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Capitulo 15

Capítulo 15
Un año difícil

—Esta bien si no puedes decirlo, si no estás preparada para contarme, lo entiendo perfectamente, Lu.

—No es eso —respondo inmediatamente—. Mi tío no sabe, ni siquiera mi hermano lo sabe. Mis padres no sabían cómo decirle esto a mi tío y obviamos esa parte, por favor no vayas...

Julio entiende y niega.

—Por supuesto que no, Luciana, prefiero que me arranquen la lengua antes de repetir las cosas que me confías.

—Lo sé, lo sé.

Julio hace mucho que dejó de lado su tarea de secar los platos y yo hace poco que dejé de llorar.
Julio se para frente a mí y seca mis últimas lágrimas. Se ve triste y ni siquiera he dicho algo sobre eso.

—Me rompe el corazón verte así —confiesa.

Agarro su mano, puede parecer insignificante, pero la calidez de su piel me calma un poco. Juego con su mano, con los dedos, incluso con la pulsera roja que siempre lleva puesta.

—Había una fiesta por el cumpleaños de Marga, mi mejor amiga de la escuela y del colegio, prácticamente éramos inseparables, su tía vivía al lado de mi casa y pasábamos mucho tiempo juntas, así fue en la escuela y la mayor parte del colegio, excepto por el último año —recuerdo ese infierno—, se convirtió en una completa pesadilla. De pronto todos querían a Marga, cuando antes se burlaban de ella por escribir libros. Eso hasta que publicó uno, había logrado obtener muchísimos seguidores y en verdad su libro era novedad. Eso fue suficiente para que todos fingieran demencia sobre lo mucho que la molestaban y después hipócritamente querían celebrarla con una fiesta.

Recuerdo agriamente el momento como si fuera ayer.

—Me molestaba mucho, incluso llegué a discutir con ella. Ambas sabíamos que esas personas no eran sinceras del todo, solo querían atención. De todas formas ella decidió ir a la fiesta y yo fui para no dejarla sola. Ya a la mayoría le caía muy mal porque no podía disimular mi cara de bravucona, así que simplemente me ignoraban y yo a ellos. Me daba exactamente igual, siempre soltaban uno que otro chiste para nada gracioso sobre mi o sobre mi diabetes, pero no me afectaba en absoluto. El cumpleaños de Marga era domingo, pero la fiesta fue sábado, recuerdo que no quería ir y le pedía a mi madre que convenciera a Marga de no ir, pero a ella le pareció genial que saliéramos y disfrutáramos como chicas normales.

Julio me observa con atención y me aprieta la mano en muestra de apoyo.

—En la fiesta apareció el novio de Marga como era de esperar. Marga y él habían discutido el día anterior, ella encontró un chat con otra chica y estuvo a punto de terminar con él, pero la persuadió. Esa noche Marga bebió mucho y luego vomitó, la llevé al baño para que se limpiara la ropa, pero ahí encontramos a su novio besándose con otra chica. Fue suficiente para que hubieran gritos, golpes y muchos insultos de ambas partes. Lo que pude hacer fue tomar las llaves del carro de Marga, yo tenía mi licencia, pero no sabía conducir del todo bien, aún tenía recelo y la oscuridad me ponía muy nerviosa, pero era que Marga conduciría estando muy ebria y llorando o yo que no había tomado en absoluto.

Mis manos empiezan a temblar, pero trato de ignorarlo.

—Yo de verdad traté de conducir con cuidado, pero la casa de Marga estaba muy lejos, tenía que ir por una carretera muy transitada por camiones pesados y no se en que momento un camión se nos atravesó —suelto aún con culpa—. Traté de esquivarlo y terminamos en un barranco, Marga no tenía el cinturón de seguridad y salió por el parabrisas.

Estoy llorando desconsoladamente, recordarlo, volver a vivir eso me destruye por completo.

—Debí asegurarme de que tenía el cinturón de seguridad, debí ser precavida, tal vez ella estuviera viva y...

No puedo continuar y Julio lo sabe. Me esconde en su pecho y trata de calmarme. Es imposible, estoy triste y lo he estado desde que sucedió el accidente.

—Julio, yo no quería que pasara, yo traté de esquivar el camión, pero...

—Esta bien, está bien, Lu. Respira, por favor.

Me separo de Julio y continuo.

