Capítulo 13: Un sentimiento egoísta.
Perder todo de la noche a la mañana fue algo que nunca se imaginó.
Un día estuvo cuidando de los animales, después se prepararon para dormir cuando acabó un show. Y al momento siguiente estuvieron corriendo por sus vidas.
Todo esa noche ardió, el fuego se propagó como si estuviera en maleza seca y redujo a cenizas lo que se encontró a su paso. Lo peor fue saber y ver como las misma personas que fueron a sus shows y disfrutaron de el, acabaron con todo.
Perdieron a los animales, perdieron el tren, perdieron miembros de su familia. Literalmente se quedaron sin nada, no pudieron hacer más que mirar como todo el trabajo de sus sueños se iba por el caño.
Quedaron varados en la ciudad, no muy lejos del caos, varios miembros del circo tomaron caminos separados, ya no había nada para ellos estar en ese lugar.
Les quedó solo un poco del dinero que hicieron con los shows, y lo repartieron entre ellos, con eso, unos se fueron y otros se quedaron.
Eri consiguió comprar una pequeña casa vieja cerca del bosque prohibido. Porque si, la ciudad quedaba al lado de bosque al cual nunca entraban, al menos no profundamente, pues ellos iban a las orillas para buscar algo de leña.
Después de conseguir el lugar, Eri se fue a vivir con Kouta, y su abuelo. Kouta trabajaba en una carpintería, y ella consiguió trabajo en una panadería, los residentes de la ciudad fueron amables con ellos y lamentaron la pérdida.
Dijeron que fueron muy poco afortunados al pasar por allí justo cuando los cazadores también estaban de paso, nadie se metía con ellos por el miedo que les tenían, pero eso no evitaba que les tuvieran repugnancia.
Algo que agradecuo Eri fue eso, los lugareños eran amables con ellos.
Sin embargo, aún cuando todo estaba mejorando de a poco, tenía una incertidumbre que le carcomía el alma.
Izuku.
No lo había vuelto a ver desde entonces, nunca se apareció y tenía miedo, mucho. Tan solo pensar en que los cazadores le habrían echo algo malo le hacía llorar.
La última vez que lo vió estaba lleno de sangre, completamente salvaje, protegiéndola de los asaltantes.
Desde que Kouta la tomó de brazo y la hizo correr lejos del fuego, solo lo pudo ver de reojo. Además los disparos que sonaron en esa dirección, solo hacía que sus preocupaciones crecieran más, mucho más de lo que quisiera.
Ya era normal para ella llorar todas las noches, derrumbarse en los brazos de su novio, dejando que las lágrimas cayeran como cascadas de sus mejillas.
Tan frustrante, tan doloroso. Y lo peor fue que no pudo hacer nada para evitarlo, nadie pudo ayudar, pues cuando llegó la policía los cazadores ya había huido lejos.
Ellos prometieron hacer todo lo posible para atraparlos, pero no les sorprendería que ya estuvieran casi al otro lado del país.
Y Eri no podía exigirles nada, sabía que ellos hacían lo mejor que podían, pues los cazadores eran escurridizos, peor que las cucarachas y desde hace mucho trataban de atraparlos.
Quizás, otra de la razón por la cual no quería irse de esa ciudad pequeña era por Izuku, aún, a pesar de todas las pruebas que le decían que el pecoso podría estar muerto o muy lejos de allí.
Un pequeño rayito de esperanza se guardaba en su interior, como algo que le decía que se equivocaban, que su mejor amigo de infancia no estaba muerto, y se encontraba por allí, en algún lugar. Aunque no supiera donde.
Después de tanto, meses, Eri aún la tenía, el estaba en alguna parte. No se iría de esa ciudad, pues no tenía a donde ir, ni tampoco quería irse. Por suerte su abuelo y su novio la habían entendido, ellos pensaban solamente que no quería alejarse del lugar en el que estuvo por última vez con su lobo favorito.
El abuelo de Eri ya estaba muy viejo para seguir viajando, y menos sin un tren fijo, al menos eso dijo, la albina se los agradecía tanto. No podía sentirse más afortunada con las maravillosas personas que le rodeaban en ese momento tan triste y oscuro para ella.
Un día en particular, Eri salió de la casa para buscar un poco de leña, su abuelo aún dormía tranquilamente y Kouta ya había salido para su trabajo. La panadería no abría hasta un par de horas más tarde así que tenía tiempo.
