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Capítulo 24: Mercado negro 1

Astria se amarró el abrigo y se puso una capucha que le cubría todo dejando solo la máscara saliendo de ella.

Entró con cuidado, pero con la cabeza en alto, para que así, pudieran ver a una mujer segura de sí misma. Dentro, estaba todo finamente decorado, había objetos en estanterías y en repisas con sus precios en una etiqueta. Guardias cuidando los rincones y gente que caminaba buscando algo valioso.

Había mujeres y hombres cubriendo también sus rostros con máscaras. Astria podía notar que no era gente cualquiera, eran nobles con ingresos suficientes para llevar lo que quisieran sin ver el precio. El lugar no era tan tétrico, pensó mientras su cuerpo comenzaba a relajarse y a respirar más tranquila.

Mirando atenta a una pareja, comenzó a seguirlas, disimuladamente observando todo lo que ellos hacían, ya que, como aún no empezaba las subastas, debía disimular que conocía todo el lugar.

Luego de un tiempo, recorriendo la primera sala, se abrió la segunda dónde había muchas sillas inclinadas, mirando hacia un espacio abierto con cortinas. La gente entró y se fueron ubicando en cada asiento con tranquilidad. La calma era una de las cosas que impresionó a Astria. Las luces, iluminaban todo el lugar elegantemente, colores azul marino, sillas negras, alfombras burdeos, todo estaba muy bien ornamentado.

La subasta comenzó, los primeros objetos eran piedras preciosas del reino de las montañas, minerales hermosos y preciados, donde uno a uno se fueron con compradores. Un hombre de contextura grande y alargada se puso al frente para dirigir el espectáculo. Tenía unos ojos bastante grandes de color verde, sus orejas puntiagudas como la lanza, su boca tampoco era de una persona normal, ya que era grande como si al sonreír los bordes de sus labios llegan a sus oídos. Era aterrador y Astria pronto se sintió intimidada.

—¿Un elfo? —pensó al verle. No era común ver gente de otros reinos dirigiendo algo tan importante como una subasta ilegal, pero allí estaba con ojos achinados como si te vieran el alma.

—Preparen sus números mis queridos clientes, lo que viene de aquí en adelante no podrán ser encontrados fácilmente.

Astria observó con curiosidad y frente a ella salió un hombre con una maleta.

—Rocas lunares —dijo el hombre. Toda la multitud comenzaron rápidamente a levantar su mano.

Astria sentía curiosidad, pero antes de eso se preguntó, ¿por qué todos estaban interesados en aquellas rocas? Si ella estaba, también ligada a la luna como los Átkozott, entonces, debía sentir algo, pero por más que se concentró, no hubo cambio en ella. Las piedras lunares que tenían en el templo de la Luna, poseían energía casi similar a la que ella sentía cuando estaba en contacto con el brillo de la noche. Estas piedras carecían de aquello, así que, asumió, que las rocas eran falsas.

Luego de aquello, trajeron otra maleta un poco más pequeña, al abrirla la sorpresa en ella hizo que abriera sus ojos enormes y su mandíbula se cayó detrás de la máscara. Objetos filosos de colores blancos relucían llenando el fondo de la maleta. Eran dientes caninos de Átkozott "¿Cuántos?" No podía deducirlo "¿Cómo podían hacer eso en especial a gente tan noble que la habían tratado tan bien?"

La imagen de Burak llegó rápidamente a ella y se preguntó, si él sabía de todo esto. Seguramente enloquecería si se llegará a enterar.

Luego de un tiempo, hicieron una pausa e invitaron a todos a volver a la primera sala para un cóctel, o quedarse allí a esperar en los asientos. También anunciaron que tenían productos para vender y se podría encontrar en la sala de alado.

Astria se levantó con tranquilidad, pero estaba un poco conmocionada. No esperaba ver aquello y asumiendo que los dientes salieron en la primera jornada de la noche, el resto de la velada seguramente habrá más cosas que la dejarían atónita.

