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Capítulo 4: Conociendo

Luego de haber arreglado su malentendido con su amigo y sentir un alivio más en su interior, Aurora subió con prisa las escaleras para llegar a su habitación, encontrando en su siempre esquina a su auto-invitado, sin embargo esta vez él no leía, sino que da su espalda y su cuerpo encorvado dicta estar durmiendo. Ella se pregunta si el horario de dicha actividad es diferente en su especie y cuánto eso le afecta al estar en un ambiente diferente, después de todo el ser llegó casi al amanecer de regreso al interior y con una clase de desánimo.

La muchacha se acercó con cuidado y se arrodilló a su lado, dio toquecitos suaves a su brazo pero estos parecieron no inmutarlo, intentó con un poco más de fuerza haciendo que se quejara dándose la vuelta, sin embargo la sorpresa le invadió cuando el gran brazo azabache la rodeó llevándola consigo al suelo y siendo apresada por él como un peluche. Él sigue dormido pues balbucea cosas que ella no entiende, Aurora se queja empujándole para zafarse pero parece que mientras más pelea por su libertad, más prisionera es de esa enorme criatura.

—Ay esto no puede estar pasando —reprochó incrédula haciendo un mohín por la situación.

Cuando estaba por intentar nuevamente zafarse, la criatura sonrió entreabriendo su boca y dejando caer su lengua en el cuello de ella, quien se estremeció por el contacto. Si estaba dormido o no, eso no le importó a la chica para lograr mover sus manos a golpear su mandíbula haciendo que los dientes se incrustaran en el órgano. El ser se retorció de dolor cubriendo su boca emitiendo un contenido alarido. Observó a la joven ruborizada y enfadada sin comprender la razón de su expresión.

—¿Qué pasó? —preguntó ofuscado mantenimiento su dolor en el interior y un acento gracioso por el entumecimiento de la extremidad.

—Tienes sueño pesado —declaró llevando su mano a limpiar la baba de su cuello con desagrado, ahí él entendió un poco la situación.

Sonrió burlón con la cabeza ladeada. —Pensé que ese sabor era parte del sueño —rio bajo recostando su espalda a la pared—. No sabes mal —bromeó recibiendo la mirada molesta de ella.

—¿Debo preocuparme de que quieras hacerme chuleta?

Él rio contenido para no poner en problemas a la muchacha como la última vez, después de todo escuchó la conversación que tuvo con su madre, entendiendo en aquella ocasión el malentendido que se causó. Negó con la cabeza para aclarar de una vez esa duda en la mente de Aurora.

—No como humanos, pequeña, de hecho rehúyo de alimentarme de seres como tú. Así que descuida, no pienso tocarte ni a ti, ni a nadie. Puedo cazar algún animal para subsistir.

Esa confesión acumuló muchas preguntas en su mente que no tardó en pedir respuesta. El ser explicó vagamente a lo que se refería, pues ya tenía conocimiento de la especie terrícola, conoció el planeta años atrás cuando vino en una nave junto su mentor, convivió con un grupo de científicos y exploradores en una tierra de hielo. Su mentor y ese grupo poseían una amistad, en especial con un hombre al que consideraba igual, incluso él mismo llegó a admirar a ese humano como un compañero.

—¿Entonces por qué mentiste? —cuestionó con indignación y el rostro cargado de inherente reproche— ¡Me hiciste creer que me comerías! —alegó tomando una de sus almohadas tubulares para golpearlo.

Él sonríe divertido mostrando su dentadura por el infantil enfado e intento de venganza de esa pequeña humana, no se defendió del feroz ataque, dejó que siguiera hasta que ella misma se sentó abrazando su cojín sin dejar de reclamar con la mirada.

—Necesitaba que no hicieras un escándalo y me trajeras problemas. Ya te había asustado con lo que hice con el oso —eso último causó un intriga a la muchacha, pues pareció que el tono lo mencionó con algo de pesar—. Lo siento niña, ahora esto te lo pido como un favor.

