La Resistencia. Parte I
Sí de algo estaba segura Johanna era que la genética había favorecido a Astrid gratamente, mientras que su hermano se había llevado el gen pernicioso. No solo NO era atractivo a sus ojos, sino que era demasiado presuntuoso, engreído y obviamente maligno. Está ultima cualidad tal vez le hubiera atraído a la demonia en el pasado, pero en la actualidad solo volvía a su oponente más odioso a sus ojos.
El único rasgo común que develaba su lazo filial con su amiga eran aquellos ojos rasgados, de un tono verde más vivo en Astrid y de uno más mustio en el brujo. Esa concordancia era en lo que al físico respectaba, mientras que a lo referido a los dones, era obvio que ambos eran portadores de poderosa magia.
Ahora Johanna sabía quién había hurtado el Libro de Enoc de la casa de la vieja bruja, literalmente hablando, ya que la abuela de ambos tenía demasiados años; y aquella acción le confería a Merliot un calificativo más, en su larga lista mental de apelativos repelentes: envidioso.
Estaba más que claro que el brujo se había resentido por no haber sido escogido para llevar el prestigiado legado de la familia, y eso lo había llevado a robarlo. Además de sus implacables de ansias de deshacerse de la humanidad.
—¡Qué grato verte querida hermana!—expresó Merliot, con cierto falsete en la voz, cuando los hijos de la noche sacaron a Astrid, de su iridiscente celda, para llevarla ante él.
La bruja ya había recuperado el conocimiento, pero no tenía buen semblante. Parecía como si le hubieran drenado parte de su energía y esta alternativa no era tan errática.
Johanna se fijó que las manos de su amiga estaban atadas con algún tipo de material mágico que parecía absorber su energía vital y por eso brillaba con blancas llamaradas. Supuso que la celda estaría constituida con el mismo componente, ya que cuando los vampiros habían retirado a la prisionera, los barrotes habían mutado y aquellas flamas blancas habían adquirido un tinte más negro.
Pero pese a su estado de vulnerabilidad física, sus agudos sentidos estaban despiertos, fundamentalmente el perceptivo. No tardó mucho en darse cuenta lo que estaba pasando y encontró la suficiente fuerza para dirigirle una mirada cargada de odio a su hermano y aquella furia la expresó también en sus palabras.
—¡Quisiera decir lo mismo, pero la verdad es que eres maldito traidor Merliot! Has traído la deshonra para nuestra familia robando el libro sacro, y solo porque no pudiste lidiar con los celos y la envidia.
—¿Tú crees que ha sido por eso hermanita? ¿Piensas que no soporté que esa vieja decrépita te concediera aquel legado familiar antes que a mí, que soy el primogénito?—"Eso mismo pienso yo" recalcó Johanna mentalmente—. ¡Pues te equivocas!—añadió, antes de que la bruja contestara—. No me interesaba ser el estúpido guardián del libro divino, que está condenado a velar por su cuidado, sin poder usarlo a su antojo, pues su uso está supeditado a "fuerzas mayores" asociadas al bien común de nuestra especie –resolvió—. Un libro así debe poder usarse libremente y debe concederle poder desmesurado a quien lo posee, volviéndolo el amo de su raza...y ¿por qué no de otras especies?
La tensión era palpable en el recinto, lo mismo que el silencio, mientras el brujo hablaba.
—¿Y ahora te crees el amo supremo del mundo porque lo tienes en tu poder y piensas invocar a los ángeles para que cumplan tus caprichos? ¡Eres un idiota Merliot! Sabes tan bien como yo que la invocación es peligrosa y que implica un alto precio. Vas a cumplir tus deseos de acabar con los humanos que tanto te fastidian pero...
—No solo me fastidian a mí—interrumpió él e inició con su perorata, acallando a su hermana—. Fastidian a todos los seres sobrenaturales que deben permanecer ocultos en las sombras, a su merced, mientras ellos disfrutan de este mundo, condenándonos a vivir relegados en nuestros pequeños mundos mágicos, o dándonos caza cada vez que la humanidad tiene sus brotes psicóticos contra lo místico. ¿Acaso no lo ves? Ni siquiera podemos mostrarnos como somos en realidad y tenemos que investirnos de glamures para salir a la luz. –dijo con fervor.
La expectativa y las ansias crecían alrededor. Los hijos de la noche estaban exaltados con sus palabras. Era evidente que Merliot era tan despreciable como buen orador y carismático.