Astria siguió unas personas, entraron a la habitación de alado. Agradeció no haber sido la única de entrar a esa sala. Una vez adentro, cada persona se sentó en unos asientos hasta que llegó un hombre vestido de negro parándose justo afrente.

—Nos juntaremos en grupos de diez, me acompañarán por el corredor para que vean los productos que les interese y al final del recorrido estarán nuestros socios para poder acordar la venta que ustedes quieran.

Astria fue seleccionada para el primer grupo que rápidamente se acercaron dónde estaba el hombre.

—Disculpe —dijo ella al chocar con una persona alta que no se movió cuando ella pasó por su lado empujándolo. Torpemente, quiso llegar con rapidez al grupo, con su brazo adolorido se sobó disimuladamente por el choque.

—Espere —dijo la voz del hombre.

—Discúlpeme, tengo prisa —bajó su rostro y levantó sus manos para luego encaminarse.

Astria llegó con su grupo y mientras uno a uno iban traspasando la puerta, volteó a mirar atrás. El hombre, cubierto con un gran abrigo elegante que les llegaba a las rodillas, la quedó observando detrás de su máscara negra. Al igual que ella, iba cubierto de pies a cabeza.

Lo ignoró, lo que menos quería era llamar la atención, no podía darles más tiempo a cosas absurdas. Debía concentrarse y encontrar su objetivo. Una vez dentro, el lugar era como los corrales que tienen los caballos con rejas, dentro de ellas, animales de todo tipo.

Pavos reales, avestruces, tigres, leones, todos los animales, que estaban prohibidos su comercio, estaban aquí. No solo eso, Astria ya había visto dientes caninos de un Átkozott, así que no dudo que pudiera ver alguno aquí y estaba en lo correcto. Al final del corredor había cuatro de ellos.

Las personas hicieron preguntas a medida que iban avanzando, pero todo el lugar se llenó de más ruido al ver a estos hombres con sangre de animal.

—¿Cómo controlan a uno de estos? —preguntó un hombre con una vestimenta bastante lujosa.

—Debo admitir querido cliente, que hay que tener mano dura para estas bestias, generalmente los vendemos sin sus órganos reproductivos, así hacen que sean un poco más sumisos o también pueden comprar cachorros.

—¿Poseen sus caninos?

—Sí, pero eso aumenta su valor.

Mientras todos hablaban de aquello, Astria no evitó pensar si todo esto era cierto. Se acercó a los barrotes y observó. Los cuatro eran hombres, estaban amarrados de pies y manos, además de tener una mascarilla en su boca, seguramente para que no mordieran. Una correa de cuero les rodeaba el cuello como fieles sabuesos. Ella deseó buscar la forma de liberarlos, pero y "¿Si con eso la atrapaban?" Miró el cartel fuera de los barrotes y lo vendían incluso más caro que la droga que ella iba a buscar.

—Dioses —susurró al verlo. Burak debería saber de esto. En cuánto saliera de ahí intentaría avisarle.

—Cuidado, señorita —dijo el guía—. No se puede acercar tanto, no querrá que le rompan la mano, ¿cierto?

El grupo continúo entrando a una sala, donde estaban las cosas más pequeñas. Astria, antes de salir, se detuvo en el portal al escuchar unas cadenas del último hombre. Volteó a mirarle, este se había levantado y la observaba frunciendo un poco sus cejas. La curiosidad en su rostro fue igual a los Átkozott que trataron de observarla cuando llego al reino de Burak.

—Lo siento —dijo bajando el rostro y al hacerlo se dio cuenta de algo que podía hacer. La luz de la luna llegaba suavemente a una esquina y recordó lo que ella era realmente.

Mirando al hombre tras las rejas y volviendo a mirar a su grupo, se aseguró que no le pusieran atención. Se hincó cerca de la luz y posando su mano en ella volvió a mirar al hombre.