Aurora suspiró cansada y un poco aliviada, pues al menos sentía que el contrario le era sincero al decir que no comía humanos. Ella asintió mirándole a los ojos. —Pero no sé si sea seguro ahora para ti.

—¿De qué hablas?

La chica explicó lo que hace poco miró en el pueblo y lo que supo por su amigo, le comentó su preocupación por que el ejército estuviera involucrado y lo que pasaría si se supiera de la existencia de un ser de otro planeta ahí mismo. Él entendió su preocupación, se quedó en silencio pensando en sus opciones y resolvió que su aspecto, aunque salga enteramente en las noches, le sería problemático.

—¡Aurora! —la madre habló desde abajo, la chica se levantó para abrir la puerta y asomarse por el barandal para ver a su progenitora— Voy a salir a dejarle el almuerzo a tu padre.

—Sí ma, dale mis saludos —la mujer asintió y se retiró, la chica volvió a su habitación para continuar la conversación con el ser.

Sin embargo no contó con que al regresar, la forma del susodicho era capaz de moldearse para cambiar, por lo que al cerrar la puerta y ver a la esquina donde dejó a su inquilino, en vez de haber un ser alienígena de tres metros ahora hay hombre corpulento con un trabajado cuerpo color canela, de un metro noventa y siete, cabello negro y corto con algunos mechones cayendo por la frente, y ojos grises. Ella le miró absorta sin entender quién es y de dónde salió, no obstante la incertidumbre no pasó por alto el hecho de que se viera ruborizada por la simple razón de que estaba completamente desnudo. Sus ojos no pudieron evitar dirigirse al atributo de su masculinidad obligándola a que su rostro se incendiara por completo en rojo. Se puso de lado ocultando la cara con ambas manos.

—¡¿Quién eres?! —chilló con vergüenza, su voz misma dicta su sentir— ¡Pervertido!

—No lo soy —esa voz la confundió, después de todo es la del ser que ha vivido con ella—. No puedo crear cosas inorgánicas como la ropa.

—¿Eres… Eres tú? —le miró con pena e inseguridad de haber hecho la pregunta, pues no tenía idea de cómo saber si era ese mismo ser ya que no tenía un nombre por el cuál llamarle.

—¿Y quién más? —sin vergüenza se acercó a ella que no pudo hacer más que permanecer de espalda pegada a la pared, quedó a centímetros del rostro sonrojado— ¿Estás enferma? —ella abofeteó con fuerza la mejilla de él, pero en vez de que el rostro masculino recibiera el ardor en la piel, lo hizo la mano femenina— ¿Qué haces?

—¡Aléjate! —cerró sus ojos, pero los volvió a abrir cuando sintió sus mejillas siendo tomadas, sus ojos se encontraron con la bruma de los masculinos que la analizaba con minuciosidad.

—¿Estás enferma? —ella se encogió de hombros y negó con la cabeza sin dejarse de sentir hipnotizada por esos ojos grises— ¿Entonces por qué pareces poseer fiebre?

—¿Puedes alejarte? Estás desnudo —aunque él no lograba entender del todo, accedió con ceja levantada—. No creo que tenga algo que te quede —meditó un poco observándole, sentía pena pues calculaba si tenía algo que darle—. O tal vez sí —bajó la vista al suelo con pesar.

—¡Genial! —mencionó burlón con las manos en la cadera— ¿Y qué esperas? Ve por ella.

Negó con la cabeza y ojos entristecidos. —Dame un momento —ella suspiró profundamente para salir de la habitación dirigiéndose a esa puerta roja que no ha abierto desde que su dueño partió de este mundo.

Observa la nada especial puerta sintiendo que lo es, se enfoca en eso y nada más hasta que él le interrumpe impaciente. —Oye, ¿qué tanto esperas?

—¡No me presiones! —alzó una mano pidiendo paciencia— Hace años no he entrado aquí —a su mano le cuesta tomar la perilla, sus lágrimas quieren salir y se niega a dejarlas ver.

