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7. Retomando la rutina

El día siguiente fue normal, bastante corto para ambos chicos, pero con un sentimiento de satisfacción diferente en lo más profundo de su ser.

La joven Dupain-Cheng fue temprano donde su tía y junto a sus padres comenzó a empacar lo que necesitaban llevar a la panadería, además de pedidos pequeños que le harían favor de entregar. Estaba muy alegre al convivir de esa forma con su familia, pero de su mente no salía la idea de ver a su adorado Adrien y pone en práctica lo que había aprendido en el día anterior junto a su compañero gatuno.

Mientras tanto, el joven rubio ya se retiraba del pequeño poblado pues todas las fotografías fueron tomadas en la madrugada y el amanecer. Estaba cansado al igual que todos los que trabajaban con él, es por ello que intentaba dormir en el vehículo, pero a diferencia del resto eso le era casi imposible pues los asientos le resultaban incómodos. Se quedó meditando sobre lo que pasó el sábado, tenía sentimientos encontrados.

En un mismo día había estado con dos chicas en su ropa de héroe. Su mente era una laguna de pensamientos diferentes. Nunca esperó, de ambas, recibir ese tipo de trato tan sensual. No estaba seguro si lo que había hecho era o no una infidelidad, ya que para comenzar fue Ladybug quien lo amarró para realizarle una felación, aunque si hubiese querido se podría haber desatado y huido.

Luego estaba el caso con Marinette que, a pesar de ser fugaz, se trató de algo diferente y significativo. Nunca tuvo ese tipo de relación con ella en su faceta como ChatNoir, así que esa repentina atracción lo confundía ya que hace tiempo se dio cuenta que solo le seguía el juego con eso de ser su fan. Igualmente, era un poco molesto que ella se hubiese comportado de esa forma; no conocía su identidad y, por ende, eso significaba que para ella eran dos personas diferentes. Eso era como serle infiel a él con su alter ego.


– Mari... – Susurró revolviendo su melena rubia. – Deja de hacerme pensar tanto.


No podía reclamarle y mucho menos preguntarle por algo así, ya que después de todo él se comportó igual al aceptar a Ladybug en su jueguito sexual. Al parecer ambos estaban sintiéndose atraídos por los superhéroes de Paris. Era extraño, pero a la vez agradable y sobre todo excitante.

Siendo sinceras, se sentía bastante excitado con toda la situación. Ya quería que fuera lunes por la tarde para ver a su amiga y experimentar un poco lo que había "aprendido" en ese fin de semana.


. . .


– ¿Y qué tal te ha ido en tu sesión del fin de semana? – Le preguntó la azabache mientras jugaban en uno de los arcade de su habitación.

– Ahhh... – No se esperaba que quisiera que hablaran de ello. – Bueno, pues bien. Es un lugar bonito.

– No me imaginé que estuviésemos tan cerca... – Rio ella con cierto nerviosismo. – Hubiera sido genial...

– ¿Por qué lo dices?

– ¡Ah! – Se había puesto tan nerviosa que su personaje lo dejó de mover. – N-no es na-nadaa. – Comenzó a moverse de forma extraña.

– ¿Pensaban en algo? – Dejó de lado el control del juego y rozó la mano de la joven.

– Y-yo...

– Mari... – Se acercó a ella para besarle. – ¿Quieres...?


No le dio permiso de continuar. Tenía deseos de ella y sabía perfectamente que ella lo deseaba, pues en cuanto sus labios se juntaron, ella comenzó a orillarlo a la cama para tumbarse junto a él. Parecía desesperada por el contacto con el chico, se estaba restregando contra él, besándolo sin pudor como habitualmente lo sentía. Por un instante imaginó que era Ladybug quien estaba con él, pero apenas escuchó un suspiro de su amiga se quiso golpear mentalmente por cruzar la imagen de ambas féminas que no tenían relación entre ellas como tal.

