I. La Chica Misteriosa.
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La chica misteriosa.
El tiempo es el mayor dictador de sentencias. Nos pasa la cuenta y separa a los ganadores de los perdedores en solo un instante. Nadie, absolutamente nadie se queda libre de sus pecados. Algunos nacen con suerte: permanecen ocultos y tardan más en ser descubiertos. Sin embargo, siempre dejan huellas de sangre en el camino; siempre olvidan algo; se quedan cabos sueltos, y es ahí donde entramos en acción para desenmascararlos.
No les voy a mentir, han pasado años desde aquel suceso. Hasta ahora no se ha encontrado al culpable. Debe estar escondido, mirando como una serpiente sigilosa y riéndose de los que buscan de él. Todavía no se ha hecho justicia, y el criminal debe estar bailando con el diablo una danza macabra, cubierto de sangre.
—¿Ginger, qué tal el examen? ¿Saliste bien? —Gloria lucía nerviosa ante la reciente prueba de Literatura a la que nos habíamos enfrentado. Daba saltos por allá y por acá.
La observé divertida.
—Calma, Gloria. Pareces un maldito terremoto —intenté calmarla: difícil decisión con alguien que desea sacar el máximo en todo.
Me llamo Ginger Roble, y soy una chica que desea que el tiempo pase para librarse del estrés y los nervios que me carcomen. Y sí, estaba ya en la universidad. Acababa de ser abrazada por una institución pueblerina que prepara a profesionales para desempeñarse en diferentes campos laborales. Se habían acabado los días sin preocupaciones, por lo que lo único que rondaba por mi mente era: estudio, tareas, trabajos, exámenes, estudio y más exámenes.
El del día de hoy fue el último, y no puedo negar que tengo mucha inquietud albergada dentro de mí, gritándome que me escape de la universidad para tomarme un año sabático.
¿Te imaginas, Ginger?
Un año entero disfrutando la brisa del mar y sus baños de sol, y el agua.
—No seas dramática —me enfoca Keyla, mi otra amiga, quien nos acompaña formando el trío amistoso de toda una vida. Enmarca una sonrisa, sacándome de mis pensamientos—. ¡Estaba muy sencilla! ¡No sé para qué estudiamos tanto ayer en la tarde!
—A mí no me pareció sencilla —interrumpo, causando en Keyla la más grande expresión de "no me digas", con su ceja enarcada y sus brazos cruzados.
—Claro... —bufa, girando sus ojos—. Nada de lo que tenga que ver con Literatura para ti es sencillo.
—No es eso, Keyla. Es que en realidad el examen estaba difícil. Creo que suspendí otra vez —confieso, más para mí misma que para ellas.
Literatura y yo no nos llevamos bien. Aunque intente entablar una relación de amistad con la materia, siento que no estamos hechas la una para la otra.
—Ginger y su matrimonio divorciado... Nunca cambiarán —resopla.
—Keyla, no la hagas enojar. Sabes que no le gusta que la molestes con eso —me defiende Gloria y agradecí para mis adentros, se gira hacia mí—, además, no sabes si suspendiste o no. ¿Quién sabe? A lo mejor apruebas esta vez.
Sí, claro...
Aunque, por primera vez desde hace muchos años, volví a tener un poco de esperanza en aprobar, tocar el tema de libros y exámenes me ponía de nervios. ¿Saben qué se siente estudiar algo que no te gusta para aprobar y que de eso dependa tu carrera? Es duro, chicos, pero hay que hacerlo por nuestro futuro.
La Universidad del pueblo "Cambrigstone", más conocida como "Tyles", es la universidad más preparada para impartir clases a alumnos que se quieren dedicar al área de "Letras" en toda la zona. ¿Vaya carrera tuve que escoger, eh? Una carrera de letras, con mi pésimo odio a la Literatura y con un trauma que, bueno, luego se los contaré o lo verán ustedes mismos.
Estudiaba Comunicación Social, una carrera que exige formar profesionales capaces de gestionar la comunicación en cualquier ámbito y con cualquier tipo de público. Tenemos que desarrollar habilidades como la creatividad, la redacción, la investigación y el trabajo en equipo. Siempre me ha gustado comunicarme, y una de las cualidades esenciales de un comunicador social era la creatividad y el pensamiento crítico, ser capaz de pensar fuera de la caja y desarrollar ideas innovadoras para transmitir un mensaje determinado.
Pero, aparte de toda mi pasión, se encontraba la nota más discordante de todas, la que siempre me hacía chocar, caerme e incluso casi perder la carrera: Literatura. Mi promedio no estaba muy bien que digamos y mi nota final pendía de un hilo. Excelente (nótese el sarcasmo).