Sin embargo la voz de su madre anunciando su pronto regreso la alarmó, haciendo que con alteración abriera la puerta entrando tomada de la mano del ser. Cerró la puerta y camina asustada pensando en dónde esconderle, aunque él estaba calmado. Rápidamente Aurora resolvió empujarlo para meterlo en el closet de ropa.

—Oye, ¿qué haces? —se quejó la criatura tomando de las muñecas a la joven, quien estática se quedó mirando las manos tocando su marcado abdomen, eso la ruborizó pero sacudió la cabeza para espabilarse.

—Quédate callado y quieto por favor —él arqueó la ceja, sin embargo la soltó y accedió a quedarse dentro a puertas cerradas, y logra verla a través de las pequeñas persianas de estas.

Pronto su madre abrió la entrada de la habitación encontrando a su hija con la espalda pegada al closet. —¿Aurora? Tú… —se acercó un poco estando sorprendida al verla— ¿Qué haces aquí?

—Yo, bueno, es que yo no… —bajó la mirada sintiendo una opresión en su pecho. Si bien estaba nerviosa de ser descubierta con lo que aparenta ser un hombre de unos veintiséis años que más encima está desnudo, en realidad ver alrededor le acarrea muchos sentimientos que en su momento eran felicidades y ahora tienen una matriz gris.

La mujer sonrió en un gesto de empatía y se acercó a abrazarla con fuerza antes de sentarse en la cama. Ahí, ambas se miran con ojos y sonrisas entristecidas.

—Lo extraño mamá —dijo en un hilo de voz temblorosa y ojos cristalizados.

—Lo sé mi niña, yo también —limpia las lágrimas de su hija que corren por las mejillas, la madre no retira su sonrisa compañera y gentil—. Pero sigue con nosotros.

La muchacha asintió soltando una pequeña risa para aliviar el ambiente. —Quiero estar un rato aquí sola.

—Por supuesto. Regresé porque olvidé mi teléfono para marcarle a tu padre una vez llegue afuera del edificio. Sabes que no me gusta entrar aunque ya me conozcan —ambas rieron dándose un abrazo—. Tranquila, toma el tiempo que necesites.

—Gracias —de esa forma la mujer se retiró dejando un «Te amo» a su pequeña.

Pasado un rato en que se aseguró que al fin se había ido, el ser salió de su escondite observando deductivo a la joven que trataba de ocultar su rostro, ya no sentía que era solo por pena, que ya había deducido que se debía a su desnudes. Él buscó la cara de ella hasta que la tomó del mentón con delicadeza y pasó un dedo por la lágrima que bajaba.

—Siempre me lo he preguntado, pero ¿qué es lo que brotan de sus ojos? —comentó curioso limpiando el llanto— ¿No es agua?

—Se llaman lágrimas —contestó siendo ella la que limpie su cara a la vez que se paró hacia el armario buscando un conjunto de ropa—. ¿Nunca habías visto llorar a alguien?

Negó mirando con detenimiento sus acciones. —Los humanos con los que conviví soltaban algunos líquidos cuando reían mucho, pero es porque estaban felices. Pensé que sólo salían con eso.

Ella sonrió viéndole con terneza, desea que esas fueran siempre sus lágrimas y las de todos. —Normalmente se asocian más a la tristeza.

—¿Qué te pone triste? —ella no contestó, sólo le dio las prendas y unos botines indicándole que los usaras mientras se daba la vuelta— ¿No vas a aclarar mi duda?

Suspiró desganada. —Muchas cosas, ahora pruébate la ropa.

—Listo —ella se volteó mirando que los pantalones negros, camisa roja y la casaca de cuero oscura le quedaron a la perfección, así que asumió que la ropa interior también—. ¿Qué te pasa?

El hombre preguntó confundido y hasta preocupado de mirarle derramar lágrimas tristes. Para Aurora mirarle usar eso le recordó a su hermano, no porque se parecieran, sino porque precisamente ver las cosas pertenecientes a su hermano le dolía. A pesar de ser gemelos, eso solo era en apariencia, pues en realidad Arthur era más alto que ella por treinta centímetros. Negó sonriente pidiendo salir del espacio que cada vez más le cargaba de recuerdos, tomó unas cuantas prendas más y se dirigieron a la alcoba femenina.

