Capítulo 38: Dilema
Su primer recuerdo es el de las flores de una enredadera danzando por el suave viento, sus tallos verdes abrazando el marco de la puerta abierta llamaba su atención a seguir la guía. Recuerda también una voz melódica, pero no las palabras que expresó la boca femenina, pero que sabía era su madre, que la cargaba cuando era una infante mientras veían el cielo de noche sin salir al balcón; recuerda la segunda figura que se acercó a abrazarlas con sus grandes brazos oscuros. Él era diferente, alto y corpulento, de piel negro azulado y los ojos de igual color añadiendo un pequeño brillo. La mujer de blanca piel en cambio dejaba caer sus mechones largos y dorados sobre su hija feliz de jugar con las hebras de su madre, la pequeña de apenas un par de meses yacía en su forma humana de bebé, encantada de sus padres amorosos, aunque también estrictos.
Rey y reina eran apreciados por los habitante de su especie, gobernantes duros, pero justos. La disciplina y el compromiso siempre fueron lo fundamental en sus instintos guerreros, criaron a su hija con tales atributos, de tener una lealtad por y para el pueblo, de velar por ellos y ser el mástil que aguante con firmeza los fuertes vientos del peso de la corona. Desde pequeña se le adiestró para el combate, de los discípulos a ella se le imponía a dar el triple del rendimiento y resultados, pues como heredera al trono era su deber ser ejemplo, y ella lo aceptaba, para la joven de trece años en la que se convirtió, ya era una impresionante guerrera, eso era un gran honor, se esforzaba en superar los límites que se le imponían, nadie era más estricta con ella de lo que era consigo misma.
Estaba superando a sus antepasados en pelea, inteligencia, y también en carisma. La chiquilla podía ser querida por su espíritu poderoso como el fuego y versátil como el agua, eso era un hecho para su padre el rey, por eso decidió que era tiempo de hacerla conocedora de su más grande legado que comenzó con el gobernante antes de él.
A los catorce años el predecesor la llevó a navegar en un viaje, el más importante que hubiera hecho antes. Le enseñó y platicó de otras culturas, de una en específico a la que se dirigían. La madre de la joven, antes de irse le obsequió un escrito ligero, un libro con ilustraciones donde hablaba sobre un mundo como el propio, pero diferente a la vez, con su gente parecida, pero que no cambia.
Ella leía ese libro como una biblia, sus ojos brillaban de curiosidad y asombro con cada palabra de tinta, se le hacía impresionante el hecho de que esa especie pudiera vivir con un cuerpo delicado y que así hayan logrado preservarse hasta el momento. Ella podía ser inteligente, sí, pero seguía siendo una joven, y como tal, la ignorancia no escapaba de pensar que eran meramente débiles, que esa desventaja de no tener una transformación hacía a Nievma superiores.
Cuando llegaron a su destino, ella estaba dormida, se quejó de que nadie le despertase antes para ver al planeta al entrar, pues le hacía ilusión verlo en vivo en vez de quedarse con ilustraciones. Su padre y tripulantes rieron, asegurándole que lo vería en los viajes que a ella le tocase, pues se le explicó que una de las tareas de la familia era la de mantener su relación de paz con ese planeta. El cómo lo hacían eran detalles que se le dijo le explicarían luego, lo primero era conocer al equipo con el que tratan. Al bajar la compuerta para ser recibidos, una ventisca de nieve era lo primero que encontraron, y al sus pasos bajar, millas de paisaje blanco y helado era lo que había. Dirían que era la nada de no ser por la base en medio de la tierra de hielo.
Padre e hija junto a cuatro de sus guardias llegaron a las puertas de la reja que un hombre bien abrigado abrió, el humano parecía más impresionado de ver a una adolescente que a cinco grandes criaturas de entre dos y tres metros de altura, pero que no cuestionó para llevarlos adentro de la base en donde pudo retirar la tela que protegía su boca y nariz, y las gafas de sus ojos, del exterior, dejando ver a un hombre en sus cuarenta con barba y cabello castaño, que retiró el guante derecho.