Se atrevió a tocar sus caderas, bajar y sentir sus piernas que eran bastante firmes, no dudó en masajear sus prominentes glúteos. Esa chica era un pecado que se escondía bajo flores y ropa dulce. Ella lo enloquecía al grado de querer ahogarse en el placer de poseerla con violencia, como su mente lo imaginaba algunas noches.

Para la azabache, estar de esa forma con él era completamente diferente a como solía imaginar que usualmente serían las cosas con él. Se sentía agobiada por no decir sus sentimientos tan claramente al chico que parecía no entender que accedía a dichas cosas por lo que representaba para él. ¿Era posible que hubiera algo más que amistad?


– De-detente.


Se asustó, nunca escuchó esas palabras de parte del rubio. ¿Le había desagradado lo que estaba haciendo?


– Quiero decirte algo...

– Pe-perdón. – Sus ojos estaban cristalinos, sentía que iba a llorar. – Yo...

– Hey. – La abrazó con fuerza. – ¿Está bien para ti seguir adelante?

– No, no entiendo.

– Sabes que te quiero mucho, demasiado. – Sus manos temblaban. – Eres muy importante para mí, eres mi mejor amiga. Te quiero demasiado. Eres la chica que más quiero. ¿Está bien seguir?

– Adrien...

– ¿Estas cosas no se deben de hacer con alguien que te gusta?

– Tú me gustas.


Lo dijo sin pensarlo, sólo dejándose llevar por el momento, por las palabras de su persona importante.


– Sabes, tú también me gustas. – Rio, abrazándola más fuerte. – Pero no sé si...

– ¿Tú y yo...?

– Aun me gusta mucho Ladybug.


Era el colmo. Ella era su propia enemiga. Si tan sólo pudiera decirle su identidad como heroína parisina, podría quitarse al fin ese tapujo que no le permitía estar con él. Era absurdo, una broma de mal gusto. Ahora sabía que amaba a ambas partes de ella, pero, así como la hacía feliz también la ponía triste.

Aunque siendo sincera... Después de lo del fin de semana se sentía un poco confundida con el tema de Chat Noir y ella. ¿Debía decirlo?


– Siendo sincera...

– ¿También te gusta Chat Noir? – Preguntó entre risas su compañero.

– ¿Có-cómo sabes lo que iba a decir?

– Lo intuí. Nadie se resiste a ese gato negro.

– Sí, tal vez...


Adrien se sentía victorioso. Su amante gustaba de ambas partes de él, ahora sí que no le importaba que ella le hubiese "sido infiel" consigo mismo, ¡qué más daba! Ella se estaba convirtiendo en la mujer perfecta, la que aceptaba lo perfecto e imperfecto de sí mismo. Podía decir que era la persona que mejor le complementaba, además de su lady con quien hacía el equipo perfecto.


– Así que... – Ella ocultó su rostro en el cuello del muchacho. – ¿Esto es un cuadrado amoroso?

– Eso parece...

– ¿Y ahora?

– Supongo que deberíamos hablarlo.

– Se supone.

– ¿Quieres hablarlo?

– No...

– ¿Tienes alguna idea de esto?


Era su oportunidad.


– Yo no tengo problema con compartirte con Ladybug.


Si, ella era la perfección en persona.


– Ni yo con Chat Noir.


El silenció reinó en aquel lugar. Prácticamente le había ofrecido al otro convertirse en pareja, permitiéndose estar con cualquier de los héroes de Paris y todo por el simple hecho de que no podía revelar sus identidades, pero si ocultaban al otro algo tan sencillo con la excusa de la libertad de tener algo con personajes tan famosos... De verdad, para ser unos jóvenes de apenas 16 años, eran muy extraños e incluso se podría decir que liberales a los ojos de otros.


– Entonces... – Marinette era la más nerviosa. – ¿Tú y yo...?

– Si. – Besó la oreja de la chica. – Ahora somos pareja.


