Capítulo 45: Simple I
El área en el bosque utilizado como base militar se haya celosamente vigilada, los medios televisivos deben de aguardar a más de treinta metros a la redonda del lugar.
Aurora, al igual que sus amigos y el nuevo conocido, se hayan dentro de una carpa luego de pedir hablar con su hermano.
Arthur entra con prisa y alta felicidad para rodear la cintura de su hermana, alzándola en el aire para darle vueltas.
—Que lindo que vengas a visitarme —dice regresando los pies al suelo—. Como te diste cuenta, hay órdenes estrictas sobre que puedes venir cuando quieras.
Ella se impresiona de lo dicho, pero deja de lado eso para hablarle del otro tema por el que fue.
—Gracias. Necesito hablar contigo sobre, bueno, él —inquiere mirando al simpático peliblanco.
—Ah, Snow —responde con obviedad, y el nombrado asiente.
—¿Snow? ¿Se le conoce como Snow? —la chica aprieta los labios para no reír, aunque no niega que el nombre le queda como anillo al dedo.
—Su hermano así me llamó.
Aurea asiente. Repita hondo para no reír y concentrarse a lo que ha ido, pero antes de poder hablar, a la carpa entra Heka casi con grosería. Mira a la joven e hincha el pecho reconfortado. Por supuesto la sonrisa larga no pasa desapercibida, tampoco la timidez de la muchacha que se encoge de hombros sonriendo. Arthur intercambia la vista de Heka a Aurora y viceversa, muestra su enfado y reclama al pelinegro:
—¿No te dije que te quedaras allá? —Heka se tensa. Era verdad que se le ordenó, pero no pudo evitar quedarse quieto cuando escuchó que su enamorada estaba cerca.
Aurora mira a su hermano con mala cara, y le golpea el brazo haciendo que se queje, pero eso no deshace el constante mirar que el muchacho da al ser. A Arthur la simple emanación de cariño que la pareja despide entre ellos le molesta, no puede parar de imaginarse que su hermanita correrá a colgarse del macho para unir con descaro sus labios, y eso le enfurece.
—¡Fuera! —ordena apretando los puños, sorprendiendo a los de su alrededor.
—¡Arthur! —exclama la hermana con manos a la cadera y el ceño fruncido.
El chico maldice en sus adentros. Con esa postura se parece a su madre. Gruñe tomando su cabeza pidiendo dejarlos solos a él y a ella. Nadie se niega y todos salen, siendo Heka el último en salir, habiendo ido a dejar un ronroneo en el cuello de Aurora antes irse, acción que definitivamente llenó de ira a Arthur que en ese momento se limita a matarlo en su mente de mil maneras. Una vez los mellizos quedan solos, Aurora vuelve a ocupar la postura de su madre con la que les reprendía de niños.
—No me mires así —pide Arthur con los brazos cruzados y el entrecejo arrugado—. Y deja de hacer eso.
—¿Hacer qué?
—Eso, actuar como mamá.
Ella rueda los ojos, levanta las manos como cansada y rendida, igual que lo hace la madre de ambos. Eso molesta al hermano, pero no dice nada.
—Quiero saber por qué me pones guardaespaldas sin decir nada —ataja de una vez la chica.
—Para protegerte, claro. Ahora se sabe que eres hija de la reina. Puedes estar en peligro.
Ella alza una ceja escaneando la cara de su hermano. Niega sin creerle por completo la razón que le ha dado, después de todo son gemelos y algunas cosas no pasan desapercibidas entre ellos.
—Heka me gusta.
—¡No oigo! —se cubre los oídos y da vueltas repitiendo no escucharla.
—Ay por Dios —pone los ojos en blanco—. Ya soy una mujer, me gustan los chicos desde la pre-adolescencia.
—Él no es humano.
—Nosotros no lo somos al cien por ciento —se sienta en una silla, de brazos y piernas cruzadas.
Arthur gruñe tomando otra silla sentándose frente a ella, con los codos sobre las piernas.
—Necesito que entiendas que quiero protegerte.
—Y yo necesito que entiendas —replica Aurora copiando su postura, pero entrelazando las manos—, que Heka y yo tenemos una relación. Nos gustamos —Arthur se levanta negando—. Vamos a estar juntos.
El muchacho frota sus ojos para calmarse y no ir a liarse a golpes con el novio de su hermana.
—Heka puede hacerse mi guardaespaldas —sugiere con picardía regresando a su postura anterior, moviendo un pie suavemente y una sonrisa coqueta. Su hermano nota, por la mirada perdida de ella y esa cara traviesa, que lo que hay en su mente no es bueno, aunque para ella le resulta de maravilla.
—¡Eso jamás!