—¿Sabes qué? Me da lo mismo. Ya entendí que aunque no quiera, siempre ella y yo tendremos que confrontar, son cosas del destino. Es como tú, Keyla, con las matemáticas en primaria —la señalo con el mentón y ella asiente presionando sus labios.
—Nunca me he llevado bien con esa materia. Si no fuera por Ginger que me ha ayudado bastante, me desesperaría —confiesa.
—Y peor es el llegar a casa con un suspenso y tener que decírselo a tus padres. Por favor, que nadie tenga que pasar por eso. —Gloria se lleva una mano al pecho de forma dramática—. A mí me pasó y del castigo no me libré. Todo un mes me la pasé quedándome en la biblioteca releyendo números hasta las seis de la tarde.
Contuve la respiración. Los padres de Gloria son muy exigentes con sus notas, llegar a su casa con un suspenso puede traerle graves consecuencias. La conozco y tengo conciencia de sus castigos, como en la primaria que le obligaron a recitar los productos frente a todos sus compañeros hasta que se los aprendiera.
Ese día estuvimos dos horas bajo el sol esperando que Gloria lo dijera todo a la perfección. Siempre evito confrontar con ellos. Su aura estricta me repele como dos imanes con polos iguales.
—Te comprendo muy bien —trato de animarla.
A mi familia no le importaba nada que suspendiese o no, les daba igual que repitiera el año, pues decían que en la universidad suspender era natural como los árboles. Bien raro.
—Gracias, Ginger.
—Aunque Literatura no es mi favorita, hice un esfuerzo por sacar una buena nota. Esta vez no puedo reprobar. —Muestro mi dedo índice ante sus ojos—. Los cayos hablan por sí solos. Me pasé horas frente a la libreta de notas y tenía un cementerio de bolas de papel estrujadas por doquier. Al menos esta la tengo que aprobar con 3. Me lo merezco.
Pensar en un suspenso después de tanto esfuerzo me pone de nervios, tanto que restriego mis manos sudadas por mi pantalón de mezclilla oscuro. Me detengo a la expectativa de alguna información por parte de la universidad. Desde lejos puedo ver al director dar la orden con un agite de brazos al aire de que nadie puede pasar de la entrada. Eso significaba que iban a comenzar a calificar, eso significaba que no quedaba un alma en pena adentro.
Como pueden suponer, Literatura es la materia que tienen en común tooodas las carreras de aquí. Absolutamente nadie de libraba de eso.
La hora del terror había comenzado.
—Uy... ¡Qué nervios! —Gloria prosigue con sus saltos de un pie a otro como al inicio. Verla así me desespera.
Resoplo, dándome la vuelta y causando que mis amigas empiecen a caminar conmigo hacia casa.
—Concéntrate al menos en los chicos guapos. Mira, ahí está Plech. ¿Es lindo, no? —sonríe Keyla, enfocándose en su crush de toda la vida.
—¡Ay, Keyla...! Tú y tu amor platónico. ¿Cuándo vas a hacer algo para que enfoque sus ojos en ti? —pregunto con picardía.
Keyla mira sobre su hombro.
—Me da vergüenza. —Se lleva las manos a su rostro para cubrir sus mejillas sonrojadas—. Aún no supero ese miedo al rechazo.
—Si no se le dices, te la vas a pasar viéndolo siempre como ese amor inalcanzable de tu vida. ¿De qué va a servir? ¿Qué vas a hacer? Debes confesárselo, o al menos demostrarlo para a ver si se da cuenta de lo que sientes y ver si te corresponde —aconsejo—. Y si no lo hace, simplemente lo dejas. Pero tienes que atreverte, porque si no te quedarás con la duda por el resto de tu vida.
Keyla suspira, asiente a lo que le digo, con su vista fija en el camino que nos guiaba. Gloria, por el contrario, permanece callada, solamente escuchando.
—Supongo que tienes razón.
De inmediato, todas dirigimos nuestros ojos hacia el motivo de nuestra conversación: Plech. Casi puedo imaginar corazoncitos flotando alrededor de Keyla, noto algunos cambios en su mirada, e inconscientemente, detallo a ambos con picardía cuando el chico se acerca a nuestro grupo.
—Hola, chicas —el muchacho nos saluda a las tres, aunque parecía que su sonrisa encandilaba los ojos de Keyla— ¿Cómo están? ¿Salieron bien en el examen?
—Si... —asiente Keyla, nerviosa.
Permanezco observando a mi amiga en lo que se pone más inquieta, hace con sus labios una fina línea y me amenaza con los ojos.
