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Capítulo 15: Escurridizo

Los días pasaron, Átkozott tenía uno de los climas más calurosos en el día y gracias a los innumerables árboles el calor no se hacía pesado dentro del reino, pero Astria, si le afectaba caminar por las calles a medio día, se descompensa a con facilidad así que se mantenía en el templo en las mañanas y antes de mediodía subía al castillo para refugiarse. El rey mandó a abrir todas las ventanas mientras durará la hora de calor y así mantuvo el castillo bastante ventilado y agradables para ella. Claro que a los nacidos allí el clima no les afectaba, sus pieles eran más resistentes y duras, otro motivo que hacía difícil lastimar a una persona de Átkozott.

Astria no tardó en comenzar a devorarse los libros, se sentaba horas y horas a leerlo en compañía de sus sirvientas que le traían comidas, dibujaban o leían con ella. El periodo de completa soledad de Astria se había esfumado, había estado añorando esto como un sueño y ese se había cumplido. Tenía sirvientas que más que servirle cosas y ayudarla, la acompañaban, la aconsejaban. Reía bastante con ellas y en pocos días pudo saber cómo era estar en una familia que la quería, pero, algo la tenía un poco distraída y aunque intentó concentrarse lo que más podía en las páginas llenas de historias y sucesos, hoy eso le estaba costando más de la cuenta. Era que los sucesos con este hombre desconocido comenzaban a ser repetitivo en su cabeza.


Hace días que no se había encontrado con el rey, hacía días que el castillo estaba tranquilo, había visto a los príncipes, aunque la antigua reina, Cerdina y la princesa Elenor, no se encontraban muy seguido, a ella le causó extrañeza no ver al rey. Tampoco era bueno para ella mostrar algún interés en él, después de todo seguía siendo el rey de Átkozott y ella una dama Blanca que recién sabía de su existencia.

Debía concentrarse en sus cosas, había libros que la ayudarían a expresar sus poderes, otros que le ayudaban a qué su energía fluyera para que así sus poderes fueran mayores. Era todo un desafío para ella, cuando lo fuera a llevar a la práctica, pero a una amante de la lectura, leer le era bastante fácil.

El día en que serían visitados por los reyes de Luther, Astria se centró en los libros, en especial unos que había encontrado de la última dama Blanca. Sabía perfectamente que la vendrían a buscar en cuanto los reyes llegarán y esperó ansiosa el reencuentro con su hermana.

Bastante tiempo pasó sentada en el suelo que incluso sus rodillas le dolían, así que se levantó y comenzó a estirar las piernas. Caminando por todo el templo, observaba cada retrato hecho en pintura de sus antecesoras. Siempre que las observaba, le entraban un sin fin de preguntas e inseguridades "¿Podré ser algún día igual que ellas?" La última dama Blanca le daba mucha más tranquilidad que las demás, su rostro sonriente y pacífico era como si de ellos demostrará su simpatía.

Todas las damas Blancas tenían el color de piel igual que Astria, blancas como la leche y hermosos ojos celestes. Lo único diferente de ella a las demás, era su pelo, extrañamente todas tenían pelos blanquecinos, rubios, muy claros, pero ninguna con el color fuerte como lo tenía Astria. No podía evitar no sentirse desanimada cada vez que llegaba a la última habitación. Sabía que era una dama Blanca, pero distinta a todas ellas y odiaba pensar que eso, haría defraudar a todos.

—Astria —dijo una voz bastante conocida. Volteó hacia la entrada y se encontró con Gina que la miraba sonriente, se había rapado los costados de su cabello, la parte de arriba la dejo amarrada con una cola.

—Gina —dijo ella acercándose y sin pensarlo mucho la abrazó. Sorprendida la soldado por el afecto, sonrió complacida dándole unas palmadas en la espalda.

—Es un gusto verte —sonrió mientras Astria se separaba para mirarla sonriente—. Me alegra que estés ganando peso, la última vez que te vi eras bastante flacucha.