Aurora vuelve a rodar los ojos. —Hemos estado viviendo solos en la casa y…
—¡¿Solos en casa?! —vocifera alarmado sorprendiéndola— Voy a matarlo. ¡Voy a matarlo!
—No lo harás —se levanta impidiendo el avance—. Además tienes problemas mayores —él arqueó una ceja, confuso—. Mamá no sabe que me pusiste vigilancia ¿verdad? —Arthur no responde, deja unos segundos antes suspirar y acariciar la mejilla de Aurora.
—En verdad es para protegerte. Confío mucho en Snow, es un gran amigo mío. Por favor trátalo. Yo… —frota su cara con pesar— Yo me alejé y te lastimé por eso, pero estoy aquí de nuevo. Por favor, déjame cuidarte.
Aurora afloja el carácter, comprende lo que su hermano trata de hacer y suspira poniendo una sonrisa. Le abraza con fuerza y él corresponde envolviendo sus brazos con fuerza y delicadeza, le besa la cabeza y peina con ternura el cabello.
—Solo no quiero que ese Snow —se ríe bajo—, vaya a ser un pesado.
—Es discreto, sabrá actuar de acuerdo a la situación. Y te caerá bien.
—Pero igual voy a acusarte con mamá.
—Traidora —se miran permaneciendo abrazados hasta que se separan para irse—. Aurora —ella se frena antes de salir. Él la llamó con un tono serio—. Termina con él. Te lo ruego.
—No —frunce el ceño—. Te pido que lo trates, verás que es buena persona. Además lo has visto. Me quiere.
Y no lo dudo, piensa Arthur. Estoy seguro que te ama. Pero no es tuyo.
—Prométeme que le darás una oportunidad —pide Aurora, con ojos de suplica que hacen a Arthur rodar los suyos—. Por favor.
—Si digo que sí, ¿directamente te irás SIN hablar con ese tipo? —Aurora infla un cachete y se cruza de brazos— Prometo al menos no matarlo. Por ahora.
—Yo sé que —habla orgullosa— le darás el gusto a tu hermana adorada.
Arthur sonríe enternecido por la confianza, pero no dice nada, al igual que ella, que solo se despide para reunirse con sus amigos. El hermano la ve irse, aunque no puede evitar molestarse por ver cómo ella y Heka se miran mientras se alejan, así que se acerca al de piel canela llamando su atención y, ordena que le siga adentro para tener una charla. Apenas entran (Heka queda firme como militar) Arthur ordena sin más:
—Termina con mi hermana —Heka se paraliza al instante. Su interior vibra en una mezcla de sorpresa, ira y tristeza.
—No —tardó unos segundos para dar esa respuesta. A Arthur la molestia se le refleja con sobra en el rostro, se acerca encarándole, mostrando los pocos centímetros que les diferencia en altura.
—No es una pregunta.
—Y yo no puedo cumplir con su exigencia, mi príncipe —sostiene la mirada fruncida sin perder la compostura—. Aurora…
—No pronuncies su nombre. No lo hagas cuando no has sido del todo honesto —dice sorprendiendo al contrario, que queda un poco boquiabierto—. No quiero decírselo yo, pero creo que tú tampoco. No te sorprendas de que lo sepa, puede que jamás haya salido de la Tierra e ido a tu planeta, pero sé lo que concierne. Tengo que saberlo. Por eso es que no puedes ni DEBES estar con mi hermana —cruza por el lado de Heka dirigiéndose a la salida—. Lo de ustedes se acabó.
—¡La quiero! —alza la voz deteniendo al chico. Ambos se dan la espalda y ninguno quiere voltearse— La princesa me gusta. Yo la a…
—Mas te vale no terminar esa frase. Le prometí a mi hermana no matarte, pero sabes que a veces los impulsos en nuestros genes no tienen tanto autocontrol. No me hagas perderlo ahora.
—Pero… —Heka se voltea solo para ver que Arthur se va sin intención de charlar, solo ordenar. Baja la mirada apretando los puños— No —sentencia para sí mismo y sale decidido también a cumplir lo que le prometió a su amada.
×~×~×~×~×
El grupo de Aurora ya ha salido del bosque, van (a excepción del peliblanco) conversando animados por las calles, sin dejar de sorprenderse por el tránsito militar, civil y seres extraterrestre. Eliot le comenta a Aurora sobre una fiesta el viernes por la noche, en casa de Johnny. Esos dos capitanes se han hecho amigos. Eliot le pide que traiga a Heka y a Júpiter para convivir y preguntar sobre y con ellos. Ella no tendría inconveniente en hacerlo, pero duda de que se les permita interactuar con normalidad. Normal, que extraña le parece esa palabra ahora.