Quería dejar leña para que la chimenea no se apagará y si abuelo no tuviera que salir a buscar leña por su cuenta, podía ser trabajoso para su espalda.
Eri abotonó bien su largo abrigo y salió hacia la orilla del bosque, lo malo era que las personas que vivían cerca ya tenían esa área limpia y era difícil encontrar algo de buena leña, ya casi no quedaba nada.
Pero no iba a rendirse, así que miró a los lados, y como no había nadie, se adentró a paso lento hacia el bosque, no iría lejos.
"No me gusta la nieve."
Pensó internamente sintiendo como el frío se traspasaba por sus abrigos y se impregnaba hasta los huesos. Caminó despacio y para su suerte, había un árbol seco en el suelo.
Tenia pinta de que se había caído hace mucho, pues la nieve que lo cubría era bastante, pero la podía sacudir de el.
Sonrió con autosuficiencia, se acercó y comenzó a tomar las ramas partidas, las iba amontonado sobre el pequeño trineo que había traído para cargarla. Tiró con fuerza de algunas ramas que aún estaban unidas al tronco para partirlas.
Por suerte lo seco que estaba la madera ayudó bastante. Terminó, satisfecha, mirando la pequeña montaña de ramas secas sobre su trineo.
"Bien, es mejor volver, creo que es hora para ir al trabajo."
Jaló el trineo para el camino de vuelta, e iba tranquila, hasta que escuchó el sonido de algo rompiéndose, tal sonido la hizo parar en seco.
Miró a los lados pero no encontró nada, aunque se sentía observada, juró que pudo escuchar un pequeño chillido, como el de un cachorro de perro.
Retrocedió algo asustada, sabía que muchos le advirtieron sobre los peligrosos animales del bosque, por el cual nadie debería de adentrarse tanto, además estaba prohibido por lo mismo.
Ahora, quizás estaba en el territorio de alguna bestia, y si tenía pequeños era peor, pues los adultos eran más agresivos aún, cuando sentían la amenaza para sus crías.
Sabía que no debía de hacer ruido alguno, lo mejor solo era darse la vuelta y salir loas silencio posible. Y eso quiso hacer, pero cuando dió un paso para irse, al darse vuela para ir por donde vino.
Encontró a un enorme lobo de pelaje rubio, estaba al frente de ella en posición de ataque, y Eri sintió como toda la sangre se iba de su cabeza, si antes estaba un poco sonrojada por el clima frío, estaba segura que su rostro estaría del color de su cabello.
La albina dió un paso tembloroso hacia atrás, y el movimiento hizo que el lobo mostrará sus colmillos, además de un grueso gruñido que salió de la garganta del animal.
Ahora entendía un poco sobre "peligrosas bestias", estaba segura que ese animal podría acabar con muchas personas el solo y con facilidad.
El lobo dió un paso hacia el frente, sus enormes garras se hundieron entre la nieve, y sus dientes gigantes aún estaban a la vista.
Quizás ese sería su destino, sus animales fueron matados y capturados por los humanos, y ahora ella morirá en las garras de un animal, tan hermoso como peligroso.
Era su fin y lo sabía, el animal cada vez se acercaba cada vez más, y ella no podía hacer más que retroceder. En algún momento sus piernas fallaron y terminó por caerse sobre la nieve, pero aún así retrocedía, hasta que el trineo lleno de leña se lo impidió.
La albina cerró los ojos, esperando su final, podía sentir como la bestia se seguía acercando, además de que estaba segura que el aliento del animal ya le tocaba.
Sin embargo, una mancha o borrón verde se interpuso entre ellos, Eri abrió los ojos levemente encontrándose con una figura parada al frente de ella.
—¡K-kacchan, no lo hagas!- la albina abrió los ojos, totalmente sorprendida, reconocería esa voz a donde fuera, la había escuchado desde que era pequeña, además de que la extrañaba tanto y la tenía tan fresca en su memoria.
Ahora parecía irreal.
—¿I-izuku?
(...)
—¡Hoy tenemos carne de liebre fresca para el desayuno!- Izuku exclamó animado, y los pequeños le siguieron el juego celebrando con el.