—Me ha gustado la comida de aquí —dijo tapándose la boca de vergüenza— ¿Qué-qué te ha traído por aquí?, ¿estás en servicio?

—Sabes que siempre estoy en servicio princesa, pero esto es más relajado.

—Pero hoy llegan los de Luther.

—Sí, pero no se me encomendó esa tarea. —Sonrió mientras cruzaba sus enormes brazos musculosos—. Sino, estaría viendo todo el tema de seguridad y eso sí es bastante aburrido.

—Me alegra que no estés allá y estés aquí. El rey debe estar con mucho trabajo. —Astria dudo un poco de sus palabras, así que lentamente las fue soltando mientras pensaba cada una de ellas—. El Castillo ha estado muy calmado, últimamente supongo que debe ser por la visita.

—Sí, pero no te preocupes. Todo está bien preparado.

—Bien, no te molesto más —Astria bajó su cabeza despidiéndose mientras no dejaba de sonreír— espero que cuides bien el templo.

—No es lo que se me encomendó. —Soltó Gina apoyándose en el borde de la puerta y cruzando los brazos—. Pero puedes ayudarme con eso.

—¿Qué cosa? —preguntó Astria y al mismo tiempo unas trompetas sonaron a lo lejos dando aviso de la entrada a los reyes de Luther en los territorios de Átkozott.

—Ya no tardarán en llegar. Bueno, dile a su majestad que se prepare para ir al castillo.

—¿Su majestad? ¿El rey está aquí?

—No te asombres tanto, cuando las cosas se ponen tensas en el castillo, el rey viene aquí escapando de sus consejeros y lo ha hecho hace cinco días.

Sorprendida por las palabras de Gina, Astria se dio cuenta de que había compartido cinco días el mismo techo que el rey, solo que jamás escuchó algo, algún sonido que delatara su presencia. Estaba segura de que ella recorría leyendo cada rincón del lugar y nunca se dio por enterado que el rey estaba rondando por allí.

—¿Dónde? —preguntó.

—Encuéntralo —dijo ella con una mirada desafiante mientras sonreía maliciosamente.

Astria sintió que su rostro se enrojecía, cada vez que veía a Burak, su cuerpo comenzaba a ponerse nervioso ¿Era por su cuerpo grande y hombros anchos o esos ojos color dorados que permanecían claros y brillantes? Ella no podía definirlo como una bestia salvaje como todos podían haberlo llamado alguna vez, pero esa era la primera impresión que daba Burak cuando uno lo veía por primera vez.

Él había demostrado que no siempre era así, Astria se acostumbró a verle como un hombre tranquilo, pero no podía afirmar toda esa verdad por los pocos días que compartieron.

—¿Mi rey? —dijo ella mientras desfilaba mirando las habitaciones y vitrinas, pero por más que reviso cada una de ellas, volvió al mismo sitio donde empezó.

—No te fue muy bien como veo —dijo Gina burlándose de ella.

—No está. He revisado todo ¿Estás jugando conmigo? — Rio mientras la observaba, pero Gina solo levantó una ceja y la miró con seriedad.

—Quizás deberías buscar algún lugar donde no siempre puedes ver con un libro entre tus manos.

Astria pensó en sus palabras y rápidamente supo a qué se refería, el rey no estaba en el suelo. Volvió a adentrarse en las habitaciones y como había dicho Gina, Astria encontró a Burak en la última habitación descansando sobre una enorme viga. Un pedazo de tela de su ropa caía elegantemente.

—Mi rey ¿Puede bajar? —preguntó ella, pero no tuvo respuestas. No podía verlo bien, solo era su ropa y sus piernas que sobresalían en el borde de la viga, estaba tan alto que ni ella podía tratar de alcanzarlo—. ¿Mi rey?

Luego de unos minutos la voz del rey resonó por el lugar con un leve gruñido.

—Has encontrado mi escondite.

—Mi rey —repitió ella.

—Burak. —Intervino él—. Llámame solo Burak —agregó mientras se sentaba en lo alto, despeino un poco su cabello y la observó de esa posición tan ventajosa donde podía verla con más determinación.

