Después de una ducha me espera un desayuno patrocinado por mi hermano mayor. En realidad solamente es un pedazo de pizza recalentado, porque Joshua había pedido una pizza entera a las 2 de la mañana, cuando le había dado hambre.

—¿Y bien? —me dice él mientras yo le doy una mordida a mi rebanada.

—¿Bien qué?

Joshua rueda sus ojos y se sienta a mi lado en la barra de la cocina. Recarga su mentón sobre la palma de su mano y me mira impaciente.

—Dijiste que me seguirías contando hoy.

Ah, cierto; la historia extraña esa.

Está bien. Pues al día siguiente, en la clase de metodología, Seungkwan se me acercó con una sonrisa socarrona y se sentó en la silla a un lado de la mía; esa que siempre está vacía porque yo no tengo amigos.

Al principio traté de ignorarlo, pero me resultó imposible. El chico es ese típico molesto que contesta a todas las preguntas del profesor incluso cuando no sabe la respuesta.

Entonces decidí cambiarme de lugar, pero Seungkwan me miró preocupado mientras me estaba levantando.

—¿A dónde vas? —me preguntó tan fuerte que la atención de todo el salón se concentró en nosotros.

Me acomodé la chaqueta y me volví a sentar apenado.

—A ningún lado.

Seungkwan sonrió. De verdad que sonreía mucho y, para ser sincero, su sonrisa era bonita.

—¿O sea que te gusta? —interrumpe Joshua.

Recojo la servilleta dónde estaba mi rebanada de pizza y la echo a la basura antes de lavarme las manos en el fregadero de la cocina.

—No dije eso. Ponme atención.

—Dijiste que su sonrisa era bonita —dice—, es básicamente lo mismo. Es como cuando yo digo que la sonrisa de Seokmin es bonita y luego yo también sonrió como un tonto.

Lo miro medio asqueado.

—Yo no sonreí cuando dije eso.

—Si lo hiciste —discute, así que decido ignorarlo.

Lo que sea, ponme atención antes de que me tenga que ir a mis clases.

Cuando terminó la clase traté de huir del salón, pero entonces me lo topé también a él. Kim Mingyu bloqueaba la salida del salón y me veía con curiosidad. Era un chico más grande que yo, tanto en edad como en altura; pero todos lo conocían.

Estaba seguro de que estaba ahí por Seungkwan, ellos dos eran como mejores amigos o algo así.

—Con permiso —le dije tratando de escabullirme a través de su costado.

—Tú eres Hansol, ¿no? —me preguntó entonces.

No tuve que responder porque Seungkwan lo hizo por mí.

—Sí. ¿O prefieres que te digan Vernon? —indagó Seungkwan.

—¿Por qué sabes mis dos nombres? —le pregunté curioso—. Los profesores nunca me llaman así.

Las mejillas de Seungkwan se pusieron rojas y Mingyu se burló de él.

—¿Quieres ir a desayunar con nosotros? —me invitó Mingyu cuando dejó de carcajearse—. Iremos por hamburguesas y después regresaremos para mi clase de anatomía, a las 12.

No lo pensé mucho porque tenía hambre. Y sabes que no hay invitación a comer que rechazaría.

Nos llevó Mingyu en su auto. Ni siquiera sabía que tenía auto. Ni siquiera había hablado con él antes de ese día. Sospechaba que Seungkwan tenía algo que ver.

—Elijan lo que quieran, yo invito —se ofreció Mingyu cuando llegamos.

Alcé una ceja con curiosidad.

—¿Acaso eres rico?

Se comenzó a reír, y aquí empieza lo raro-raro. Mientras esperábamos en la fila para ordenar abrazó a Seungkwan de la cintura, y ya sabía que ambos chicos eran conocidos por ser muy de contacto físico con las personas, pero entonces Mingyu deslizó sus dedos por mi espalda, así como si fuera un accidente. Fue rápido, pero sentí un escalofrío que decidí ignorar, porque Mingyu hacía como si nada y yo no quería pensar cosas extrañas.

—¿Qué? —interrumpe Joshua.

Para este punto incluso yo siento mis orejas rojas de estar contando esto.

—No sé. Eso.

—¿Se te estaba insinuando? —pregunta Joshua entre sorprendido y burlón.

—Te digo que no sé. Pero estuvo raro —aseguro—. Estuvo muy raro.

—¿Y entonces qué pasó?

Después simplemente ordenamos y comimos, nada fuera de lo ordinario en realidad. Regresamos a la universidad en el auto de Mingyu y, como agradecimiento, lo acompañamos hasta la entrada de su salón.

Y escucha esto; escúchalo bien:

Seungkwan y Mingyu se besaron en frente de mi cara.

Joshua escupe la leche que estaba tomando y logro esquivar la combinación del líquido y su saliva antes de que manchen mi ropa.

—No inventes —dice limpiándose la boca.

—En serio.

—¿O sea que aparte de insinuarse, lo hizo teniendo novio? —pregunta sorprendido.

—¡No sé! —admito apenado de nuevo mientras tomo mi mochila del piso y me la cuelgo en el hombro. Quizá no debería contarle cosas tan vergonzosas a mi hermano.

Bueno, la cosa es que cuando Mingyu entró al salón Seungkwan me miró como si nada hubiera ocurrido.

—Yo ya no tengo clases por ahora. Nos vemos, Hansol —me dijo. Y me besó la mejilla para despedirse.

Y yo realmente creo que es extraño, porque yo jamás me despido así de mis amigos.

—¡No, espera! —dice Joshua cuando abro la puerta del departamento dispuesto a irme a clases—. No me puedes dejar así, ¿qué más pasó?

Miro la hora en la pantalla de mi celular. Pero no puedo quedarme, si lo hago llegaré tarde.

—Cuando regrese te sigo contando.

Entonces me voy a clases.