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Capítulo 19

Capítulo 19
Monstruos

Ha pasado más de una hora, he terminado de dar mi declaración al igual que Julio. Todo apunta a que lo tendrán aquí por un buen tiempo por el cargo de intrusión y agresión con lesiones. Mi mano me duele, mis nudillos están sangrando un poco, pero la nariz de Ezequiel ha quedado inexistente. Gracias a Dios fue en defensa propia por lo que no tendrá la opción de acusarnos por agredirlo. Julio también tiene sus manos rojas de los golpes que le dio a Ezequiel, este logró cortarle la mejilla, verlo así me carcome el alma.

—Lo siento. No debí dejar que...

—No continúes, por favor —me interrumpe—. Pensar en qué habría hecho ese criminal si te encontraba sola... solo pensarlo hace que los nervios se apoderen de mí.

Lo beso. Agarro su rostro y lo beso con deseo, saboreando sus labios, jugando con su lengua.

—Gracias por estar siempre para mí.

Julio cierra los ojos y su frente reposa en la mía. Suspira y sonríe.

—¿Cómo no amarte, Luciana? —suelta muy divertido—. Nos hemos convertido en una pareja criminal, mientras yo lo molía a golpes, tú llamabas a la policía y antes de que se lo llevaran le haz roto la nariz.

No puedo evitar reírme junto a él.

—Me he dejado llevar por la rabia —confieso—. No me arrepiento de haberlo golpeado.

—Verte golpearlo ha sido muy sensual de tu parte.

Las palabras de Julio bastaron para ponerme roja como un tomate.

—Estamos en una comisaría, deberías tener un comportamiento más decente —lo regaño.

Un oficial se acerca y nosotros nos quedamos en silencio.

—El arrestado quiere hablar con usted, señorita Barquet.

—Luciana, no es necesario que vayas —me recuerda Julio.

—Necesito hacerlo.

Julio entiende y sigo al oficial. Tomo una gran bocanada de aire y entro a la sala. Dejo mi celular en la mesa.

—¿Querías verme? ¿Qué sucede? —pregunto—. ¿Estar en este lugar ya no te permite ser "valiente"?

Ezequiel se ríe y se acerca un poco, las esposas están aseguradas en la mesa, así que no puede hacerme daño. 

—Solo quería verte una vez más... Quería ver mi obra por una última vez, al parecer lograste que me metan a prisión.

—Lo hiciste tú solito.

—Ay, Luciana, Luciana, no te bastó con arruinarnos la vida matando a Marga.

—No te atrevas a mencionarla con tu sucia boca.

—Eres la culpable de todo lo que sucedió y espero que nunca lo olvides —me acusa.

—Sabes perfectamente que fue un accidente, que el conductor del camión se quedó dormido cuando se estrelló contra nuestro carro.

—¿Eso es lo que te repites día a día para vivir con la culpa? —pregunta molesto—. Si esa noche no le hubieras avisado a Marga que estaba con otra chica, nada de eso hubiera pasado.

—Entonces es eso... esa es la razón por la que me odias tanto —comprendo.

—Si solo fuera eso no perdería mi tiempo tratando de arruinar tu vida. Siempre le llenabas la cabeza de mierda a Marga y ella como un estupido títere hacia todo lo que le ordenabas. No pongas esa cara, sé perfectamente que siempre que ella me terminaba era por tu causa. No soportabas verla feliz, no podías con el hecho de que todos amaban, menos tu.

—De que hablas, nunca dije mentiras sobre ti, y si Marga terminaba contigo era porque siempre lo arruinabas con cualquier chica que se te cruzaba por el camino.

—¿Ahora yo soy el culpable? Eres una perra mentirosa.

—Piensa lo que quieras, Ezequiel.

Ojalá nunca más tenga que verte, eres una porquería... —dice dolido—. Eso fue lo último que me dijo Marga, se le cumplió el deseo.

—Te merecías eso y mucho más, pero ella era demasiada buena como para decirte todo lo que sentía —le aclaro.