Fue una suerte que el rubio encontrará una madriguera donde habían dos liebres, primero se había asegurado de que no tuvieran crías pequeñas antes de matarlas, podría haber sido un desperdicio, ya que los pequeños no se pueden comer y además necesitaban a sus padres para sobrevivir.
No sólo mataría a una generación, si no que también eso haría que menos comida se multiplicará. Además, no era tan cruel.
Izuku terminó asando las deliciosas liebres sobre las brasas, cuando estuvieron listos, tomó dos jugosas piernas y las sopló un poco antes de dárselas a los pequeños.
Mahoro y Katsuma estaban babeando por la comida desde que la puso a cocer y verlos ahora devorarla con tantas ganas era algo gracioso, pero escucharlos ronrronear alegremente mientras comían era muy tierno.
—Son más jugosas las piernas de alguien que las de ésta liebre.- comentó el alfa dándole un mordisco a su presa mientras miraba al pecoso, e Izuku tosió cuando sintió ahogarse con su parte.
—¡Kacchan!- chilló el pecoso avergonzado, pero no dijo nada más, estaban al frente de los pequeños y no quería que ellos se dieran cuenta de la situación.
Y al parecer su plegaria fue escuchada, ya que ellos parecían más concentrados en su comida que en cualquier otra cosa.
—¿Qué?, No dije nada malo.- Katsuki miró al pecoso haciéndose el inocente, y el pecoso le miró mal, pero le ignoró concentrándose en su liebre.
Despertar de la comida, los pequeños volvieron a su forma de lobezno y se pusieron a correr entre la nieve. Katsuki también estaba en su forma de lobo, y era quien estaba más pendiente de los pequeños, pues el pecoso estaba algo distraído, mirando maravillado el paisaje.
Las montañas cubiertas por nieve era hermoso, lo blanco se reflejaba con la luz del sol, dándoles un aspecto de pureza majestuoso.
—¡Oh, Kacchan mira ese árbol, parece como si le colgarán collares de perlas!- ciertamente parecía de esa forma, pues habían largas y delgadas cuerdas que colgaban del árbol, estaba cubiertas como con pequeñas gotas de agua congeladas.
Era increíblemente hermoso, Izuku se detuvo y sacó de su bolso un pequeño cuaderno con un lápiz de carbón, y lo miró Katsuki bufando con algo de diversión.
"¿Es en serio?"
El rubio le preguntó pero el pecoso parecía concentrado en dibujar el árbol.
Katsuki se dió cuenta de que los pequeños mocosos se habían apartado mucho de ellos y fue a buscarlos, pues Izuku parecía que iba a estar un rato ocupado con sus dibujos de mierda.
No pasó mucho para que los dos pequeños llegarán a él corriendo y asustados, parecían nerviosos como si se hubieran encontrado con algún peligro. Estaba por preguntarles, pero fue interrumpido por la pequeña.
"¡Humano, un humano está en el bosque!"
Mahoro chilló y Katsuma se metió entre sus patas, era normal que los cachorros le tuvieran miedo, pues a ellos siempre se les dice que los humanos son peligrosos y debían alejarse lo más pronto posible cuando se encontrarán con uno.
"¡Vayan con Deku, yo iré a revisar!"
Espantó a los pequeños para que se fueron en dirección a donde estaba el pecoso. Y Katsuki emprendió marcha, por el rastro de los cachorros, hacia donde habían visto al humano.
Hacía tanto que alguno de ellos no entraban en su territorio, les habían dejado bastante advertencias para que no lo hicieran, pero éstos parecían no entender nunca.
No pasó mucho para encontrarlo, mejor dicho, encontrarla, era una mujer, quien al parecer se metió demás en sus tierras para buscar leña.
La iba asustar, no le haría nada más que eso, debía darle una lección para que se fuera y nunca volviera.
Fue divertido ver el rostro de terror que puso cuando apareció de repente atrás de ella. Se acercó despacio y mostraba sus dientes para causarle más terror.
Aunque se sorprendió cuando Izuku apareció interponiendose entre ellos.
Katsuki pudo ver de reojo cuatro orejas peludas sobresaliente de el tronco de un árbol.
—¡K-kacchan no lo hagas!- tal parece que el pecoso también creyó que en verdad le haría daño, y no podía culparlo, pues siempre estaba hablando sobre cuánto odiaba a los humanos.
—¿I-izuku?- la voz de la chica lo distrajo, y pudo ver cómo los ojos del pecoso se abrían, casi como si se fueran a salir de sus cuencas.