—Puedes renegar de su especie todo lo que quieras, pero no olvides que ellos heredaron la tierra en su totalidad por orden del Creador, porque son seres puros — empezó Astrid y con eso se refería a que los hombres eran creaciones de origen divino, mientras que los subterráneos tenían un origen demoníaco. Los primeros vampiros y brujos habían sido creados por demonios mayores, las hadas originales eran la prole de los ángeles y los demonios, y los licántropos habían adquirido una enfermedad de origen diabólico que era la responsable de la mutación del gen humano en uno bestial—. Además no todas las relaciones con los humanos son perjudiciales para nosotros. Ustedes cretinos—sus vívidos ojos verdes se pasearon por la sala, observando a los vampiros—. ¿No se alimentan de sangre humana acaso? ¿Pensaron qué van a hacer cuando la humanidad perezca? —un pequeño murmullo se elevó en la habitación, pero rápidamente fue silenciado por la voz de David.
—Nuestro clan ya está aprendiendo a vivir de sangre de animales— sentenció. "Bueno, eso explica que los vampiros no estuvieran tan diestros o avispados en batalla." Dedujo Johanna que sabía que la sangre animal solo les otorgaba a los vampiros un sesenta por ciento de los nutrientes que les daba la humana y los volvía más lentos y menos hábiles—. Y además Merliot nos aseguró que ya está trabajando en un suplemento muy parecido a la sangre humana y con mejor sabor incluso. ¿Verdad Señor?
Aquel corroboró sus palabras.
"¡Sí, definitivamente los vampiros están más idiotas!" Pensó Johanna.
Evidentemente su Señor no les había hablado de la parte en la que en el futuro se estaba desatando una rebelión, encabezada por aquellos noctámbulos que estaban hastiados del consumo de ese insulso y sintético plasma mágico.
También había varios demonios que se estaban quejando por la falta de humanos vivos a quienes torturar y mutilar. Las almas que poblaban el Infierno no tenían el mismo nivel de sensibilidad. Pero claro, aquellas quejas e intentos de rebelión eran rápidamente sofocadas para ser tenidas en cuenta.
—Volviendo al tema hermana—retomó Merliot, que ya se había colocado cerca de su fraterna y elevaba su mentón hacia él para sostenerle la mirada—. Era justamente por esta razón por la que les pedí a los Hijos de la Noche que te trajeran cuando me hicieron saber que la demonia que intentaría frustrar mis planes estaba alojada en tu departamento. Desde ese momento supe que la ayudarías pues siempre me has llevado la contraria, investida con esos aires de "sabionda" que te gastas. Resultaba evidente que te unirías al equipo contrario para intentar desbaratar mis planes.
—Y es tu conocimiento de los hechos el que me asombra...Tú no tienes el don de la videncia. Ese siempre fue mío—replicó ella y había cierto asombro en su mirar.
—No lo poseo es cierto—dijo con cierto agravio, torciendo el gesto—. Pero una buena amiga, que tiene dones incluso mejores que los tuyos y cuyos intereses convergen con los míos, suplió mis falencias y me ayudó con cierta información de utilidad sobre lo que pasaría, advirtiéndome que vendría una poderosa criatura del futuro a intentar desbaratar nuestros planes. ¿Puedes adivinar de quién se trata?—la retó.
Johanna leyó la expresión en el rostro de Astrid y supo que ella ya había encajado también esa pieza de puzle. Era muy intuitiva, y hábil, eso nadie podría negarlo.
—Amatis—masculló apretando los dientes.
Cada vez que el nombre de aquella hada taimada era mencionado a Johanna le hervía la sangre.
—¡Bingo! De nuevo has acertado querida—la felicitó falsamente—. Si tuvieras la mitad de ambición de lo que tienes de lista tal vez podríamos habernos agradado...pero como no es así hermana mía, me temo que esta es nuestra despedida—Dicho aquello Merliot sacó del abrigo que llevaba una afilada daga y recitó unos versos en una lengua antigua y mágica. La hoja de la misma comenzó a brillar con un oscuro fuego.
Johanna no necesitó ser psíquica para adivinar lo que el malvado brujo haría. Iba a matar a su hermana y en el proceso absorbería su magia, su energía. Pero ella no lo permitiría.
Se preparó para salir de aquel pasaje en el que estaba oculta, advirtiéndole a Jen que permaneciera en su puesto y que si las cosas se complicaran no dudara en huir. Pero cuando estaba a punto de dar el primer paso, otro portal se abrió de imprevisto.
Era distinto al de origen infernal. Conformado con pequeños fragmentos diamantinos, que emitían sus destellos al aire. El mismo giraba en espiral, y en cierto sentido el interior de su boca parecía un torbellino.
Un grupo de seres mágicos irrumpieron en aquel lugar, vestidos con sus trajes de combate. Armaduras doradas, de oro sólido, y relucientes espadas que irradiaban luz blanca.
Johanna supo reconocer el emblema de sus escudos, el mismo que yacía grabado en sus acorazados trajes. Era el símbolo real. Aquellos soldados formaban parte de la que antaño había sido la Guardia Personal del Rey Mark.
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