CAPITULO II: El Espíritu
Pasé la noche en vela. No pensaba en absoluro en el Periódico, en las consecuencias que aquel editorial demoledor tendría para mi partido, más bien intentaba hilvanar un argumento que pudiera situarme por encima de aquel espíritu o voluntad pura, que vendría con toda seguridad a visitarme en adelante, para subyugarme. No se lo iba a poner facil. No soy alguien al que se puede domesticar. Yo siempre llevo la fusta.
Tampoco pensé en un posible origen psicógeno de la presencia. Soy un hombre cuerdo, pero creyente en las fuerzas espirituales que envuelven el mundo. Creo firmemente en seres sobrenaturales que influyen en los hombres. Nunca me había topado con uno de ellos, pero conocía las leyendas arcanas en las que los grandes hombres eran visitados por estos seres para anunciarles su misión en la vida. Y yo, sabía que era un momento crucial e mi vida. Era mi momento. Mi intuición me imponía esta creencia.
La tirada del periódico fué extraordinaria a la par que desconcertante. El comité central del Partido me llamó inmediatamente. Debía rectificar o largarme.
Mis improperios contra aquellas alimañas debieron escucharse en todo Milán. Yo, no consentiria jamás un trato vejatorio de aquellos imbéciles morales, a los que despreciaba desde hacía mucho tiempo.
Me largé con el propósito de iniciar mi anhelada nueva vida. Debía esperar, sin embargo, la deseada visita del espíritu que me guiaría en adelante. Esa misma noche, a solas, sin aceptar que ningún amigo me consolase, por el supuesto descalabro que había sufrido en el día de autos, me metí en casa.
Miraba ansioso las paredes, pues mi intuición me decía que desde alguna de ellas debía reaparecer aquella masa informe que tanta afectación habia causado en mi alma. Repasé con mis manos los centímetros de los muros del salón, de mi habitación...pero NADA. Cansado y abatido, algo desolado pensé en descansar. No había dormido en más de 30 horas. Mi excitación y estado de alerta me lo habían impedido por completo.
Tirado como un verdadero cafre en un sofá de dos plazas, regalo de un amigo artista, que amaba decorar las casas de los demás, y al cual yo despreciaba pero soportaba por el hecho de ser el hermano de una bella mujer, que me había hechizado con sus suaves ojos de gata. Tendido en aquel sillón de diseño, con tapizado, basado en líneas zigzagueantes blancas y negras, me mareaba hasta el vómito. Cerré los ojos. Apagué la luz.
Creí dormirme cuando un zumbido potente en mis oidos, me despertó súbitamente. La oscuridad no permitia discernir absolutamente ningún cuerpo. Pero aquella vibración, parecía provenir de un gran panal de laboriosas abejas o de rabiosas avispas. me levanté poco a poco, mi sangre se había congelado. El frío intenso entumecía mis extremidades y articulaciones haciendo de esta maniobra, un pesado ejercicio que me recordó a un viejo buey derrotado. Unas voces que emitian sus dispares timbres al unísono, comenzaron a hablarme a cierta distancia. Pero podía percibir que aquella cosa, que había vuelto a por mí, se acercaba poco a poco, como temiendo el momento final del impacto.
-¿A qué vienes a buscarme?, ¿qué quieres de mí? -le grité intentando apartar ese sonido insectívoro acariciando mi rostro. Un olor fétido y nauseabundo emergía de aquella nube amorfa.
-Sabias que vendría -dijo entre risitas demoníacas.
-Sí, sabía. Te esperaba. Pero:¿a caso crees que vas a infunfir miedo en mí?. Ha,ha,ha,ha,ha -proseguí -No temo a nada ni a nadie, ni al mismisimo diablo si se presentara ante mí.
-Lo sabemos -contestaron las voces multífonas - esa es la razón por la que has sido elegido, de entre todos los hombres, porque careces de miedo y de ética. Serás capáz de sacrificarlo todo y a todos, por la IDEA y por UN HOMBRE NUEVO.
-Bien. pero solamente pongo una condición: Yo llevaré las riendas de mi vida. Yo decidiré, el cómo, el cuándo y nunca podreis en duda mis capacidades ni mis decisiones. ¡Voluntad amorfa, horror de este mundo! -le grité -¡No habrá trato sin estas premisas!
-Nos complace que además tengas esa personalidad de roble, ese carisma...
-¡Nada de adulaciones, monstruo del infierno! Quiero saber las condiciones. Sé que vas a permitirme llegar a lo más alto, pero ¿a cambio de qué?
-Es demasiado pronto para que te lo pueda desvelar, sin embargo, te daré una pista:
Cuando él venga a tí, tú serás su lacayo.
-No acepto, entonces. No seré jamás lacayo de nadie -le repliqué indiferente y como dando por terminada aquella conversación.
- Bien, eres el hombre -dijo vibrando y alejándose un poco de mi como para tomar impulso.
Sin esperármelo, aquella masa negra, apestosa,
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro