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Capítulo 5: Nombre

La señorita Jones lee para despejar su mente, no sabe a dónde fue su compañero de cuarto, desea buscarle sin saber cómo o en cuál lugar comenzar. Cuando se atarea lee uno de sus libros favoritos. Cuna en el cielo. Historia de un guerrero cuya vida se vio cambiada cuando se descubrió que tenía un poder antiguo. Esa obra le encanta porque tiene a uno de sus personajes literarios que más ha amado, el hombre es alguien que se hace ver rudo y bribón, pero siempre actúa con principio y nobleza, sabe guardar su fuerza sin miedo a que duden de sus proezas y la desata cuando la injusticia amenaza al desprotegido. Ella sonríe por el ser de las letras y se sumerge en sus líneas con alegría.

Mientras tanto por las calles del pueblo, el muchacho rubio mira asombrado al grupo de cuatro chicos que intentaron molestarlo nuevamente, se queda mirando también a ese hombre que camina seguro, alejándose sin arrepentimiento de haber hecho lo que hizo. El humano corre tras él y se coloca a su lado haciendo que se detenga y voltee a prestarle atención.

—Muchas gracias por eso —alza la mano en señal de apretón, el no-humano levanta una ceja—. Ah sí, soy Nick Graby.

El pelinegro acepta el gesto moderando la fuerza con que lo toma. —De nada, adiós —menciona retirándose, no obstante el muchacho de veintiun años le acompaña causándole extrañeza.

—Eso —señaló atrás— fue increíble, ¿cómo lo hizo? Quiero decir, es impresionante la habilidad y fuerza con que logró ganarles a esos jugadores de fútbol americano.

—Son unos débiles, es todo. Un montón de inservibles que no merecen reproducirse —se quejó por lo bajo controlando su gruñido.

—¿Reproducirse? —musitó confuso ante la expresión pero rio por lo mismo— Usted no es de aquí por lo que veo.

El contrario alzó una ceja, al parecer es fácil distinguir quiénes viven ahí y quiénes no, pero eso no es lo que le inquieta, sino el hecho de que el muchacho va a su lado sin parecer que se despegará de él, en especial cuando es tan vivaz al hablar que le abruma. Al principio fue su explicación sobre que ese grupo siempre le ha molestado desde preparatoria, que nadie se atreve responder a las agresiones de Jake Hanmer o ir en su contra debido a que su padre es el presidente de una compañía de tecnología que radica en el pueblo. Luego su habladuría cambió a que es un apasionado de la ingeniería aeroespacial y que le encanta la computación.

Habían estado caminando por casi medio pueblo cuando en un callejón de un vecindario solitario, el ser visitante acorraló al humano contra la pared.

—¡Muchacho! ¡Ya basta! —bramó exasperado soltando la perturbación de su voz— ¿Cómo demonios es que no has parado de hablar desde que comenzaste? Para empezar, ¿por qué carajos me estás diciendo tu vida?

—Di-Discúlpeme señor —dijo en voz baja y acongojado—. Es fácil hablar con usted.

Con confusión el hombre frotó su cara con las manos. No sabía la razón por la que el humano llegó a esa conclusión, sin embargo buscó calmarse. Le miró de arriba a abajo para finalmente asentir decidiendo algo.

—¿Quieres pagar tu deuda?

—Si puedo hacer algo dígame.

—Bien.

×~×~×~×~×

La puerta café fue tocada, en la entrada un hombre de traje negro y corbata se haya de espalda viendo al vecindario, pronto se volteó cuando la señora de cabello castaño hasta media espalda abrió. Le escanea con detenimiento mientras él se retira el sombrero.

—¿En qué puedo ayudarle? —pregunta con desconfianza mientras atrás de ella la joven Aurora termina de bajar las escaleras.

—Josep Mayer, trabajo para el gobierno —muestra su placa con carisma y extiende la mano en un gesto de presentación, la contraria acepta observando la continuación del sujeto que posa sus ojos marrones en la muchacha de atrás—. Me encantaría hablar con la señorita Jones.

—¿Sobre qué? —cuestiona observando a su hija que se acerca.

—¿Me permite? —la madre deja que pase hasta dirigirle a la sala donde los tres se sientan. Aurora le analiza nerviosa con la certeza inequívoca de la visita de ese hombre de cuarenta y tantos— Me gustaría saber sobre lo que vio hace casi una semana —mencionó dirigiéndose a la chica que ladeó su cabeza con fingida confusión y mala memoria.

—No comprendo de qué habla, señor —sonrió cual niña inocente.

—Déjeme ayudarle pequeña —esa palabra le disgustó a la chica, pues la presencia del hombre le molestaba de sobremanera sin entender la razón—. Usted —sacó una pequeña libreta con apuntes que él repasa con naturalidad— fue encontrada inconsciente en su garaje que resultó estar salpicado de la sangre de un oso el cual, fue casi comido en su totalidad. Eh, luego en el hospital usted aseguraba con vehemencia que algo —enfatizó la palabra observando la expresión de ella— lo había destrozado, oh no, disculpe —rió bajo con diversión—. Devorado, fueron las palabras que testigos médicos declaración que usted expresó.

Aurora había perdido la sonrisa, ahora se mostraba fastidiada por la forma guasona en que el hombre habló, sin embargo devolvió su sonrisa de inocencia. —Dos osos salvajes pelearon terminando en ese resultado.

—¿Es lo que le dijeron que pasó? —ensanchó su sonrisa ladina haciendo que la contraria le imitara.

—Es lo que vi.

—¿O lo que creyó ver? —ambos quedaron fijándose mutuamente con desafiante mirar, cosa que para la señora Jones no pasó desapercibido y se unió a la conversación.

—¿Por qué un hombre del gobierno investiga sobre osos? —el hombre le otorgó la atención.

—Me pareció curioso, es todo —observó un momento a alrededor de las paredes, los muebles y accesorios de la humilde y modesta casa familiar, deduciendo que las personas son hogareñas y de tacto unido—. ¿Podría pedirle un café, señora Jones?

—Tendría que hacer nuevo, tardaría unos minutos.

—No tengo prisa.

La madre miró a su hija unos instantes para después asentir a cumplir la petición de sujeto. Aurora estaba por levantarse cuando el hombre le habló.

—Esa misma noche tuvimos el informe de que algo penetró nuestra atmósfera —obtuvo la atención de ella por completo—. Nuestras investigaciones resultaron en que no es un satélite conocido por nuestro país, y al parecer no hay ningún otro que le reclamé.

—¿Y piensa qué? —soltó una risita burlona— Que eso tuvo que ver con lo que no cree que vi —el mayor mostró su dentadura ante la mofa de la joven—. Aunque así fuera, ¿no cree que el tiempo en que eso cayó y lo que no vi fue demasiado corto?

—Entonces dígame lo que cree que no vio.

Ella se acomodó recargándose de sus piernas con los codos. Subió y bajó los hombros fingiendo demencia a la vez que hace una mueca de no saber. —Ya le dije, estuve aterrada de que dos oso se encontraran en mi casa y uno de ellos matara al otro, y agraciada por que él no me hubiera matado.

El hombre sonriente no retiró su sonrisa ante la conversación. La madre regresó con el café entregándolo al agente Josep Mayer que continuó con preguntas vagas, y que a Aurora le convencían que no eran otra cosa más que un teatro banal. Una vez terminado el sujeto se despidió con una promesa de volverse a ver, dejando en el interior de Aurora Jones la inquietud para una vez ver que el hombre se fuera en su auto, ella despedirse de su mamá yendo en su bicicleta con la mentira de encontrarse con Timothy Becklan, para buscar al ser que está segura, ese agente rastrea.

Dobla las esquinas con pericia mientras observa a cada lugar, pues recuerda que antes de que se fuera, la criatura le dijo que sería recreativo inspeccionar el área. Ella sonríe porque notó el brillo que trataba de ocultar, hace memoria de cuando unas de las formas en que él se presentó fue como explorador, así que la idea de un lugar nuevo es sinónimo de sentirse un turista.
Prontamente los ojos se le abren con gran sorpresa cuando dirige la mirada a un local, en particular a la gran ventana que está posee y deja ver al interior del restaurante, mira a ese muchacho rubio y a su acompañante de enfrente comiendo con frenesí y gusto.

Se detiene dejando la bicicleta en la estructura de metal hechas para estacionar ese medio de transporte, entra haciendo sonar la campanita que anuncia la entrada de alguien y el hombre de mantel manchado por ser el cocinero le da la bienvenida a la muchacha, sin embargo su atención no es puesta en ella del todo, y él no es el único, todos miran impresionados a ese hombre extraño comer a tragos.

—¿Qué te sirvo? —preguntó el cocinero a la chica.

Más ella negó y se acercó penosa a su amigo. Carraspeó un poco obteniendo su atención. —¿Qué haces?

—¡Jones! —exclamó alegre y con boca llena, señala con el tenedor al plato de espaguetis con albóndigas— Esto está delicioso, ¿por qué no me has dado de probar cosas como estas? —reprochó con el entrecejo fruncido, a la joven no le quedó de otra que suspirar sintiendo la vergüenza— Nico, hazte a un lado, déjala sentarse —ordenó al muchacho siguiendo su almuerzo.

—Me llamo Nick —se hizo a un lado dándole la oportunidad a la joven de sentarse a su lado.

—Lo que sea —desmeritó el asunto abanicando la mano—. Quiero esto todos los días, ¿has entendido? —exige a la chica que le ve mal cuando el hombre le acerca a la cara un vaso de batido de fresa.