—Que alegría verlo por aquí de nuevo —extendió la mano que el rey aceptó.
—Roger, el gusto es mío —una vez hecho el saludo, el nievmano señaló a la muchacha a su lado—. Ella es mi hija.
El humano alzó los párpados con sorpresa y una sonrisa curiosa, se alejó un poco y se puso recto para reverenciar con un ademán. —Un gusto, princesa.
La joven soltó una risa al considerar gracioso al hombre, jaló la capa de su padre para que se inclinara a su altura y poder expresarle en su idioma natal, lo interesante que se le hacía la especie, la cual intuía, eran del mismo actuar y personalidad. A la niña se le fue presentando a los demás miembros del lugar, esperaba encontrar a hombres trajeados como las ilustraciones del libro, pero pasamontañas, abrigos rellenos, guantes, botas para la nieve, suéter, son algunas cosas que observó, no se sintió decepcionada, pero sí confusa, y para mitigar dichas dudas empezó a interpelar a cada ser que sus ojos se encontraban, además de que también pensaba en pulir el nuevo idioma que se le había estado enseñando.
El rey se sentía orgulloso, ver a su pequeña hambrienta por conocimiento era de lo que se regocijaba, quería que ella se interesase, explorara, conociera, aprendiera. Que siguiera el legado de la unidad. Pasaron un par de meses ahí, la joven conociendo más de lo que su vista permitía, pues la simple base en medio de la nada no era más que la punta del iceberg, pues algo enorme estaba debajo de eso, la verdadera base yacía oculta bajo la tierra. Ahí dentro recorrió pasillos largos y anchos de metal, con múltiples habitación de diferente ocupación, como los lugares para descansar hasta los de trabajar. Aunque no podía recorrer todo el complejo secreto o informarse de lo que se hace, lo que se le injertó fue suficiente para ella querer quedarse y saber más. Claro que eso no era posible, debían volver y prepararla más.
Así fue como ese primer contacto cambió su mente y aspiraciones, ahora deseaba evolucionar, mejorar lo que ya sabía, lo que podía hacer, y quién quería ser. En solo esos meses había convivido con esa raza débil, que si ella siendo lo que es decidiera amedrentar, poco o nada podrían hacer aún si fuera más pequeña, pues su especie, los de Nievma, eran superiores en fuerza, agilidad, velocidad, en todo eran más evolucionados. Y ahí residía la contradicción. Los humanos que son frágiles también comparten lo de ser testarudos. Conoció en ellos lo que llaman Fe, y lo que es el motor para compensar su debilidad. Ella pensó «Son fuertes.»
Al menos el grupo con el que convivió la mayor parte del tiempo: Los guardias de la superficie.
Y uno de ellos le llamó más la atención, pues su carisma y jovialidad competían con el de su padre. Con él entabló la amistad para que el mayor le contara sobre su familia que constaba de su esposa e hijo único, que reveló tener la misma edad que ella.
La menor ansiaba con ganas regresar para expandir sus conocimientos, aumentar su fuerza y personificar lo que es la fe, pues su mente infantil decía que no podía perder con tal espíritu de lucha, en especial porque ese grupo se había añadido a lo que la princesa consideraba parte de su reino. Debía convertirse en una líder digna.
Por eso se enfocó más en los entrenamientos, en luchas, en su pueblo, en ella, en su familia, en lo que posee más que nada. Su intención era simple: proteger y cuidar.
Enfocó cada fibra de su ser en esas palabras, por eso permaneció como un pilar cuando tomó el trono luego de que los reyes hubieran perecido en combate, tras el primer intento de golpe de estado.