La felicidad invadió a la chica que no pudo hacer más que ahogar un grito, a lo que su pareja sonreía. Esa fémina seguro que lo iba a ser más que feliz con todo lo que vivían y experimentaban. No podía mentirse, él también se sentía excelente, satisfecho con la decisión que estaba tomando.

Lo celebrarían, a su modo. Llegando más lejos de lo que usualmente hacía. Por ello no tardaron en regresar a lo que ya estaban haciendo. Era temprano, nadie de los trabajadores de los Agreste los interrumpiría en su nueva aventura, juntos.

No existían malos pensamientos ni ideas erróneas, sólo eran ellos, experimentando como siempre, confiando por completo el uno en el otro porque ahora eran algo más que amigos.

Las manos de ambos bajaban y subían delineando sus cuerpos, deseosos de probarse el uno al otro. El primero en retirar las prendas del otro fue Adrien, quien fue directo a lo que quería desde el día que la heroína parisina le había satisfecho con su boca, él deseaba hacerle algo similar a la azabache y no se iba a detener por más de que ella lo pidiese.

La llevó a la orilla de la cama, dónde retiró ágilmente los zapatos de la chica y tomándola de la cadera bajó de golpe el pantalón y las bragas de ella, se hincó lo suficiente y sin mayores contemplaciones se dispuso a probar la intimidad de la chica que ya se encontraba humedecida. El aroma que desprendía de esa zona era diferente a cualquier cosa que ya hubiese percibido; su sabor era de primera mano salado, llegando a un cierto toque dulce, no estaba aseguro del todo, pero era completamente embriagante.

Deseaba devorar con locura esa parte de la chica, no se detenía a pensar si lo estaba haciendo realmente bien, pero los maravillosos gemidos de ella y como halaba fuertemente sus mechones dorados le decían que lo estaba haciendo más que excelente. Era la primera vez que escuchaba tan bello canto excitante de parte de la franco-china. Lo excitaba, lo hacía desearla más y más. Estaba por enloquecer.

Bajó sus pantalones y mientras seguía lamiendo y succionando el clítoris hinchado de la chica, él comenzaba a masturbarse. Ella lo estaba llevando a extremos inimaginables sin necesidad de hacer algo además de gemir para él.

Marinette sentía algo aún más fuerte que cuando ella se tocaba, su cuerpo no estaba al borde un precipicio que ella no conocía, uno que le asustaba saltar porque no estaba segura de donde caería, pero ahí notó que el rubio le extendía la mano, la apretaba con fuerza mientras evitaba retorcerse demasiado o cerrar las piernas teniéndola cabeza de él entre ella. Era más de lo que a diario imaginaba o lo que ella se podía hacer sentir. Era un éxtasis tan grande que temía por sí misma.

Ahora ambos comprendían porque a esos orgasmos tantas veces les llamaban le petit mort de forma tan poética. No sabían a donde iban a llegar, esto podía ser más aterrador que cualquier montaña rusa a la que cualquiera de los dos pudiese montarse en toda su vida.

Ella lo sentía, dentro de ella había algo que iba a explotar y la pena la hacía contenerlo, pero aquellos apretones de mano le daban tanta seguridad que no dudaría en soltarse un poco. No debía tener miedo, tenía a su novio a su lado. Confiaba en él, habían hecho ya varias cosas juntos y los dos se habían informado lo suficiente como para no sorprenderse de lo que podía aparecer a lo largo del coito.


– Y-yo... – Le faltaba el aire, le era muy difícil hablar. – No pue-do... ¡Más!


No dio aviso, no podía soportar más las sensaciones que su cuerpo estaba percibiendo. Sólo era consciente de que estaba enterrando las uñas en la cabeza y la mano de su amante, mientras algo salía desde sus extrañas con fuerza. Los músculos de su vagina se tensaron tanto que creía que se lastimaría por la presión que era ejercida por estos, pero no sucedía así. El calor que hacía presencia en su entrepierna era increíble y su lubricante natural se deslizaba hasta la boca del muchacho que no paraba de beber aquel elixir de amor.

