Capítulo 16
Capítulo 16
Sentimientos
Desde ayer no he hecho mucho. Julio me trajo a casa y desde ese momento no lo he visto. Me asomo por la ventana deseando poder verlo unos segundos.
—¿A quien buscas con tanto interés? —pregunta mi tío.
Me asusta su repentina aparición en la sala. Saludo a mi tío con un beso y un abrazo y lo sigo a la cocina.
—Solo estaba mirando el día —respondo—. Parece que lloverá.
Mi tío enciende el cafetero y prepara su café.
—El clima estaría a mi favor si lo hace —dice.
—Cierto, hoy es la boda de...
No termino de hablar porque tan solo la idea de mencionarla hace que mi tío se ponga triste.
Sabemos que iba a mencionar a la profesora Karen, su boda es hoy y creo haber visto por alguna parte de esta casa la invitación. Ah, ya lo recordé, la vi en la basura. Mi tío no me cuenta absolutamente nada desde que confirmó que su amada se va a casar con otro. Creo que quiere cerrar esta decepción amorosa.
Mi tío lee un mensaje y recoge sus cosas para salir.
—Voy a salir —confirma—. Tengo que ver urgentemente a Hellen.
Sospecho que Hellen y mi tío están saliendo, tal vez mi tío cree que esa es la única opción para olvidar a alguien.
—Ten cuidado, tío. Me avisas cualquier cosa.
Mi tío se marcha y poco tiempo después llega Keilyn. Trae unas fundas.
—Traje unas cosas para hacer una receta deliciosa que vi en internet —comenta.
De alguna manera Keilyn cree que esta casa, también es suya, es decir, aparece a cualquier hora, incluso tiene llave propia, ni siquiera recuerdo haberle dado una copia y me recuerdo preguntarle de dónde la sacó.
—Tu tío me la ha dado, dice que soy parte de la familia.
—Bueno, te daría la bienvenida, pero esta familia es... rara, por decir poco.
Aprovecho para contarle a Keilyn sobre la amante de papá que en tres meses será la nueva esposa.
—Así como escuchaste —le digo al verla asombrada.
—Dios, pero si tu mamá es un bombón, como puede dejarla —niega incrédula—, peor por esta señora, se ve que es de las que solo quiere meterse en relaciones ajenas.
—No se, no la conozco y no tengo la intención de conocerla. No pienso ir a esa boda.
Ayudo a lavar unos vegetales cuando Keilyn se detiene, al parecer recordó algo muy curioso.
—Por cierto, no quiero ser entrometida, pero ¿quién es la chica que entró a la casa de Julio?
Paro en seco.
—¿Que chica? ¿De que hablas?
—No sé, estaba luchando por agarrar todas las fundas que traía conmigo y en eso una chica alta de cabello rojizo salió de un taxi y entró a la casa de Julio. Tenía llaves propias.
—No tengo idea de quién podría ser —admito.
No digo ni pregunto nada más. Dejo el tema en espera. No se quien puede ser la chica, hasta que recuerdo de la vez que mencionaron a una ex novia pelirroja. ¿Es la misma? No, no puede ser, Julio dijo que en realidad no fue nada serio.
—Si, me fue genial, si continuo esforzándome de esta manera puede que me gane un ascenso —me cuenta Keilyn sobre los avances en su trabajo como asistente de la creadora de contenido de una empresa de maquillaje.
—Te lo mereces, trabajas muy duro a pesar de que eres nueva.
—Lo sé, mis compañeros dicen que tengo talento, solo falta aprovecharlo. Ahora que lo pienso, puede ser que me tomaran el pelo. De todas formas nadie se interpondrá en mi camino.
—Así es. Bueno, pero ¿la chica es piel morena o es blanca? —pregunto de la nada.
—¿De qué estamos hablando? ¿De la chica que entró a la casa de Julio, tu vecino el que tanto dices estimar como si de un hermano se tratara?
—Olvídalo, continuemos con esto.
Keilyn me explica dos veces la receta, pero no pasan ni dos minutos cuando me echa de la cocina. Me asomo por la ventana nuevamente, pero no veo movimiento en la planta baja. Tal vez ya se fue... eso o están en la segunda planta. Pensarlo me hace retorcer el estómago. ¿Que me sucede? Julio puede hacer con su vida lo que le plazca y en su casa puede entrar media ciudad si él quisiera.