—Burak —dijo en voz más baja.

La última vez que lo había llamado así se había ganado un pacto vergonzoso, así que dudo en pronunciar su nombre con tanta energía

—Han sonado las trompetas, Gina me dijo que le avisara. —Continuó mientras incómoda por la mirada del rey bajó su rostro observando el suelo.

El hombre, como el animal que era, bajó sin preocupaciones de la viga cayendo en tres de sus extremidades para luego ponerse de pie erguido. La diferencia de altura rápidamente se hizo evidente.

—Has subido de peso —dijo sin cortesía.

—¿Eso está mal?

—Para nada, te ves más saludable. Me agrada —agregó con una sonrisa—. Ten— Burak acercándose más a ella, tomó su mano con delicadeza y dejó caer una moneda de oro en su palma.

—¿Qué es eso? —dijo observándola, no era una moneda cualquiera. Tenía el signo Átkozott en ella, parecía más una moneda real.

—¿Recuerdas que aún me debes el pacto? —dijo él acercándose un poco más—. Te dejaré la decisión a ti, cuando estés lista, devuélvemela y lo haremos.

—¿Quieres que... te trate como un prostituto? —dijo Astria mirando aún la moneda.

Claro que no pensó sus palabras antes que estás salieran rápido de su boca. Segundos y se dio cuenta de lo que había dicho. Alzó la vista solo para encontrarse con los dos orbes dorados que brillaban como el sol mirándola amenazadoramente.

—Prostituto o no, me la tienes que devolver —agregó él con una leve sonrisa de doble intención.

—Entiendo ¿Sabes que no sé en absoluto de aquello? —dijo ella mientras apretó los dientes enfrentándolo.

—¿Quieres que te pase un libro sobre ello?

—¿De verdad tienes uno? —Soltó sorprendía, pero Burak al verla tan sería creyendo en sus palabras, se echó a reír a carcajadas.

Astria no se enfadó, pero lo miró con seriedad mientras reía. Burak encontró sus palabras bastante adorables para una mujer a su edad, pero ella se centró con su mirada fija en sus caninos puntiagudos. Lo había visto reír anteriormente, pero no se había dado cuenta de que realmente el rey sí tenía rasgos de un animal y justo ahora que había abierto su boca salieron a la vista.

—Si quieres tratarme como un prostituto, entonces puedo enseñarte mejor que te enseñaría un libro. —Soltó mientras la miraba con ojos brillantes.

—Guardaré esto —dijo ella con seriedad y caminó a la entrada dejando al rey solo.

Los Átkozott les encantaba la caza, tenían un fuerte apego a ella por sus instintos primitivos y justo en este momento el instinto natural de Burak luchó por salir de él. Astria le había dado la espalda alejándose de él, en su interior gritaba que debía perseguirla y atraparla para seguir jugando con su presa.

—Gr...—Soltó un gruñido sin dejar de perderla de vista.

Con ella debía controlarse, podía dañarla solo con juegos de niños, Astria aún era una joven muy débil para estar a su lado, mientras trataba siempre de recordar eso, caminó lentamente a la salida para encontrarse con ella y Gina.

—No perdamos más tiempo.

—Si mi rey —dijo Gina mientras bajaba su cabeza.

El carruaje de Astria había llegado junto con su sirvienta Luz para llevarla al castillo. Volteó solo para bajar su rostro para despedirse del rey y de Gina.

—¿Todo bien? —dijo Luz mientras le abría la puerta para que ella entrara.

—Sí. Hoy está más fresco que otros días.

—Sí Astria, hoy es un buen clima para estas reuniones. Amy le ha preparado un hermoso vestido, se arreglará, comerá alguna fruta y asistirá a la reunión.

—¿El rey me permitió estar presente?

—Sí, princesa, pero no se ponga tan sentimental al ver a su familiar. Después de todo esto no deja de ser una reunión entre reinos, dónde peligran sus tratados de paz. Nuestro reino se mostrará piadoso si algo llegará a salir mal.

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