—Veré qué puedo hacer —sonríe tímida cuando Eliot la abraza con un brazo, y le besa la mejilla antes de que él y el moreno se vayan.
—Yo también tengo que irme —agrega el pelirrojo con una sonrisa—. Mamá está preocupada de que ande por aquí con estos aliens.
—Está bien, salúdala de mi parte —ella advierte la mirada del chico sobre el ser y la preocupación en ellos—. No tienes que preocuparte.
—¿Cómo lo sabes?
—Mi hermano dijo que confía en él.
Con eso, Snow se sorprende, no sólo por lo dicho por la hermana, sino por el asentamiento raramente convencido del joven humano. Una vez se va luego de un beso en la mejilla de la chica, Aurora mira a Snow que sigue mostrándose cálido y dócil.
—¿Y ahora qué? —pregunta Aurora indecisa.
¿Debería volver con él a casa estando los padres ahí? Para empezar, ¿por cuánto tiempo y cuánta privacidad tendría ahora? El de pelo impoluto indica que lo que su princesa guste de hacer él le seguirá con cautela, será discreto y reservado, respetará su espacio. Con esa peculiar apariencia no hay mucha discreción que digamos, piensa Aurora decidiendo que irá con sus padres. Quizá a echar de cabeza a Arthur, y tal vez exagerar un poco para divertirse viendo cómo lo regañan.
A veces entre hermanos son malvados.
Sin embargo, los padres no estaban. Dejaron una nota a Aurora explicando que han ido a supervisar algunas cosas con el ejército. Ella bufa decepcionada. Su venganza tendrá que esperar. Pero igual piensa que es una oportunidad para conversar y conocer a Snow. O esa era la idea hasta que un mensaje le llega.
—Siéntete como en casa, yo voy arriba un momento y luego volveré. Ehm. Jugaremos monopoly —ríe, tratando de ocultar su nerviosismo, y va arriba para encontrar a cierta persona sentada en su cama, acariciando a su conejo en su regazo—. Esto puede considerarse un crimen —ríe yendo a sentarse a su lado.
—¿Por qué? —Heka deja que Stuart saltara por la cama.
Él toma la nuca de Aurora y la atrae hasta fundirse en sus labios con deleite, en una mezcla de anhelo y desesperación. Ella se ríe en sus labios y lo abraza para no carcajear, se quedan esbozando una sonrisa teniendo las frentes unidas.
—Te has infiltrado en la habitación de la hija de tu reina —él gruñe, pero divertido. Ronronea y acaricia grácilmente con el rostro el costado de la cara de ella.
—Al fin de cuentas estoy a tu merced. Solo pides y yo te obedezco —dice, en voz baja casi en susurro.
Aurora se separa de inmediato, levantándose de brazos cruzados un momento para luego unir las manos, dejando los índices juntos y alzados tocando los labios planos. Heka la mira quieto mientras se queda sentado a la orilla del colchón, con los manos sosteniendo su peso por detrás. La chica esboza una sonrisa traviesa, muestra los dientes y señala sin separar las manos, como meditando.
—Entonces, podría dar cualquier orden, ¿y tú solo obedecerías? —Heka sonríe ladino y asiente— ¿Sin objeción?
—Así es —no deja de ver que la chica camina de lado a lado de manera lenta, posando un brazo sobre el otro mientras una mano toma su mentón.
—Párate en una pierna —ella juega haciendo al pelinegro sonreír por la gracia que le causa, pero obedece parándose de la cama hasta el centro de la habitación. Alza una pierna dejando ver el buen equilibrio que posee—. Muy bien, muy bien —Aurora se burla, y vuelve a ordenar—. Salta así.
Heka deja escapar un bufido divertido, y acata obediente. Aurora no puede evitar reír contenida para no alertar al que descansa abajo en la sala. Pide parar al hombre, que recto y con manos a la espalda no deja de sonreír embelesado por la alegre muchacha. Pasados unos momentos, Aurora logra controlarse para jugar un poco más.
—¿Cuál es su siguiente orden, mi bella princesa?
—Uhm —ella se lo piensa, sabe que el otro le sigue la corriente y que acatará cualquier ridiculez para entretenerla—, ¿Qué tal si…? —suelta una risilla haciendo pensar a Heka que pedirá algo inocente— Muérdeme.
Y ella lo hace realmente, ordena eso como chiste, pero en la cara del hombre no hay gracia ninguna, cosa que le sorprende, pues Heka pasa a cubrirse de seriedad. La joven pregunta confusa.
—Con eso no se juega —inquiere tensando a Aurora, que ante la actitud del otro siente más que nunca lo pequeña que es.