—Bien, bien —confiesa Gloria—, estaba fácil.
—A mí no me fue tan bien —bufo—. Odio Literatura.
—¿Sabes que me he pasado los últimos meses de estudio preguntándome el porqué de tu odio a los libros, a la materia o al leer? —inquiere Gloria—. Por más que lo pienso no encuentro un motivo para ello.
Mi mente se queda en blanco.
—¿Hay algún problema con que no me guste?
—Dime una sola razón para tanto fervor.
Y me quedo en blanco de nuevo. No sé responder.
Un espeso silencio me acababa de envolver, Gloria tiene su mirada sobre mí, a la expectativa de que le responda algo... pero nada sale de mi boca.
—¿Tienes algo que hacer esta noche? —se sobresalta Keyla cuando le pregunta directamente a Plech. De inmediato, pasa a ser la sorpresiva distracción de Gloria quien deja de acusarme con su mirada y se enfoca en la atrevida y nueva Keyla.
Wow.
Se atrevió.
¡Por fin se atrevió!
—Voy a venir al parque con mis amigos, como siempre, a pasar la tarde hasta el anochecer —habla Plech con naturalidad.
Frente por frente a la universidad, se encontraba un parque con su singular césped verde, un terreno que los muchachos tomaban como cancha de fútbol, varios bancos y una linda fuente en el centro.
—Oh, es una buena forma de pasarla bien —le sonríe Keyla.
Díselo...
—¿Quieren venir? —pregunta el chico, sorprendiéndonos.
A Keyla no le cabía la sonrisa en el rostro.
—No sería mala idea.
—Y yo necesito relajarme un poco que este examen me puso de los nervios —hablo entre dientes y todos se rieron de mí, contagiándome a los pocos segundos.
Seriamente, necesitaba distraerme.
Pero la risa había durado poco, ya que noto a una chica totalmente desconocida ante mis ojos, en un lugar que minutos atrás habían dado por "prohibido el paso". Una chica rubia, de cabello corto, bañada en ropas blancas elegantes y joyas doradas, subía las escaleras de la universidad con la cabeza en alto y aire despreocupado. No habíamos caminado más que 5 pasos cuando Plech nos interrumpió, así que estaba lo suficientemente cerca para verla como mantenía una conversación con el director, quien aún se encontraba afuera y luego entraba, con él atrás de ella.
Parecía de mi edad, pero nunca la he visto en la universidad.
Es más, en mi maldita vida la he visto. Pero eso no es el punto que me hace pensar, sino lo siguiente: ¿El director no había ordenado que nadie podía pasar? ¿Entonces qué hacía ella entrando? ¿Era ella mejor que los demás para entrar con él?
Su manera de caminar y de mirar a todos lados antes de entrar levanta mis defensas. Pareciera que buscara a alguien cuando de pronto, me mira.
—¿Ginger? —Gloria chasquea sus dedos delante de mis ojos.
Muevo mi cabeza y reacciono.
—¿Qué?
—¿Qué estabas mirando?
Los tres observan a donde yo en un inicio, pero la chica y el director han desaparecido.
—¿No que el director había dicho que nadie podía entrar a la escuela? —Frunzo el ceño—. ¿Por qué entró con una chica?
Keyla me fulmina con la mirada.
—Eso no es algo tan relevante para que te estés enfocando en eso. —Se acerca a mí y me coloca la mano en la cabeza—. ¿Te sientes bien? ¿Tienes fiebre?
—¡Hey! ¿Qué haces? —Me alejo de inmediato.
—Te estás enfocando en cosas sin importancia, creo que necesitas descansar. Se ve que no has pegado ojo —me analiza—. Tienes ojeras, es normal aquí, pero se te notan demasiado.
Me llevo las manos a la cara y me tanteo la piel. Keyla se ríe ante mi reacción. No me había tomado en serio.
—Puede ser. —Suspiro alejando esa idea de mi cabeza—. ¿A qué hora nos vamos a ver en el parque?
—A las ocho.
—Bien, creo que dormiré hasta las 7:59 —todos se ríen de mí, contagiándome ligeramente.
Nos despedimos del chico y emprendimos nuestra caminata de vuelta a casa. Por el camino no podía dejar de escuchar las bellas palabras de Keyla, hablando de lo lindo que era Plech. Sin embargo, no le hice mucho caso esta vez, ya que mi mente seguía vagando en la rara manera de comportarse de esa misteriosa, pero desconocida chica, sobre todo en la forma en la que me miró cuando hablaba con el director y luego fue con él hacia adentro.
No me rendiré hasta descifrarla.
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