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VI. Ataque en blanco y rojo.

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CAPÍTULO SEIS. ATAQUE EN BLANCO Y ROJO.

—Chicas, fue ella.

Salimos apresuradas de clase para el cambio de turno. Me interpuse en el camino de ambas y las hice detenerse a mitad del tumultuoso pasillo con estudiantes y profesores que se desplazaban con rapidez en los cinco minutos que disponíamos.

—¿De qué hablas?

—La chica nueva, esa tal Bianca.

Me giré para verles a la cara y comencé a caminar de espaldas. Gloria cargaba sus libretas de notas entre sus brazos, noté como las apretó en su pecho.

—¿Qué tiene Bianca? —preguntó.

—Fue ella la que hizo que suspendiera.

—¡¿Qué?! —ambas soltaron un grito y se detuvieron al instante.

—No miento, el otro día la seguí, la noche que quedamos en el parque. Bajó unas cuantas calles y se detuvo en una casa abandonada a quemar unos papeles. ¡Unos papeles!

—Ajá, unos papeles. ¿Qué tiene de raro?

—¿Gloria? —La miré divertida, pensando que me estaba tomando el pelo—. Vamos, que justamente al día siguiente remplazan mi prueba por una falsa y la original no aparece. ¿No les parece raro?

—Pensándolo bien, si —Keyla colocó su mano bajo su barbilla.

—Y ahora, justo después de lo que me sucedió, está aquí, en mi universidad, mi carrera, mi salón de clases.

—¿Qué quieres decir? ¿Qué te está persiguiendo? —Gloria enarcó una ceja.

—No lo sé, chicas, pero esto es muy raro.

—Ni siquiera sabes qué eran esos papeles. ¿Cómo llegaría a los exámenes? ¿Por qué el tuyo justamente? Son elementos que no tienen sentido, tienes que hallar más pruebas, porque así, amiga, parece que estás montando una película.

—Verás que te equivocas. —Le sonreí.

Gloria me dejó en claro que no creía en mi palabra, sin embargo, yo estaba dispuesta a llegar al fondo de esto.

Me di la vuelta y comencé a caminar lejos de ellas. Me detuve y me volteé a varios metros de distancia. Para mi sorpresa, mis amigas saludaron a la tal Bianca y ella se les acercó. Tras unos segundos, comenzó a sonreírles y a entrar en una conversación. La sangre me hervía, no era posible que estuviera ocurriendo.

Apreté mis puños y salí de ahí.

—Ginger...

Dejé de enfocar el campo de deportes de un brinco, desde la altura en la que estaba observando todo a través del cristal pensé que me iba a caer. Qué absurdo.

—¿Estás bien? —Keyla arrastró una silla a mi lado. Suspiré, paseando mi vista por el marco de la ventana, luego por el librero, las mesas, hasta llegar a su rostro. La biblioteca era un lugar que nadie frecuentaba, a excepción de escasos grupos a la hora de almuerzo o por la tarde. Con sus grandes ventanales se mantenía iluminada, a pesar de estar en un segundo piso, los altos techos de nuestra escuela nos situaban como en un cuarto de las casas normales—. ¿Crees que ella tenga algo que ver con tu examen?

Suspiré.

—Si vienes a juzgarme, puedes irte.

—No vine para eso... Solamente quiero entenderte.

—¿La explicación que les di no le pareció suficiente?

Me jode que no me crean. ¿Alguna vez he mentido? ¿Soy una exagerada a la que deban dar por loca?

—Es que parece algo... Ya sabes... precipitado. —Abrí la boca para contestar, pero Keyla se me adelantó—. ¿Por qué no la encaras? Pregúntale directamente.

—Va a mentir, Keyla. Es algo muy grave, eso es un fraude que puede ser penalizado, ¿entiendes? Es obvio que sus intenciones son malvadas, además, no la puedo acusar sin pruebas, como dijo Gloria. ¡Pero es que a simple vista se ve que...! ¡Ash! —estrellé mi cabeza con la mesa. Escuché de pronto un sonido agudo que me hizo fruncir el entrecejo. Levanté la cabeza suavemente.

Keyla unió sus cejas, miró hacia atrás, hacia la puerta que había dejado abierta. El sonido subió más, sentí el suelo temblar ligeramente, y se escuchó una voz que no distinguía para nada resaltar en medio de todo el ruido.

—¿Qué carajos es eso? —pregunté. La castaña abrió sus ojos como platos y alzó sus hombros.