—Pero no pude, no pude hacer nada por ayudarla. Esto no se le dije a nadie, todos creen que perdí la conciencia inmediatamente, pero... mentí, estuve consciente hasta minutos después de la muerte de Marga. Ella estaba muy asustada y no podía respirar, sus últimos minutos fueron espantosos y es algo que no he podido olvidar, aún la escucho atragantarse con su propia sangre y.

Julio me detiene, creo que no puede seguir escuchando el resto.

—Reina, no podías, no podías evitarlo. Sucedió desafortunadamente y perdiste a tu mejor amiga, te perdiste también en la culpa y... Todo lo que viviste es tan duro. Eres realmente fuerte y valiente por tratar de continuar, pero no fue tu culpa, fue un accidente.

Limpio mis mejillas, más calmada.

—Ni siquiera se donde está enterrada —confieso— Su familia me culpó desde el principio y no permitieron que estuviera en el funeral, ni siquiera a mis padres. Mi único deseo es visitar su tumba, verla por un segundo al menos, pero es imposible.

Julio me enrolla en sus brazos y no me quejo. Su compañía es reconfortante.

—Julio, te lo agradezco.

—¿El que, Lu?

—No juzgarme, no culparme —respondo.

Me siento más ligera, como si acabara de soltar una mochila llena de piedras. Me quedo más tranquila y también dejo de llorar.

—¿Cómo podría culparte, Lu? Si eres incapaz de lastimar a alguien. Ni siquiera te gustaban los gatos cuando me ayudaste a buscar a Bigotes, eso y muchas cosas más me demuestran que tienes un corazón enorme.

Aún me duele el pecho, si, pero es un dolor más soportable y se que debo vivir con esto hasta el último día de mi vida, y creo que lo acepto. No puedo evitar sentir culpa, pero tampoco puedo olvidar que esto me enseñó muchas cosas. Las personas que menos imaginas son las que te dan la espalda, las que te dejan caer fríamente en el cemento, las que te patean cuando estás en el piso y las que se alimentan de tu dolor y culpa, pero también hay personas que hacen todo lo contrario, que luchan por ti. 

Pasaron tres días desde mi confesión y Julio estaba demasiado ocupado haciendo cosas que me ocultaba, en realidad, no me ocultaba simplemente decía que luego me contaría. Me rendí a saber que estaba haciendo con tanto apuro.
Lo primero que pienso al despertar es en Marga, en su vibrante sonrisa, en sus locuras diarias. Ella era fan número uno de una banda turca, que me obligaba a escuchar. De hecho, por ella veía novelas dramáticas que no tenían fin, pero que en realidad disfrutábamos y sufríamos juntas.
Estoy melancólica, pero trato de ignorar ese sentimiento. Enciendo la radio y pongo la canción que tanto le gustaba Antidepresan.
Trato de continuar lo más tranquila posible durante el día. Casi lo logro.

—¿Dónde está Luciana Barquet? —entra Emir furioso al curso.

Levanto la mirada y lo veo venir hecho una furia completa. Su rostro esta rojo de la molestia y por un momento quiero encogerme como una bolita.

—¿Qué comiste carne de tigre o qué? —cuestiona Keilyn.

Sin embargo, este la ignora totalmente pasándola por un lado. Me agarra del brazo y me levanta de mi sitio a la fuerza. Trato de comprender lo que está sucediendo, que en realidad no es muy difícil suponer. Se lo que hice, y cuando lo hice supe que había una alta probabilidad de que se enterara y viniera a mi molesto, como ahora. No me quejo en absoluto y me dejo arrastrar hasta afuera de la facultad.

—¿Se puede saber por qué hiciste eso?

—¿Hacer que? —pregunto.

Y esto lo hace enojar mucho más.

—Eres increíblemente desvergonzada.

—Lo que digas, pero al menos no miento sobre mi estado de salud para entregar tareas atrasadas mientras estoy en un festival.

Trato de calmarme, pero no soportaré que venga a gritarme frente a tantas personas.

—No entiendes lo que hiciste, el nivel de estupidez que hiciste. ¿Que me importa una maldita tarea? —entonces me hace retroceder al empujarme con su dedo índice—. El profesor reportó lo que hice a mi tío.

—Genial, no es tan sumiso como pensaba.

Esta vez creo que está a punto de levantarme la mano, pero incluso Emir se da cuenta de lo que está a punto de hacer. Retrocede y se agarra la cabeza, molesto y frustrado.