—POR ESO TE BESÉ, POR ESO ME ENCARGUÉ DE QUE FOTOGRAFIARAN EL MOMENTO, QUERÍA QUE TODOS VIERAN EL MONSTRUO QUE ERES ESCONDIDA DETRÁS DE UNA CARA DE INOCENTE —empieza a gritar ofuscado—. QUERÍA DESTRUIR TU VIDA COMO DESTRUISTE LA MÍA. TENÍAS QUE MORIR TÚ, NO MARGA... no ella.

Me levanto, no puedo seguir escuchándolo.

—Encontraron un arma en tu mochila, —digo—también drogas y evidencia en tu computador de lo mucho que me odias, de las notas en las que confiesas que quieres verme muerta, lo siento, pero creo que tú mismo destruiste tu vida. Y quiero que sepas que Marga nunca te amó, estaba contigo porque tenia miedo de lo que pudieras hacer si ella te dejaba definitivamente.

Salgo del lugar dejándolo gritando lo mucho que me odia y lo mucho que me desea ver muerta. No le tengo miedo, no tiene más poder sobre mi.
Limpio mi rostro y veo a mi tío firmando unos papeles. ¿Cómo se ha enterado? Mi mirada cae en Julio, él viene a mí con rapidez.

—¿Estás bien? ¿Qué dijo ese imbecil?

—Ya no vale la pena —respondo.

Recibo con necesidad su abrazo  al separarnos le doy un beso. Escuchamos una tos y nos separamos inmediatamente.

—Así que ya andan —supone mi madre.

El corazón se me acelera del susto. Con tantas cosas que han pasado en estos últimos días ha sido imposible contarle a mi madre.

—De hecho, si, Lola —Julio afirma—. Luciana y yo estamos saliendo.

Mi madre sonríe, pero no parece sorprendida.

—¿Por qué no me sorprende? —dice contenta.

Abraza a Julio y le asegura que sí me hace llorar una sola vez, irá a su casa y se robará a los gatos, a todos, que no le dejará ni el bebedero. Julio acepta la amenaza y luego la ponemos al día con lo sucedido.

—Ya podemos irnos —avisa mi tío.

Al llegar a casa sé que se viene LA CHARLA, la que le ocultamos a todos.

—Llámame cuando todo se calme —pide Julio.

—Lo haré.

Le doy un beso en la mejilla y entro a casa. Mi madre le ha contado todo a mi tío, absolutamente TODO. Así que cuando entro a la sala mi tío está sorprendido, molesto y triste. Se levanta y me apachurra en un fuerte abrazo.

—No debieron ocultarme todo esto... toda esta pesadilla que han vivido solos.

Mi tío está llorando, se separa de mí y por primera vez logra ver las heridas de mi intento de suicidio.

—Luciana, cariño, he sido el peor tío del mundo —se lamenta.

—Claro que no, tú estabas muy ocupado y sinceramente no quería arruinar mas vidas, no quería que nadie más llevara mi peso, era suficiente con mis padres y no quería que nadie más sufriera por mi culpa... lo siento, tío.

Él me vuelve a abrazar. Veo a mi madre llorar en silencio. Creo que sincerarnos con mi tío es de gran ayuda para por fin dar un paso adelante. Para superar de poco a poco todo lo que callamos y ocultamos.

La puerta de casa es golpeada con fuerza, inmediatamente pienso en Ezequiel, pero él está en la cárcel, no pudo quedar libre tan rápido. Mi tío abre la puerta y escucho la asustada voz de Keilyn.

—¡Atropelle a alguien! —confiesa gritando.

Mi tío se queda congelado por unos segundos, pero reacciona al instante. Keilyn y mi tio corren hacia donde se encuentra un chico tirado en la calle, parece que se ha desmayado.

—¡¿Benjamín?!

La persona que está tirada en el piso empieza a retorcerse y quejarse.

—Tío, eres tu... Dile a mamá y a Lu, que no sufran por mi, estaré descansando en paz.

Tardo en reaccionar y entender que la persona que Keilyn atropelló se trata de mi hermano, quien se supone debía estar en el extranjero, no aquí tirado en el suelo perdiendo la conciencia. Mi madre también reacciona y corre a ayudar a su hijo. Keilyn y mi tío suben a Benja al vehículo que lo atropelló. Ironías de la vida, supongo. Mi madre se sienta atrás con su hijo.