Inmediatamente nos apresuramos hacia la puerta, salimos, y bajamos las escaleras a donde nos conducía el sonido. La multitud que me encontré era inexplicable, busqué con la mirada la razón de tanto alboroto. A lo lejos, cerca de la entrada, vi unas bocinas donde antes no había nada.

—...Creo que nos merecemos celebrar el final de una dura jornada de parciales como se debe —decía la voz a través de un micrófono.

Bajé y empujé a la multitud para ver quién estaba hablando. Aparté a unos cuantos de mi camino con educación y fastidio a la vez.

—Por eso quiero invitarlos a mi fiesta de gala blanca, he hablado con los directivos de la universidad y están de acuerdo en realizar esta actividad.

La chica nueva: Bianca. Era ella. Levantándose majestuosa con sentido de liderazgo sobre todos, como si fuera la puta ama. Apreté mis puños, me hervía la sangre. ¿Con qué derecho se creía superior a los demás para dirigirnos un comunicado como si fuera parte del directivo escolar?

—Todos están invitados, ah, una cosa, solo se permite la entrada a los que visten de la temática. Quiero verlos con su mejor conjunto blanco, aquí mismo en la Universidad, la noche del viernes. Los esperaremos con gusto para celebrar —se despidió con una gran sonrisa y fue aclamada por varios gritos, chiflidos e incluso aplausos.

Me impresionaba cómo quería llamar la atención, y el cómo la llamó. Joder, que es el primer día que llega aquí y ya se cree superior a todos.

—¿Nos sumamos? —inquiere una incrédula Gloria.

—Suéñalo, no me verás ahí.

Y entonces, en busca de relajación, me puse a mirar las esquinas del salón de clases, esperando que una telaraña resolviera mis problemas; pero lo que encontré en esa esquina fue todo menos alivio, sino un sobresalto que me avivó las esperanzas.

Una cámara de seguridad.

¡Claro! ¡¿Cómo podría olvidarlo?!

Nuestra universidad está repleta de ellas, en cada parte, en cada cubículo. Eso me soluciona las problemáticas.

Si hay cámaras de seguridad, significa que puedo descubrir qué fue lo que pasó la noche del parque, justo antes de que Bianca saliera por la puerta. Podría descubrir qué tramaba estando a altas horas de la noche en la escuela y sin ser aun alumna de Tyles.

Pero había un problema: Las cámaras tenían acceso limitado. ¿Cómo entrar ahí, si solo el personal autorizado podría hacerlo? ¿Cómo escabullirme para averiguar qué pasó con mi examen y si ella tiene algo que ver?

Tenía que hallar una distracción, o sino, encargarme de crearla.

—Aunque... Pensándolo bien... —sonreí con una idea apareciéndose en mi mente.

Había que causar el caos más grande de la historia.


El anochecer no es buen aliado para hacer lo incorrecto si vistes de blanco...

Extiendo mis manos, con ellas abro las puertas de mi armario.

Pero nunca he seguido las leyes que dictan los demás...

Tomo un conjunto, admirando con sutileza sus detalles delicados.

Soy más bien de ser "impredecible".

Admiro frente al espejo cómo me queda el vestido por encima y sonrío con malicia.

Acomodo mi cabello antes de entrar en la prenda, coloco en los pies mis botines altos y negros, de material sedoso y protector del frío, quedando descubiertos cuando miraba de frente la parte del vestido que culminaba en mis rodillas. Atrás, se hacía más largo, como una cola de sirena, pero no era exactamente tan sutil y tierno como dicha palabra hace a la imaginación.

Tomo una chaqueta negra de la esquina del espejo y me admiro por una última vez.

Avanzo sola por las solitarias calles, el frío hace que me cubra, el tintinear de mi tacón es lo único que siento. Me aproximo al parque, es entonces que veo luces iluminando la escuela desde afuera, luces que se mueven y se reflejan en la calle. Me detengo frente a las escaleras y miro hacia arriba. Oh, cielos, iba a disfrutar tanto esto.

Subo y la tela de mi vestido se pasea por mis muslos, ajusto mi chaqueta por el frío. Siento la música desde el interior, una vez arriba, observo hacia adentro.

Parecía que estaba en otra universidad.

Las paredes que antes eran amarillas, ahora son pura cal, se ve todo más grande, luces relampagueantes me reciben desde que entro. La música suena al fondo, pude distinguir que era pop. Parecía que estaba caminando sobre la nieve.