En lo que ellos obran como funerales, la princesa silenciosa con lágrimas en sus ojos, al rey y la reina, despidió durante la corta noche junto al pueblo. La flor conmemorativa de Nievma fueron puestas en las camas acuáticas del lago atrás del palacio. Ese lugar es lo que ella catalogó de santo. En unas barcazas navegaron por el agua, ella iba acompañada de dos en especial, en la de la chica iba una sola persona encargada de remar, en las otras iban de tres a cuatro cuerpos en cada una, y en todas uno de ellos era un difunto, que se clasificaban de diferentes edades entre civiles y soldados. Cada uno de ellos fueron dejados en una de esas plantas cuyas hojas parecían los pétalos de una rosa, que sobresalen del agua, pero los tallos anchos, gruesos y fuertes están ocultos bajo el líquido cristalino. Los cuerpos son dejados en el centro de esas plantas previamente decoradas, con las flores de pétalos traslúcidos alargados y delgados de aspecto colorido como un arcoíris, después los barcos regresaron a la tierra, a la espera de que puntualmente esas ramas acuáticas se cerraran y se sumergieran para convertirse en el ataúd del fallecido.
Con eso, la joven princesa tomaría el mando a los quince años de edad, ocupándose de mitigar la desconfianza entre sus súbditos después del ataque que recibieron. Tardó dos años en volver a la Tierra para cumplir con sus deberes, pues un año antes tuvo que contraer vínculo con un macho cinco años mayor como medida de seguridad para el pueblo, pues como representante de la alianza entre dos mundos, debía dejar a cargo de su reino a su pareja mientras ella estuviera en otro planeta.
Las noticias colisionaron a los representantes terrestres, quienes no estaban seguros del mando de una chiquilla al fin y al cabo.
—Desconfíen —alegó la muchacha—. Yo me encargaré de ganármela.
Su mirada era firme, no distaba tanto de su padre, tampoco la sensación de su espíritu. Ella seguiría con sus viajes de ida y vuelta, en el tiempo que estaría en su mundo oriundo, el tener que pasar tiempo con su marido le era suficiente para ir conociéndolo de poco en poco, en especial cuando su pueblo mostraba buena impresión de él por el tiempo que les dirigía. Los Ancianos habían hecho una buena elección en emparejarla. Llegó a tenerle cariño.
Sin embargo, a sus dieciocho años enfrentaría su primer dilema. Un joven humano llegaría a la estación en la Antártida. Un nuevo miembro, se preguntó la reina, y como era debido lo saludó. Su altura no se diferenciaba mucho al del macho humano, pues era solo un par de centímetros más bajo que ella.
—Reina de Nievma, ¿cuál es tu nombre, macho? —saludó en un apretón de mano al chico castaño, quien había extendido sus párpados con sorpresa del calificativo.
El muchacho canjeó a la mano izquierda la botella de agua que cargaba para aceptar el saludo, y examinó con curiosidad la figura de la mujer de vestimenta guerrera. —Oliver Jones.
—¿Jones? —sonriente miró al hombre mayor, aquel primer humano que conoció de adolescente — Tiene tu mismo apellido.
Él soltó una risa posándose al lado del muchacho. —Sí, este es mi hijo. Trabajará aquí también.
La muchacha estaba sorprendida, permitió mostrar ese gesto, no sólo por el hecho de que fuera la cría de la que se le habló, sino porque era la primera vez que veía a un espécimen más joven, así que su primera impresión fue tomarlo de la mano y llevárselo mientras hablaba de su afición sobre el planeta Tierra, dejando la consternación en el joven humano y las risas en los mayores, por Oliver ser raptado hasta la habitación de ella.
—¡Siéntate ahí! —exclamó emocionada señalando la cama mientras ella sacaba una libreta.
El muchacho obedeció con sonrisa ladina al mirar la viveza de la chica. Quien curiosa por lo que habita en la Tierra llevaba a cabo sus propias investigaciones, una de esas curiosidades era el proceso de maduración de los humanos que, si bien podía preguntar a los que ya pasaron por eso y ya son adultos, le era más fiable preguntar a alguien que estuviera pasando por eso y tuviera recuerdos frescos. Se sentó a su lado con la libreta en mano y una mirada brillante, el hombre joven no podía retirar los ojos de los contrarios que sentía, lo engullía sin posibilidad de escapar y, nervioso por la alegría que desbordaba esa chica de la que se le advirtió ser diferente, abrió su botella de agua para calmar sus ansias. Aún no había visto lo que por fotografías se le mostraron.
