Capítulo 6: Un gusto
—¡No me ignores! —exclamó irritada la joven castaña reprendiendo al hombre a su lado.
Él mantiene su rostro mirando a otro lado como forma de ocultar su sonrisa ladina y divertida por molestarla. Desde que salieron del restaurante Aurora le replicó sobre hacer que su compañero le comprara comida como un pago por ayudarle.
—Él parecía realmente querer pagar con algo, así que para que dejara de sentirse así y además calmar mi hambre, le pedí eso —le miró burlón—. Fue un intercambio justo, y deberías alegrarte.
—¿Por qué? —su mirada la lleva al frente, sin querer cruzarla con el mayor.
—Ya he comido suficiente para que no tengas que traerme alimentos a escondidas —la muchacha se encogió de hombros con un poco de rubor en sus mejillas, pues la constante mirada masculina le hace sentir nerviosa.
Sin embargo dejó eso de lado cuando observó el auto negro con el agente que horas antes le había visitado. Se sintió una tonta por haber olvidado algo importante, así que le pidió al varón a su lado esperarla en la casa del árbol mientras ella iba a buscar algo a casa. Tan pronto se montó en la bicicleta pedaleó para allá, pero encontró en el camino al joven pelirrojo de ojos verdes con el cual se detuvo sonriendo tímida, mientras que él siempre le dedica una expresión ladina y divertida.
—Pequeña, que lindo verte —mencionó con coquetería teniendo los manos en su chaqueta negra con estampado de cometa, sacó una y la posó en el manubrio de la bicicleta dando pequeñas palmaditas, quedando con el cruce de miradas a los ojos de cielo nocturno de ella—. ¿En qué estás metida? —preguntó guasón borrando la sonrisa de ella, su cara se llenó de confusión al no entender la pregunta— Tuve que mentirle a tu madre con que iríamos a mi casa para ir a ver una película.
—¿Le dijiste que no estoy contigo? —preguntó con nerviosismo pensando en la excusa que inventaría a su progenitora.
—Le dije que fui a recogerte para darte la sorpresa. Tranquila, no te eché de cabeza —él se acercó más tomando su mejilla, acariciando con primor el pómulo que posee un lunar—. Pero me encantaría saber lo que tramas, al menos así puedo ayudarte.
Aurora se ruborizó queriendo ocultar su cara con el cabello, sin embargo el contrario no se lo permitía siendo juguetón. Ella agradeció prometiendo contarle luego y pagarle el favor que le hizo al no descubrirla con su madre.
—Si tu fechoría te lo permite —rió junto a la chica—, quiero cobrarme el favor hoy mismo. Vamos al cine para que al menos tengas una cuartada —ella se lo pensó, luego sonrió feliz aceptando la actividad que el contrario sugirió y lo cual le hizo mostrar su dentadura con triunfo—. ¿Paso a recogerte?
—Sí, a ¿las nueve?
—Ahí estaré.
Ella soltó un pequeño bufido tímido, de igual forma empezó a alejarse volteando a ver la sonrisa de su amigo junto a los ojos que no dejan de escanearla. Subió y se fue rápidamente sintiendo su corazón acelerado y la emoción recorrerle.
En cuanto llegó a casa subió a su habitación y rebuscó algo en el cajón de su mesa al lado de su cama, de esa manera volvió a salir con prisa entrando al bosque y corriendo hasta la funcionalidad de su casa de árbol. Dentro encontró al pelinegro de ojos nebulosos observar los recuadros colgados, fotografías de una pareja de hermanos que fueron creciendo, recreando cada año la misma postura, empezado de la edad de diez hasta que se detuvo hace dos años. Aurora se colocó a su lado con las manos en su pantalón, sonríe con nostalgia, tristeza y felicidad. Señala a un recuadro y echa una risita.