Blanco, blanco, blanco.

Todo blanco, los jóvenes de traje, las chicas en vestido que parecían que quedarían comprometidas pronto en una boda múltiple. En el techo giraba una bola de disco que reflejaba en las paredes todo su brillo. No veo a mis amigas, así que, sin más preámbulo, me volteo y cierro las puertas que estaban tras de mi con un fuerte movimiento.

Esperando el ruido causado que fuera más fuerte que la música, no funcionó, sin embargo, al avanzar dos pasos hacia delante, un estallido me hizo brincar, a la música cesar y a todos mirar en mi dirección.

Se había caído la puerta.

Perfecto, nada podía ir más bien, y no era sarcasmo.

Deslicé mi chaqueta por mis hombros, dejando al descubierto mi resaltante vestido azul entre todos.

Alrededor, muchos ahogaron un asombro y se apartaron creando un círculo. Sonreí con poder.

—Buenas noches —expresé—, lamento llegar tarde y pues, interrumpir... su fiesta. Espero no causar más molestias.

Frente a mí, se separaron las personas y abrieron un camino. Desde lejos llegó la anfitriona, con un largo vestido blanco que portaba en la parte superior, un diseño de cristales que le cubría la zona de los pechos, luego iba mezclándose con el blanco al llegar a su cintura cuando caía como cascada hasta llegar al suelo. Llegó hacia mi totalmente seria y me miró de arriba abajo.

—¿No estás enterada de la temática de la fiesta? —soltó, con un ápice de molestia.

—Vaya... —carcajeé—, parece que te jode que alguien llame la atención más que tú.

—Si vas a venir con esos harapos azules en lugar de blanco, allá está la puerta de salida, o... lo que queda de ella.

Voces de asombro fue lo que escuché, en un segundo plano vi a varios cubrirse la boca como si esas palabras fueran dichas por ellos.

—No lo creo, lo que creo es que algo de envidia anda rondando por aquí, caminando... lentamente entre nosotras. —Miré mis dedos: índice y corazón, realizar un movimiento alternándose el uno con el otro—. ¿No lo crees?

—Tal vez —afirmó totalmente seria, mirándome a los ojos.

Todo estaba en tensión, pero estaba dispuesta a dejarla con su drama a solas para que se retorciera en su cuerpo por querer sacarme a patadas de aquí.

—Disfruta como puedas, Ginger —mi nombre salió de su boca con fuerza, y me congelé.

Nunca nos habíamos presentado. ¿Cómo sabía mi nombre? Cada cosa que hace le va sumando puntos a mi teoría de que ella fue quien escribió y eliminó mi examen.

Necesitaba hallar esas pruebas pronto, pero solo había conseguido que todos me miraran. Mi idea de pasar desapercibida se había ido por los aires.

—¡Hola, amiga! —Keyla apareció entre la multitud, con sus ojos bien abiertos ojeó mi vestido—. Wow, sí que sabes hacer una guerra.

Su boca estaba abierta, la cual cubría con una de sus manos. Al contrario de mí, estaba vestida de blanco, como era de esperarse.

—Aún falta más, hoy te voy a demostrar quién es esa Bianca. Verás por tus propios ojos que no estoy mintiendo, pero antes... Necesito un pequeño favor.

—¿Qué favor?

Miré a ambos laterales, al comprobar que nadie estaba lo suficientemente cerca, me acerqué.

—Corta la electricidad.

—¿Qué? —su cara en respuesta, reflejó pánico.

—No puedo explicarlo ahora.

—¿Qué demonios...? Tú...

—Solo necesito tu ayuda para pasar desapercibida y llegar a las cámaras de seguridad. Es lo único que necesito.

—Ginger... no sé ni qué cables cortar... y si de pronto... ¿y si hago un incendio? ¿Me electrocuto o me ven?

Aish, a veces odiaba andar con personas tan cobardes.

—Tengo una mejor idea. Simplemente apago la luz y todo...

—¿Y cómo vas a hacer eso...?

—Pues, yo... Supongo que... ¡Ash, no sé por qué me pides estas cosas!

—Apuesto a que Gloria no se quejaría tanto como tú —demandé, de inmediato alzó una ceja y me miró como si hubiera dicho un error muy grande.

—¿Dónde están los cables? —soltó de inmediato.

