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Capítulo 8

Capítulo 8
Decisiones

Son tres gatitos, eran cuatro, pero desafortunadamente el último nació malito y no resistió. Eso me partió el corazón. Fue muy triste y doloroso verlo luchar por su vida. Lloré tres días por su partida.

—Se perdió uno, no lo veo por ningún lado —dice Julio al borde de la desesperación.

Molly es una buena madre, si, ha cumplido con su deber estas dos semanas con mucho esfuerzo y dedicación, pero sus pequeños demonios logran escaparse de ella y desaparecen de la casa. Ya nos hemos llevado un par de sustos. Hace tres noches Julio me acusó de haberme llevado al más pequeñito a casa de mi tío. Créanme, pudo haber llamado a la policía y culparme por secuestradora de gatos, pero gracias a mi tío que fue testigo de que entre esa noche a casa con las manos vacías pude librarme de tales acusaciones. Julio evidentemente encontró al gatito debajo de su cama y al siguiente día se disculpó llevándome a la heladería. Quiero decir o mas bien admitir, que si tengo que ser acusada de secuestrar gatos a cambio de ir por helado, podría vivir con ello, sería feliz.

—Está debajo del sillón —le digo divertida— Acabo de ver una colita naranja ahí.

Julio hace caso y recupera al más loquillo del trío.

—Debemos ponerle nombres —comento.

Me gusta estar sentada en el piso, es ya una costumbre mía. Además los gatitos juguetean conmigo mas cuando me ven en el piso. Julio se sienta al frente mío con el gatito naranja en sus manos. Este se retuerce mordiéndole o al menos intentándolo.

—Este es un monstruo —asegura— Debemos llamarlo Dante.

—Pero ni sabemos si es hembra o macho.

—Tienes razón... entonces, debemos esperar a ver su sexualidad. Luego podemos determinar sus nombres.

Asiento a lo que dice, prestándole muy poca atención para poder responder a los mensajes de mi madre. Ella no para de insinuar que me gusta el vecino. Escondo un poco el celular para evitar que el vecino vea que estoy hablando de él con mi madre. Me vería como a una loca.

—Entonces ¿que dices? —pregunta.

—Si, estoy de acuerdo —respondo.

En verdad, no se que dijo, pero bueno, ¿no se trataba de algo malo?

—¿Estas de acuerdo en dejar botados a los gatitos en la calle? —suelta incrédulo.

Bloqueo mi celular y le presto toda la atención. Tengo que limpiar mi nombre ante que los gatitos me huyan como a cual peste.

—Lo siento, me distraje.

—Si, últimamente no vives en este mundo —asegura.

—Le estaba respondiendo a mi madre —aclaro.

—Si, por supuesto —responde sin creerme del todo.

—¿Desde cuando soy una mentirosa para ti? —pregunto.

—No te he llamado mentirosa.

—Lo estás insinuando —recalco— ¿Estás molesto conmigo por algo y no me lo dices?

Julio digiere mi pregunta y se apresura en negar.

—No, no estoy molesto.

—¿Ahora quien miente? —pregunto.

—¿Sabes que? Si, estoy molesto —dice sincero— El día del parto de Molly me dejaste botado, digo, nos dejaste botados.

—No te deje botado —respondo— estuve aquí casi hasta la medianoche.

—Si y te fuiste cuando recibiste esa llamada ¿Para qué? Para luego salir de la casa de tu tío y quedarte fuera con quien sabe quién. Ojo, no estoy juzgando.

Se me revuelve la cabeza. Esta molesto conmigo porque lo dejé solo en el parto de la gata o porque salí de casa de mi tío. No comprendo.

—¡Me estabas vigilando esa noche!

—Me malinterpretas. Estaba asomado por curiosidad y vi todo.

—Y cuando dices todo a ¿qué te refieres exactamente? —pregunto un poco molesta.

—Salir con un chico a esa hora es peligroso.

—¿Cual chico? Se trataba de una amiga —digo bien clarito.

De pronto la molestia de Julio se desvanece, ahora parece avergonzado.

—Lo siento, Lu, es que cuando te pasé el celular decía "Amor" y el carro... deduje que se trataba de un chico.

Recibo un mensaje de mi tío. Miro a Julio, molesta y ofendida.

—Mi tío me necesita. Adiós.

—Lu, espera —pide.