—¿Eri?- el pecoso volteó lentamente, y cayó de rodillas al frente de la humana.— ¿¡E-Eri!?
Izuku vió con sus ojos algodón borrosos como la mujer que le había visto crecer no se movía, ni salía de su estado de shock, y el estaba igual. Parecía irreal, un sueño, o un espejismo creado por su traicionera mente.
El pecoso sintió las manos de Eri pasar por sus mejillas como si estuviera comprobado que de verdad estaba allí, y después sonrió temblorosa mente antes de tirarse encima suyo, abrazándolo con fuerza.
—Y-yo pensé que... Creí...- la mayor sollozó sobre su hombro, e Izuku también se derrumbó, dejando salir todo lo que estaba acumulando estos últimos meses, era una mezcla de alegría y tristeza.
Y Katsuki solo miraba sin interrumpir nada, podía oler como el aroma del pecoso era agridulce, mostrando sus felicidad y también su tristeza, los pequeños, curiosos, salieron de su escondite y llegaron al lado del alfa.
"Oye viejo, ¿Quien es?"
Mahoro sinceramente estaba muy confundida, si se suponía que los humanos eran peligrosos, ¿Por qué su mamá, no oficial aún, abrazaba a uno de ellos como si su vida dependiera de ello?
Era extraño, y Katsuma estaba igual de confundido que ella. Katsuki por su parte no decía nada, no era necesario, lo mejor sería dejar que el pecoso pudiese desahogarse.
Al cabo de unos minutos, Izuku se separó de la albina, estaba tan feliz y tenía tantas preguntas que hacerle, limpió su rostro y sonrió, estaba apunto de hablarle, pero un pequeño chillido le distrajo.
El pecoso volteó, encontrandose con los tres amores de su vida y Eri también los notó, pero tembló un poco ante la presencia del lobo rubio.
—E-el lobo...- la mayor se sostenía fuertemente de la ropa del omega, se fijó en los pequeños cachorros y en los chillidos que soltaban.
El más pequeño de los dos le miraba con algo de miedo, mientras que el otro parecía molesto. El lobo rubio ya no se miraba tan intimidante, más bien parecía curioso.
—No te harán nada Eri, son buenos chicos.- el pecoso le sonrió, pero ella no estaba muy segura de si creerle o no.— El es Katsuki, ella es Mahoro y el es Katsuma.
Izuku los presentó, desde más grande al más pequeño, Eri alzó una ceja, los lobos tenían nombres de personas, antes le habían preguntado a ella por el nombre del pecoso al ser extraño para un animal, pero Izuku no era solo un animal.
La albina abrió los ojos, atando cabos sueltos, miró al lobo rubio y después al pecoso. Ahora que se fijaba, el rubio era muchísimo más grande que un lobo normal, además, de que también era más grande que cuando Izuku se transformaba en uno.
—¿¡E-ellos son como tú!?- era ciertamente sorprendente, pues siempre se había preguntado donde habían más como el pecoso, aunque nunca creyó que verdaderamente hubieran más en ese bosque.
Katsuma estornudó, transformándose accidentalmente en un niño y cayó de trasero contra la nieve fría haciendo que soltara un chillido, y Katsuki rodó los ojos fastidiado.
—¡C-congelado!- exclamó el pequeño y parecía que iba a llorar, e Izuku se levantó rápidamente para tomarlo, le abrazó y le metió en su abrigo haciendo ronrronear al pequeño por la calidez.
Eri miró la escena fascinada, los pequeños era como Izuku cuando lo encontró a orillas de aquel río, las orejitas peludas del pequeño sobresalían de su cabello castaño claro.
—Son como yo, ellos son mi familia.- el pecoso le sonrió y Eri supo que no había duda de eso, Izuku había encontrado su hogar y los suyos, estaba en el lugar donde pertenecía desde un principio.
Supo que ese momento que lo había encontrado, pero no podía volver con ella, sería injusto separarlo de los de su sangre por algo egoísta, además, el pecoso se miraba tan feliz, tenía una sonrisa de oreja a oreja, y si no fuera por el enorme abrigo que le cubría, juraría que su cola estaba moviéndose sin cesar.
—Sí.- fue todo lo que pudo decir en ese momento, no había más palabras para expresar, no sabía cómo hacerlo.