—Cumplimos dieciocho. Tony, el cocinero del restaurante en el que comiste hoy, tenía una moto de la cual se quería deshacer porque nunca pudo aprender a andar en ella, le pedí que me dejara trabajar con él para comprarle esa motocicleta que luego le regalé a mi hermano.
—¿Por qué no veo a tu hermano con ustedes? —preguntó inocente, sin embargo al ver que las lágrimas de la chica salieron de inmediato comprendió la respuesta— Lo siento.
Ella negó secando sus mejillas aunque estas vuelven a mojarse. —Está bien, ya pasó —ríe para concentrarse en sus recuerdos felices—. Siempre íbamos montados por el bosque para llegar a la colina más alta y ver las estrellas. Él me regaló un telescopio.
—Lo vi, es caro.
—¿Cómo sabes?
—Uno de los humanos con el que conviví tenía uno igual.
Aurora sonrió recordando la emoción de ese día, cuando su gemelo sacó su obsequio para dárselo y fue cuestionado por cómo lo pagó.
—Mi jefe me lo regaló. Fue un bono extra por estar satisfecho con mi desempeño en el trabajo —nadie dudó que así fuera, el muchacho era un genio en el campo de la ingeniería, desde pequeño su pasión por el funcionamiento de los artefactos le causó muchos dolores de cabeza a sus padres cuando utilizaba sus propios electrodomésticos para sus experimentos, siendo incluso reclutado por una empresa a sus catorce años por esa habilidad.
—¡Me encanta Arthi! —y su hermana saltó de alegría. Esa noche ambos pasaron una velada bajo el manto de estrellas, fue la más encantadora relación de hermandad hasta que tres meses después, su alegría se le fuera arrebata y calcinada hasta las cenizas.
×~×~×~×~×
El teclado suena con rapidez, los ojos a la pantalla no se despegan de lo que las simulaciones recrean, una y otra vez fallan sus estimaciones, ningún calculo hace posible lo que espera y aún así no se desanima. Los grandes logros son el resultado de pruebas y errores. Ese es el lema que le impulsa a seguir sin importar cuantos fallos tenga, al final hallará su eureka. Confía en que será así, sin embargo el abrir de las puertas automáticas de metal anuncia junto a una voz masculina de tono ofendido e irritado, el atraso de su maravilloso artefacto. Él se quita sus gafas y frota sus ojos marrones, no sabe si por cansancio de ver a la pantalla o por soportar la voz de su hijo, desea alzar la voz pero está exhausto como para permitir que el resto de energía se vaya por el muchacho pelinegro se ojos marrones.
—¿Qué es lo que te tiene tan molesto? —preguntó para ponerle atención con mirada aburrida.
—¡Un imbécil es lo que pasó! —escupió con desprecio sentándose en la silla frente al escritorio subiendo un pie sobre la superficie.
El hombre mayor miró con repulsión las granos de tierra caer sobre la mesa, así que con mirada furiosa obligó a su hijo a bajar el pie. Exigió ser más consistente en su alteración mientras tomaba una descanso del trabajo que hace algunos años ha estado desarrollando, pero que hace pocos días sus avances han aumentado considerablemente.
—Un idiota que no es de aquí nos molestó a mis amigos y a mí. ¡Se atrevió a lanzarme a la basura! —bramó con ofensa observando la cara inmutable de su padre.
—¿Y qué esperas que haga? —hizo una mueva junto al alzamiento de sus hombros— ¿Que le indique a la policía que le busque?
—Que tus hombres lo encuentren y que le den un escarmiento —su padre rodó los ojos para luego masajear el puente de su nariz. Asintió abanicando la mano indicándole que se fuera.
El joven sonrió triunfante retirándose de lugar, después el hombre salió de ahí con prisa siendo seguido de un hombre calvo y de traje, su guardaespaldas. —Que uno de tus hombres hable con Jake, hay alguien a quien deben buscar —el contrario asintió—. Y también busca información sobre ese tipo, Josep Mayer, quiero saberlo todo.
—Como ordene, señor —dio una reverencia despidiendo a su jefe que entró en el ascensor.