Ignoro completamente su llamado. Hay tantas cosas que odio, pero que la gente crea que tiene el derecho de opinar o suponer cosas de los demás cuando apenas ven un segundo de la vida ajena, me retuerce completamente el hígado. Me trae sensaciones terribles.
Entro corriendo al baño principal y caigo rendida al piso para vomitar.

—Lu, ¿estás bien? —pregunta mi tío desde el otro lado de la puerta.

—No, no lo estoy —admito con dificultad.

Me limpio las lágrimas que se me han salido de la fuerza que he utilizado para vomitar. Me lavo la boca y la cara. Mi tío sigue parado a la puerta y lo abrazo fuertemente.

—Ay, Lu —dice angustiado.

Mi tío se limita a devolverme el abrazo y asegura que no sabe que me sucede, pero que todo va a estar bien. Me quedo en silencio, obligándome a separarme de mi tío. Mi tío limpia las lágrimas de mi rostro.

—Dime que ha pasado —pide.

Trato de calmarme para pensar con claridad.

—En realidad... siento que tengo aquí —me toco el corazón— muchas cosas atragantadas y aunque la mayoría del tiempo trato de ignorarlas, al final me afectan.

Mi tío suspira tratando de entender lo que me sucede. En realidad, si le acababa de mentir a Julio, cuando dije que se trataba de mi tío, el mensaje que recibí en casa de Julio se trataba de Keilyn, ella dijo que había tomado una decisión y que necesitaba mi ayuda. Va a interrumpir el embarazo. Toda la presión que siente Keilyn, todo lo que le esta pasando, el miedo, el pánico, la ansiedad, todo eso sumado a lo que Julio supuso de mi, me hace retroceder 8 meses. Tiempos muy horribles a los que jamás quisiera volver.

—¿Estas mejor? —pregunta mi tío.

Asiento, pero no del todo convencida.

—Cariño, la vida no siempre es justa, a veces nos pone en situaciones que deseamos no pasar, lo único bueno que se puede hacer es aprender de ello y tratar de avanzar, claro que el camino es largo y apedreado, pero ahí está el aprendizaje, cada uno cae y se levanta a su ritmo, a su tiempo.

Abrazo nuevamente a mi tío.

—Gracias, eres muy bueno aconsejando, tío.

—Los golpes de la vida le enseñan a uno a vivirla.

Mas calmada subo a la habitación a prepararme. Le dejo un mensaje a mi madre diciendo que no podré ir a casa este fin de semana porque se me acumularon tareas. Tengo la ligera sospecha de que no me cree totalmente, pero lo deja pasar advirtiéndome en que no vaya a meterme en problemas.
Keilyn me informa los detalles más importantes, dirección y hora, así que salgo de la casa de mi tío antes de la hora. El señor taxista me cuenta sobre su vida y su problema amoroso sin siquiera preguntarle, pero tampoco tengo soy quien para callar a personas que necesitan hablar.

—Las quiero a las dos, cada una me hace sentir bien, si me llegan a faltar me muero. ¿Usted que opina, señorita?

—Mi abuelo solía decir que el que dice amar a dos, pues en realidad no ama a ninguna.

El señor se molesta con mi respuesta y me deja dos cuadras antes de la dirección que le di.

—No lo entiendo, quería mi opinión y cuando se la doy me deja aquí tirada —reniego.

El sol esta infernal esta tarde, no hay ni sombra en la que pueda cubrirme así que me dedico a caminar con más prisa. Cinco minutos de caminata que me ayudan a asimilar lo que está pasando y lo que está por pasar. Tengo miedo, demasiado, esto puede salir mal y, pensarlo me revuelve el estómago.

—Luciana, por fin —dice Keilyn al verme.

Se ve aliviada al notar mi presencia, pero también se ve demasiado intranquila.

—Entro en cinco minutos —me avisa— puedes decirme algo y ayudarme con los nervios.

—¿Seguro que quieres esto? —me animo a preguntar.

Se le escapan unas lágrimas, se limpia inmediatamente y luego sonríe.

—Es lo mejor para todos —se limita a decir—, por favor, no me juzgues.

—No te estoy juzgando —aseguro—. Créeme, soy la última que te juzgaría.