Eri se levantó del suelo, sacudiendo la viene que tenía pegada, era triste, pero increíblemente satisfactorio saber que su mejor amigo había encontrado lo que siempre deseó, aunque eso significara no estaría cerca de su lado.
—¡Hay tantas cosas de las que quiero preguntar!, Pero primero quiero saber, ¿Que pasó después de aquella noche, los demás están bien?- la curiosidad y la tristeza en los ojos verdes, le hizo saber que él se hacía una idea de las cosas malas que seguro habían pasado, y no podía ocultarle nada, no debía.
La albina miró a los lados, quizás aún tenía algo de tiempo antes de volver, podía decirle al pecoso lo que ocurrió sin tanto apuro, pero no quería estar allí con ese frío.
—¿Hay un lugar donde podamos estar más calientes?- preguntó frotándose un poco las manos, soplando un poco de aire caliente entre ellas.
Izuku asintió con una sonrisa, miró al rubio con ojos suplicantes y éste solo bufó. Cuando Katsuki se levantó y sacudió su pelaje, Eri se puso un poco nerviosa, pero al final no había nada que temer, además, había vivido toda su vida estuvo rodeada de animales grandes y peligrosos.
Éste se miraba que no era tan malo, quizás un poco gruñón, pero era como Izuku, ellos podían entenderle como una persona normal.
El Omega siguió al rubio quien los estaba llevando a una pequeña cueva que había cerca, aún tenía al pequeño Katsuma en sus brazos y éste miraba a los lado muy curioso, al parecer, Eri les daba cierta inseguridad, Mahoro también se miraba en alerta.
—¿Tienes miedo?- Izuku le preguntó al cachorro en sus brazos, el pequeño alzó su rostro para mirarle, con sus orejitas gachas.
—¿Los humanos no son los malos?- preguntó no muy convencido de lo que ocurría, e Izuku le sonrió con cariño, acariciando su cabello
—Hay humanos malos, pero también hay humanos buenos, y ella es uno de los buenos, cuando yo estaba pequeño me ayudó mucho.- el pecoso informó haciendo que el pequeño le mirara sorprendido.
Si Izuku lo decía era verdad. Mahoro y Katsuki también estaban escuchado, pero no dijeron nada, la pequeña caminaba al lado del rubio.
Al llegar al lugar, Izuku soltó al pequeño Katsuma, quien se convirtió en lobezno de nuevo, Eri no parecía sorprendida por esos cambios, pero si maravillada, para ella siempre fue algo mágico.
—Kacchan,- llamó el pecoso al alfa quién le miró expectante.— la mochila se quedó en el árbol de antes.
Katsuki entendió lo que quiso pedír el pecoso y dió un pequeño chillido.
"Voy por ella"
Fue lo que dijo antes de darse media vuelta, siendo seguido de los pequeños, aún no le tenían mucha confianza a la humana así que no se quedarían con ella.
Eri volvió a soplar entre sus manos, aún tenía frío, pero al menos ya no estaban afuera, ni en el viento helado. Ella vió como el pecoso estaba ansioso, jugaba con sus dedos constantemente, y parecía que quería hablar, pero esperaba que ella dijera algo primero.
Suspiró profundamente tratando de reunir algo de valor, cuando al fin puedo responder, dijo todo lo que había ocurrido esa noche, el fuego, los cazadores, los animales, ella huyendo junto a los demás.
Contó cada cosa que recordaba, y lo que había echo esos meses en la ciudad. Miró al pecoso llorar un poco al recordar a los demás y los animales perdidos, el circo destruido.
Izuku también le contó lo que había echo, y a quienes habían conocido, dijo que había sido salvado por los lobos y ellos le había dado un hogar, también contó sobre su familia y sus padres. Eri no podía estar más feliz por eso.
Estaban a mitad de la charla, cuando Eri vió como un rubio entraba en la cueva, tenía una mochila en los hombros y leña sujeta con un brazo, por un momento quedó muda, pero reconoció las orejas amarillentas y el cabello en punta, sin mencionar los ojos rubí.
—E-eres muy alto.- el lobo rubio era la persona más alta que había conocido, además lleno de cicatrices y algo tosco.