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo crees que voy a pagar todo esto? —replica severa bajando la voz.

El rubio levanta la mano sonriendo inocente. —Yo lo haré.

El ser le señala con obviedad. —Nico lo hará.

—Soy Nick, señor —el contrario le entrecierra los ojos mientras mastica su pierna de pollo frito—. O puede seguir llamando Nico, no tengo problema.

Con cara que pareciera de un niño bueno, el ser continúa comiendo en paz y bebiendo su delicia rosa. Aurora no puede creer lo que estaba presenciando, se quejó de que amenazara al chico para conseguir comida, y aunque al principio mantenía una voz baja pronto ambos subieron el tono comenzando a discutir, algunos les veían curiosos y con gracia al estar esa chica con el ímpetu que hace tiempo había perdido.

—Disculpen —mencionó con nerviosismo el chico olvidado.

Ambos giraron a verle con el ceño fruncido y gritaron al unisonara. —¡¿Qué?! —el joven dio un leve sobresalto y luego sonrió para explicarle a la joven su malentendido, haciendo que ella se sorprendiera mirando al ser que siguió comiendo y gruñendo bajo.
Aurora dibujó en sus labios una sonrisa por ello y se disculpó ante su apresurada conclusión. Los tres se quedaron un rato en la mesa, a la joven Jones la situación le pareció extrañamente amena, tanto que había olvidado por un momento la razón por la que llegó ahí, sin embargo en ese instante se dedicó a divertirse con la alegría que Nick Graby esparce al habla.

—Al fin te veo hablar —confiesa la muchacha sorbiendo su batido de chocolate—. Siempre eres muy callado en el salón.

—¿Tú sabes quién soy? —pronunció sorprendido ante su comentario, el muchacho se considera alguien desapercibido sin valor para ser notado.

Aurora levantó una ceja analizando el rostro del contrario con intriga. —¿Cómo no voy a saber? Te sientas justo detrás de mí. Además eres el que me supera en calificaciones en todas las materias —se cruza de brazos fingiendo enfado y envidia—. He intentado ganarte y no puedo.

Él sonrió enternecido y se disculpó por su frustración fingida. Admitió que le admiraba a ella y a su hermano de lejos por su forma tan espontánea de ser, expresó que verla esforzarse en sus estudios y la fortaleza de pasar por su luto le ha motivado cada día. Esa forma tan tranquila y sincera con la que habló hizo a Aurora ruborizarse sin comprender porqué ese chico se sentía así con ella.

—Ya debo irme —dice observando la hora en el reloj de pared del local—. Me ha dado gusto haber tenido la oportunidad de cruzar palabras —Aurora se levantó para que él saliera—. Espero seguir haciéndolo, Jones.

—Por favor llámame Aurora.

—Lo haré si me llamas por mi nombre —soltó una risilla ofreciendo un apretón de manos.

—Entonces nos vemos luego, Nick —tomó su mano aceptando el gesto, sin embargo el hombre de ojos grises irrumpió.

—Pediré otra malteada —Aurora le miró mal por su orden extra, pero el muchacho rió dirigiéndose a pagar toda la cuenta, incluida la única bebida que la chica pidió aunque ella se negara.

—Nos vemos luego, Aurora, y… eh. Lo siento, nunca supe su nombre, señor.

El ser estaba por responder con lo mismo que le explicó a la muchacha, es decir que no posee nombre, pero fue ella la que tomó la palabra. —Heka —sonrió carismática—, se llama Heka… Zein.

—¿Cómo el protagonista de Cuna en el cielo?

—¿Lo has leído? —preguntó impresionada.

—Cientos de veces, es encantadora la historia —ambos mostraron un brillo cómplice, de esos que sin palabra alguna sabes que a partir de ese dato en común una amistad surgirá al instante—. ¡Rayos! Me encantaría intercambiar opiniones pero ya debo irme. Te veo mañana.

—¡Sí! Es más —sacó su teléfono con entusiasmo—, intercambiemos números.

Luego de eso el chico se retiró despidiéndose de ambos, Aurora después miró mal al recién llamado Heka, quien sin entender por su expresión y postura retadora, se sintió estar en problemas. Ella rodó los ojos y pidió irse de una vez, tomó su bicicleta empezando a caminar al lado de él a la vez que discutían sin pelear con seriedad, y eso a él le causa algo en su interior que le resulta agradable.








×~×~×~×~×
Buenas. (. ❛ ᴗ ❛.)
¿Qué tal?

Curiosidad:
Cuna en el cielo es otra historia que tengo en mente.

Sus impresiones opiniones y/o teorías déjenlas aquí.
( ・ω・)☞

Nos leemos pronto. (。•̀ᴗ-)✧

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