—Creo que es mejor que no conduzcas considerando que acabas de atropellar a mi sobrino. Déjamelo a mi —mi tío pide.

—¿Cómo que sobrino? —Keilyn pregunta sorprendida.

—Luciana, es mejor que te quedes, te llamaremos cuando tu hermano este bien —avisa mi madre.

Keilyn y yo nos quedamos como estatuas en el jardín por varios minutos. Sigo sin entender completamente lo que acaba de pasar. En primer lugar, ¿qué hace mi hermano aquí?

—No sé como lo atropellé, él salió de la nada y cuando me di cuenta de su presencia ya era demasiado tarde. ¡ATROPELLÉ A TU HERMANO!

—Si ya me di cuenta.

Entramos a casa porque el viento está muy frío y dentro de poco empezará a llover. Pasamos a la cocina y empezamos a preparar la merienda, ya mas tranquilas.

—No puedo creer que tienes un hermano y que lo atropellé —Keilyn comenta aun sorprendida.

—Bueno, casi no hablo de él porque estudia en el extranjero y la diferencia horaria es inmensa —respondo tranquila—, creo que nos acostumbramos a ni siquiera escribirnos, sé que está bien por mamá y él sabe que estoy bien por mamá... Dios, creo que somos los peores hermanos del mundo.

Keilyn ríe nerviosa.

—Ya, no pienso discutirlo —dice.

Mi celular suena y corro a responder. Es mi padre.

—Luciana, querida —saluda mi padre con el que no me encuentro en buenos términos.

—Hola...

—Querida, quería saber si sabes algo de tu hermano, se supone que hoy llegaba y lo iba a recoger, pero se me presentó un problema con los inversores, lo he llamado, pero no responde.

—Si, no me sorprende que sepas de la llegada de Benja, es más, incluso ha sido tu idea que vuelva.

—Luciana, no voy a discutir contigo —avisa tranquilo.

—Déjame decirte que Benja está en el hospital, Keilyn lo ha golpeado un poco con su carro.

Mi padre cree que es una broma, pero no me preocupo en hacerle entender que no se trata de una broma.

—Mira, papá, te he dicho lo que ha pasado, sino me crees no es mi culpa, ya porque mientas, no significa que los demás sean como tú. Voy a cortar, estoy ocupada con la cena de bienvenida de Benja.

Cuelgo y siento pena como he tratado a mi padre, nunca antes me había comportado de esta forma, pero cada vez él encuentra la formas de arruinar las cosas.

—Eso ha sido duro de tu parte —confiesa Keilyn.

—Lo sé.

Recibo un mensaje de mamá, dice que Benja se encuentra bien y que llegaran en media hora. Nos apresuramos con la comida, no he visto a mi hermano en mucho tiempo, pero se con certeza que sigue comiendo como barril sin fondo. Necesita una bienvenida decente.

Julio me escribe y no puedo evitar sonreír.

—Déjame adivinar, es tu vecino al que solo quieres como amigo —Keilyn asegura.

—De hecho, ya estamos saliendo.

Keilyn pega un gritote que casi me deja sorda. Empieza a brincar emocionada.

—¿No es una broma, cierto?

—No, cuando te fuiste le pedí que se quedara y...

—¡QUÉ! ¡ME ESTAS DICIENDO QUE LUCIANA BARQUET LE PIDIÓ A JULIO QUE SE QUEDARA A DORMIR COMO SI NADA!

—El punto es que estábamos viendo los bloppers de 10 cosas que odio de ti, justo cuando los protagonistas se están besando en el carro, Julio me dijo que deberíamos hacer eso así que pensé que hablaba de besarnos, se me salió y lo dije, pero resulta que hablaba de jugar paintball. Una cosa llevo a la otra y ya sabes, nos besamos.

—¡SE BESARON!

—Cuatro veces, no, cinco... si, cinco.

—Se besaron cinco veces, que fuerte. No me lo creo, no me lo creo.

Keilyn exige detalles y le cuento casi todo, estoy por contarle sobre lo de Ezequiel, pero mamá ha llegado así que nos callamos. Mi padre ayuda a Benja a entrar a casa.