El dueño, presidente e investigador de su empresa de tecnología, Richard Hanmer, se dirigió a su laboratorio donde sus más confiables ingenieros y científicos colaboran en confidenciales trabajos. Una chica de veinticinco años llegó a su lado con una tabla de resultados que entregó a su jefe.
—¿Qué tenemos hoy, señorita Dickens? —sonrió ladino con la vista al frente mientras la joven le acompaña.
—Los experimentos han dado resultados alentadores, con un porcentaje pequeño de la materia se ha logrado incrementar el avance en un cinco porciento.
—Bien, eso suena bien, pero no es suficiente.
—Entiendo señor, pero es —toma de regreso la tabla con entusiasmo— maravilloso, hemos logrado tener un progreso como nunca en solo unos días.
—Y por eso hay que aprovechar lo que la vida nos da —posó las manos en los hombros femeninos dando un suave apretón—. ¿Y nuestro invitado cómo está?
—Oh, sus ah, signos están estables y su mejoría fue rápida y está comiendo adecuadamente —sonrió, aunque la expresión no acompañó el sentir de sus ojos.
—¿Pasa algo? —ella negó— Por favor, sea sincera —llevó ambas manos atrás otorgando una sonrisa amable.
—Es que, yo. Él me da miedo —confesó con mirada al suelo, el hombre la tomó del mentón y con delicadeza le hizo verle.
—Eres la mejor para esto, nuestro invitado está a gusto contigo. Tú lo has dicho, hemos hecho grandes progresos en los últimos días que en todos mis años de investigación, y parte de este avance fue gracias a ti y a la cercanía que has logrado hacer con él. Confío en ti, Luna.
La mujer se relajó, sus mejillas ruborizadas y sonrisa tímida indicaron la felicidad que las palabras de su jefe puso en ella. Asintió alegre volviendo a su labor impuesto por orden exclusiva de su jefe: Cuidar a su invitado.
El señor Hanmer retiró su sonrisa tan pronto la mujer ya no estaba en su campo de visión. Caminó entre los pasillos mientras sus empleados le abrían paso hasta entrar a una recamara donde otro hombre unos años mayor que él y con bata, le sonrió entregándole unas gafas oscuras de seguridad. Otros empleados con la misma vestimenta se hayan monitoreando los datos de las pantallas y otros toman notas en sus tablas con hojas.
—Prueba número 12. Comiencen.
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Aurora se haya con las manos cubriendo su cara, desea calmar su llanto y respiración ante la constante aflicción que su corazón resiente todavía. Su mente ha aceptado su partida, pero su corazón se niega a dejarle ir, quiere correr a algún lugar con la mano extendida sintiendo que está ahí y lo puede tocar, desea traerlo de nuevo a ella y abrazarlo otra vez con más fuerza que antes. Su corazón lo desea aún y su mente le regaña gritándole que deje de anhelarlo.
Él la ve impotente, la observa sollozar y aunque no logra verle las lágrimas su voz es suficiente para que su interior se aplaste. Jamás ha llorado, su especie no tiene esa habilidad, pero sabe lo que es sufrir una perdida importante y la desolación con la que te envuelve en un lastimero pesar. También comprende lo que es no tener un abrigo para ese dolor.
La confusión no fue lo único que atrapó a Aurora para calmar un poco su llanto, descubrió su rostro sin poder hacer algo cuando el cuerpo del hombre le impide ver y moverse, pues los fuertes brazos que la acobijan le dan firmeza, seguridad y calidez. Siente que hay más que un simple gesto de apoyo, no es nada superficial o algo por norma moral como muchas personas se lo dieron en el funeral, ella siente que hay una verdadera comprensión, por eso se aferró como pudo a él, dejándose sentir pequeña mientras oculta su rostro en él.
