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Edom. Parte I

¡Hola adorados!

Ya estamos en los últimos capi, que nervios *O*

Como el título lo dice, nuestras protagonistas están por iniciar su peligroso viaje a Edom. Pero antes, como les había prometido les daré un poco de Love.

Al final decidí crear la escena con detalles superficiales, para que quede más estética y poética. Pero podrán recrearla bastante bien en sus mentes, y lo que falte sé que ustedes se lo imaginaran más sexy de lo que yo pueda llegar a escribirlo. 7u7

Sin más, disfruten el capi.

¡Los amodoro!

#Julien

Hay ciertas cosas que ni siquiera el tiempo es capaz de borrar, y que permanecen intactas en la memoria, aunque estén en un estado de letargo en la profundidad de la inconsciencia.

Lo más curioso es que aquel proceso de "olvido", que nos lleva años y un considerable esfuerzo lograr, con el correcto detonante, tarda apenas segundos en emerger. Y ciertamente, los labios de Jen, fueron los causantes de que el recuerdo se active. Un recuerdo que no requería demasiado análisis o entendimiento, pues estaba puramente relacionado con los instintos, y con el arte de amar.

La memoria de tacto fue la que se puso a trabajar y obró en el momento en el que inició el beso. Los labios de July reconocieron a la perfección los de su compañera y se amoldaron a ellos, moviéndose a la par, en ese beso que inició pausado, lento.

La pelirroja enseguida notó aquella sensación de calidez emergiendo de la boca de Jen, llenándola. Sus suaves labios rozando los suyos, su aliento tibio, mezclándose con el propio, embriagándola de una manera nueva, mucho más grata. Inclinó su cabeza un poco, cerrando sus ojos, y colocó su mano en la cabeza de la contraria, desarmando su peinado, dejando que sus rizos totalmente libres, y hundió sus dedos en aquella cabellera espesa y fragante.

La castaña por su parte, colocó la suya en la cintura de la de su compañera e hizo presión para que esta se acercará aún más hacia su cuerpo, que estaba deseoso de ella.

Pronto, ambas fueron recostándose en el lecho, continuando aquel beso, que ahora se iba volviendo más hambriento, mientras poco a poco se iban quitando aquellas prendas que eran incómodo obstáculo para el libre tránsito de sus manos en la piel de la otra. Y una vez libres de aquellas ya no hubo trabas, ya no hubo impedimentos, para que sus dedos detallaran, recorrieran, cada espacio del lienzo de la contraria, redescubriéndolo.

Julieth volvió a maravillarse con la anatomía de su amada, con sus trazos marcados y sus curvas definidas y sensuales; deteniéndose en algunas partes para acariciarlas.

El calor se intensificó en la atmósfera, pero no venía del exterior, sino que emergía desde su propio centro. Notó que la piel de Jen también ardía, sobre todo en aquellos puntos de unión de sus cuerpos; algunos más cálidos y secos y otros más húmedos. Y creció aún más cuando la boca de Julieth abandonó sus tibios labios de terciopelo y pasó a recorrer con ansia la curvatura de su cuello, perdiéndose en aquella zona tan tierna y blanda, tan sensibilizada.

Los jadeos de ambas eran la nueva melodía que hacía eco en las paredes de la alcoba, y causaba más deleite que las místicas melodías de las hadas, pues era más familiar, más cercana y estaba cargada del más profundo éxtasis.

—Te amo...hasta el fin de los tiempos, y más allá de esos—murmuró la pelirroja en el oído de la castaña.

—Hoy, siempre y más allá de la muerte—repitió la morena, otorgándole nueva vida, a sus antiguas palabras.

Entonces nuevamente fundieron sus bocas y sus cuerpos, hasta que la una volvió a formar parte de la otra, como siempre había sido, como siempre sería, ya que el amor que July y Jen se profesaban estaba más allá de los caprichos del destino, o del tiempo. Y aquella unión física solo simbolizaba lo que sus almas ya habían sabido interpretar desde el momento que se vieron.

Ese conocimiento les proporcionó a ambas el valor que necesitaban para afrontar lo que tenían por delante en la mañana; y ambas durmieron tranquilas y en paz, la una en brazos de la otra, sabiendo que aunque no tuvieran éxito y la muerte llegara a reclamarlas al final, jamás se perderían; pues su lazo era fuerte y su amor eterno.


—Si no morimos hoy—dijo Johanna a Julieth, llevando sus manos a las sienes, que le palpitaban fuertemente, consecuencia de la terrible resaca—, recuérdame matarte —puntualizó, comenzando un masaje, con movimientos concéntricos.

—Si no tuviera este terrible dolor de cabeza también, te reprocharía eso, pero no tengo fuerzas para discutir contigo—musitó la pelirroja—. Y por favor habla en susurros mentales.

Johanna debió abandonar el masaje, con cierta renuencia, para comenzar a vestirse, pues se acercaba la hora de partir.