—Tienes que salir, afuera, asegúrate de cortar solo la de este espacio, por favor no dejes sin luz el área de las cámaras.

Keyla me miró mal, pero aceptó. Nos separamos y fui de inmediato a la mesa de las bebidas. Tomé una y la llevé a mis labios, el líquido descendió por mi garganta.

—¿Ponche? —me brindó un alto muchacho cubierto con una máscara blanca una bandeja llena de vasos. Entre ellos tomé uno, manteniéndole la mirada. Se alejó y llevé la bebida a mis labios. Adentré el líquido a mi boca, pero un sabor muy fuerte y que conocía muy bien arremetió contra mi nariz y me activó las alarmas. Escupí todo el líquido de una, comenzando a toser.

Olía muy parecido a un veneno que rondaba por mis recuerdos en estos últimos tres años.

Desgraciado, me intentó envenenar.

Desapareció de mi vista, cuando de repente, me empujó alguien y caí sobre una mesa con copas de cristal. Con mi mano aplasté una de ellas y un dolor intenso me hizo gritar. Al mirar la palma de esta, un pedazo de vidrio estaba clavado. Era grande, era la mitad de la copa que casi llevaba a mis venas. Cuando me quise voltear para ver quién fue la persona que me había empujado, se apagaron todas las luces.

Todo sucedió muy rápido.

Murmuros.

Silencio.

El sonido de los vidrios.

Un grito de terror.

Pisadas.

Luces encendidas.

El intento de Keyla de darme tiempo había sido un fracaso, pero lo que más me impresionó de todo, fue el grito de espanto de la gente que la rodeaba. El vestido de Bianca ya no era tan blanco, en su centro, en el área de su abdomen, un líquido rojo crecía en aumento creando una gran mancha. Sus ojos, destilaban pánico, pronto fueron a socorrerla. Mi corazón latía a mil por hora, miré mi mano llena de sangre, goteando el líquido por mi dedo índice. Luego vi la mesa, todo era vidrio, todo estaba roto. El culpable corrió desde donde yo estaba, me empujó, tomó el vidrio de la copa rota y atacó a Bianca, justo cuando apagaron las luces.

¿Sabía el culpable de mi plan y el de Keyla? ¿Nos habría estado escuchando?

—No pude hacer más —la susodicha se puso a mi lado, estaba agitada, pronto miró a su alrededor—. ¡¿Qué pasó?!

—Alguien atacó a Bianca —mencioné—, pasó a mi lado, me empujó, caí sobre el vidrio y me corté —levanté mi mano y Keyla abrió sus ojos con sorpresa—, y luego se escuchó su grito. No se sabe quién es. Parece que alguien nos estaba escuchando, Keyla.

La miré fijamente, totalmente seria. Una vaga sospecha del muchacho del ponche me pasó por la cabeza. ¿Pero si habían intentado envenenarme... también habían tentado contra Bianca?

—¡Una ambulancia! ¡Debemos llevarla al hospital, está perdiendo mucha sangre! —gritó Rafael, lo distinguí y enseguida miré en su dirección. Cargó a Bianca en sus brazos y todos abrieron paso.

—¡Podemos llevarla en mi auto! —Dijo Plech corriendo a su lado—. ¡Corre, se nos desangra!

El caos había nacido, estaba en shock. ¿Quién podría ser capaz de hacer semejante cosa?

—¡Espérenme! —el grito de Gloria me hizo saltar, corría apresurada, se había quitado sus zapatos y los llevaba en su mano derecha elevada.

—Santo Dios... ¡¿Pero no vieron a nadie?!

—No lo sé... —susurré y gemí de dolor.

—Ay... vamos Ginger, debemos curarte esa herida.

—No, no te preocupes... Yo...

De inmediato, me detuve en seco, dejé de escuchar voces cuando vi en una pequeña tira de la cintura de su vestido, una mancha roja.

—Keyla... Tienes una mancha de sangre en su cintura —susurré.

Ella se sorprendió y buscó con rapidez, cuando la encontró levantó la mirada hacia mí.

—Debió ser ahora contigo —refutó.

Sentí un escalofrío.

—Vamos, que te estás desangrando. Vamos al baño.

—No —espeté—. Puedo ir yo sola...

Tragué saliva. Volví a mirar la mancha en su vestido, espero que todo haya sido una confusión.

—¿Pasaste cerca de Bianca cuando ella gritó? —pregunté con cautela.

