En la penumbra de miles de hogares,
una historia se vuelve a repetir,
la maldición y desdicha de un padre
que desenvaina daños sin fin.

Hogar,prisión de gritos y lamentos,
madre silente su rostro marcado por dolor,
el padre, figura profética de tormento,
forja linaje de violencia y dolor.

Un niño de frágil y tierna inocencia,
observa asombrado el terror de su morada,
y como frasco en su interior resguarda,
puras semillas de oscura maldad.

La crueldad del padre como látigo implacable,
traspasa la inocencia con violencia y ardor,
transformando afecto en un rincón impenetrable,
donde germina el germen del feroz rencor.

Las heridas del alma sin alivio,
crean un monstruo de ira y desdén,
corazón oscuro laberinto cautivo,
tuercen el camino del bien.

Al llanto invulnerable de la noche abierta,
el niño abraza un miedo que carcome,
los golpes, ecos crueles de una historia,
le siguen en el sendero.

En la adultez se convierte en reflejo,
de las sombras que una vez poblaron su mundo,
ira y rencor, ahora su pérfido espejo,
ciclo fatal de traumas profundos.

Sed sangrienta, como bestia feroz e insaciable,
se adueña del alma quebrantada y herida,
un grito, una presencia inmutable,
herencia de dolor que nunca se olvida.

Atrapado en su propia turbulencia,
Que encuentre redención en la luz que aún perdura,
que el monstruo interno ceda ante la paciencia,
y el alma encuentre la cordura.

Rompa las cadenas de la violencia pasada,
libera tu espíritu de la prisión del temor,
que la historia se convierta en un eco de esperanza,
y no solo dolor.