En tanto, Jen seguía adormecida en la cama, exhausta.

—Estará bien—dijo la demonia, dirigiéndole una mirada a la chica, captando la incertidumbre de su anfitriona, aún a través del dolor de cabeza—. Tú eres tan consciente como yo, de que no puede ir con nosotros al Infierno.

—Lo sé, y está más que claro que soy partidaria de que se quede aquí. Es solo que quizá esta sea la última vez que la vea...—admitió.

—Oye, creí que ya habías establecido que pase lo que pase, su amor va más allá de esta vida o de este plano—comentó Johanna—. Además, hay que tener una visión optimista de los hechos. ¡Tendremos éxito mujer y volveremos ilesas! Por eso tampoco la despertaremos para despedirnos— aseveró.

¡Tienes razón! Esta es nuestra línea temporal de la suerte—dijo Julieth con renovado ánimo, mientras Johanna tomaba la mochila cargada de armas místicas, entre estas la caja, y se la colgaba al hombro.

Antes de salir del cuarto se contempló en el espejo del tocador, por última vez. Sobre la ropa, llevaba una armadura a su medida que le habían suministrado los seres mágicos. La misma era resistente y sólida pero a la vez facilitaba el movimiento y no resultaba rígida o incómoda, como las armaduras medievales. Hasta lucía bastante bonita y estética pues era de oro y tenía algunos diseños de runas labrados en el frente.

Ya es tiempo—dijo Johanna apremiando a la pelirroja.

—Vámonos ya entonces—respondió July y salieron del cuarto.

A pesar de que su cabeza estaba a punto de estallar, y de los nervios, las ansias y las dudas que cargaba, no pudo evitar detenerse a pensar que esa mañana sus ojos estaban menos negros y mucho más celestes.

En la Sala Central ya estaba reunido el variopinto grupo, ahora homogeneizado por los trajes de combate que vestían sus miembros.

—¡Enhorabuena!—dijo Astrid a modo de saludo, cuando vio a la pelirroja aparecer en el recinto, acercándose a ella, antes de que se reuniera con el resto de los presentes—. ¿Pasaste buena noche cariño?—añadió en voz baja, con cierto tono entre confidencial y pícaro.

La de la buena noche fue mi anfitriona. A mí se me parte la cabeza—comentó Johanna haciendo una mueca de disgusto, mientras Julieth le reclamaba mentalmente por develar sus intimidades, y ella la ignoraba. Pero ante el silencio de Astrid añadió—. ¿Sabes? Ahora es el momento en el que te ofreces para darme algunos de tus mágicos brebajes anti resacas bruja.

La ojiverde blanqueó sus ojos.

—En primera, estaba hablando con Julieth. Y en segunda, veo que aquello de los buenos modales, solo fue cuestión de unos instantes—reclamó; y haciendo uso de su magia un pequeño recipiente con un elixir de color verde oscuro en su interior se materializó en la palma de su mano—bébelo de un sorbo. Con esto se te quitará cualquier efecto residual de los cócteles que bebieron.

Johanna tomó el recipiente y bebió su contenido de un sorbo, frunciendo considerablemente el rostro.

—¡Ahsggg esto es horrible!—se quejó.

—Dije que te quitaría la resaca, nunca dije que tuviera buen sabor—le guiñó, mientras se encogía de hombros y dibujaba una sonrisa ladeada.

—¿Lo estás disfrutando verdad?

—No sabes cómo...—sonrió una última vez, antes de girarse sobre sus talones, indicándole que la siguiera hasta el sitio donde todos estaban reunidos.

Ya con los sentidos más agudos, Johanna reconoció el portal a su hogar que la bruja había creado prolijamente en una de las paredes de la Sala. Solo faltaba que ella hiciera lo suyo para que este se abriera por completo, ya que los portales de acceso al Infierno solo funcionaban con energías demoníacas.

La súcuba extendió sus manos, pasándolas por aquel portal inerte y este cobró vida. Las líneas trazadas en el muro, se encendieron con fuego báratro y luego aquella cegadora y cálida luz anaranjada lo consumió por completo.

—Ya está abierto. Tiene salida directa a Edom, así que no hay riesgo de perderse en el limbo entre las dimensiones. Yo ingresaré al último—comunicó la demonia.

—Entonces nos vemos del otro lado My Lady—dijo Ellylon, haciendo un movimiento de cabeza, antes de adentrarse en el portal, en primer lugar, como todo el valiente que era.

Lo siguió Astrid, Gwyllion y Edrielle, que lo cruzaron juntos, y el resto de la comitiva. Finalmente Johanna y Julieth se adentraron en el.

Minutos después la martirizante luz, se fue extinguiendo de apoco dejando el recinto en completa penumbra, pero no antes de que una intrépida castaña de ojos color tormenta, cruzara con ímpetu los abismos hacia el Averno.

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