Me alejo de la ventana al ver que estoy demasiado intensa con el tema y recibo un mensaje. Busco mi teléfono entre los muebles. Lo escucho cerca, pero no lo veo.
Está en el piso, lo recojo rapidísimo y me siento en el mueble.
Julio: ¿Se te perdió algo en mi casa?
Yo: Nada, ¿por qué?
Julio: Llevas toda el día mirando por la ventana que me lo he cuestionado.
Su mensaje hace que todo mi cuerpo se ponga nervioso. ¿Me ha visto curiosear hacia su casa? Me ha atrapado observándolo como cuál vecina obsesionada. Ni Joe Goldberg se atrevía a tanto.
—¡KEILYN!
Mi amiga llega a mi de un salto.
—¿Que pasa?
Le doy mi celular. Me levanto asustada y nerviosa. No quiero que piense que soy una vecina obsesiva.
Keilyn termina de leer los mensajes y su risa explota. Incluso se pone roja. Que molestia.
—¿Te estás burlando de mí? Deja de hacerlo y ayúdame.
Keilyn se recompone utilizando una técnica de respiración para superar la risa.
—Bueno, el chico se ha dado cuenta que lo estás vigilando desde la ventana.
—No lo estoy vigilando. Solo quería saber si necesitaba algo.
—Bien, digamos que te creo, pero ¿él lo hará?
Al final le digo que quiero hablar con él sobre algo importante y que por eso estaba atenta a lo que sucedía en su territorio.
No sé si me cree, en este punto soy presa de la vergüenza.
Keilyn termina de cocinar y sirve los platos, yo pongo los cubiertos, los vasos y el jugo. Comemos y charlamos sobre más cosas, gracias al cielo el vecino ya no es tema de conversación.
Al terminar me encargo de dejar impecable la cocina, mientras Keilyn termina de hacer unas tareas. Estoy a punto de terminar de limpiar cuando escucho varios toques en la puerta. Keilyn avisa que va a abrir y yo me quedo congelada al imaginar quién puede ser. ¿Que le digo? A veces su sonrisa me pone nerviosa a tal punto que olvido lo que quiero decir.
¿Es la voz de una mujer? ¿No es Julio?
Me acerco a la entrada, pero ya Keilyn ha cerrado la puerta. Me enfrenta con una cara aterradora.
—Ha pasado algo raro y confuso —admite.
—¿Quién era?
—La profesora Karen vestida de novia —dice aún sorprendida— estaba buscando a tu tío.
Y también me sorprendo.
—¿Qué le dijiste?
—Que salió con su novia, eso me dijiste y eso fue lo único que se me ocurrió responderle. Se ha puesto pálida y ha dicho que quería revisar unos documentos de la universidad, pero que será en otra ocasión. ¿Quién en su sano juicio trabaja el día de su boda?
No tengo idea de qué pensar, lo único que soy capaz de hacer es llamar a mi tío, que no responde a las tres primeras llamadas.
—Luciana —coge la llamada.
—Tío, pasó algo raro. Hace menos de una hora estuvo en la puerta de esta casa —me alejo de Keilyn, y susurro— la profesora Karen.
Mi tío ni siquiera espera a que termine de contarle los sucesos y corta la llamada. Bueno, tampoco quería decirle que por mi culpa Keilyn dijo lo que dijo. ¿Y si la profesora se fue de su boda? ¿Por mi tío? No, eso es imposible. No puedes dejar en el altar a tu prometido, es demasiado tarde, o tal vez no.
La puerta de la casa es tocada. Keilyn va con las intenciones de abrir, pero ya la última vez la regó un poco. La obligo quedarse en la sala y camino para encontrarme con Julio y su destellante sonrisa.
—Vamos a dar un paseo al parque —no pregunta, ni sugiere, ordena.
—No puedo, Keilyn está de visita.
Entonces Keilyn sale de casa casi volando.
—Lula, tengo que irme, urgentemente. Nos vemos el lunes.
Me besa en la frente y al saludar le guiña el ojo a mi vecino. Estos dos se dan miradas dudosas, pero lo ignoro por completo. Dejo el celular en casa y simplemente guardo las llaves en el bolsillo de mis pantalones. Caminamos en silencio por unos minutos.
—¿Estas mejor? —pregunta.
—Me siento mejor —respondo—. Respecto a lo de ayer...
Me detengo y miro seriamente a Julio.