—Le dió una paliza a mi prima por falsificar su firma —dice refiriéndose a su tío.

Y me quedo completamente perpleja.

—¿Ahora entiendes el nivel de estupidez que hiciste solo por berrinchuda?

No se que decir, he quedado perturbada, no imaginé que podía pasar algo así solo por delatarlo.

—Lo siento, lo siento, si hubiera pensado no... no lo habría hecho.

Mis palabras son totalmente sinceras, ni siquiera puedo excusarme, simplemente quería mi oportunidad para enviar la tarea, quería tanto esa beca que no me importó echar a nadie al fuego.

—Lo harás, lo harás —dice amenazante.

Emir se marcha y me quedo congelada unos minutos. Keilyn se acerca, asustada.

—¿Ese tipo está loco? Actuó como un verdadero psicópata.

No dije nada, no dije nada por las siguientes dos horas. La clase termina, pero sigo con el Jesús en la boca. Incluso siento que la cabeza me va a explotar.

—Tengo una reunión de trabajo, espero que todo salga bien —comenta nerviosa mi conductora privada—. Oye, ¿me estás escuchando?

Levanto la cara y niego.

—Estoy distraída.

—Es entendible, ese orangután te gritó como si fueras su hija. Deja que me lo encuentre y lo pongo en su lugar. Jamás lo había visto de esa manera, con esa carita de niño bueno uno no se imagina que puede ser el mismo diablo.

—Me pasa por egoísta —suelto—. Gracias por ser mi chófer el día de hoy. Nos vemos mañana... y éxitos en tu reunión.

—Te llamaré si pasa algo, también si no pasa. Besos.

La camioneta desaparece girando al final de la calle y decido entrar a casa. Estoy en ello, cuando Julio me llama desde su casa. Lo espero y observo acercarse.

—Tienes que venir conmigo, pero ya.

Acepto sin rechistar, tampoco es que me guste estar sola en casa, sin hacer nada y pensando en todo. Julio me lleva a su casa a comer, pero no toco la comida en absoluto. Claro que tampoco es que sea una opción no comer, mi amigo agarra una cuchara con comida y me obliga a comer.

—Ahora si, puedes acompañarme.

Sigo a Julio hasta su carro y ocupo el lugar del copiloto. No digo ni una sola palabra en todo el camino. Es más, no se me antoja ni pensar en el lugar al que me lleva, solamente sirvo para observar el paisaje. Son cuarenta minutos en la carretera cuando entra a un campo. Al menos estoy convencida de que es un campo, hasta que nos detenemos en el patio principal de una casa de madera. Tres pisos y deshabitada. No entiendo nada.

—¿Qué hacemos aquí? —pregunto.

Julio me agarra la mano y me lleva hasta el patio trasero de la casa, no hay nada alrededor, solo árboles y plantas. Me guía por un sendero y nos detenemos en lo que creo que es un huerto que tiene una cerca de cemento.

—Dijiste que nunca habías visitado el lugar donde está sepultada Marga.

Julio abre la puerta de rejas y me invita a pasar.

—Ella está aquí, junto a su abuela.

Mis ojos expresan sorpresa y temor. Lo único que hago es pasar, hay flores amarillas y el césped está completamente verde y detrás de esas flores encuentro lo que nunca pude ver: la lápida de Marga.

Me caigo de rodillas sin poder creerlo, no soy capaz de comprender que aquí está mi mejor amiga y que este lugar será su casa por la eternidad. Mis mejillas se humedecen por las lágrimas y siento mi corazón encogerse.
Sembraste felicidad, y renacerás como una dulce y cálida flor amarilla, esta escrito en la lápida.
No se cuanto tiempo me quedo frente a la tumba de Marga, cuanto he llorado o cuanto le he hablado, pero soy consciente de que esta anocheciendo y que es hora de irme. La lluvia empieza a caer y Julio me cubre con su chaqueta hasta llegar al carro. Nos quedamos en silencio unos minutos hasta que le doy la cara.

—Gracias —es lo único que puedo decir.

—Vamos a casa.

Hoy, el primer aniversario de Marga, me hizo inmensamente infeliz, pero no sabía que visitar por unas horas su tumba, me daría tanta felicidad. Pude pedirle perdón y decirle todo lo que guardé en estos doce meses sin ella.

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