Luego de desahogarse un poco decidieron que era hora de regresar a casa, después de todo ella tenía un compromiso que cumplir. Durante el camino la joven comentó la charla con el agente del gobierno, él la escuchó atento y en silencio, su mente maquilaba pensamientos sobre sus pasos.
—Debo buscar algo —dijo comenzando a caminar a otro lado una vez dejó a la joven cerca de la casa.
—¿A dónde vas?
—No me tardo.
Él desapareció con rapidez una vez se adentró nuevamente a la frondosidad, por lo que ella entró a casa informando a sus padres sobre la salida con su amigo. El padre entrecerró sus ojos al saber que su hija volvería a salir con el chico que ha estado mucho más cerca de ella que de costumbre, sin embargo su esposa le abrazó por detrás para controlar los celos de papá. Así Aurora buscó en su armario la misma ropa que usó la noche que fue a la fiesta a la que Timothy le invitó. La dejó en su cama y se fue a tomar un baño.
Ella piensa en el abrazo que recibió de ese ser, tan cálido y protector que le sorprendió que se lo otorgara, le parecía alguien sin intenciones de mostrar sentimientos más allá de pequeñas burlas y bromitas, pues cada que despierta es recibida por su cara cerca de la suya para asustarla un poco. Sin embargo sintió que ese momento tan corto y pequeño fue una enorme acción de un gran corazón. Sonrió por ello mientras salía del baño, con las cortinas cerrando la ventana puede quitar la toalla de su cabeza y dejar deslizar la del cuerpo, tomó las prendas que dejó en la cama y se las colocó para así darse la vuelta con intención de sentarse en la cama, sin embargo…
—Hola —dijo el ser sentado en su siempre esquina de la habitación.
Un brazo reposa en la rodilla al tener la pierna flexionada, la otra yace descansando en el suelo. Recorrió con mirada pícara y su sonrisa de igual gesto, de arriba a abajo la figura de Aurora, se detuvo en su cara encendida de vergüenza y movió ambas manos a que tomasen su propia rodilla, mientras extiende su sonrisa divertida dejando ver sus colmillos—. Tú también eres elegible para la conservación de tu especie.
Eso último aunado a que el contrario sacó la lengua al final de esas palabras, terminó por hacerla rendirse de vergüenza para empezar a lanzarle todas sus almohadas y tomar la última como arma para golpearle. Heka se protegía de la furia con el brazo siendo el escudo, a la vez que se ríe en silencio divirtiéndose con la expresión de la chica.
—Debí llamarte Alíh, eres más como él —refunfuñó yendo a tomar su botas colocándoselas con rapidez para así empezar a maquillarse.
—¿Qué?
—Eres un idiota y un pervertido —volteó lanzándole el peine que luego pidió que se lo devolviera, a lo que él se lo lanzó con diversión.
—No entiendo de qué hablas.
—De mi libro favorito. Te llamé Heka porque me pareciste como él cuando Nick…
—Nico
Ella le miró mal por su corrección incorrecta, le ignoró para seguir. —Cuando Nick me contó cómo le ayudaste.
—¿Entonces ahora tengo un nombre? —su pregunta hizo sorprender un poco a la chica ya que no supo interpretar la manera en que se le fue hecha.
—Eh, sí, será más fácil para comunicarnos entre nosotros —fue deteniendo su hablar cuando el contrario se levantó y se puso a su frente extendiendo la mano. Ella miró confusa a la extremidad y luego a sus ojos por no entender la acción.
—Un gusto Aurora Jones —ella se asombró de escucharle hablar más apacible—. Soy Heka Zein.
La joven entreabrió la boca sintiendo en su corazón calma y calidez, pues el contrario mostró en sus labios una sonrisa sincera y gentil que le contagió. Tomó su mano. —El gusto es mío, Heka.
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Wenas~ (◕ᴗ◕✿)
¿Qué tal su día, tarde o noche?
Sus impresiones, opiniones, y/o teorías déjenlas aquí.
( ・ω・)☞
Nos leemos pronto. (。•̀ᴗ-)✧
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