El tal, Katsuki, no le dijo nada, solo se dispuso a encender el fuego, los dos pequeños también llegaron en su forma humana, y se metieron entre el abrigo del peli-verde. Eri creía que eran hijos de ellos verdaderamente, pues eran parecidos, aunque por el tamaño de los niños sabía que no eran suyos.
—Ahora eres... ¿Mamá...?, Eres un Omega ¿No?- la albina rió por lo bajo haciendo sonrojar al pecoso, ella al pensar en niños tocó de manera inconciente su vientre, no había estado usando mucha protección estando con su novio.
—Humana tonta.- la voz grave del rubio hizo que la albina volteara hacia el, era la primera vez que le escuchaba decir algo.
Katsuki se sentó al lado del pecoso, no interrumpiría la charla que tenía el Omega con ella, pero eso no significaba que no podía escuchar.
—Kacchan.- Izuku miró al rubio de forma reprobatoria, incluso hacia un pequeño puchero, y Katsuki solo sonrió de medio lado sin decir nada.
Eri miró la química que tenían la pareja al frente de ella, y sonrió, de verdad parecían una familia ya echa, quizás lo eran de verdad.
No hace mucho tenía miedo y pensaba que iba a morir, ahora, estaba feliz, viendo como su amigo del alma estaba donde pertenecía y con algo que siempre quiso, ahora él no estaba solo.
Lamentablemente, la hora que tenía Eri para hablar con el pecoso llegó a su fin las rápido de que ambos hubieran querido, aunque se pusieron un poco al día, contando sobre lo que hacían o lo que iban hacer.
Cuando la albina tuvo que irse, abrazó con fuerza y cariño al pecoso, quien le devolvió el abrazo de igual manera. Eri se despidió de los demás y jaló su trineo con la leña hasta la salida del bosque.
Izuku solo la vió irse, hasta que su espalda se perdió entre los árboles, y después ya no pudo verla. Exsaló temblorosa mente, dejando que algunas lágrimas más salieran de sus ojos.
Ya había llorado bastante ese día, pero no podía evitarlo, estuvo tan preocupado bastante tiempo, sin saber en donde estaba parte de su familia, y ahora enterarse donde estaban y lo que les había ocurrido, fue casi como un milagro.
Unos brazos fuertes lo rodearon por la cintura, además de otros cuatro más pequeños en sus piernas. Izuku miró hacia abajo, encontrándose con los cachorros que se frotaban con cariño en el, y caricias en su cuello, pequeños besos.
—Esta bien, ellos están bien. ¿Quieres volver a la cueva por el resto del día?- Katsuki preguntó, aunque Izuku lloraba el aura a su alrededor no era de tristeza, la felicidad estaba descrita en su aroma, pero aún así, necesitaba algo de tiempo para digerir lo que había pasado.
Izuku se limpió el rostro, llevó sus manos a las cabelleras castañas y sonrió mientras las acariciaba con suavidad.
—Si, creo que necesito un descanso ahora.- accedió, de verdad que lo necesitaba. Los demás se apartaron un poco de el para que pudiera caminar de vuelta, aunque, Izuku miró por última vez por donde se había ido Eri, sus huellas aún estaban frescas en la nieve.
Sonrió, quizás la vería de vez en cuando, por lo menos sabía que estaba bien.
(...)
La albina de ojos rubí miraba por la ventana de su habitación hacia las montañas blancas.
Estaba sentada en su mecedora con una taza de chocolate caliente en sus manos, una pequeña sonrisa dibujada en su rostro.
La puerta de su habitación fue abierta y un pelinegro entró en ella, Kouta se acercó y dejó un pequeño beso en su mejilla.
—¿Pasó algo hoy?, El abuelo dijo que tardaste mucho buscando leña y que has estado rara desde que llegaste.- el mayor preguntó confundido y curioso, pero Eri solo negó con su pequeña sonrisa aún en su rostro.
—Ha sido un día hermoso, ¿Verdad?- Eri volvió a mirar hacia la ventana, dejando aún más confundido a su pareja, al final Kouta se encongió de hombros, quizás solo le había pasado algo bueno.
(...)
Espero no haber decepcionado a nadie con el reencuentro. 👉👈😔
Etto, sé que dije que iba a subir tres capítulos, pero tengo mucho sueño y al otro le falta un poco, spoiler, la luna de miel!!!
Mañana lo subo.
Espero les haya gustado.
No leemos después.
Zaorycast. ✨✨
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