—Entonces —menciona la joven mirando que él se acomodó en la cama con las manos a su nuca—, ¿cómo es que ahora luces así?

—Es una habilidad de mi especie, podemos cambiar a esta forma.

—¿Puedes copiar a alguien? Como un clon. ¿También puedes transformarte en un animal?

Negó sonriente. —Nada de eso. Digamos que este es mi segundo rostro. Es solo que en mi planeta es más común vernos con el primero y es más fácil y práctico para nosotros.

—¿Todos son así como tú? —él sonrió al notar que la chica ya no usa tanta formalidad, por lo que se sentó con los brazos sobre las piernas y entrelazando las manos— ¿Qué?

—Nada —aunque posee apariencia humana, sus dientes siguen mirándose como colmillos—. Hace poco me preguntaste cómo es que encontramos pareja. Nosotros no somos tan diferentes a tu especie. Si entiendes a lo que me refiero.

Ella se sonrojó pensando en sus palabras. —Ah… Ustedes lo, ah…

—Así preservamos nuestra especie. Digamos que es para lo único que usamos esta apariencia —regresó a recostarse en el colchón divirtiéndose con la expresión de la chica.

Él se volteó a tomar una de las historietas de ella para dejar de abrumarla con su conversación y esperar la noche para salir. Sin embargo lejos de parecer que ella se quedaría sin preguntar más, Aurora estaba interesada, después de todo el contemplar a vida que sea fuera de su planeta le era una oportunidad arrasadora. La joven supo que su gente no necesita de nombres ya que su rugir funciona como un gradar, un llamado que es reconocible entre ellos y cuando hablan tampoco se nombran. Con respecto a su organismo, su metabolismo consiste en aprovechar lo que comen convirtiéndolo en energía, por lo que no necesitan ir al baño, tampoco cuentan con un sistema respiratorio tal cual. Estaba tan hipnotizada en conocer sobre su especie que solo dejó la conversación cuando el almuerzo llegó y su madre la llamó. Cuando acabó de comer se llevó a escondidas una porción de pescado frito, sin embargo, el ser ya no se encontraba ahí, había dejado una nota indicándole que regresaría por la madrugada y que dejara su ventana abierta.

Hasta ese momento, ella no se había preguntado la duda que de pronto le llegó. ¿Cómo es que habla y conoce su idioma sin problema alguno? ¿Acaso es gracias a que convivió con esas personas de las que poco le contó?

Mientras ella pensaba en eso, el ahora alíen camuflado camina por las calles del pueblo. Mira atento a cada lugar para reconocer el área, en especial observa al punto donde días atrás se estrelló aquella nave que no sabe si de la cual estar preocupado. Chaquea la lengua para cruzar la calle, lleva las manos en los bolsillos de la chaqueta mientras cruza por un callejón, se hace a un lado cuando siente a un sujeto que estaba por chocar con él, o más bien cuando accidentalmente el grupo de cuatro chicos iban a hacer que le cayera encima. Él observó a ese muchacho rubio con el largo del cabello arriba de las orejas, mira a los otros cuatro con chaquetas de un equipo deportivo que se ríen burlones. Gruñe en sus adentros con fastidio y jala al chico tirado para hacer que se levante y continuar su camino.

—¿Qué te pasa? Imbécil —dijo con enfado uno de los abusadores haciendo que él se detenga, miró atrás para ver que empujó por la cabeza a ese rubio devuelta al callejón—. Mejor lárgate, idiota.

Él sonrió ladino viéndolo adentrarse con los demás. Encaminó sus pasos a ese mismo lugar en el que luego se escuchó quejas y algunos golpes, también un muchacho salió proyectado hacia los botes de basura fuera de ese callejón como vil muñeco de trapo inservible, finalmente y satisfecho, ese ser continúa su caminata mientras el rubio está incrédulo ante la paliza sin problemas que dio a quienes le molestaban.





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Nos leemos pronto. (。•̀ᴗ-)✧

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