Donde viven las hadas. Parte I
A pesar de que ya era primavera en la ciudad de Nueva York, aún se sentían algunos resabios del pasado invierno en el ambiente. El gélido viento se negaba a abandonar las noches, lo mismo que aquella fina llovizna que ya estaba comenzando a empapar la piel de Julieth.
La lluvia fría obligó a Johanna a ponerse la capucha de la sudadera, o quizá fuera July quien lo había hecho, la verdad aún se sentía algo ajena a su cuerpo como para dilucidarlo, pero el efecto del agua sobre su rostro la había despejado un poco y logró salir de su aturdimiento cuando llevaban andadas varias calles.
A esas alturas pudo también controlar su cuerpo, pero era la otra quien seguía guiándole los pasos.
Se habían alejado bastante rápido del barrio donde estaba emplazado su apartamento y Johanna había insistido en transitar por la acera, pegada a los edificios, al amparo de las sombras, lejos de las luces de las farolas y de la gente, lejos de todo lo que pudiera alertar a sus perseguidores de su presencia.
Si hubiera podido se hubiera convertido en parte de la niebla circundante.
—¿Nuestros perseguidores son demonios, verdad?—se había animado a preguntar Julieth, rompiendo el silencio, y antes de que su huésped respondiera añadió—. ¿Por qué nos siguen? Creí que tú eras uno de ellos.
—Y lo soy, pero no soy de su misma clase —dijo Johanna—. Hay diferentes clases de demonios, pero no voy a entrar en detalles de eso, porque podría llenar un vademécum—se quejó—. Solo debes saber que los demonios se pueden dividir en dos grandes grupos: mayores y menores; y yo estoy en el rango de los primeros, mientras que el que se coló en tu apartamento era un demonio menor.
"¡Genial! de manera que encima de tener un demonio en mi interior, es uno de los mayores. Que condenada suerte la mía" Pensó July.
—Puedo oírte ¿sabes?—musitó la otra haciendo una mueca y luego prosiguió—. Como sea, la mayoría de los que atraviesan los portales hacia tu mundo y los que nos persiguen ahora son demonios menores, pero eso no garantiza que detrás no haya un demonio mayor controlándolos. —le dijo Johanna, mientras cruzaba rápidamente la calle en dirección a la quinta avenida.
Hacía rato que estaban transitando el Park Slope, uno de los barrios de más categoría del distrito de Brooklyn, y ya se avistaban edificios distintos, más pintorescos, en comparación a la zona donde ella vivía, que aunque estaba relativamente cerca, carecía del glamour de aquel barrio, pero era lo que su podía pagar son su sueldo de profesora.
Casas de piedra, algunos bares, restaurantes de categoría y edificios históricos formaban parte de la escena. Julieth los contemplaba vagamente pues estaba más interesada en las palabras de la otra y entonces se dio cuenta que Johanna solo había respondido a una de sus preguntas y volvió a formularla. La respuesta que obtuvo de su huésped fue menos amable esta vez.
—¿Así que ahora si te interesa escuchar lo que tengo para decir? Pues es un poco tarde para eso y no tengo tiempo de explicarte. Si quieres más información, accede a mi banco de memoria— continuó caminando furtivamente, evadiendo a los transeúntes que circulaban a esas horas, muchos de los cuales eran clientela de los edificios circundantes.
De vez en cuando, algún automóvil atravesaba la calle y se llevaba puesto los densos bancos de neblina que se habían asentado sobre ella, dejando solo algunos jirones dispersos sobre la capa asfáltica.
—Lo haría si pudiera, pero no es fácil—protestó July—. Me pierdo en tus pensamientos, recuerdos, conocimientos—bufó—. No logro distinguir uno de otros, y además la mayoría del tiempo hay una barrera que me impide interpretarlos o...humm leerlos...
—¿Y qué esperabas, que te deje acceder a todos mis conocimientos y vivencias así como así? —Joha negó—. Sé demasiadas cosas valiosas que no conciernen a los humanos, por eso algunos recuerdos y datos están codificados. Algo que tú quizá deberías aprender a hacer si no quieres que siga hurgando en su memoria—sonrió con sorna—. Por cierto, eres consciente de que cuando tenías seis tu madre cambió a "Bola de nieve" por otro gato porque el primero murió ¿no?
—¿¡Qué qué!?—los ojos de Julieth se abrieron como platos ante aquella desgarradora revelación.
—¡Ay por favor! ¡No me digas que nunca te diste cuenta! Número uno, tu primera mascota era literalmente una bola, y el otro gato...la verdad estaba bastante desnutrido. Diría que en el albergue de donde lo sacaron no le daban bien de comer. Número dos, "Bola de nieve impostor" ni siquiera era blanco, era de color beige y número tres era mucho más grande que el primer gato.
