahora la mujer era delgada y desaliñada, eso no hizo que Burak sepa quién era. El sí pudo reconocerla.
—Mi rey —el susurró de Bruno llegó a sus oídos. Burak lo miró desde arriba—. Es un niño.
—¿Un niño? —preguntó sin entender.
—Sí, señor. Es un varón, el hijo que tuvo la reina con el rey León, es un varón.
Burak sonrió y bajó su rostro aguantando la risa. Había comprendido con ese simple dato todo el plan que tenía Astria. El niño aún vivía y eso ya era inusual, conociendo un poco como era Hans, sin que nadie lo respalde como había ocurrido con Burak. Hans no tenía mucho con que ganar, deshacerse del pequeño era un acto solo para asegurar la corona de Lomas.
Se acostó mirando las estrellas y se preguntó si había sido muy duro con Astria. Ahora podía entender lo que haría y era inevitable que él se involucra en eso. Un interés propio surgió de él y comenzó a reírse a carcajadas alertando a todos.
—¡Hay un intruso! —Escuchó a los guardias.
—Mi rey —dijo Bruno entre dientes aun esperándolo abajo.
Con los ojos feroces y mostrando sus blancos caninos puntiagudos vio el futuro formarse delante de él.
—Eres una Diosa, ¡¿lo sabes?! —dijo apuntando al cielo. Su madre había otra vez visto el futuro y supo enseguida que ese niño debía sobrevivir, porque sería el próximo rey de Lomas.
Burak, sin levantarse, rodó por el borde y cayó hacia el otro lado desapareciendo con su hombre entre las sombras, justo cuando el sol comenzaba a salir.
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