—Estoy muy agradecida por lo que hiciste —continuo—. Ni siquiera mi padre pudo averiguar absolutamente nada sobre... eso.
—No me lo agradezcas. Lo hice para que encuentres un poco de paz en tu corazón.
La tengo, me siento más tranquila y nostálgica, pero de cierta manera mi corazón pudo aceptar que Marga se fue, que está descansando en paz y que debo continuar con mi vida. Claro que no es fácil hacerlo, pero es mi obligación continuar por ambas, de alguna manera.
—¿Querías decirme algo importante? —inquiero.
Julio sacude su cabeza, en negación. Aunque más bien parece que quiere decirme algo, pero no se atreve.
—No es nada —asegura.
—Sabes, Keilyn es una chismosa, me contó que vio una chica entrar a tu casa —trato de fingir que no me importa. Súper casual sueno.
—Es mi hermana —dice y no puedo evitar suspirar de alivio—, vino a recoger unas cosas que tenía en el sótano.
Así que se trataba de la hermana. De alguna manera la vergüenza ahora es parte de mi, incluso siento arder mis mejillas. Claro, que Julio empieza a reírse.
—No creían que era algún interés amoroso, ¿o si? —al no obtener una respuesta de mi parte, se ríe—. Ustedes dos son unas entrometidas.
—Ya basta, yo no dije nada. Mi único papel fue escuchar
Escuchar e imaginar miles de cosas que hacían que mi estómago doliera.
—Esa fue la razón por la que estuviste pegada a la ventana toda la mañana —saca la conclusión—. Eres una vieja chismosa.
Lo tumbo suavemente para que deje de burlarse, pero no, nos ganamos unas miradas divertidas de unos señores que están sentados en el césped y mas vergüenza siento.
—Bien, si vas a burlarte de mí, mejor me regreso a casa a continuar con mis labores.
—Esta bien, yo también tengo que volver porque mi hermana, tiene que sacar unas últimas cajas que olvidó sacar en la mañana. Cómo se les ocurre que tengo una novia escondida, ustedes juntas son muy soñadoras.
Julio se gana otro golpe de mi parte y de regreso a casa soy su chiste. Nos detenemos en el jardín de mi tío. Julio se para en frente de mi y con sus suaves manos me acuna el rostro. Sonríe, contento.
—Me encanta verte así, feliz —confiesa.
Le muestro una sonrisa. La mejor que poseo. Su mirada y la mía conectan y por un instante el resto no existe. Solo él y yo diciendo absolutamente nada, pero a la vez todo.
Nos despedimos trágicamente como si no viviéramos a unos metros de distancia, pero al entrar a casa me doy cuenta que, no estaba respirando normalmente, me estaba aguantando la respiración.
¿Qué me está pasando con el vecino?
Pongo mi mano en el pecho sintiendo mi corazón acelerado y emocionado. Y solo en este momento me doy cuenta que puede ser que Julio me guste, de forma romántica. Suelto un gritote.
No es que sea horrible la idea de querer a mi mejor amigo, pero el miedo que siento es incluso más aterrador que el admitir que lo quiero. Verlo me alegra el día, escucharlo enloquece mi corazón y su sonrisa podría matarme. Creo que en este punto es inevitable negar mis sentimientos por él, pero pensar en confesarme es TERRORÍFICO.
Me apresuro a subir a mi habitación y me pongo a trabajar en los pros y contras de confesarle mis sentimientos a Julio. Todos los pros son opacados por un solo contra:
Perder su amistad.
No quiero perder su amistad, no quiero concederle mis sentimientos si por hacerlo puedo perder algo tan valioso, tampoco estoy dispuesta a perder la confianza y la conexión que tenemos en caso de que él no sienta algo por mí.
Ah, esto es complicado. Pienso en Keilyn, y corro a llamarla, aunque probablemente no perderá la oportunidad para recalcarme en la cara todas las veces que negué tener sentimientos amorosos por él. Bien, creo que lo merezco.
Es como si Keilyn estuviera sabiendo lo que está pasando porque me llama inmediatamente y cuando estoy por contarle lo que he sentido al despedirme de Julio, me interrumpe diciendo que debo ver el link que va a enviarme. Cuelga diciendo que en diez minutos estará aquí. No entiendo lo que está sucediendo hasta que reviso el link.
Soy yo en un vídeo de exactamente cuarenta y dos segundos, segundos suficientes para arruinarme el día, la semana, el mes, el año... la vida, posiblemente.
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