—¡Le estaba cambiando el pelo! Eso le pasa a los gatitos cuando crecen—aseveró July, aún negada a aceptar los cruentos comentarios de Johanna, aunque en el fondo, sabía que si lo analizaba con su pensamiento adulto, mucho más racional que el de cuando era niña, empezaría a lamentarse por la muerte de su gato, a quien ni siquiera le había hecho el correspondiente funeral.
Algunos bocinazos, voces y risas rompieron la pasividad de la noche y pasaron a competir con sus voces interiores, distrayéndolas.
Un sonido ajeno, distinto, obligó a la chica a voltear con gesto nervioso. Julieth sentía el pulso y la respiración acelerados, pero Johanna no se permitía tener miedo, y aquellos síntomas los atribuyó a lo rápido de la carrera. Para aligerar la tensión su anfitriona volvió a hablar.
— Volviendo al tema inicial, y dejando de lado a mi gato. Descanse en paz—dijo July en tono solemne—. ¿Cómo esperas que acceda a tu banco de memoria y resuelva mis dudas si no se interpretar lo que está ahí?
—Pues ese es tu problema Julieth no mío—respondió Johanna. A pesar de las circunstancias desfavorecedoras, era evidente que cabrear a su anfitriona le resultaba divertido, hasta que la otra se amotinó y se plantó en mitad de la calle impidiéndole moverse —. ¿Y luego la prole del demonio soy yo? ¡Uff está bien! tú ganas. Te diré algunas cosas, pero que conste que es porque no quiero volver a pelear contigo por el control del cuerpo como antes. Esa es una tarea agotadora y perderíamos más tiempo—en ese momento Julieth la liberó, sonriendo triunfal y Johanna siguió su avance.
Aunque habían evadido bien las luces de las farolas, la luna jugaba a las escondidas con ellas y eventualmente lograba sorprenderlas desde lo alto, abriéndose paso entre los nubarrones y saliendo detrás de un edificio, iluminando su silueta con su luz opal y poniéndolas en mayor evidencia.
De tanto en tanto, tras los bocinazos y los ruidos de los autos, volvían a oír sonidos extraños, que ahora adquirían mayor definición a medida que se alejaban de la gente. No eran voces humanas, claramente, sino gruñidos, o aullidos que parecían estar a corta distancia. Johanna apuró más el paso.
—No solo nos persiguen demonios—reveló finalmente Johanna—. También hay otras criaturas como licántropos, vampiros, brujos y otros seres mágicos que nos siguen.
—Estás de broma ¿verdad?— preguntó Julieth incrédula, respecto a la alusión a todos esos seres míticos, pero en el silencio de la otra, que se manifestaba con cierta hostilidad interior, supo que hablaba enserio.
—Estas criaturas no quieren que concrete mi misión aquí en tu mundo, así que nos siguen para asesinarnos Julieth, pero eso creo que quedó claro en tu apartamento. A menos que pensaras que el drevak venía a ofrecerse de voluntario para ser nuestra cena de Acción de Gracias —dijo con ironía. —Algunos de estos seres, subterráneos y entes demoníacos, estarían demasiado felices si los humanos desaparecieran del mapa y le heredaran su mundo, ¿entiendes? Sin ustedes no tendrían que pasársela todo el rato escondiéndose en sus submundos o viviendo a su merced, serían libres...
Lo que decía sonaba bastante lógico.
—Y tú, siendo uno de ellos, ¿por qué nos ayudas? ¿No quieres ser libre?—inquirió Julieth con astucia.
Johanna se quedó un momento meditando. La pregunta la había asaltado por sorpresa. Estuvo a punto de decir algo, pero July supo que luego se arrepintió y no alcanzó a leer la respuesta no formulada en su mente porque Johanna se lo impidió.
—Ese no es asunto tuyo, ya te he dicho que no indagues en mi vida personal y por ahora la charla se acabó. Estamos en un terreno peligroso y ya que no oigo los aullidos de los licántropos que nos venían siguiendo.
Aquella respuesta le dio a la chica la pauta de que no podía fiarse de su huésped. Después de todo aunque pareciera querer ayudar al mundo a salvarse, seguía siendo un demonio y estaba en su esencia la mentira y la traición.
Siguieron avanzando.
La ausencia de aullidos era bueno, significaba que los licántropos le habían perdido finalmente el rastro. "Un enemigo menos" pensó July. Entonces algunas palabras flotaron en su mente y le otorgaron el dato faltante ‹‹Territorio de los seres mágicos›› Los lobos no podían acercarse.
En ese momento, bajo una lluvia incipiente pero incesante y totalmente empapadas, ambas ingresaron, a través de la alta verja que extendía sus retorcidos dedos de hierro hacia al cielo, al Prospect Park.
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