Ella me abraza y le digo que todo mejorará. No tengo idea de si mis palabras serán realidad, pero trato de ayudar a sus nervios y culpa. No todas las personas superamos algo con rapidez, incluso he visto casos en los que las personas se niegan a pensar en aquello que les ha dejado cicatrices, y es muy tarde cuando se dan cuenta de que sus heridas aún no han cicatrizado, que aún siguen sangrando y que cada segundo los mata por dentro. Pensar en lo que Keilyn está haciendo y lo que le costará es muy duro, pero solamente me limito a darle mi apoyo.
Keilyn se va con la enfermera y me quedo sola en la sala de espera.

Julio: Lu, ¿podemos hablar? Necesito verte, por favor.

Ignoro el mensaje, no sé que decirle en este momento cuando la preocupación me esta matando. Lentamente pasan cinco minutos.
No puedo con el miedo, camino de un lado al otro, el pasillo es tan corto que ya hasta me mareaba.

—Linda, ya basta, a este punto nos vas a marear.

Me disculpo con pena y me siento en mi lugar. La señora me sigue con la mirada y suspira sentándose a mi lado.

—Estas aquí por —mira mi barriga— primera vez, por lo que veo.

—Estoy acompañando a alguien. ¿Y usted?

—Acompaño a mi nieta —dice muy tranquila—. Mira, se que la sociedad ha impuesto lo mal que es hacer esto, abortar, pero si en mi tiempo hubiera podido hacer esto, créeme, mi vida sería distinta, estoy feliz hoy, pero pienso mucho en la realidad de otras chicas, hoy en día es mucho más difícil ser madre que antes, el mundo es una mierda y no puedes confiar ni en tu familia porque a veces son ellos mismos quienes arruinan a nuestros hijos. Lo que quiero decir es que, si creen que están haciendo lo correcto, entonces no tengan miedo de arrepentirse por el que dirá la gente. Al fin y al cabo, cada una es dueña de su cuerpo y tiene la decisión de que hará con el.

—Gracias, espero que su nieta esté bien.

—Yo también.

Así fue. La nieta de la señora sale dos minutos más tarde y se marchan inmediatamente. Mientras yo me muero de preocupación por Keilyn. Cuando la veo caminar en el pasillo me levanto soltando una gran bocanada de aire. Me siento aliviada y con menos preocupación. La enfermera le entrega una funda con medicamentos y le pide que si siente algún dolor anormal no dude en contactarla.

—¿Estas bien? —pregunto casi llorando.

—Estoy bien —dice.

Se que no está bien, se que por dentro siente miles de sentimientos todos diferentes. Todos haciéndola sentir culpable y miserable. Le doy un abrazo.

—Esta bien sentirse mal —trato de ayudarla.

—Gracias.

Keilyn se niega a ir así a su casa, peor aún con las últimas discusiones que ha tenido con sus padres.

—Mi tío esta en casa, iba a salir, pero cambió los planes y se quedó calificando tareas.

Keilyn entiende, por lo que insiste ir a un hotel. A lo que me niego. No puedo dejarla sola en un hotel, si llega a pasarle algo nadie podría socorrerla.

—Lu, estaré bien, si llego a sentirme mal, llamaré a recepción.

—No, eso no pienso permitirte. Dame un minuto.

Busco en mis contactos:
Mamá
Papá
Tío
Hermano
Abuela
Rosie
Keilyn
Julio

—No llego ni a diez, que mal —me quejo conmigo misma.

Mi tío no es alguien que pueda ayudar ahora, haría preguntas, mamá también, incluso opinaría, mi padre ni está en la ciudad, mi hermano ni se encuentra en el país, Rosie le contaría a mamá y eso me dejaba a: Julio.
Ignoré sus mensajes, ahora pedirle posada es complicado.
Miro a Keilyn, en serio necesita descansar. Haré esto por ella y si Julio no puede entonces buscaremos a alguien más.

Yo: ¿Puedo pedirte algo?

Julio lee mi mensaje al segundo y escribe instantáneamente.

Julio: Lu, lo que quieras.

Pido un taxi y ayudo a Keilyn a subir en el. Este señor no hace preguntas, se dedica a lo suyo que es conducir y poner canciones tranquilas. Al llegar bajamos con sumo cuidado. Le pago al señor y le agradezco por su servicio. Julio se asoma por la ventana y al verme sale de su casa con rapidez. Sin entender absolutamente nada ayuda a Keilyn.

—Podemos quedarnos esta noche —pido en susurros para que Keilyn no escuche.