—Busquen la libertad cuando tengan la primera oportunidad, se los ordenó. —El hombre cuyos ojos amarillos la estaba mirando se iluminaron con su color azul y luego volvieron a sus ojos normales. El pequeño destello era sinónimo de haber aceptado su mandato. Los demás pronto se pusieron de pie mirándola—. Lo siento me encantaría poder hacer algo más por ustedes

Astria, con el dolor que carcomía su alma y le apretaba las tripas, salió de allí pensando que su poder podía hacer algo para liberar a estos hombres. Confiada en eso, trató de despejar su mente para concentrarse en lo que debía hacer.

Paso a la otra sala, gracias a Dios, nadie se había dado cuenta de su demora y continuaron mirando los objetos a vender. Luego detrás de una vitrina en latín estaba las palabras que estaba buscando "Mori Solum Pars"

Por fin, después de un rato, ahí estaba su pase de salida. Lo compraría y estaría lista para abandonar el lugar sin ninguna sospecha ni altercado.

Cuando llegaron al final, la gente se abalanzó a los mesones para pagar sus productos. Se amontonaron entre tantos, tratando de llevarse las cosas más preciadas en ese lugar, un Átkozott.

Astria no quería meterse entre tanta multitud y participar en actitudes violentas que se comenzaban a generar, la avaricia de tener un esclavo superior a todos. Evitando eso, caminó por los demás pasillos con tranquilidad mirando joyas, y artículos que también se vendían.

Respiró suavemente y dejo salir el aire de sus pulmones con fuerza. Estaba sola allí mientras el ruido de adentro resonaba por todos los pasillos. Estando sola se sintió más intranquila repitiendo una y otra vez "tú puedes" en su cabeza se volvió a armar de valor mientras miraba la puerta donde estaban todos los demás. No podía creer lo lejos que había llegado, esperaba con ansias que todos saliera como había sido planeado.

Cuando iba a dar un paso, para encaminarse al lugar, un frío recorrió su espalda y la voz de un hombre la hizo detenerse.

—Aguarda allí —susurró. El frío de un metal llegó a su cuello, una fina y filosa daga se apoyó en su fría piel, junto con una mano que la agarró del hombro con fuerza—. Sé quién eres.

Astria no pudo modular palabra, estaba congelada ahí, atrapada por un hombre que estaba seguro de su identidad. El hombre la empujó hacia atrás, y la llevó dentro de un corral que estaba vacío, luego la soltó con cuidado. Ella instintivamente se dio vuelta y dándose cuenta de que era el mismo hombre que había chocado con ella en la escalera.

—¿Qué haces aquí? —Su voz más fuerte y el olor de menta limón se sintió en el ambiente. Un olor característico de un puro en particular que ella rápidamente recordó. Su corazón no tardó en volverse escandaloso, tratando desesperadamente de salir de su pecho.

—¿Burak? —Lo miró sorprendida, sus ojos celestes sobresalían por los agujeros de la máscara. Él no dijo nada, se acercó a ella y con lentitud, le sacó la máscara empujándola hacia abajo.

—¿Qué haces en un lugar como este? —Burak sacó también su máscara y la miró con seriedad, al igual que ella, también estaba perplejo por su repentino reencuentro.

Astria, dudó mucho en contestar su pregunta con sinceridad, no quería involucrarlo en cosas de Lomas y en especial que intentara hacer algo donde perjudicaría al pequeño futuro Rey, aún se preguntaba si podía confiar en él.

—¿Te han traído obligada?, ¿secuestrada? —Astria trató de formular palabras, pero los ojos de Burak rápidamente se volvieron más fríos y ella sabía que él, no tenía paciencia y explotaría dejando patas para arriba todo el lugar.

—Yo, necesito algo de este lugar y he venido a comprarlo. —Burak la escuchó, pero eso no calmó sus instintos, soltó un leve gruñido mientras no dejó de observarla. Astria apartó la mirada, nada le había causado más miedo que la mirada de este hombre.

—¿Sabes que aquí venden a mi gente? Di que no has venido por eso.