—¿En qué época es su inicio del ciclo de apareamiento?
La pregunta lo tomó desprevenido, el agua que estaba llevando a sus adentros se le atragantó y un poco regresó por la nariz. Él tosía y la hembra preocupada casi se echó a correr en busca de ayuda.
—Estoy bien, en verdad —dijo calmado (o lo que intentaba), le daba la mirada descolocado—. ¿Por qué la pregunta?
Regresó a sentarse. —Son interesantes. He estado investigando cada signo de su cultura, pero aún así, parece que tienen subculturas, como lo que llaman religión y sus conceptos —hablaba con locura, una que solo mostraba maravilla—. También, según la información que he visto de sus escrituras, ustedes no son diferentes en nuestro método de reproducción. Así que tengo varias preguntas como por ejemplo —ella se acomodó mirándole fijamente con extremo anhelo—, ¿cómo encuentran a su pareja compatible? ¿Cómo se adapta el organismo de una hembra al quedar preñada de un macho?
El chico quedó en silencio unos momentos rascándose la nuca, su rostro rojo de la vergüenza hacía notar el bochorno de lo que la muchacha buscaba averiguar, no sabía cómo llevar la conversación o si era correcto. Ella lo notó, pues comprendía por experiencia de los demás más viejos, no era un tema que se hablara con libertad. Se disculpó pensando que el tema hecho tabú por esa especie eran minimices.
El chico carraspeó, tenía pena de hablar sobre la intimidad, pero al menos consideró responder la duda que creyó más fácil. —Si encuentras a tu pareja ideal o no, es más cuestión de suerte. Muchas veces eso es una ilusión, o no pasa nunca.
—¿Ilusión?
Asintió. —A veces parecen ser el uno para el otro, pero no lo son.
—No entiendo.
—Es difícil de explicar —sonrió amable rascando la nuca.
La muchacha se quedó pensativa mirando al joven sonriente, recordando lo que sus padres y lo que sabe de su especie dicen de ese detalle de «Pareja ideal», pues la mayoría de las jóvenes que conoce ya habían experimentado algo así desde una temprana edad.
En su cultura, cuando los adentros se sienten vibrar, es indicio de una atracción, pero cuando eso se convierte a lo que comparan como un agradable sismo interior que sienten son correspondidos al rozarse haciéndolos uno, entonces es lo que ellos dicen haber encontrado a su pareja compatible. Ella esperaba hallar a la suya, pero dadas las circunstancias de haberse vinculado a un macho del que no sentía tal perturbación, pensó que investigar a esos humanos le daría una clave para hacerlo ilusión con su marido, pues los humanos no poseen tal manera hacer sentir sus emociones como en Nievma. Sin Embargo, no imaginó que poco a poco, el sentimiento iría aumentando como las ondas del agua al que una piedra le fue lanzada, pero que cuyo dueño sería otro.
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Así fue que, conforme pasaba los meses en la Tierra, se daba el tiempo para conversar con el humano, la mayoría de sus minutos durante la noche, pues era cuando casi siempre estaban desocupados. Sus pláticas iban de las cosas más sencillas hasta las más complejas, ambos se habían interesado en el otro, tanto que cuando ella pasaba los meses que tocaban en su tierra natal, los dos creían fielmente que mirando a sus cielos se conectaban por sus ojos. En dos años ya sentían algo que les había atado, ahí fue que la hembra sintió el peso de su dilema, lo que deseaba crear por su esposo había surgido por el humano, esa perturbación le hacía pensar en algo que no tenía conocimiento, y ser la primera de su linaje en experimentarlo le asustaba. ¿Acaso sería posible romper el vínculo?