—¿A qué te refieres? —ella se queda quieta mientras él avanza lento, rodeándole como si fuera un león analizando a su presa.
La castaña no puede evitar sentirse nerviosa al constante y pesado mirar que los ojos grises posan sobre su figura, su corazón late desbocado, sintiendo emoción que se hace cuestionar lo que pasará. Heka se detiene detrás de ella, a una corta distancia, le retira los mechones de cabello que ocultan el lado derecho del cuello. Aurora siente el fuerte pecho chocar con su espalda, y el brío la recorre haciendo estragos su sistema, perturbando todo su ser.
—¿Recuerdas la historia de tu madre con el rey? —la pregunta la confunde, gira la cabeza para encontrarse a escasos centímetros del rostro masculino, y asiente— ¿Y recuerdas que mencionó la vinculación?
—Sí —susurra, como hipnotizada de la cercanía que desea cerrar—, ¿por qué?
—Ella no te ha explicado lo que eso significa —la afirmación le desconcierta aún más, pero no necesita preguntar, pues el macho que la abraza de la cintura prosigue—. Una vinculación lo puedes ver como un contrato de matrimonio. Eso hasta ahí lo entiendes, ¿no?
—Sí —pasa los ojos de la boca a las orbes grises—. ¿Qué es lo que tiene que ver ahora?
Heka sonríe ladino y divertido, afianza el abrazo y lleva una mano a tomar el mentón de ella, la estira un poco de su cuello para depositar suaves y largos besos en un único punto de la zona.
—Una vinculación no se puede hacer a la fuerza, de lo contrario, el macho morirá —la impresión no pasa ajena en Aurora, pues los besos se presionan siendo un poco más rápido—. Para que la vinculación se produzca correctamente —habla sobre la piel, la sensación del calor de su aliento estremece a Aurora haciendo a que su respiración aumente—, la hembra debe estar dispuesta a que se haga.
Aurora traga nerviosa, saca valor para preguntar sobre la clase de método o forma de hacer tal unión. Y la repuesta se le es igual de impresionante. Los machos son estériles, para poder procrear necesitan de una hormona especial que se encuentra en el organismo de la hembra, y cuyo punto de secreción se encuentra en la arteria que se ubica justo donde Heka ahora da besos y una que otra lamida al cuello de Aurora. Y ella no puede evitar producir un gemido ahogado, provocando a Heka sonreír complacido, que después cambia a una indulgente para continuar.
—La forma de obtener esa hormona, es mediante la ingesta de la sangre de esta arteria —Aurora tiembla, no sabe si producto de alguna clase de susto, o es un estremecimiento positivo, pero sea lo que sea, hizo a Heka detenerse y voltearla para verle la cara sonrojada y los ojos expandidos—. Pero como dije, debe ser dada de forma voluntaria, ya que si se trata de tomarla a la fuerza, esa hormona se convierte en un potente veneno como forma de autodefensa. Sin mencionar que como la hormona es parte de la hembra, provoca que el macho pueda sentir y conectarse, con cierto grado, a las emociones de ella —el pelioscuro captura con ambas manos el rostro de la chica, quien expectante de lo dicho toma las manos contrarias sobre sus mejillas—. Por eso, querida, no juegues conmigo de esa manera.
Pide con sonrisa embobada antes de terminar el espacio que separa sus labios, fundiéndose en el sentimiento cálido que les inundaba sus adentros. El hombre se fuerza para contenerse, le encantaría recrear ese vínculo con Aurora, pero está consiente de las costumbres con las que creció como humana. Una mordida con dientes puntiagudos seguro le aterra, por eso se conforma con la pasión con que los labios femeninos permiten ser devorados, alegrándose de que esos brazos le envuelvan.
La puerta es tocada sacando a ambos de la burbuja de fascinación en la que estaban. No hay otro más que Snow dando suaves golpecitos acompañado de una pregunta sobre saber del bienestar de ella.
—Sí, ya voy, solo busco algo —ante el asentimiento del albino, este se retira. Una vez los pasos suenan lejanos, el par se ríe bajo entre ellos—. Te amo.
Heka da un respingo. Dos palabras. Son cortas, suaves, pero le desestabiliza enormemente. Es la primera vez que las escucha de su boca, y ya siente que va a estallar. El pecho se le infla con orgullo y dicha, la sonrisa amplia hace juego y no hay nada que evite el ronronear tan sonoro de emoción. Esa imagen tan tierna en ese hombre sonroja a Aurora, y sin duda la avergüenza lo suficiente como para querer huir de tan claro enamoramiento apasionado. Pero no puede hacer algo, está atrapada en los brazos del hombre que le responde con el cortejo.
×~×~×~×~×
:v/ wenas.
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