Astria abrió su boca para negarlo todo, pero no salió nada de ella. Estaba paralizada por el hombre que la miraba con ojos filosos. Burak, le dio el perfil mientras posaba sus manos en su cadera mirando el suelo, trató de buscar sus propias respuestas. Luego, dio un suspiro.

—También los he visto —dijo ella—. Intenté ayudarles, pero no puedo alejarme de lo que realmente vine a buscar aquí.

—Lo siento. —Se disculpó él, volviendo a mirarla. Sus ojos se habían relajado y su rostro también.

—Yo puedo explicarte, pero no ahora.

—No importa —dijo él acercándose a ella y con tranquilidad la abrazó—. ¿Por qué siempre te arriesgas? Estando en este lugar solo, ¿no temes que algo te llegue a pasar?

Astria se calmó grandemente al sentir el calor del rey, había estado bastante nerviosa y tensa toda la noche. Solo con el tacto de él, se sintió segura a pesar de que él, recién, le había producido terror. Burak siempre relajaba su expresión en su presencia y gradualmente se volvió más cariñoso con ella.

Astria, sin duda, era capaz de controlar al animal que corría por las venas del rey, ella era el agua helada que se echaba al fuego, él se sentía cómodo y tranquilo a su lado. Era un hombre capaz, de poner de rodillas a los demás solo por el miedo que causaba, pero Astria, ella era distinta para él.

—Vengo por una pócima, luego de eso me iré.

—Deberías explicarme un poco más de aquello. Las pócimas que se venden aquí no son cualquier cosa —dijo soltándola y mirándola de cerca.

—Lo sé, te lo explicaré cuando pueda. Sé por qué estás aquí, déjame obtener lo que vine a buscar y después haz de este lugar lo que quieras.

—Nunca dejarás de jugar con mi paciencia, ¿cierto? —La miró un poco y con una leve sonrisa, se hizo a un lado para que Astria saliera—. ¿Sabes que no te queda el negro? —Él le hizo un leve cariño en la peluca, mientras ella caminaba hacia el pasillo, al mismo tiempo que se ponía la máscara.

—También lo pensé.

—¿Señorita? —dijo un asistente llamándole la atención—. Por favor no se meta a los corrales, si va a comprar algo, hágalo ahora, ya no hay mucha gente.

—Disculpe, voy enseguida. —Astria miró lentamente al corral, pero Burak se había esfumado como si fuera el propio viento, ni una pista, ni huellas había dejado.

Ansiosa y nerviosa por haber visto una vez más al rey de los Átkozott, trató de sacarse de la cabeza su nuevo encuentro. Sabiendo que ahora tenía un guardián que podía protegerla en ese lugar, se sintió más confiada en ella misma. Debía cumplir rápidamente con lo que se había propuesto, así que, caminó con rapidez y entró a la pequeña habitación. Claramente, la multitud que en un momento estaban vueltos locos, estaban tranquilamente sentados en las sillas y los mesones casi vacíos.

Viendo cómo estaban las cosas, había muchas personas que querían poseer un Átkozott para sí mismos y al ser tan pocos, seguramente terminarían en otra subasta al mejor postor.

—Buenas noches. Vine a comprar un "Mori Solum Pars"

—Interesante señorita, ¿trae el dinero consigo?

—Sí— dijo ella pasándole la bolsa.

El hombre sacó el dinero de allí y lentamente comenzó a contarlo. Cuando terminó de hacerlo, negó con su cabeza mientras la miraba.

—Mire, hoy ha habido mucha demanda por este artículo, su valor se ha doblado y con lo que usted trae solo puede llevarse una de las botellas.

—¿Qué? Pero necesito la otra para que todo funcione.

—Lo sé. Pase a la habitación detrás de mí, puede que, hablando con los cinco encargados de este lugar, logren llegar a un acuerdo. Son bastante buenos para hacer tratos, puede que la esperen y vuelva mañana por la otra botella.

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