Julio engrandece sus ojos por la sorpresa de mi petición. Ruego para que su respuesta no sea negativa.

—Claro, si, pueden quedarse —susurra a mi lado.

Agradezco que a pesar de que tiene miles de preguntas, decide quedarse en silencio. Ayudo a que Keilyn pueda acomodarse en la habitación de visitas.

Yo: Mamá, puedes decirle a mi tío que estoy contigo.

Mami: ¿Que estás haciendo para que me pidas mentirle a tu tío? Dime la verdad, Luciana.

Yo: Es algo privado de otra persona.

Mami: Háblame claro, Luciana. No te estoy entendiendo.

Yo: Ma, recuerdas cuando pasó eso, pues no tenía a nadie a mi lado, más que a ti y a papá, se que hicieron todo lo que estuvo a su alcance, pero quisiera haber tenido una amiga que me pudiera entender o apoyar. Estoy ayudando a alguien que no tiene el apoyo de sus padres. No puedo decir nada más porque es privado, ¿me entiendes? Confía en mi, por favor.

Mami: Me has hecho llorar, Luciana. Está bien, no se que estás haciendo, pero confío en ti. A pesar de todo lo horrible que pasaste ayudas a los demás. Eres lo mejor que me ha pasado, cariño.

Sonrió casi al borde del llanto.

Yo: Que mi hermano no lea estos mensajes porque se resentiría con ambas.

Me aseguro de dejar bien arropada a Keilyn y salgo de la habitación en total silencio. Casi suelto un grito al ver a Julio al lado de la puerta como guardián.

—Julio, me quieres matar, ¿eh?

Julio me arrastra del pasillo a las escaleras. Según él para evitar que mi amiga escuche lo que sea que va a decir.

—Luciana, ¿puedes explicarme algo?

—Ella es mi amiga —digo en voz baja— Necesita descansar esta noche y no tiene dónde, llevarla a la casa de mi tío es complicado y a casa de mi madre mucho más. ¿Podemos quedarnos esta noche?

—Sabes que si pueden, pero me preocupa el estado de la chica —dice— ¿La acabas de ver? Porque yo la he visto muy mal.

—Ella va a estar bien, no me preguntes nada más sobre esto, por favor —pido agobiada.

Responder preguntas personales es agobiante, pero responder preguntas sobre otras personas mucho más.

—Esta bien —dice finalmente—. Puedes quedarte en mi habitación esta noche. Me quedaré en la sala.

—No, eso no lo permito. No puedo quitarte tu habitación. Dormiré junto con Keilyn.

—Claro que no, ella necesita descansar y tú roncas.

—No ronco —respondo ofendida totalmente.

—Pues tu tío me contó que si.

—Mi tío es un charlatán.

—Oh, lo acabo de grabar. Estás en problemas, Luciana.

Entonces, me reí, por un momento olvidé lo duro que han sido estos días y me permití reírme de Julio y sus bromas.
Me obligo a ser su asistente en la cocina para preparar la cena. Hicimos una sopa de pollo para Keilyn y pasta para nosotros dos. Demoramos una hora en preparar todo y menos de diez minutos para acabar con todo. Ya tenía la panza hinchada de todo lo que había comido esta noche.
Como buena huésped me ofrecí para ayudar a limpiar el desastre en la cocina.

—Todo quedó delicioso —confieso.

—Eres una buena asistente. También una buena comensal.

Yo enjabono los platos y Julio los enjuaga y los pone a secar. Se detiene con un vaso en manos al cual estaba secando con la toalla.

—Necesito pedirte disculpas. Me he comportado como un semejante animal contigo —suena franco—. No tengo el derecho de cuestionar lo que haces o dejas hacer, con quién o porqué. Sabes, que en tan poco tiempo haz logrado ser una persona muy importante para mí y sinceramente no me gusta ser un idiota con las personas que quiero. Tenías toda la razón de estar molesta conmigo e ignorar mis mensajes.

Dejo lo que estoy haciendo y le doy la cara. Su disculpa me suena sincera y a con todo lo que ha pasado en este día, lo que menos deseo es estar molesta con él.

—Esta bien, tampoco debí ignorarte —confieso—Lo siento, también.

Julio deja el vaso a un lado y me abraza con necesidad.

—Eres increíble, Lu —asegura dándome un beso en la frente.

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