—Escuché su grito pero... la verdad es que después también me empujaron —contestó con cautela.

Mi entrecejo se suavizó, casi me iba a dar un infarto de solo pensar que Keyla podía haber... Mejor ni pensarlo.

—Voy al baño.

No me pude quedar quieta y luego de deshacerme de la sangre, fui a la sala de cámaras de seguridad y tranqué la puerta. No había nadie. ¡Hasta dejaron las llaves en las sillas! ¡Tontos! Me encerré y senté en una de ellas luego de pasarle seguro a la puerta. Tenía que buscar el día. Ojalá siga la grabación.

Recé para que estuviera y sí. Hice clic en las de ese día y las pantallas cambiaron. Ahora tenía que ajustar la hora. Eso fue minutos antes de las 11:00 pm. Lo sé porque lo usé como excusa para perseguir a la chica misteriosa.

Ajusté la hora y puse modo de cámara rápida. Esperé y... algo blanco. La encontré y puse la cámara a modo normal. Entró al departamento del profesor de literatura, quien estaba sentado con unos papeles y la luz encendida, por lo que veía claramente.

Saqué mi teléfono y comencé a grabar. Bianca entraba lentamente al departamento y el profesor la divisó, y se levantó de la silla. Se acercó a ella de brazos cruzados y ella se mantenía alejada. Estaban conversando, pero a distancia. Luego él se dio la vuelta y buscó unas hojas dentro de todos los exámenes, y le las ofreció a Bianca.

Fruncí el ceño cuando vi que ella negaba repetidas veces al mirar el examen y se echaba hacia atrás. No quería hacer lo que el profesor le estaba ordenando, por lo que él la tomó con fuerza de la muñeca, y ella se retorció de dolor tratando de zafarse.

Me quise morder las uñas, pero no pude por el teléfono entre mis manos. Movió su dedo índice advirtiéndole de algo y ella no habló más. Se quedó quieta, como si le hubiese amenazado. Luego le señaló por la ventana a un lugar detrás de la escuela, indicándole un sitio y luego se acercó a ella, quien bajó la cabeza. El hombre le dijo algo y la chica salió. La cámara del pasillo la grabó metiendo las hojas en su bolso y desapareciendo por la puerta.

Cuando dejé de grabar, me quedé sin aliento.

Salí dando tumbos hacia la puerta y puse las llaves donde estaban. Me sentía ligeramente culpable, de inmediato las palabras de Gloria volvieron a mi cabeza mientras con mis manos me sujetaba de las paredes.

—Ni siquiera sabes qué eran esos papeles. ¿Cómo llegaría a los exámenes? ¿Por qué el tuyo justamente? Son elementos que no tienen sentido, tienes que hallar más pruebas, porque así, amiga, parece que estás montando una película.

Sí, Bianca tenía algo que ver con mi suspenso en esa prueba, pero fue solo la víctima de una orden, de una amenaza. El profesor era el verdadero villano aquí. ¿Por qué me quería suspender? ¿Por qué utilizó a Bianca? Y... sobre todo: ¿Qué usó para amenazarla?

Pasé por toda el área, pero no quedaba casi nadie. A la anfitriona salir, la música cesó, y todos, o casi todos se habían marchado. Busqué a Keyla, pero no la encontré, me aproximé hacia fuera y entonces la vi a espaldas a mí, mirando la noche.

—El estúpido del profesor de Literatura es el culpable de todas mis desgracias —me situé a su lado quien estaba sentada en la escalera de entrada.

—¿Qué dices?

—Lo vi, entré al área de cámaras de seguridad. Amenazó a Bianca para que se deshiciera de mis exámenes.

—¿Cómo? Ginger, esto lo cambia todo. Incluso, si es así él puede ser el culpable de lo que sucedió hoy.

—Exacto.

Sin embargo, nunca lo vi merodear por aquí, al no ser porque todos usaban máscaras y él podría pasar completamente desapercibido.

—Pero algo sí es cierto, el culpable de esto quería matar a Bianca. No hay pruebas, pero tampoco dudas —afirmó la castaña con firmeza y seguridad, más que todo sin titubeos. Se levantó de su lugar de un impulso, desde abajo miré sus puños apretados.

—Las pruebas debemos encontrarlas, de eso nos encargaremos. —Me puse de pie para quedar a su altura—. Además, está más que claro que las intenciones del profesor no son para nada buenas. No me extraña que esté detrás de todo lo que está sucediendo. 

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