El modelo por su cuenta ya había terminado también, manchando parte de la colcha de su cama, su ropa y mano. Tocarse mientras tenía a su chica frente a él, al sentirla y probarla por completo, eso lo hacía llegar aún más lejos. Estaba seguro que esta vez había soltado más esperma que en cualquier vez anterior.

Notaba como la de coletas seguía jadeante, con las piernas temblorosas, en puntitas, temblando de pies a cabeza por lo que su cuerpo había sentido. No iba a dejarla solo así, quería darle todo para que ella se fuera por la noche con la sonrisa más enorme que se pudiese imaginar. Lamió los muslos de la chica y sin que ella lo pensara le mordió como si de un vampiro que busca su sangre, se tratase; el grito femenino tardó un poco, la había hecho reaccionar.

Se había calmado un poco y ahora era capaz de observar mejor el panorama que se colocaba frente a él. No necesitaba preguntarle nada, estaba más que seguro que el hecho de que ella estuviese completamente depilada era sólo para él.


– Eres maravillosa... – Susurró intentando introducir su lengua en la vagina virgen de la azabache que comenzaba a suspirar. – Me encantas.

– Tu... También. – Seguía sin recuperarse del todo.


Si era sincero, le hubiese gustado verla al natural, como solía ser, así como él estaba, así como su lady lo había consentido unos días atrás. La verdad es que sin o con vello, ella sería igual de hermosa y excitante, su presencia no (por el momento) no representaba una diferencia en el placer que él podía sentir con ver a la joven.

Mientras continuaba sólo usando su lengua notaba como el clítoris a pesar de estar hinchado sobresalía bastante del capuchón, más que unos minutos antes, parecía que a cierta chica le encantaba tener dos orgasmos seguidos a pesar de estar demasiado sensible. Formando una O con su boca, la colocó sobre toda la vulva de la joven y succionó, una y otra vez; él quería que la sangre llegase a esa zona para que en cuanto tuviese un orgasmo lo sintiera más. Y lo logró.

Todo el sexo de la Dupain-Cheng estaba inflamado, rojo y percibiendo las sensaciones de placer con mayor intensidad. Sólo un par de lamidas sobre todo bastaron para que ella ya no se contuviera de un segundo orgasmo que, a pesar de no mostrarse tan intenso, le permitió sacar un poco de líquido traslucido desde su vagina. Adrien sonrió feliz, eso quería decir que podría llevarla a sensaciones más extremas porque ella sería capaz de tener lo que comúnmente se llamaba squirt.


– ¡Adrien! – Gritó ella cerrando las piernas involuntariamente.


Su rostro fue aplastado un poco por el movimiento tan fuerte que ella había hecho, pero bien pudo salir sin ser golpeado. Sonreía satisfecho, relamiendo con gusto sus labios. Lamió su mano, aquella que se había llenado de su semilla, mezclado con los fluidos de su novia el sabor se volvía mejor.

No dudó en besarla, de forma intensa, introduciendo más que su lengua en la boca de la chica que también quedo extasiada en el clímax del orgasmo y por los sabores que ahora le eran provistos por el dueño de aquel cuarto donde llevaba experimentando todo tipo de locuras para ser apenas unos adolescentes que comenzaban a descubrir su sexualidad.


– Lo mejor será que cada uno tome una ducha. – Susurró el de melena dorada.

– Sí... – Ella estaba dormitando. – En cinco minutos...

– Vale. – Él también estaba cansado.


Por un momento, cada uno recordó a su kwami, pero seguro que cuando vieron que eso se estaba poniendo intenso habrían huido para no escuchar el tipo de cosas que hacían los humanos como ellos.


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Bueno, según yo esté fic no iba a tener trama ni iban a pasar cosas bonitas, pero al escribirlo fue tan natural que estos vatos se enamoraran que pues así quedó esto XD Es bonito cuando los personajes se empiezan a complementar tanto que esto hasta se escribe solo, no sé, me encantan <3 Tengan un excelente día <3

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