—Déjalo en el mueble —le ordena mi madre a mi padre.

Mi padre no tiene otra que obedecer, por otro lado, Benja parece estar mejor debido a los medicamentos que le han dado. Mi tío se queda en el jardín hablando por teléfono, sonríe así que supongo de quien se trata.

—Así que aquí esta la responsable de atropellar a mi hijo, llamaré a la policía —mi padre habla.

—Papá —me quejo.

—Lo siento, mi intención nunca fue lanzarle el carro —asegura Keilyn.

—Solo estaba bromeando —asegura.

Voy en busca de mi madre, está revisando la comida, le da el visto bueno.

—Tu padre apareció en el hospital, de pronto se acuerda que tiene hijos. Que dolor de cabeza.

—Bueno, ahora que todos estan bien puedo irme en paz —grita mi padre desde la sala.

Nos despedimos de él y servimos la mesa. De pronto veo a Keilyn riendo con mi hermano.

—¿Qué sucede aquí? —pregunto— Keilyn puedes ayudar a mi madre, tengo que inyectarme.

—Si, claro.

Keilyn va a la cocina y aprovecho para hablar con mi hermano.

—Ni se te ocurra hacer alguna estupidez —advierto.

—Qué, claro que no, aunque no me creas he cambiado. Soy un chico renovado. ahora me vas a dar la bienvenida o que —exige.

Abrazo a mi hermano y le doy un beso en la mejilla. Tiene varios raspones en la cara, pero no tan profundos.

—¿Estas bien? —pregunto.

—Aparte de mi brazo, si, en perfecto estado —afirma sonriente— En cambio tu, sigues igual de diabetica.

—Mamá, mi hermano se acaba de burlar de mi diabetes —lo acuso.

—Benjamin, respeta la diabetes de tu hermana.

—Esta bien, mamá —responde mi imbecil hermano.

—Cuidado lo regañas mucho —le digo a mi madre.

Ella niega, creo que ya no nos soporta. Keilyn se ríe a escondidas de nuestra pequeña pelea.

Mi tío termina de hablar por teléfono y entra a casa. Nos apresuramos a cenar. Benja nos cuenta que vino porque se enteró por papá del divorcio completado y de su ahora nuevo matrimonio.

—Ese tema ya se discutió, llegaste tarde —lo molesto.

—Chicos, no empiecen, tenemos visita —mi tío avisa.

—No se preocupen por mi, si desean agarrarse de las greñas, háganlo —Keilyn responde inmediatamente.

Mi madre se ríe y decide ignorarnos.

—Bueno, no entiendo cómo es que Luciana tiene una amiga tan linda —molesta Benja.

—Keilyn, lo hubieras golpeado con tu camioneta unas tres veces mas, el favor que nos harías.

Y de nuevo estamos peleando, nos callamos cuando mi celular suena. Es Julio.

—Bueno, termine mi comida —digo levantándome de la mesa— Julio necesita que le ayude con los gatos, vuelvo luego.

—Quién es Julio y desde cuando Luciana no le tiene miedo a los gatos.

—Luciana, quédate en tu asiento, luego vas.

Ante la petición de mi madre, me devuelvo a mi asiento.

—Alguien que me explique —insiste mi hermano.

—Es el novio de Luciana —le aclara mi tío.

Mi hermano se queda sorprendido y yo ruborizada.

—¿Mi hermana tiene novio? No, pobre chico, mis condolencias para él.

Aprovecho para golpearlo por debajo de la mesa, se queja y devuelve el golpe, pero este golpea a Keilyn por error. Mi amiga se queja y Benjamín escupe su bebida del susto.

—Lo siento, ha sido una equivocación.

—Chicos, se pueden comportar, no son niños de tres años —nos regaña Keilyn.

—Gracias, Keilyn —agradece mi madre.

La vergüenza nos invade a mi hermano y a mi.

—Lo sentimos —respondemos al unisono.

La vergonzosa se apodera de nosotros, si, estamos grandes para andar discutiendo el uno con el otro, pero vamos, somos hermanos, los hermanos pelean hasta el último día de vida, es parte de la naturaleza salvaje que habita en nosotros.

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