No, no en la época por la que estaba pasando el pueblo aún si había pasado pocos años del ataque que sufrieron. Quiso hacerse de la idea de que podía ignorar el lazo. Solo lo acrecentó. La noche en que volvió, como era costumbre el joven le daba la bienvenida en la habitación de la reina.
—¿Cómo te fue? —fueron las palabras que alcanzó a prenunciar antes de que los labios de la fémina se le entregaran.
Él no se resistió, se dejó conquistar por completo por esa mujer que ya se había adueñado de sus suspiros. Y así como la dicha que obtuvo de ella, también la tristeza le recibió, ella se restregaba con miseria porque no podría profesar el amor entre ambos como deseaba, le explicó su dilema y lo que cargaba en pena.
—No lo dejes —dijo con gentileza el enamorado tomando el rostro de la bella—. Pero no me dejes tampoco. Permíteme ser tu amante.
Para ellos, esa fue la sencilla resolución. Actuaban como amigos y compañeros a las vistas, pero sin conseguir que el sentimiento pasara desapercibido con unas simples miradas, y en la soledad de la habitación, ambos corazones se amaron por cuatro meses, no de forma carnal, pero sentían que se desnudaban por completo. Y cuando volvió a su hogar, tenía la intención de ser sincera con su marido, quería tenerlo al tanto de los sentimientos que surgieron por otro macho, sin embargo, antes de poder tener algo de privacidad, una reunión se pidió hacer en cuanto ella regresase, el concejo los solicitó con una petición: Deberían procrear a un heredero.
La concentración del vínculo al ser concretado en una cría sería aumentar las esperanzas de los súbditos al preservar el linaje fuerte. Ella no objetó.
Ese mismo día, en los aposentos reales, el macho con apariencia apiñonada y cabello ondulado negro hasta las orejas, deslizaba el tirante delgado de la tela fina de su esposa, que estaba dándole la espalda.
—Ima yrso (Lo siento)—dijo el hombre quitando el contacto con la piel de ella.
La mujer se sorprendió, le miró deductiva intentando descifrar ese semblante cabizbajo. —¿Orf yhw? (¿Por qué?)
—Ew eareg trocnat eht klin, ut nis isht. Nis toit ercrot. (Aceptamos contraer el vínculo, pero no esto. No es correcto.)
Ella suspiró con dulzura, agradecía que ese hombre fuera tan gentil para preocuparse por lo moral, además conocía bien los sentimientos sinceros que él tenía por su persona, pues los cortejos del macho eran claros. Ella también se disculpó, confesó lo que el corazón de la hembra guardó, y con pesar, pero amabilidad, el hombre estaba dispuesto a apoyarla.
La mujer negó. —Ew ehva ydut (Tenemos un deber) —susurró para besarlo con ternura, con el hombre sintiendo que no había perturbación por él.
El macho le juró que una vez quedara embarazada no la tocaría de nuevo. Así fue que ella se entregó y esperó. Pasado un par de meses, ella podía resentir algo extraño en su cuerpo, a semanas después del acto no lograba transformarse, se quedaba a medio camino y luego regresaba a la forma humana. Eso le generó la consternación y lo confirmó con sus médicos, había quedado preñada.
Estaba que la felicidad no le cabía en el pecho, a su marido tampoco, se abrazaron para felicitarse, y aunque él la besó por impulso y ella no lo detuvo, la realidad se incrustaba con fuerza en el macho al no sentirse ser correspondido.
Ambos se quedaron unidos de frentes, admirando los ojos que se dedicaban ternura y felicidad por su cría.
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Holis~ ya volví.
( ╹▽╹ )
Sus impresiones, opiniones y/o teorías déjenlas aquí.
(☞^o^) ☞
Nos leemos pronto. (。•̀ᴗ-)✧
PD.: Aiuda! Mi sobrino me está matando!
(┛◉Д◉)┛彡┻━┻ Ya casi tiene dos meses de nacido.
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